Esta es una historia creada por una admiradora sin fines de lucro. Yugioh pertenece a Kazuki Takahashi. Por favor, apoyen los lanzamientos oficiales.

Nota: no he visto Yugioh GX, por lo que es altamente probable que esta historia contradiga cualquier destino de los personajes que ahí mencionan, espero no ofender a nadie con ello.

Despiértame.

Capítulo 1

Yugi Mutou suspiro. La ciudad de Domino no era lo que antes. Todos se habían marchado y ahora él se encontraba solo en esa enorme ciudad.

Era el segundo aniversario luctuoso del abuelo. Después de luchar durante meses contra una agresiva enfermedad, Solomon Mutou había marchado para emprender la aventura sin retorno al más allá.

Fue en el entierro del abuelo cuando vio a sus amigos por última vez. Tea había viajado a Rusia, una compañía de ballet se había interesado en ella y la chica no dudo un minuto en hacer el viaje para cumplir su sueño. Tristan había ido a los Estados Unidos a estudiar y consiguió un empleo en una prestigiosa institución financiera. Joey había abierto un negocio de juegos en Tokio, donde Serenity asistía a la universidad para convertirse en una doctora.

Todos se habían marchado.

Yugi se detuvo un momento para limpiar una lagrima que resbalaba por su mejilla antes de abrir la puerta del salón. No es bien visto que los estudiantes de arqueología de la Universidad de Domino ingresen al aula con los ojos llorosos.

Una combinación de su timidez natural, la envidia despertada por su gran facilidad de entender escrituras antiguas y su título de "el rey de los juegos" hacían que Yugi no tuviera buenas relaciones con sus compañeros. No lo golpeaban como sucediera en la preparatoria; la mayoría solo lo ignoraba. Y esta frialdad lastimaba a Yugi más que cualquier golpe lo hiciera antes.

Ingreso al aula, y las clases empezaron y terminaron como cualquier otro día. Sin una palabra amigable dirigida a él. Regreso a atender la tienda de juegos. Había peleado largamente con su madre, ya que él se negaba a cerrarla. Pasaba cada minuto libre en ese lugar. Las ventas eran bajas, pero Yugi no estaba dispuesto a decepcionar a los clientes que durante tantos años, su abuelo había atendido.

Saco una caja dorada debajo del mostrador. Era aquella que otrora contuviera las piezas del rompecabezas del milenio. En ella guardaba su mazo, ese que utilizo en aquel duelo definitivo. Inalterado desde aquel día. No la abrió, nunca se permitía hacerlo. La ausencia de su otro yo lo llenaba de sentimientos encontrados.

Cerro la tienda por la noche, y después de compartir la cena con su madre, marcho a su habitación. Se quito la ropa y se dispuso a dormir, cuando noto la caja dorada descansando en su escritorio. Estaba seguro de no haberla llevado hasta ahí, pero no le dio importancia. La tomo entre sus manos, la acerco a su pecho pero esta no le brindo la calidez que el rompecabezas del milenio, que su otro yo, emanaba.

Volvió a su cama, dejando la caja dorada en su mesa de noche. Y comenzó a hablarle, como si de esa manera, el faraón pudiera escucharle. Le conto de sus problemas en la universidad, de como no lograba hacer nuevos amigos, de cómo sus compañeros lo ignoraban, de cómo le envidiaban por descifrar jeroglíficos que a otros tomaban años de estudio, de como sus amigos de la preparatoria no le escribían casi nunca, como su madre se empeñaba en que dejara la tienda y los juegos y como su padre casi nunca estaba en casa. Hablo de sus sentimientos y de sus temores, de sus sueños y deseos, hablo de cuanto le echaba de menos pero de que feliz se encontraba al saber que finalmente descansaba junto con sus ancestros. Hablo durante lo que parecieron horas, hasta que se quedo dormido, con una ligera sonrisa en sus labios.

Los días pasaron, y se convirtieron en semanas y meses y Yugi iba a la universidad y regresaba a la tienda de juegos, y cenaba con su madre, y hablaba con aquella caja dorada cada noche hasta que el sueño lo reclamaba. Había algo tranquilizador en ello, algo que le daba fuerzas para enfrentar cada mañana.

Las vacaciones de verano llegaron, y Yugi había ahorrado algo de dinero para realizar un pequeño viaje a Tokio para visitar a Joey. Corría hacia la estación de trenes cuando escuchó el reloj marcar las 5; había perdido su tren. Se acerco a la taquilla, tratando de conseguir un rembolso o un cambio de horario, pero la situación no pintaba a su favor. El se había retrasado y la compañía de trenes no tenía la culpa de ello. Después de muchas discusiones y varias horas perdidas consiguió un rembolso por la mitad del boleto. Decidió volver a casa y llamar a su amigo desde ahí para ajustar los planes, mas al llegar a ella tuvo la sensación de que algo estaba fuera de lugar.

Las luces de la casa estaban completamente apagadas. Al entrar no pudo escuchar ruido alguno. Su madre no se encontraba en ninguna parte, y esto le extraño, pues ella no acostumbraba salir por las noches. Encendió la computadora para escribir a Joey, y encontró un correo de su madre en la bandeja de entrada. En él, explicaba que se iba de la casa. La constante ausencia de su marido y su incapacidad para comunicarse con su hijo la habían orillado a buscar alguien que llenara el vacio en su vida, y lo había encontrado en un jovencito de 25 años con quien viviría ahora. No pensaba regresar jamás.

Yugi se encontraba atónito. Solo atino a escribir un par de líneas a Joey para cancelar la visita y marcar al celular de su padre para contarle, con voz entrecortada, la situación. El padre de Yugi tomo las cosas con sorprendente calma. Al parecer venia esperando que esto pasara desde la muerte del abuelo. Ni siquiera se le quebró la voz en el teléfono. Pidió a su hijo que tomara las cosas con calma y prometió que hablarían de ello, cuando el volviera a casa en un par de semanas.

Esa noche Yugi lloro como nunca antes, abrazo la caja dorada y se envolvió entre las cobijas pero el frio que sentía, venía desde el fondo de su alma.

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Hacía mucho que no escribía fanfiction, espero no haber perdido demasiada práctica. Los reviewers se agradecen y todas las sugerencias son tomadas en cuenta. Saludos!