Disclaimer: La mayoría de los personajes pertenecen al gran C.S. Lewis, todo aquello que no reconozcáis es de mi invención.
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· PREFACIO ·
EL TIEMPO TRANSCURRÍA de forma rápida e impasible. Ya había pasado un año desde que los hermanos Pevensie abandonaron Narnia, aquella hermosa tierra rebosante de magia que los había convertido en sus reyes tras luchas contra la malvada Bruja Blanca.
Cuando regresaron a su verdadero mundo, a través del viejo armario del profesor Krike, todo permanecía tal cual lo habían dejado años atrás, como si la Tierra se hubiese congelado en su ausencia: la inminente guerra continuaba destrozando miles de vidas y a ellos no les quedaba más remedio que seguir separados de su madre. En menos de un pestañeo, habían dejado de ser grandes reyes que dirigían implacables ejércitos para volver a su odiosa y monótona rutina, la de cuatro niños normales y corrientes que todos los días iban al colegio.
No obstante, por mucho que lo intentaran, por mucho que se empeñasen en llevar una vida medianamente normal, ninguno podía dejar de pensar en Narnia. Lo que más ansiaban era poder disfrutar una vez más de su estancia en aquel maravilloso reino, volver a ver sus paisajes y a su gente. Pero los días pasaban rápido, igual que las semanas y los meses, hasta el punto de menguar cualquier atisbo de esperanza en ellos.
En un año, los cuatro habían crecido y cambiado. Peter, el mayor de los Pevensie, se había convertido en un joven de diecisiete años bastante rebelde y conflictivo que no paraba de verse involucrado en numerosas trifulcas con sus compañeros de instituto. Era un chico de lo más orgulloso e impulsivo, pero también cariñoso y sobreprotector con los suyos. Por otro lado, la repentina madurez de Edmund estaba influyendo de manera positiva en la relación con sus hermanos. No cabía la menor duda de que, su estancia en Narnia, le había hecho comprender cuán importante era mantener a la familia unida. A la pequeña Lucy se le empezaban a notar sus once años recién cumplidos. Era una niña dulce, inocente y adorable, que no escatimaba a la hora de regalar sonrisas y cuyo desarrollado raciocinio era capaz de sorprender a cualquiera que conversase con ella. Y, por último, la bella Susan. Ella se había adaptado al cambio mucho mejor que sus hermanos, quienes llegaron a pensar que se había olvidado de los animales parlantes, las criaturas mitológicas y del Gran Aslan. Pero Susan tampoco olvidaba, siendo, lo que más deseaba, volver a sentir en sus venas la magia de aquel místico lugar.
Lo que ninguno sabía, era que, muy pronto, más de lo que ellos imaginaban, Narnia solicitaría nuevamente su ayuda.
La oscuridad engullía el bosque, que permanecía sumido en un silencio sepulcral. Tras haber caído de su desbocada montura, el joven telmarino, solo y rodeado de inquietantes sombras que se movían al compás de la brisa vespertina, echó un vistazo rápido a su alrededor. Entrecerró los ojos para tener una mayor visibilidad, sin embargo, no reconocía nada de lo que alcanzaba a vislumbrar.
Era consciente de que debía apurarse y encontrar algún refugio seguro donde pasar la noche, antes de que los soldados de su tío diesen con su paradero, pero no conocía las inmediaciones del Bosque Tembloroso, nunca había tenido la intención de hacerlo y ahora se maldecía en su fuero interno por no haber atendido a Cornelius cuando le habló de aquel fantasmagórico sitio.
Pese a que todavía se sentía algo mareado, consiguió ponerse en pie y alzó la vista al frente. Nada más hacerlo, se percató de que una de las múltiples sombras que lo rodeaban se desplazaba veloz por entre los troncos de los árboles, de modo que desenvainó su espada y adquirió una posición defensiva.
La extraña silueta se aproximó todavía más hacia él y, fue en ese preciso instante, cuando el muchacho reparó en la larga capa que le cubría de pies a cabeza y en el brillo del acero que empuñaba en su mano izquierda. ¿Acaso se trataba de algún mercenario contratado por Miraz para acabar con él?
Muy cerca de su posición actual, el chasquido de una rama lo hizo emerger de sus cavilaciones. El encapuchado se había posicionado delante de él y amagaba con atacarle. Caspian apretó la empuñadura de su arma, pero no fue capaz de reaccionar a tiempo; su adversario, con un único golpe de espada, logró desarmarlo, dejándole indefenso y a su merced.
«Maldita sea…», masculló el chico, tragando saliva.
En ese preciso instante, recordó las palabras de su profesor y, en un despiste por parte del extraño, recurrió al cuerno de marfil que el anciano le había entregado justo antes de huir del castillo telmarino. Se lo llevó a los labios y sopló con todas sus fuerzas, provocando que un sonido gutural inundase todo el bosque.
—¡No, espera! —exclamó el encapuchado con voz femenina.
Caspian la miró con desconcierto y esta, sin vacilar ni un segundo, lo golpeó en la cabeza con la empuñadura de su espada. Después de eso, todo se tornó negro para el príncipe.
¡Hola!
Esta historia ha sido editada de principio a fin, de modo que hay algunos cambios. Uno de ellos es el título, antes se llamaba "La hija de Aslan", pero, por varios motivos, he querido sustituirlo por "La Princesa del Norte". Creo que le pega muchísimo más. Esta edición la realicé entre el 2015 y el 2016, de modo que puede seguir habiendo algunos errores. No seáis muy duros conmigo, que es el primer FanFic que publico jajaja.
Espero que os haya gustado el prefacio. Si es así, por favor, no olvidéis dejarme vuestra opinión, que los comentarios me motivan mucho.
¡Besos!
