Ninguno de los personajes conocidos que se mencionan son míos, sino de la autora J. K. Rowling.


El mundo mágico había sufrido un terrible golpe. No fue ni un ataque de los mortífagos, ni el mismísimo Voldemort surgiendo de su infernal escondite, ni la guerra de la que tanto se hablaba. El golpe había ido más allá, y es que de un día para otro, sin explicación alguna. La magia desapareció y gran parte del mundo mágico con ella.

Hogwarts se volvió un simple castillo, el Londres mágico perdió su protección y sus tiendas se volvieron simples locales con "cosas raras", el lado oscuro vio como todo su poder caía, muchos seres mágicos desaparecieron…

Por suerte para todos, la misteriosa desaparición llegó con el inicio del verano y todos los alumnos y profesores del colegio estaban en sus respectivas vacaciones.

...

Hermione y Harry se encontraban en la Madriguera, disfrutando de sus merecidas vacaciones tras un dramático final de sexto curso, cuando todo dejó de "funcionar".

- ¿¡Qué pasa!? – Exclamaba Molly intentando que sus esponjas volvieran a fregar los platos sucios - ¡Nada funciona!

Hermione saco su varita e intento convocar un hechizo cualquiera, pero no surgió efecto. Tras ella lo intentaron los demás habitantes de la casa. Nada.

Se miraban unos a otros confundidos. ¿Qué había pasado? ¿Por qué sus varitas no actuaban? ¿Por qué ya no sentían esa extraordinaria energía recorriéndoles?

Pasaron la tarde intentando contactar con alguno de los integrantes de la orden pero todo era en vano. Ningún tipo de comunicación mágica surgía efecto.

- ¿Qué hacemos? – Preguntó asustada Ginny.

- Nunca hemos vivido sin magia – repuso Ron.

- Seguro que esto se arregla – intentó calmarles Harry.

- Además, vivir sin magia tampoco es tan difícil – aseguro Hermione

Escucharon entonces un repiqueteo incesante en la ventana y decidieron abrir. Una hermosa lechuza gris se posó sobre la mesa, mostrando en su pata un papelito. Cuando Harry lo desato el animal salió rápidamente por la misma ventana por la que había entrado.

- Es una carta de Mcgonagall – anunció Harry.

- ¿Qué dice? – Preguntó Hermione.

- Quiere que nos reunamos con ella – explicó – un amigo le ha prestado una oficina en el Londres muggle y quiere que vayamos.

- ¿Quiénes? – Intervino Ron.

- Todos.

- ¿Podremos llegar con el coche? - Le preguntó Ron a su madre.

- Bueno, solo estamos nosotros cinco. Así que no habrá problemas – respondió ella, señalando que en la Madriguera sólo estaban Ron, Ginny, Harry, Hermione y ella.

Salieron inmediatamente en dirección al lugar que detallaba la carta, aunque tardaron más de lo debido a causa de los atascos y otros problemillas derivados con la falta de costumbre de Molly a conducir.

- Buenas noches a todos – les saludó la profesora al verlos.

- Buenas noches profesora – saludaron todos al unísono.

- ¿Sabe que es lo que ha pasado? – Preguntó Hermione.

- Primero déjenme llevarles hasta donde están todos – pidió la mujer.

Siguieron a Mcgonagall hasta la planta de arriba y se encontraron en una sala en donde, además de los integrantes de la orden, estaban la familia Malfoy, Blaise Zabini, Theodore Nott y Snape.

- ¿Profesora? – Preguntó confundido Harry.

Mcgonagall hizo que todos se sentaran y se quedó de pie, dispuesta a hablar.

- Como todos habrán comprobado… La magia ha desaparecido – dijo de forma seria – estamos investigando el motivo pero por ahora no tenemos ni idea de lo que puede haber pasado.

Sin poder evitarlo a Hermione se le escapó una risita.

- ¿Algún comentario señorita Granger? – Inquirió la profesora.

- Es que… Me impresiona que no tuvieran ningún plan B o algo así. Vale que la magia es importante, lo reconozco, pero también hay que saber vivir sin ella.

- Eso tú, sangre sucia – espetó Draco.

La castaña le miró con una media sonrisa.

- Ya me dirás como sabrás sobrevivir ahora, huroncito. No tienes magia, no puedes hacer NADA – recalcó – tu familia ahora es tan importante como la mía.

Draco se levantó, dispuesto hacerle vete tú a saber qué a aquella sabelotodo, la única que se atrevía a decirle las verdades a la cara sin importar lo que pasara después, pero Mcgonagall intervino.

- ¡Compórtense! – Ordenó, y esperó a que los ánimos se calmasen un poco – señorita Granger, he de decir que tiene usted más razón que Merlín. Pero nunca nos habríamos imaginado que algo así podía pasar.

Hermione asintió.

- Continuemos. La razón por la que la familia Malfoy y sus conocidos están aquí no es otra que su seguridad – explicó la profesora.

Hermione, Ron y Harry se miraron confundidos. ¿Su seguridad?

- Hay muchos muggles conocedores de la magia que les buscan para vengarse – explicó Ojoloco.

- Y ahora sin magia están totalmente indefensos – añadió Tonks con un tono semblante a la burla.

Los amigos volvieron a mirarse. ¿Y? ¿Qué les importaba eso a ellos?

- Señorita Granger – la llamó la profesora.

- ¿Sí?

- Tengo entendido que su familia posee una casa bastante grande en una zona apartada de Londres.

- Ehm… Sí… ¿Por?

Hermione se temía lo peor.

- Me gustaría pedirle un favor…

- No – dijo tajante – no pienso dejar que vayan ahí.

La profesora se la quedó mirando sorprendida.

- Pero señorita Granger…

- No.

- Piénselo.

- ¡He dicho que no! ¿Por qué tengo que acogerles cuando para ellos soy peor que la mierda de las ratas de cloaca? – Exclamó (n/a: me refiero a las cacas eh, no es que esté llamando a las ratas mierda ni nada parecido).

- Porque usted es buena…

- Una cosa es ser buena y otra ser imbécil – concluyó la castaña.

- Señorita Granger, piénselo, por favor – insistió la profesora.

Hermione estaba fuera de sí. ¿Cómo se atrevía Mcgonagall a pedirle algo así? ¿Cómo se atrevía a pedirle que cobijara a esos sirvientes de Voldemort? ¿Al mismo que mató a Dumbledore? ¿Al que dejó que los mortífagos entraran en Hogwarts?

Por un momento pensó que todo ese encuentro era una broma o peor, una trampa creada por el señor oscuro, pero cuando la profesora se le acercó y la miró directamente a los ojos vio que aquello iba en serio. Los Malfoy y sus acompañantes estaban en peligro, y si la profesora insistía tanto era que el peligro al que estaban expuestos era muy grande. Pero eso no era excusa. ¿Por qué tenía ella que cargar con eso? ¿Acaso la profesora no sabía que Draco le había hecho la vida imposible durante aquellos años? ¿Lo había olvidado?

Hermione sentía que algo se le estaba rompiendo por dentro y que el respeto a la profesora iba cayendo en picado.

- ¿Por qué yo? – Alcanzó a preguntar sin apartar los ojos de sus zapatos.

- Los que buscan a la familia Malfoy jamás los buscarán en la casa de unos muggles – sonrío la profesora.

- Y menos en compañía de una sangre sucia, ¿no? – Ironizó la castaña.

- ¿Cómo sabe que quiero que vaya con ellos? – Preguntó sorprendida la profesora. Aquella niña no dejaba de sorprenderla – y por favor, deje de llamarse así.

- Simple. Son magos, siempre han vivido rodeados de magia, con elfos, usando los hechizos para lo que necesitaran… Y ahora no hay magia – respondió la castaña – meterlos sin ayuda en una casa muggle sería una auténtica hecatombe.

La profesora suspiró. Ella mejor que nadie sabía que lo que le estaba pidiendo a la joven era lo más que le podía pedir. Lo había meditado muchísimo en busca de otras opciones, pero finalmente aceptó que sólo podía acudir a la joven castaña.

Hermione miró de reojo a los Malfoy, que la miraban sin dejar de lado esa expresión de superioridad que tanto odiaba.

- ¿Y cómo sabemos que no intentarán nada? – Preguntó.

- Junto con ustedes estarán el señor Potter y el señor Weasley – respondió la profesora, viendo algo de esperanza en el rumbo que tomaba la conversación – si ellos quieren claro. Además, semanalmente tendrán visitas de la orden.

- Claro que iremos – aseguro inmediatamente Ron – no pienso dejar sola a Hermione con esos – dijo de forma despectiva mientras abrazaba a la castaña por detrás.

Hermione cerró los ojos y comenzó a respirar profundamente, ignorando los regaños que la profesora profería ante la discusión que se había formado entre los adolescentes. ¿Qué debía hacer? Ella era una chica que siempre hacía caso a las peticiones de los profesores, era una chica buena, que seguía las reglas, que ayudaba a quién pudiese… Pero eso, eso era demasiado. ¿Irse a vivir con los Malfoy, Zabini, Nott y Snape? ¡Era una locura! Contra Zabini y Nott no tenía nada, no los conocía y ellos simplemente la ignoraban cuando coincidían en algún sitio. Pero los Malfoy y Snape… Eso era otra cosa muy distinta. Tener a Harry y Ron sería una buena ayuda.

Y entonces recordó. En la casa que mencionaba la profesora vivía su prima, Claire, y también el ama de llaves, a quién ella llamaba cariñosamente Nana, y Joseph, el mal llamado "mayordomo".

- Profesora Mcgonagall – la llamó – en la casa ya vive gente.

- Lo sé, señorita Granger. Ya he contactado con sus padres y su prima – explicó sonriente – por ellos no hay problema, aunque insistieron mucho en que la última palabra era la suya.

La castaña suspiró y miro a Harry, como pidiendo ayuda, pero sólo obtuvo más confusión como respuesta. Harry también era una de esas personas que adoraba ayudar a quienes lo necesitaban, pero aquello era pasarse.

- Hermione, pasa de ellos – susurro Ron, que no era tan buen samaritano como sus compañeros – después de todo lo que han hecho no se merecen ayuda.

La castaña miro al pelirrojo y sonrío. Sabía que Ron lo decía con buena intención, para evitarle posibles sufrimientos, pero ella simplemente no podía ignorar a alguien necesitado de ayuda. Si lo pensaba bien, de todo el grupo de "refugiados" los únicos verdaderamente malos eran Lucius y Snape. Draco aún no había matado a nadie y lo que pasaba en la escuela era maldad pero no tan fuerte. ¡Espera! ¿Qué hacía Lucius ahí?

- Ha prometido darnos información si le protegemos a él y a su familia, igual que Snape – explicó Lupin acercándose a la castaña y tomándola por los hombros – Hermione, sé que esto es duro, pero tú eres tú. La leona de Gryffindor, la chica fuerte, capaz de enfrentarse a un y mil peligros sin mostrar una pizca de miedo – dijo calmadamente – vamos, sabes tan bien como yo que esto no es nada para ti. Además, todas las semanas iré a veros, y puedo quedarme algunos días si es necesario. No tienes que pasar por esto sola. Harry, Ron y todos nosotros estaremos contigo. Y créeme que lo pagarán si hacen algo que no deben.

Hermione sonrío ante las palabras de Lupin. De todos los adultos de la orden, a excepción de la profesora, era con el que más conectaba. Siempre sabía que decir para animarla.

Mientras tanto los Malfoy les observaban desde su lado. Lucius sólo podía pensar en lo que se estaba rebajando para mantenerse con vida y Narcissa intentaba convencerse con todas sus fuerzas de que si ese acto iba a mantener vivo a su hijo lo haría sin dudar. Por la mente de Snape pasaban pensamientos similares, sólo quería que su ahijado no corriera peligro.

Pero por su parte Draco observaba la escena sintiendo algo que no comprendía. ¿Por qué Hermione Granger, la sangre sucia, tenía todo ese apoyo a su alrededor, toda esa comprensión, todo ese cariño, y él sólo conocía las órdenes, la fría indiferencia y el odio? Tensó la mandíbula imperceptiblemente. Estúpida Granger, maldita sangre sucia.

Theodore y Zabini miraban la escena impasibles. Ellos estaban ahí porque Draco estaba ahí, le eran fieles y dio la casualidad de que estaban con él cuando la orden fue a buscarles. La posibilidad de irse a una casa muggle no les hacía mucha gracia, pero si Draco iba ellos también.

- De acuerdo, pero tengo una petición – dijo repentinamente Hermione, no iba a sufrir eso sólo con Ron y Harry, podía aprovechar la oportunidad.

- ¿Cuál? – Sonrío la profesora.

- Quiero que vengan dos personas más.

- ¿Quiénes? – Preguntó Mcgonagall con el ceño fruncido.

- Ginny y Luna.

- ¿Luna? ¿Luna Lovegood? – Inquirió la profesora.

- Sí, ella.

Mcgonagall se acercó a los demás adultos, Molly incluida, y empezaron a cuchichear. De vez en cuando Molly daba algún grito pero finalmente la charla terminó.

- Le escribiré de inmediato a los Lovegood – dijo la profesora – y la compañía de la señorita Ginny está aceptada.

Hermione notó la calma invadiéndola. Ron, Luna, Ginny y Harry pasarían esto con ella si querían. Eso le gustaba, la hacía sentir mucho mejor. Además, así Ginny y Harry podían estrechar su relación.

- Bien. Entonces creo que esta reunión ha finalizado. Señores Weasley, Potter y señorita Granger, pueden volver a la Madriguera a preparar su equipaje y descansar unas horas. Nos encontraremos mañana por la tarde aquí mismo y partiremos hacia la casa – dijo la profesora.

- ¿Dónde descansarán ustedes? – Preguntó Hermione.

- La mayoría se quedarán en esta misma oficina, en la tercera planta hay sofás en donde se puede descansar – explicó – yo iré a un hotel cercano, mi edad ya no me permite dormir en sofás – río – gracias por preocuparse, señorita Granger.

Estaban ya yéndose cuando Hermione cayó en algo.

- Profesora Mcgonagall… ¿Tienen ropa? – Preguntó señalando a los "refugiados".

La nombrada miró a los mencionados y estos se miraron entre sí.

- No nos dio tiempo a recoger nada de ropa – se quejó Draco molesto - ¿Qué espera que tengamos?

- Nosotros podemos ir a recoger algo de equipaje a la mansión Malfoy – se ofreció Lupin – si Snape viene puede guiarnos sin problemas.

- Bien, problema resuelto. Señorita Granger, gracias por ser tan observadora. Ahora, marchen a descansar y prepararse, mañana será un día muy ajetreado.

Los buenos amigos subieron al coche entre los lloriqueos de Molly. Mcgonagall le había asegurado que ninguno de esos haría nada malo, pero no acababa de fiarse.

Aquella noche se fueron a dormir, dejando el equipaje preparado, con una sensación de nervios extrema dentro. ¿Qué pasaría al día siguiente? ¿Cómo sería la convivencia con esos "sangre limpia"? ¿Y con Snape? Hermione le había hecho jurar a Harry que no atacaría al exprofesor y éste había dado su palabra, pero no parecía muy convencido.


Y finalizó el primer cap. ¿Qué os ha parecido? ¿Os parece interesante? ¿Qué pensáis? ¿Conseguirán los Malfoy acostumbrarse a vivir sin magia? ¿Se pegarán un tiro en el intento?

¡Saludos!