Disclaimer: Nada de esto me pertenece, todos los personajes así como la historia original son propiedad de su maravillosa autora J. K. Rowling.


Se besan. Se besan una y otra vez. Algunas veces, incluso, llegan a algo más que besos. Pero no se dicen palabras de amor. Eso nunca. Después de todo, ellos no se aman, ni se quieren, ni nada de eso, se puede decir que ni siquiera se tienen aprecio. Pero quizás decir todas esas cosas es engañarse, mentir.

Se encuentran prácticamente todas las noches en la Sala de los Menesteres para besarse, o algunas veces algo más, pero nunca para hablar. Hablaron un día, el día que todo empezó. Ella estaba deprimida por los pasillos por la estúpida relación de Ronald y Lavender. En cambio, él estaba demasiado jodido por su misión. Él le dedicó un par de insultos, necesitaba liberar su cabreo con algo o con alguien, y ella, por primera vez delante de él, lloró. Lo que pasó después está algo borroso para los dos. Él se acercó y la beso. ¿O fue ella? ¿O fueron los dos?

Pero él hace unos días decidió que se iba a acabar, que esto no iba a seguir. Le daba igual quién lo hubiera empezado, lo acabaría. Era un mortífago y aunque sus noches de besos, y algo más, no estuvieran mal, de hecho estaban muy bien, debían acabar. Y acabaron. No del todo bien, en realidad, para ninguno de los dos.

Él, que había tenido la brillante idea de terminar esa especie de relación, no entendía por qué se sentía tan mal. Había hecho lo correcto, ¿no? Había dejado a la sangre sucia. Entonces, ¿por qué se sentía así? No lo sabía, pero no le gustaba. Echaba de menos su alborotado y encrespado pelo castaño, su olor, su sabor. Echaba de menos dormir encima suya, después de los besos y algo más, aplastándola, intentando acompasar sus respiraciones. Echaba de menos el bálsamo cicatrizante que ella era en él. Pero no iba a volver tras ella. Porque estaba mal. Porque eran de mundos distintos. Porque no podía ser. Porque tenía miedo de sentir algo que creía que no podía sentir. Porque simplemente, no quería quererla.

Ella, estaba destrozada. ¿Qué pasaba si se besaban? ¿Qué más daba si no eran sólo besos, sino algo más? Quizás, después de todo, él tenía razón. Pero ella no lo creía. ¿Por qué un día dejó de acudir a sus citas nocturnas? Ella sabía que era un mortífago, lo había comprobado personalmente, pero ella sabía que se arrepentía. Aunque a él no le gustara, ella era parte de su historia, de su vida. Quizás no hablaban mucho, por no decir nada, pero se sabían comunicar de otras maneras. Según los besos, por ejemplo. Cuando había pasado algo malo, cuando tenía rabia dentro, la besaba de una manera demandante, queriendo sacar toda su ira. Como si fuera combustible, combustible ardiendo. Y luego, con sus besos suaves se relajaba, lo dejaba ir. ¿Qué había de malo en que se besaran? Estaba segura de que nada. Él no lo veía así. Quizás, y sólo quizás, él tenía miedo de sentir algo.

Se cruzaban por los pasillos y se miraban, más bien, se comían con la mirada.

¿Qué pasaría si se besaban? Ahí, en los pasillos, delante de todos.

Quizás nunca lo sabrían.


Bueno, se me pasó por la cabeza está idea mientras escuchaba 'What would happen' de Meredith Brooks. Es un poco tontería, pero me apetecía escribirlo. Es un one-shot, obviamente, y espero que os guste.