Disclaimer: Labyrinth ni ninguno de sus personajes son de mi propiedad.

Pareja: Jareth/Oc

Avisos: Quizás tenga lemon en capítulos posteriores, violencia y situaciones de tortura.

Nota: Me atreví a hacer un fic sobre Labyrinth a partir de ver la película y enamorarme de ella y de todos sus personajes. Decidí crear a la hija de Sarah, espero que no me quede una mary sue dx Bueno, ya opinarán sobre eso.

Un besito, Istha ;)

La venganza del rey Goblin

Prólogo. Una visita.

Después de su derrota el rey Goblin estaba enfurecido, iracundo, enfadado, pero lo que más estaba era decepcionado y frustrado. ¿Qué diablos había pensado esa niña para desestimarlo así, humillarlo de esa manera? Seguramente no había pensado en las consecuencias, no lo había catalogado como a un verdadero rey, un verdadero dios.

Durante algunos años no pudo dejar la rabia atrás y guardó rencor a la mayor parte de la humanidad; pero ella fue creciendo, convirtiéndose en una mujer; y como era inevitable en una mujer, ella se casó con un hombre del que se enamoró. Jareth, el rey Goblin lloró entonces, pero ella ni siquiera atinó a recordar quien era él o de donde alguna vez había leído de su existencia. Y como todo rey siguió haciendo su trabajo; robando y asustando a niños, haciendo travesuras y confundiendo a los desventurados que osaban adentrarse en su laberinto.

Más días pasaron, semanas, meses, y unos cuantos años. Jareth, el rey Goblin había calmado su dolor, más no lo había olvidado. Cada día miraba en sus esferas de cristal como iba la vida de ella, Sarah.

Estaba embarazada e iba a dar a luz su primer hijo. En su mente aturdida, un terrible plan de venganza, acudiendo al dicho de: "La venganza se sirve en plato muy frío." Así que la noche en la que ella salió del hospital con su marido, y su pequeña hija en brazos, él voló hacia la ventana en su forma de lechuza, y cuando Sarah se quedó sola en la habitación con el bebé, las ventanas se abrieron con el viento, como la primera vez, y él se transformó en hombre y se presentó ante ella, que puso una cara entre la sorpresa, el temor y el desconcierto.

"Querida Sarah" Se atrevió a decir. "¿Cómo te fue todos estos años?"

"No creí que aún me recordaras, Jareth, rey Goblin." Pronunció ella con seguridad.

"Parece que tu sí" Habló él. "Y veo que aprendiste la lección y no volverás a pronunciar las palabras mágicas." La mujer le miró con cierta aprensión.

"Dime, ¿qué es lo que quieres?" Preguntó Sarah. "¿A qué has venido?"

"Vengo a llevarme a tu hija." Respondió Jareth. "Es tu precio por humillar a un rey inmortal."

"No puedes..." Dijo ella, incapaz de comprender. "¿Por qué después de tanto tiempo...?

"Fui generoso, querida Sarah" Habló él. "Te di tiempo para formar tu familia pero todo llega, y mi paciencia se agotó."

"¡Por qué?" Ella trató de contener su exclamación, más no pudo. "¿Por qué lo haces?"

"Es tu precio, Sarah." Pronunció, inescrutable.

"¿No podemos llegar a un acuerdo, un trato?" Habló ahora más calmada, aunque el tono de desesperación aún era notable en su voz.

"Eso siempre será posible, querida" Una media sonrisa se pintó en el semblante del rey. "¿De qué tipo de trato estaríamos hablando?"

"De..." Buscó una solución desesperadamente, intentando hallar una manera de trampearlo para que la dejara en paz. "De que te la lleves pero dentro de algunos años. Sólo he vivido con ella unos días, quiero disfrutarla algunos años." Le rogó. "Tan sólo te pido eso, por favor."

"Es una gentileza por tu parte rogarme, me siento halagado por tu humillación ante mí." Dijo sarcástico. "Más esa humillación jamás será comparable a la mía, o a la que tu hija sufrirá." Sarah calló, acongojada por el temible tono del rey. "Me la llevaré ésta misma noche, dentro de diecisiete primaveras; hasta ese momento disfrútala, cuídala, protégela, ámala. Buenas noche, Sarah"

La joven madre vio, temblorosa, como el rey Goblin desaparecía por la ventana. Unas lágrimas tibias surcaron sus mejillas mientras se giraba a ver a su recién nacida hija.

"Lo siento, pequeña Lanah" Murmuró mientras oía como su marido se acercaba a la puerta de la habitación. Se enjugó ambas lágrimas con el puño y concebió su mejor sonrisa para no delatar su tristeza.

La luna dejó paso a la oscura noche, a la eterna neblina. Jareth voló entre las nubes, orgulloso de su trato, y planeando las mil y una formas de cumplirlo. El gran día se acercaba a pasos agigantados. Sus alas blancas se perdieron en la espesa negrura, dejando paso a la más sublime oscuridad; todo llegaría.

Dentro de diecisiete años...

To be continued...