DISCLAIMER: No tengo ningún derecho sobre los personajes de Supernatural. Esta historia fue escrita sin fines lucrativos.

NDA: Nuevo fic :3!!. De dos capítulos, por ahora. No mucho que decir, sólo especial agradecimientos a Katrinna Le Fay y a Hawk-sama, que de alguna manera me incitaron a intentar algo aquí en xP!. Por cierto KLF, espero poder leer algo nuevo tuyo por aquí :(~ Especialmente si es de supernatural *-*!

F E L I Z C U M P L E A Ñ O S

Sus párpados descansaban plácidamente sobre sus pupilas y su respiración transmitía la más absoluta de las calmas. Hacía tiempo que no dormía tan profundo, de una manera tan pacífica, casi sin querer despertar.

Pronto se escuchó el girar de la manilla, aunque no fuese suficiente para despertarle. Dean entró a la habitación y observó a su hermano menor tal y como lo dejó, en la misma posición y expresión. Sam siempre se había diferenciado de él, entre muchas otras cosas, por su manera de dormir. El mayor siempre se movía, golpeaba todo a su alrededor e incluso hablaba dormido; Sam, por otro lado, siempre se mantenía quieto, disfrutando de los sueños más profundos cuando el mundo a su alrededor podía estar acabándose. Cuando incluso su familia podía estar en peligro…

El ojiverde dejó la caja cuadrada que traía sobre la mesa y se acercó con sigilo a la cama donde dormía el menor, observándole antes de lanzarse sobre él con descuido, abrazándole enseguida.

- ¡¡Feliz Cumpleaños, Samantha!! – exclamó, lidiando con los manotazos que un molesto y somnoliento Samuel lanzaba a diestra y siniestra. Dean sólo pudo carcajear ligeramente, señalando la caja que se encontraba frente a la mesa. Mientras, Sam intentaba liberarse de los restos de sopor y angustia que le habían provocado el repentino alboroto de su hermano, aunque en el fondo no pudo enojarse con él.

En cuanto sus sentidos se lo permitieron, observó la caja sobre la mesa, encogiendo el rostro en una mueca de desaprobación y decepción.

- Dean… No debiste. Sab- - meneaba la cabeza ligeramente, negándose a festejar la fecha de su nacimiento.

- Eh, Sam… No digas nada, no quiero escuchar más de tus estupideces – se apresuró a interrumpirle el mayor, incapaz de comprender el hecho de que su hermano no gustase de celebrar su propio cumpleaños.

- Ya te había dicho que no estoy de acuerdo con esto. ¿Por qué insistes? -

- Porque eres mi hermano. Y como eso no va a cambiar, creo que… estás jodido – respondió hábil la lengua de Dean, que siempre encontraba las palabras justas para relajar la tensión de la situación. – Vístete, saldremos a tomarnos unas cervezas -

- Dean… - intentó explicarse, pero una mirada inquisidora del ojiverde le avisó que no tendría salida y debía ceder por el momento.

El mayor se desvistió en un santiamén y se apoderó del baño de la habitación, dispuesto a bañarse. Sam, por su parte, bajó ligeramente la mirada, intentando reprimirse lo suficiente para no desilusionar a su hermano. Cada año era lo mismo, siempre debía esconder la amargura que le traía la fecha y poner una cara aceptable para todos y todo. Siempre debía fingir que estaba feliz de haber nacido y que se consideraba a sí mismo una verdadera bendición.

Sonrió. El sólo pensarlo era irónico. ¿Él?, ¿una bendición?, en el mejor de los casos se consideraba una maldición. Una maldición lo suficientemente dañina como para reducir a su familia a lo que es.

Sintiendo sus pensamientos asfixiarle tomó la chaqueta que guindaba del perchero y enseguida salió de la habitación, sin siquiera avisarle a Dean.

Caminó lo suficiente como para alejarse hasta un bosque cercano, haciendo esfuerzos sobrehumanos por inhalar el aire limpio que le ofrecía la naturaleza. Sin embargo, por mucho que inhalaba e inhalaba, nunca se sentía verdaderamente limpio. Regresó hasta la posición del Impala Negro, apoyando su torso en el capó y perdiendo sus ojos pardos en el horizonte.

Pronto sintió a sus espaldas el sonido de la puerta, hecho que le obligó a cerrar sus ojos y tomar aire, preparándose para la escena que ya conocía.

- ¿Listo, Sammy? – preguntaba Dean, sin esperar una respuesta del aludido para abrir la puerta del auto y sentarse en el asiento conductor.

- Dean, escucha… - inmediatamente un nudo se formó en su garganta. Siempre le costaba horrores decepcionar a su hermano. Desde que se sabía con vida, detestaba el hecho de fallar a sus seres queridos, de no poder ser la persona que ellos esperaban o querían.

- Sam… Ya te dije que no quiero escuchar más de tus estupideces pesimistas – se negó a escuchar, porque de hacerlo sabía que explotaría y desplomaría a su hermano para hacerle reaccionar.

- No son estupideces, ¡entiende que no quiero! – replicó el menor, su tono de voz había ganado cierta agresividad, desesperada por la incomprensión que sentía por parte de su hermano.

Dean salió del auto y le rodeó, alcanzando la posición de Sam para poder mirarle a los ojos.

- ¿Y bien? –

- ¿Qué? – la mirada incomprendida del menor no se hizo esperar.

- Explícame – su voz era casi imperativa, como un padre que exigía argumentos a su hijo. Los brazos de Dean se cruzaron mientras esperaba una respuesta, con sus ojos aún fijos y sus cejas ligeramente fruncidas.

- No hay nada que explicar – logró decir Sam, luego de varios segundos de silencio en los que sentía su pecho comprimirse, restringiéndole la respiración.

- Ok, súbete. Vamos por unas cervezas. – se giró sobre sus talones, con intenciones de regresar al interior del coche. Sin embargo, un movimiento rápido de Sam le detuvo, obligándole a voltearse una vez más.

- No iré… - advirtió Sam, mirando con dificultad los ojos de su hermano, antes de girarse y marcharse hacia algún lugar lejos de allí. Dean se obligó a guardar silencio por el tiempo que pudo, estallando cuando el menor ya se encontraba a varios metros, por suerte.

- ¡Bien, como quieras! ¡Lárgate, entonces! ¡Y no vuelvas! – gritó con furia, recibiendo sólo indiferencia de parte de su hermano que seguía con su cometido de perderse por el tiempo que fuese necesario.