Roncaba suavemente a su lado, girado hacia él. Había tenido una pesadilla y ya no podía volver a dormir, pero tampoco deseaba despertarle de su sueño. Bucky se levantó con suavidad de la cama, acercándose a la ventana para mirar a través de ésta los copos de nieve caer de una forma especial, como solo en Rusia había visto. Siberia había sido un buen refugio durante ese tiempo, pero tenía la certeza de que no continuaría así por mucho tiempo.

Agradecía a los todos los dioses, si aún podía creer en ellos, la suerte de la que gozaban desde entonces. Tanto él como el chico que descansaba en la cama.

Tras dejar a Steve varado en la orilla no había sabido adónde ir. Los días siguientes vagó a través de cunetas y puentes, escondiéndose como podía y alejándose de la ciudad. Siguió recordando más sobre su pasado según avanzaban los días, en ocasiones se desvanecía en el suelo mientras un extravagante recuerdo le aturdía, pero el azar le fue benévolo y no dejó que le dañaran durante esos lapsos de tiempo. Para cuando se encontraron ya reconocía al que era el Capitán América, lo sucedido cuando cayó del tren y bastante de su vida pasada. También sobre Hydra, algunas personas que había matado, sangre… Mucha sangre.

Se instaló durante unos días en Varsovia, sabiendo que era un mal lugar y advirtiendo su error cuando agentes de Shield empezaron a perseguirle a través de una transitada calle. Consiguió escabullirse de ellos, con el corazón en un puño y pocas esperanzas de conseguirlo, yendo sin rumbo seguro hasta un pueblo que posteriormente reconocería como fronterizo entre Polonia y Alemania. Su tranquilidad duró muy poco tiempo, Hydra le interceptó y casi consiguen capturarlo de nuevo. Aquellos tediosos días fueron una destrucción para su dañada mente. Se sentía perdido y solo. Solo, como siempre había estado desde que cayó del tren. Tuvo que matar uno por uno a aquellos animales sin corazón. Por fortuna, consiguió escapar antes de ser llevado hasta su base, sin descansar en el recorrido hasta toparse con él.

Pietro no lo había tenido fácil, tampoco. En el tiempo que llevaban huyendo juntos le había contado los sucesos previos y posteriores a su supuesta muerte. Al parecer, despertó desorientado en una celda, sin heridas de bala y con ropa nueva, pero aquel lugar no pertenecía a Hydra o Shield. No existían emblemas, escudos, nada. Esa misma noche conoció al que era el nuevo cuerpo de Ultrón. ¿Había acabado con los Vengadores? Podría ser. Pensó en su hermana, ¿estaría muerta? Ya no importaba, tenía que salir de allí. Cuando la oportunidad se presentó, se fugó, corrió tan rápido como nunca creyó haberlo hecho y no descansó hasta que su estómago rugió y el sueño le pesaba al punto de la inconsciencia. Entró a un local de mala muerte, tecnología de mediados de siglo, luz pobre y gentes de poca confianza, un puticlub de Belgrado donde se vio en la necesidad de trabajar si quería sobrevivir. No tenía ningún plan de futuro. No había sido la decisión más inteligente pero su abanico de opciones no era muy extenso. Se sentía utilizado, sucio, rastrero. Ahora ya no tenía una hermana, pues incluso cuando estaban solos, no era una soledad completa. Ahora estaba solo de verdad. Hombres y mujeres le tocaban por un puñado de dinares, los suficientes para comer dos platos al día y dormir en un edificio medio derruido. Fue violado en varias ocasiones, golpeado en decenas y humillado en cientos.

"Ésta noche es la última", se repetía constantemente en su mente. Se levantó del callejón, recomponiéndose la ropa como podía y se cubrió con el destrozado abrigo, tratando de evitar el frío invernal. Odiaba el invierno. Su culo dolía como demonios, le sangraba casi tanto como el corte que adornaba su pecho. Bucky vio salir a los dos indeseables del callejón riendo pérfidos. Logró escuchar gemidos de dolor, acudiendo al socorro del chico.

Pietro le rogó por su vida, y Bucky le ofreció su mano humana para ayudarle. Apenas si podía caminar, por lo que decidió acompañarle hasta su casa sujeto de su hombro. El camino fue silencioso, Bucky creía reconocerle. Llegaron hasta el lugar, le agradeció y preguntó si tenía dónde quedarse, que si no era así le ofrecía un lugar en el apartamento. Ambos eran desconfiados. Muy desconfiados. Bucky le reconoció de un periódico, amigo de los Vengadores, muerto. Una pregunta a la Pietro se tensó. Le empujó fuera de su casa, sintió su brazo de metal. Había oído hablar de él, a mafiosos y sicarios, pero siempre como una leyenda, un mito.

Sintió que podía confiar en él, y era recíproco. No se contaron nada, no hubo preguntas ni tampoco silencios incómodos. Cuando el sol despuntaba apenas, Pietro tomó su pequeña mochila y partió, seguido por él.

Antes de arribar a ese pueblo habían vagado por toda Europa, confiándose incluso la vida el uno al otro en ocasiones. Huían de Shield, Ultrón, e inclusive la Interpol. Su relación era complicada, nadie que no fuera ellos sería capaz de entenderla. Erraban de ciudad en ciudad, se hacían compañía, buscaban un lugar en el que asentarse por un tiempo hasta que el peligro les obligaba a irse. Conocían ya cada parte del otro, dos almas perdidas. Ambos fueron utilizados, estaban siendo buscados, ambos habían estado solos.

Trabajaban para una mujer, la Patrona, a cambio de una habitación, comida y cuatro monedas, pero era suficiente para ambos. El trato era excelente, ella y su familia les trataban como si dos más fuesen en el lugar, sin preguntas respecto su brazo de metal o el pelo de su amigo. Ayudaban en las tareas que se les encomendase, en ocasiones con la ganadería de renos y otras más simples como limpiar la casa, sin cargarles realmente de trabajo.

Sacudió su cabeza para limpiar sus pensamientos. Tenían que disfrutar de los que les quedaba de "vacaciones". Unos brazos cálidos le rodearon, una mano tomó la suya de metal y la respiración de él se sentía suave en su hombro.

— Siento haberte despertado.

La jovial y suave risa acalló el silencio.— No estaba durmiendo.

Se volteó para corresponder como era debido el abrazo. Los brazos del más joven se posaron sobre sus hombros, pasó los suyos junto a sus caderas y le empujó hacia sí para estrechar la distancia. Le miró a los ojos, azules, juntando sus frentes con la respiración suave y acompasada. Sonrió sobre sus labios, su nariz se rozaba con la del contrario, el silencio era tranquilo, quedo. Acarició su espalda por encima de la camiseta de Pietro —que en realidad era suya—, tomando con lentitud sus labios, fundiéndose en un beso tranquilo, con los ojos cerrados, disfrutando de ese instante.

La soledad era un enemigo del pasado. Por fin había desaparecido, al fin tenían un auténtico refugio en los brazos del otro, estaban juntos. Sin preguntas, no eran necesarias, bajó sus caricias hacia la parte baja del joven. Éste mordió su labio e intensificó el beso, sus cuerpos pedían demostrar lo que sentían, sus lenguas jugueteaban de manera lasciva al tiempo que las piernas de él se enredaban en su cadera al levantarle del suelo.

Se aferraba firme al pelo castaño, algo más crecido desde que se habían conocido. Bucky bajó sus besos hacia el cuello del otro, succionando para que marcas fueran visibles días posteriores. Sudaban deseosos, mirándose con lujuria, con el sonido de sus bocas batallando en el silencio de la noche. Acalorado, bajó de los reconfortantes brazos del mayor para quitarse la camiseta, siendo repetido en acción por él. La lanzó al suelo, sin importar realmente el lugar del destino, sintiéndose deseado bajo la mirada de los ojos grises sobre su cuerpo. Éste le tomó con algo de rudeza de los brazos hasta que cayó en un sonido limpio sobre la cama, riendo por su necesidad de arrancarle la ropa hasta quedar en completa desnudez. Atacó su pezón izquierdo, lamiendo el contorno y exasperando al chico, hasta que succionó, provocándole suspiros intensos, cambiando al otro y creando nuevos suspiros placenteros. Con la mano humana acariciaba su entrepierna despierta, el brazo de Pietro rodeando su cuello mientras la otra tanteaba y acariciaba sus músculos y la cicatriz de su brazo de metal. Se topó con la protuberancia emergente de su ropa interior, medio fuera del bóxer, dispuesto ya para él y sacándole un bufido sonoro a Bucky. Introdujo la mano dentro de la tela, haciendo que gruñera y dejase su labor.

Bucky terminó de quitarse su ropa interior, liberando apenas unos segundos su miembro de la mano ajena, llevando la suya hasta la del otro. Admiraba la belleza del chico, palpitando desesperado su miembro. Tomó con delicadeza impropia una de sus piernas mientras observaba el pelo blanco despeinado, sensual, recostándole en la cama hasta posicionarse entre sus piernas cuando le pasó el bote de lubricante. Acariciaba sus muslos y su miembro mientras embadurnaba el suyo con el líquido transparente, además de la entrada ajena. Se lamió los labios con aquella deliciosa vista, alineándose dispuesto para comenzar. Pietro le besó castamente antes de entrelazar su mano con la humana, respiró hondo al sentir la dureza de Bucky adentrarse lentamente a su interior. Apretaba los ojos y se mordía el labio, soltando un par de lágrimas mientras gemía de placer y dolor al mismo tiempo.

— ¿Estás bien? —Bucky besaba su pecho, haciéndole cosquillas con la barba.

— Si-sigue, ¡ah!

Sin prisa fue llenándole por completo. El metal acariciaba la cadera del chico mientras la humana se encontraba presa bajo el fuerte agarre. Salió casi completamente para volver a adentrarse a mayor velocidad. Pietro gimió sonoramente, subiendo su pierna izquierda como un resorte, rodeando la cadera con la otra mano tomando las sábanas con fuerza. Repitió la acción, varias veces más. Las embestidas se sentían cada vez menos dolorosas, más placenteras, como solo Bucky era capaz de hacerlas. Recorría su cuerpo la sensación de plenitud cuando el ritmo aumentaba, levantaba sus piernas para acomodarlas a él. El metal, frío, era puro placer en su candente cuerpo, admiraba el vigoroso cuerpo del castaño, sus expresiones de placer inauditas y el vaivén que le hacía delirar cada vez más.

— ¡BUCKY! —Bramó, con aquella estocada firme y potente que tocó el punto de sensaciones inolvidables.

Su miembro cayó presa de una mano fría, sintiendo la impetuosa necesidad de correrse. El castaño sabía que era así, llevó su cuerpo hacia delante con su miembro apretado en la cavidad maravillosa, tocando el cuerpo de Pietro al tiempo que escuchaba los gemidos con su nombre grabado, improperios en ruso que él mismo también soltaba, gruñendo y gimiendo suave con las estocadas finales, fuertes y rápidas. Pietro ahogó su mayor gemido en los labios de Bucky, sintiendo el semen del otro en su interior y el propio entre los cuerpos.

Besó un par de veces su cuello y pecho antes de salir de él, tirándose derrotado a su lado. Respiraban en silencio, abrazados mientras la nieve seguía cayendo.

— ¿Sabes? El invierno no está tan mal.