Disclaimer: Digimon no me pertenece, yo sólo uso los personajes por entretenimiento sin fines de lucro.
A caress of light
Summary: Un ser de luz es alejado de los demás… Lo corrompen y transforman en un servidor de la oscuridad… Solo unos pocos creen que el bien triunfara sobre el mal… ¿Lo lograran?
Prólogo
-¡Basta ya! ¡No soy una niña y no me pueden reclamar nada! ¡Nunca están en casa! – exclame colérica viendo a los que se hacían llamar "mis padres". Estos me miraban sin inmutarse. - ¡Malditos sean! ¡Si no dicen nada mejor me voy!
Sus expresiones pasaron de unas indiferentes a unas furibundas.
-No nos faltes el respeto jovencita. Nuestra paciencia tiene un límite. – siseo entre dientes mi padre.
-¿En serio? No lo sabía, como nunca los veo. Para mí son prácticamente unos desconocidos. – replique. Pude apreciar que sus emociones eran una confusión. Se debatían entre la furia, la incredulidad y la sorpresa por mis palabras. Pero no vi dolor ni tristeza.
Espere unos momentos a que se repusieran. La mujer que hasta ese momento estuvo sentada en uno de los sillones individuales de la sala se levanto y se encamino hacia mí. Se posiciono al frente mío. "Tres…dos…uno…" – conté mentalmente y sentí como mi madre me pegaba una cachetada. Poco a poco sentí el calor causado por el golpe expandirse en mi mejilla izquierda. Lleve mi mano hasta el lugar y frote suavemente. Le dirigí la mirada más fría que pude, la cual perfeccione a lo largo de los años, desde que era una niña.
-¿Eso es lo único que sabes hacer? ¿Abofetearme? – pregunte en un tono bajo y calmado.
-Te lo mereces por malagradecida. Si no fuera por nosotros todavía estarías en ese sitio tan…inmundo. – dijo con desprecio.
-Ese sitio inmundo como tú lo llamas era mucho mejor que esta casa. Preferiría vivir allí que aquí.
-¡Por favor! Si a simple vista se notaba que no te gustaba estar allí. Siempre en un rincón, apartada del resto de los niños.
-Eso era antes, ahora que se defenderme, no me preocuparía regresar.
Al parecer mi madre iba a refutar pero mi padre le sostuvo el brazo llamando su atención.
-Ya déjala. Tenemos que irnos, el avión va a salir dentro de dos horas. – indico. Yo bufe.
-Como siempre…Vienen para fingir ser buenos padres preocupándose de mi "mala conducta". Discutimos un rato y huyen despavoridos a alguna reunión con algún ejecutivo importante al ver que están perdiendo en la discusión.
Ambos me miraron de un modo tal, que si no estuviera acostumbrada me hubiera dado miedo.
-No tiene caso tratar de razonar con vos. ¿Para qué vamos a perder nuestro tiempo? – pregunto mi padre.
-¿Acaso no son mis papas? ¿No deberían perder todo el tiempo del mundo en mí? ¿Ayudarme, protegerme y esas cosas? – interrogue esta vez yo. No respondieron. – Oh…cierto…no lo son ni lo s- – por segunda vez esa noche recibí una bofetada pero esta vez de parte de aquel hombre de traje que decía ser "mi papa". Sonreí con hipocresía. – Perdón ¿Dije algo que los molesto? – fingí inocencia.
-¡Ya cállate! ¡¿Te das cuenta porque nadie te adoptaba? ¡Por esas actitudes tuyas! – grito fuera de sus casillas – Ya me harte…vámonos cariño. Entre más rápido nos vayamos de aquí, mejor. – dijo tomando la mano de su esposa y caminando con paso acelerado a la puerta principal. De un gran portazo salió de la mansión.
"Él y sus salidas tan dramáticas" – pensé con un poco de diversión.
-¿Ahora qué hago? – murmure para mí misma al haberme desasido ya de aquellas personas. Me encogí de hombros. Decidí que iba a quedarme un rato en el jardín de la casa.
Una vez que cerré la puerta con suavidad – "No como otros"– me senté en el césped y mire hacia el cielo. Había una preciosa luna llena que iluminaba la noche.
-Que hermosa…- susurre sin querer arruinar la paz y armonía que había esa noche. "Ahora, no hace cinco minutos cuando todavía ellos estaban aquí reprochándome cosas" – ante ese pensamiento sonreí.
-Linda sonrisa. – hablo alguien. De un brinco me puse de pie y observe que un tipo, aparentemente de mi edad, me miraba como analizándome mientras estaba apoyado en el tronco de un árbol, uno de los tantos que se hallaban en mi jardín. Vestía de negro y su cabello era negro como la noche con reflejos azulados.
-¿Quién eres tú? – indague alerta. Ante esto él sonrió.
-Mi nombre es Hiei, mucho gusto…
-Tukusama, Yami Tukusama. – dije sintiéndome extrañamente a gusto con ese chico, como si supiera que puedo confiar en él. - ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste a esta propiedad? – no me iba a fiar de un sensación, no era estúpida.
-Bonito nombre. Yami significa oscuridad, tinieblas… ¿no? – interrogo sin responder mis preguntas. Asentí de mala gana.
-Sí, pero no te hagas el idiota y contéstame. – exigí. Él amplio su sonrisa.
-Me gusta tu actitud. El jefe tenía razón.
-¿Jefe? – repetí confusa.
-Sí: jefe – confirmo - Veras, él me pidió que viniera a hablar con vos en representación de él, ya que resulta un tanto intimidante su apariencia s-…
-¿Sobre qué? – lo interrumpí.
-No se interrumpe a la gente mientras habla. – comento. Puse los ojos en blanco.
-¡Explícate de una vez! – ordene gritando. Rio.
-Pues, el asunto es el siguiente…
Nunca creí que con esas simples palabras mi vida empezaría a cambiar, que al fin tuviera un propósito, una razón para mi existencia en este mundo en el cual desde que tengo memoria solo he visto y vivido tristeza, dolor, egoísmo… todas aquellas actitudes y emociones que representan lo peor del ser humano, y para mí, lo único que este pose…
