Introducción:

En aquel gran Salón de Audiencias, se escuchaba la voz tronadora del monarca de ese reino élfico.

Sus ojos de un color azul cielo, refulgían al escuchar lo que le pedía el istar que se encontraba frente a él.

A pesar de que el hombre que se encontraba frente al rey, tenía una mayor autoridad ante los Valar; el monarca se justificaba con que en su reino, sólo él mandaba. Y así, no estaba dispuesto a admitir lo que se le solicitaba.

- ¡No, Mithrandir! ¡Ya dije mi última palabra! ¡Ve a ofrecer esa locura a los otros reinos élficos!... – luego, serenando un poco su tono, agregó – Están Imladris o Lothlórien... Alguno de ellos pueden admitir todo aquello... ¡Pero, yo no!

- Señor, vos sabéis que Lord Elrond, ya cumplió con lo que se le solicitó. Su hija se desposó con el heredero de Isildur. Por ello es necesario ir a buscar a aquella muchacha... En este momento se le necesita.

- Bueno, si Lord Elrond, ya admitió que su hija desposara a un mortal, aún quedan sus hijos, Elladhan y Elrohir... Y no dudo que en Lothlórien puedan ubicar a un noble elfo, que quiera asumir dicha responsabilidad. Pero, mi familia ya ha hecho mucho por la Tierra Media. Ya perdí a mi padre, no pienso sacrificar a mi hijo.

- Vos no podéis contestar por él.

- ¡Si puedo! Además de ser su padre, soy su Rey – dijo con cierta petulancia en su voz.

- Pero, él es libre de tomar sus propias decisiones... Ya una vez la tomó...

- Fue en contra de mi voluntad... Él debía asumir su responsabilidad en el escape de aquella criatura que trajiste, informando lo que había pasado, pero luego debería haber regresado.

- La elección hecha por Lord Elrond fue la correcta, os lo aseguro. Ningún otro hubiera podido desempeñar mejor lo que se le pidió... Además, cuando Lord Elrond habló con él, aceptó... – el viejo mago lo quedó mirando de una forma que el monarca, por primera vez en toda la conversación, temió lo que seguiría a aquella última frase y con una sonrisa, continuó – ¿Por qué no le preguntamos a él lo que opina?

- ¡No! – fue su rápida y tajante respuesta – Él está por comprometerse con una chica de aquí. No permitiré que lo convenzas que acepte esta locura.

- Señor, hay una forma de saber si los Valar están de acuerdo con vos... Es necesario ir a buscar a la muchacha, y convencerla que acepte ayudarnos. Que Legolas vaya a buscarla. Si el amor llega a nacer entre ellos, vos aceptaréis dicha unión... Ahora, si esto no sucede de esta forma, buscaré a quién pueda y quiera estar con ella... – al ver la indecisión del Rey – Si como vos decís, Legolas está pronto a comprometerse con alguna muchacha de aquí, no tenéis que temer que haga este encargo.

El monarca bajó la cabeza analizando aquella propuesta, que aunque no le gustaba, era una buena forma de deshacerse de aquel molesto mago, y que dejara en paz a su familia.

El istar lo miraba y como vio que aquel monarca, aún dudaba; decidió utilizar los últimos argumentos...

- Señor – dijo en un tono tan bajo, que los oídos mortales jamás hubieran podido escuchar –, le recuerdo que vuestro linaje está seguro, al haber desposado a vuestros dos hijos mayores, con damas de vuestra raza. Lo que se os solicita, sólo es que el muchacho pueda elegir libremente...

- ¡A una mortal! – exclamó levantando la cara y con sus ojos iluminados de furia viva contenida.

- Dejad que los Valar decidan... Sólo Iluvatar está por sobre ellos.

- Pues a él rogaré que proteja a Legolas... De acuerdo, ve a hablar con él. Si acepta ir a buscarla, yo no me opondré.

El mago, afirmándose en su cayado, hizo una muy profunda reverencia para salir de aquel enorme Salón. Sólo cuando ya se había ido, el Rey dijo:

- Si llega a nacer el amor entre ellos, nunca podré aceptarlo.