Hola, es mi primera historia sobre Candy y espero que me salga bien. Esta historia está basada en principio en el titánico, lo digo así por que hoy vi la pela y me inspiro, pero como dije en principio, pues el resto ira como en mi loca mente dicte.
Pensamientos
-diálogos-
Narración
Gritando en silencio.
Corría desesperadamente sobre aquel trasatlántico, estaba harta…
-no ven que necesito ayuda, sus conversaciones son vacías y superficiales, no soy una mercancía que a la primera me pueden vender –se gritaba mientras corría- pero le daré fin a esto, ya nada merece la pena…
Estando dispuesta a suicidarse se subió en la baranda, vio el mar a pocos metros. Deseaba entregarse a esas olas que la pro-pela formaba en su recorrido, se trepo y no faltaba mucho para que decidiera lanzarse…
Terry Grandchester, hijo de un acomodado duque, vio como ella había corrido con un mar de lágrimas en su rostro. Alzo la vista y vio lo que se disponía hacer, decidido se levantó del banco en el que descansaba hasta hace poco.
Observo que era una señorita de la alta sociedad y mas que nada por aquel vestido de color vino y la joyas que lucia.
-señorita no lo haga –hablo para asombro de Candy que pensaba que se hallaba sola.
-¡aléjate o me lanzo! –grito en un intento de que aquel hombre retrocediera.
-no lo haga, el agua está muy fría casi helada, podría morir dolorosamente –le decía mientras que se quitaba el saco y los zapatos, obtuvo nuevamente la mirada de la rubia, la cual pensaba en lo dicho.
-¿helada?, que tan helada… y ¿porque moriría dolorosamente? -pregunto mientras aún se agarraba de la baranda, parecía dudar de sus acciones.
-algunos grados bajo cero y desde esta altura será como cuchillas que la atraviesen –respondió mientras nuevamente se acercaba- por favor deme su mano, usted sabe que no desea hacerlo, nada merece la pena como para morir…
Dudo unos segundos y el valor reunido para lanzarse se había ido, se giró lentamente mientras, le daba su mano a aquel hombre desconocido.
-¿cuál es su nombre?- pregunto, mientras le ayudaba a subir- yo me llamo Terry
-Soy Candice White – contestaba mientras ponía un pie en la baranda, pero en eso resbalo.
-¡ayúdame, auxilio!-grito desesperada.
-sube Candice, tu puedes –sujetándola del brazo.
-¡ayúdenme! Me voy a caer, ayuda –gritaba muy desesperada, sentía pavor.
-¡Candice, escúcheme! –Grito Terry, mientras hacia el esfuerzo de no soltarla- cálmese y suba, yo la sostendré…
Solo que los gritos fueron oídos por algunos marinos que ahí trabajaban corriendo hacia el lugar donde venían los gritos…
-suba usted puede –animo Terry.
Solo que en eso el peso de Candy hizo que el cayera, terminando ella debajo de él. Acto que fue tomado como un presunto intento de violación, llegaron al lugar el prometido de Candy y algún represéntate del trasatlántico y el guardaespaldas del "prometido.
-¿cómo te atreviste a tocar a mi prometida? –le increpo a un esposado Terry.
El no respondió solo maldijo por lo bajo.
-Anthony, no-hablo ya dejando el susto la rubia- el señor Terry me salvo… -mirando al aludido- yo tuve la culpa me acerque a ver esa cosa… -recordando el nombre- esa cosa que da vueltas…
-¿te acercaste a ver la pro pela?- dijo sorprendido.
-si –respondió, mirándolo insistentemente, para que el creyera- solo que resbale y el señor Terry me atrapo antes que pasara algo peor y terminamos de esa forma –refiriéndose a la caída.
-vaya entonces no es un mal joven –intervino el representante del trasatlántico- suéltenlo él es un salvador.
-¿es cierto esto? –pregunto el rubio aun incrédulo de las palabras de su prometida viendo al joven.
-cada palabra -respondió este.
-¿alguna recompensa para el joven?.
Anthony que ya se iba con Candy, volteo ante la pregunta.
-denle 50 dólares, con eso será suficiente –retomando su camino, pero siendo retenido por las palabras de Candy.
-¿solo valgo eso?, me salvo y ¿solo le darás 50 dólares? –reprocho con aire ofendido.
-vaya, estas molesta, bien que venga a cenar mañana, como recompensa de su hazaña de hoy –invito sin agradarle tanto aquella idea.
Al día siguiente, la rubia había sido reprendida fuertemente por su madre la señora Margaret White…
-no piensas en mí y solo traes problemas –le increpo a una Candy molesta.
-eres tú la que me ha dado este problema, no puedo ni opinar nada… -recibiendo una sonora cachetada.
-eres una malagradecida, he invertido en ti mis mejores años y todo para recibir quejas tuyas –volvió a gritar- y el problema es de ambas pero tú con tu juventud eres la que tiene más oportunidades.
-yo no soy una mercancía Madre – luego de aquello salió del camarote en medio de lágrimas.
Tratando de calmar sus lágrimas, ella camino por un lugar algo poco concurrido, vio cerca que alguien estaba echado en una banca. Ella iba a regresar, pero la voz de este desconocido la freno.
-Señorita Candice, buenos días –provocando que ella lo reconociera.
-señor Terry… disculpe, cuál es su apellido.
-Soy Terry Grandchester, la oveja negra de mi familia –retirando el cigarro de sus labios.
-usted es parte de la realeza… -dijo sorprendida y avergonzada, su salvador no era cualquier tipo.
-solo por el apellido, le pido que no se lo diga a nadie, me hago llamar Terry Baker –sonrió- veo que ya se encuentra bien.
-así es señor Baker…
-no me llame así, solo Terry por favor –provocando un leve sonrojo en la rubia –señorita Candice.
-bien… Terry… -no sabía que más decirle a penas lo conocía.
-¿Por qué tan bella dama, quería quitarse la vida ayer? –pregunto mientras acortaba la distancia de dos metros que los separaban.
-son muchas cosas… -enseñando el anillo de compromiso en su mano- siento que me asfixio.
Pareció entender lo que le sucedía y sintió cierta compasión por ella.
-usted Candice ¿no lo ama? – observando que la rubia hizo un gesto con la nariz, de pura molestia.
-¿qué clase de pregunta es esa?, usted es un atrevido- escupió muy molesta- en ningún momento le di esas confianzas.
El solo rio al ver esa actitud tan infantil y viendo que la rubia estaba a punto de irse.
-solo es una pregunta, no entiendo su molestia.
-esas cosas no se preguntan, señor Baker, adiós… -yéndose presurosa.
-alto señorita –colocándose delante de ella- no quise ser maleducado…
Ella ya no quiso pelear más y más al contrario, le arranco una carpeta que traía en el brazo.
-¿es un artista? –menciono asombrada por los dibujos que el había echo.
-me gano algunos centavos de esa manera, como ya le dije, no dependo de mi apellido para que medio mundo me muestre "respeto"-observando el interés de la rubia en sus dibujos.
-también hace desnudos –mirando uno de esos dibujos.
-he bueno, si a veces –a partir de ello tuvieron una larga conversación.
Mientras que ellos hablaban Anthony Andrew el soltero más codiciado de América y Escocia, conversaba con la madre de Candice.
-estoy segura que usted no tendrá alguna otra queja de mi hija, su comportamiento se debe a la tensión por la próxima fiesta de compromiso y bueno luego de ello está la boda –justificaba las acciones de su hija.
No podía permitir que su amada hija fruto de una unión por conveniencia con un hombre que le había doblado la edad, echara todo por la borda. Era su única carta para salir del bache económico en el que se hallaban, producto de su gasto imprudente.
Así es la señora Margaret White le había echo creer a la joven Candice de 18 años que su padre había sido un mal hombre al dejarlas en la ruina y que todo lo que tenían era su respetable apellido.
Enterado de que la joven rubia estaba "suelta en plaza" o mejor dicho había sido presentada a la sociedad, para que algún joven o maduro o en peor de los casos un viejo la pueda desposar, el joven heredero Andrew, había propuesto en unir sus familias, aunque para el esto no le daba ningún beneficio, solo quería a la rubia como algo que lucir con sus amistades, ya que Candy era muy hermosa. En pocas palabras era un trofeo del cual él quería alardear. Después de una charla con la señora Margaret en el cual el dispuso pretender a la joven, la madre de ésta acepto casi en el acto. No podía permitirse que semejante partido se le escapara de las manos y no iba a permitir que la "inmadura de su hija "como ella la calificaba eche por la borda todo.
-espero que esto sea así –dijo serio- sabe bien que quiero a su hija como mi esposa, pero si ella muestra un comportamiento impropio nuevamente, tendré que cancelar nuestro trato.
-no se preocupe, eso no será necesario, Candice ya a recapacitado –mintió- ella esta avergonzada y más que nada por el bochornoso suceso de ayer, es más salió porque no quería verlo se siente muy mal y espera calmarse, para pedirle las disculpas del caso.
El rostro del joven Andrew reflejaba que no le convencía, ya sabía cómo era Candy y a pesar de todos sus desplantes, el había empezado a tener sentimientos hacia ella. Sin duda aquel viaje seria largo y más que nada por las acciones de la joven rubia. Solo que el haría que se le respetara de la forma en que le habían enseñado y no era precisamente con palabras dulces sino por la fuerza.
Volviendo con la rubia y el chico rebelde, Terry, ellos caminaban por la popa, siendo acompañados de un bello clima.
-bien señorita Candice…
-señor Baker, fue un placer tener este paseo con usted… -estirando su mano.
-vamos no me digas señor Baker, solo Terry –tomando la mano y depositando un beso.
-entonces tampoco me digas Señorita Candice, dime Candy –sonrió como hace tiempo no lo hacía.
-entonces nos vemos en la cena, Candy –guiñándole un ojo.
Cambio apresuro su paso hacia varias horas que había salido de su camarote dejando a su madre molesta y no quería empeorar más la situación.
A pocos metros observo que su prometido la esperaba fue de su camarote, ella puso la mejor de sus sonrisas y le saludo.
-buenas tardes señor Andrew –estirando una de sus manos.
-querida, llevo esperándote un buen rato ¿Dónde estabas?-tomando la mano de la rubia.
-Salí a despejar mis ideas…-siendo interrumpida.
-tu madre menciono que estabas avergonzada por lo de ayer –viendo como la rubia se soltaba de su agarre algo que le molesto.
-si… bueno es por eso que salí-hasta cuando me usaras madre- la vergüenza que te hice pasar es injustificable, discúlpame –sabía bien que su madre habría tratado de limpiarla de su error y no precisamente por ella, su hija, sino por el dinero del rubio.
-espero que no se vuelva a repetir Candice, tenemos una reputación que cuidar pertenecemos a la realeza, somos muy observados –señalando a su alrededor.
-si lo sé, señor Andrew, pero usted sabe que esas cosas son porque les gusta vivir a expensas de los que ocurre con el resto –soltó algo fastidiada- sus vida está sujeta a inmiscuirse en los asuntos que no les incumbe.
-tus ideas son lo que hace que la gente no te estime –viendo como su querida rubia no lo miraba sino que prestaba atención en algo más "interesante" que él, un niño que corría feliz por la popa.
-si para que me estimen tengo que andar observando asuntos que no me competen, prefiero ser ciega sorda y muda –respondió sin retirar la mirada del niño.
-cuando nos casemos, cambiaras de opinión de eso me aseguro –dijo algo cansado de esa conversación.
-señor Andrew –enfocando al fin la mirada en aquel rubio que no era nada feo, sino muy bello, pero que para ella no atraía su atención- no entiendo porque se preocupe de mantener esas relaciones cuando como usted bien dice, es de la realeza y tiene una gran fortuna, podría marcar una gran diferencia… -no acabo de decir esto, cuando el rubio la sujeto fuerte del brazo ingresando a su camarote.
-¡¿que es lo que hace?! –grito desconcertada cuando fue azotada contra la pared
-abandona esas ideas, nuestro estatus se debe a que mantenemos relaciones sociales, justamente con esa gente que tu aborreces –sujetándola de ambos brazos.
-no pretenda que cambiare solo por usted –contesto harta de que siempre la quieran controlar.
-prácticamente soy tu marido y te exijo que te comportes como lo que eres Candice White…
-usted lo ha dicho prácticamente, pero no, aun no estamos casados –zafándose del agarre.
-se agradecida –sujetándola nuevamente- pague todas tus deudas, estabas en la ruina y gracias a mi nadie se enteró, me debes tu reputación o es que te gusta que sea rudo, si es así, creo que esto es lo que buscas- le planto un beso, solo que ella se quedó helada por un par de segundos, reacciono y le mordió.
-eres una salvaje –limpiándose la sangre del labio- pero lo que no sabes es que a mí me gusta domar a las fieras, eres un reto que asumiré –sonrió, ante un muda rubia que tenía en manos un florero.
El rubio salió dejando a una confundida olivarda al borde de las lágrimas….
En el siguiente cap.….
-entonces está decidido, seré su maestro –guiñándole el ojo- apenas bajemos de este enorme trasatlántico, le enseñare muchas cosas de las que aprendí por mí mismo.
-le confieso que tengo cierto temor –confeso viendo al guapo acompañante que tenía y se percató que sus ojos eran un azul zafiro- pero necesito apartarme de esta vida, ser yo misma, encontrar mi camino…
