Hola, ¿como están? Hoy vengo con un pequeño regalo para una persona muy especial:

Magi, haz sido una persona muy amable y divertida, sobre todo que te sabes ganar el cariño de las personas, y eso es algo muy bonito. Te aprecio bastante, no solo por nuestras platicas, ni los fics, si no porque me has demostrado que eres una chica maravillosa. Soy malísima con las palabras, pero con todo mi corazón espero que tengas un hermoso día y que lo disfrutes con tus seres queridos, (que te den muchos abrazos y pastel) y sobre todo, que estés feliz. Espero que te guste el regalo, es para ti después de todo. ¡Feliz cumpleaños mi querida gallina Magi!

Aprovecho para agradecerle también a Juli por su ayuda, que siempre esta ahí para darme su preciada opinión y consejos, ¡ademas sabe muchas cosas! Siempre me sorprendes Juli, gracias de nuevo por ayudarme con el fic.

En este fic Eren es albino (su pelo es blanco, piel mas clara, ojos verde pálidos) Un gusto que quise para Magi (y para mi) Lo siento por las chicas que aman el castaño de Eren, sin embargo, por favor, sean indulgentes conmigo.

Ahora si, Magi, persona que lea esto, ¡pueden empezar!


Paradise Lost

I

Hawwah

"Apaga la luz por favor, voy a estar en la oscuridad. Tú puedes decir una mentira, no estás haciendo nada malo. Déjame hacerlo. A partir de ahora vas a tener un dulce sueño. Déjame hacerlo. En tus oídos, ojos y manos, esculpe los días y estigma las noches."

Rusia-San Petersburgo, 1905.

El zarévich Levi Ackerman abandonó el salón del trono como un tornado furioso. En los pasillos, los sirvientes y nobles se hacían a un lado para darle paso al pelinegro, que caminaba con rapidez, con su rostro bañado en cólera. El haber escuchado a su abuelo, el zar Vladimir, insinuar que ya tenía en mente a alguien más para que lo reemplazara una vez no pudiera continuar con sus funciones lo habían hecho perder los estribos. Por eso, antes de armar un escándalo frente a su abuelo y toda la corte, había pedido permiso para retirarse.

Bajó por las escaleras, recorriendo los salones ostentosos, con la única necesidad de llegar hasta el estacionamiento del palacio donde se encontraba su auto. En todo el trayecto estuvo lanzando maldiciones contra el zar. ¿Para qué necesitaba pensar en otro sucesor? ¿No tenía ya un nieto, su único familiar de sangre con vida? Eran los dos únicos miembros de la dinastía Ackerman, era justo que otro Ackerman continuara en el trono. Pero podía ver la duda del zar en sus ojos, lo sabía, su abuelo no confiaba plenamente en él. Su carácter frío, inaccesible y turbio no lo hacían candidato para el poder.

Llegó a la primera planta, ignorando los saludos de los siervos. Ordenó a su chófer, el cual se encontraba esperando junto al auto, que le entregara las llaves. Los ojos plateados y amenazantes hicieron que el hombre obedeciera sin reclamos. Se subió al Roll-Royce plateado y partió, haciendo rechinar los neumáticos con fuerza, dejando una nube de humo tras él.

Condujo por las calles congeladas, entre nieve gris y sucia, alejándose del palacio. Necesitaba despejarse y pensar bien las cosas. No iba a permitir que otro le arrebatara el trono. Fijó su vista en el camino, pequeños copos de nieve empezaban a caer del cielo. Los árboles desnudos tendían sus ramas a un cielo gris, que parecía querer derrumbarse en cualquier momento. Los transeúntes caminaban encorvados, soportando el viento helado que golpeaba sus rostros, envueltos en sus sencillas y abrigadas gabardinas dignas de la clase obrera.

No sabía muy bien por donde estaba conduciendo, ya había pasado el canal Kriukov y ahora deambulaba sin ningún destino fijo por las calles. No quería admitirlo, pero estaba perdido. No conocía esa parte de la ciudad y la nieve hacía que cada calle luciera idéntica a las demás. Tomó una curva que lo llevó a un barrio algo abandonado. Todo estaba sumido en una desconcertante calma, como si de pronto las personas del mundo hubieran desaparecido y solo estuviera él. Las casas y edificios eran altos y oscuros. Los techos de tejas antiguas que en su tiempo fueron rojas, ahora eran de un marrón negruzco, que la nieve iba cubriendo al caer. Activó los limpiavidrios para despejar la vista del parabrisas, estaba empezando a nevar con más fuerza y el auto andaba más lento.

A pesar de llevar un abrigo de piel negra y los vidrios arriba, sentía el frío calarle los huesos. Era inútil continuar vagando, por lo que decidió ir y parquear al final de la calle, en donde había una especie de tienda abandonada. Al llegar y detener el auto a un lado de la acera, se quedó unos minutos con las manos sobre el volante. Lo mejor que podía hacer era buscar algún local o casa en donde pudieran facilitarle una dirección, tal vez alguna cabina de teléfono publico. Nuevamente sintió el disgusto llenarle el pecho, pero esta vez consigo mismo al sentirse tan inútil. Tomó los guantes de cuero negro y salió del auto, tirando la puerta.

El frío del aire helado le quemaba la piel. En ese lugar no parecía haber ni siquiera un perro callejero. Buscó con la mirada algún indicio de que había alguna persona por esos parajes, sin embargo solo encontró nieve y silencio.

Se giró, observando la tienda abandonada. Solitaria al final de la calle, a pesar de lucir limpia o eso parecía. Mientras más se acercaba, mejor la podía apreciar. Era pequeña, tenía un escaparate de madera en donde parecían exhibirse unos libros de cuero bastantes desgastados, muñecas de porcelana en posiciones extrañas, con rostros lastimeros, collares y cajas de madera con cristales y hojas secas.

Alzó la mirada para leer el nombre del establecimiento. Arriba, en letras rojas y algo descoloridas estaba escrito: "Hawwah". Si, pensó Levi, un nombre raro para un lugar igual de raro.

Logró vislumbrar desde la ventana lo que parecía ser un pequeño rayo de luz y una sombra. Tal vez se trataba del vendedor que estaba en la trastienda. Fue hasta la puerta y tomó la aldaba que poseía una forma muy peculiar; el rostro, formado por cobre oscuro y deslustrado parecía poseer la imagen entre un hombre y un león. Justo cuando estaba por tocar, una voz a su espalda habló.

—No llamaría si fuera usted.

Levi se dio la vuelta molesto por la sorpresa. Se encontró con un joven que lo miraba fijamente. Iba vestido con una capa larga azul oscura, decorada con bordados plateados de estrellas y constelaciones, asemejando al cielo nocturno. La capucha escondía sus cabellos, pero unos mechones le indicaban que eran blancos como la nieve. Y sus ojos, dos ojos verdes muy pálidos enmarcados por unas pestañas blancas voluminosas y rodeados de algo brillante, tal vez glitter azul o plateado, que lo miraban con una intensidad desconcertante.

Un albino.

—¿Por qué no debería hacerlo? —inquirió Levi con dureza.

—No hay nadie—respondió el muchacho.

—Vi luz dentro del lugar.

—Yo vivo aquí y puedo asegurarle, señor, que no hay nadie más adentro.

Levi supuso entonces que la sombra se trataba de algún mueble. De pronto recordó que necesitaba la dirección del lugar y un teléfono, y justo frente a él estaba la única persona que parecía vivir en esos alrededores.

—Necesito la dirección de este lugar y un teléfono—informó, usando el tono que acostumbraba con la servidumbre del palacio.

—¿Está perdido? —preguntó el joven, acercándose de una manera que el Ackerman encontró extrañamente amenazadora.

—Sí—aceptó, ¿para qué negarlo?

—¿Puedo saber con quién tengo el gusto de hablar? —el chico sonrió, usando una voz falsamente educada.

—Con el zarévich Levi Ackerman, necesito el teléfono, ¿tienes alguno? —dijo tratando de mantener la calma.

El chico frente a él asintió con la cabeza, sonriendo aun más. Levi se hizo a un lado, permitiéndole abrir la puerta. Observó como entraba al interior de la tienda y se perdía en la oscuridad para regresar con una vela, invitándolo a entrar.

—No se preocupe por su auto, a los que deambulan por aquí no les importan esas cosas—dijo.

Así lo hizo el pelinegro. Había muy poca diferencia de temperatura entre la calle y en el angosto pasillo. Nunca había sentido tanto frío al interior de un lugar. Caminaban por el corredor de pisos de madera crujiente, con la vacilante luz de la vela temblando entre la penumbra. A pesar de estar dentro de la seguridad de la tienda, no se sentía cómodo estando en ese lugar.

El agitado movimiento de la luz de la vela creaba todo tipo de sombras grotescas sobre las paredes, que danzaban y brincaban dando la impresión de adquirir vida propia.

—Por favor, no se quede atrás—susurró el chico suavemente.

Llegaron a una especie de estudio. Una gran habitación con hileras de estanterías llenas de libros y objetos extraños. Las paredes estaban recubiertas de pinturas y algunas alfombras persas. El piso igualmente estaba decorado por esas alfombras, parecía que el color principal de esa habitación era el rojo. En una gran chimenea ardía un fuego alto que hacía resplandecer el color, vibrando rítmicamente con las llamas, como si el cuarto fuera un palpitante corazón.

—Siéntese—el chico se quitó la capa, dejándola en un perchero que se encontraba junto a la puerta del estudio—Llamaré a Hanji para que traiga algo de té y galletas. ¿Me permite su abrigo? —pidió extendiendo sus brazos.

Levi frunció el ceño confundido, ¿no había dicho que la tienda estaba sola?

-¿No dijiste que no había nadie aquí?

-¿Lo dije?-murmuró Eren con una sonrisa inocente, recibiendo el abrigo.

Levi lo miraba como si estuviera mal de la cabeza. Era una criatura hermosa, si, pero al mismo tiempo algo desconcertante y perdida, con su mirada bañada en brillantina; fantasiosa y libidinosa. Llevaba una especie de túnica de terciopelo azul oscura con bordados arabescos en dorado que adornaban el pecho y las mangas.

El muchacho tomó el pesado abrigo de Levi y lo dejó en el perchero, luego fue hasta la chimenea y jaló una cuerda larga que colgaba al lado. El sonido de una campana resonó en alguna parte de la casa.

—Póngase cómodo, ha pasado tiempo en el frío y puede hacerle daño. No queremos que nuestro querido zarévich enferme, ¿verdad? —sonrió con cinismo.

Levi frunció el ceño, mas no agregó nada. Aun estaba disgustado como para querer regresar hasta el palacio, y de alguna manera, la situación en la que estaba le producía cierta emoción desconocida, una agitación expectante.

Poco a poco unos pasos empezaron a oírse y aumentaron a medida que se aproximaban lentamente hacia la puerta. Se detuvieron por unos segundos, luego tres golpes alarmantemente fuertes se escucharon contra la puerta. La manija se giró, y la puerta se abrió lentamente, chirriando. Desde donde se encontraba Levi la puerta le dificultaba la visión y todo lo que podía ver era al joven de pie frente a la puerta, susurrando su pedido. La puerta se cerró lentamente y los pasos desaparecieron a la distancia.

—¿Qué es este lugar? —la curiosidad impulsó a Levi a preguntar.

—Una tienda de esoterismo y espiritismo—respondió cuidadosamente el chico.

El pelinegro sintió que ese lugar era mucho más que una simple tienda pero se abstuvo hacérselo saber.

—¿Cómo te llamas?

—Eren Jaeger.

Tres sonoros golpes retumbaron y el chico, que había estado parado junto a la puerta la abrió, recibiendo la bandeja y cerrando inmediatamente.

Eren se acercó hasta donde estaba sentado Levi, eran un par de sillas de terciopelo negro con un anticuado diseño victoriano. Dejó la bandeja sobre la mesa que había entre las sillas y se sentó. Estaban ubicados frente a la chimenea, recibiendo la calidez de las llamas. El muchacho sirvió el té y dejó la taza frente al pelinegro, quien miró el contenido oscuro con recelo.

—No tiene nada extraño, si es lo que le preocupa.

Levi le habría creído si en sus ojos no hubiera ese brillo malicioso. Junto al fuego, la curiosa criatura lucía como un pequeño demonio.

—¿Por qué este lugar está a oscuras? —preguntó el zarévich, cruzando con elegancia una pierna.

—Me molesta la luz—respondió Eren, bebiendo su té.

Se escuchó un ruido sobre sus cabezas; un ruido semejante a pasos corriendo de un extremo al otro. Los ojos color plata de Levi se alzaron hacia el techo y Eren hizo lo mismo lentamente. El ruido se transformo en el de pasos arrastrándose, deslizándose.

—¿Qué es ese ruido? —inquirió el pelinegro, frunciendo el ceño.

—¿Qué cree que haya sido? —susurró Eren con suavidad.

—Probablemente tu sirvienta, Hanji—aunque esos sonidos eran muy extraños. Tal vez la mujer era renga, sin embargo, cuando les trajo el té, los pasos habían sonado constantes y veloces.

—Es una casa muy vieja, señor—dijo Eren, concentrado en el té—Está llena de ruidos.

Esa respuesta no dejó satisfecho a Levi.

—¿No sientes curiosidad por saber que está haciendo tu sirvienta?

—No—negó el muchacho—No me interesa. Se lo que está haciendo.

El pelinegro paseó su mirada por la estancia. Las danzantes llamas producían una ilusión nada agradable entre los objetos del cuarto. La sombra de la silla de Eren parecía tener vida propia y producía la perturbadora impresión de que algo se retorcía. Los cuadros, libros, mesas y paredes parecían temblar como si realmente pudieran moverse.

—¿Cómo fue que llegó hasta aquí? —la aterciopelada voz de Eren hizo que su vista se volviera a fijar en él.

—La nieve hace que todas las calles luzcan idénticas—dio un sorbo a su té, que aun permanecía caliente.

—Luce como si algo lo perturbara—señaló el peliblanco mirándolo fijamente.

—Tuve un descontento antes de llegar aquí.

—Ya veo. ¿Quiere hablar de eso? —Eren sirvió más té en su tasa.

—Es algo privado—respondió lentamente el pelinegro.

Eren regresó su vista hasta el rostro del pelinegro con una sonrisa incitante.

—Creo que le hará bien platicarlo con alguien. A veces los extraños son los mejores confidentes—puso los codos sobre los brazos de la silla, recostándose hacia atrás. Su rostro desapareció parcialmente entre las sombras.

Levi lo pensó, la situación en la que estaba la encontraba tan irreal y fuera de lo convencional. Aun oculta entre las sombras, pudo vislumbrar la mirada brillante y felina observarlo en silencio. Una imagen fascinante y algo inquietante. Era como estar observando algo que no debía ser visto, algo impuro, malo. Como si algo dentro de él se alimentara de esa visión, despertando sus deseos más ocultos, esos que nadie debía conocer.

—Dijiste que esto era una tienda de espiritismo, entonces debes poseer algún don, ¿no? —comentó desinteresadamente—¿Por qué no tratas de discernirlo por ti mismo?

Eren sonrió extrañamente mientras asentía, juntando la punta de sus dedos.

—Puedo hacerlo, señor, la pregunta es…—hizo una pequeña pausa, sus ojos brillaron en la penumbra—¿Quiere escuchar todo lo que salga de mi boca?

Por alguna extraña razón, la manera en la que le habló el chico le produjo una emoción que creía desconocida, la excitación de estar en una situación irreal. Era inevitable no quitarle la mirada de encima, no con esa voz tan incitante teñida de misterio, que parecía ocultar más cosas de las que aparentaba.

—Quiero escucharte. Tal vez logras convencerme para regresar una segunda vez.

Eren se inclinó exponiendo su rostro nuevamente a la luz de las llamas. El rojizo resplandor de la chimenea avivaba los rasgos de su cara, haciendo brillar el glitter alrededor de sus ojos.

—¿Me permite su mano, por favor? —pidió. Levi se la tendió con escepticismo—Veamos… —murmuró mientras acariciaba con la punta de sus dedos la palma del pelinegro— Vaya—sonrió— Noto un profundo inconformismo y… ¿Rencor? ¿Furia? —los ojos de Eren se quedaron fijos en su palma, para luego ensanchar su sonrisa—¿Odio? Eso sí que es muy interesante. Puedo ver la codicia, el deseo tener más, de poseerlo todo— levantó su mirada, topándose con los ojos invernales del zarévich —Sin embargo algo no le permite lograrlo, algo lo detiene—acarició la palma de la mano con su pulgar—Usted sería un hombre muy poderoso si lograra deshacerse de ese obstáculo. Nada ni nadie lograrían arrebatárselo, sería invencible—susurró, mirándolo a los ojos.

Levi le sostuvo la mirada, tratando de hallar algún gesto que delatara al chico, que le demostrara que solo era un charlatán más.

—¿Qué debería hacer? —preguntó. Aun no creía completamente en las palabras del peliblanco, la curiosidad lo incitaba a preguntar.

—¿He logrado convencerlo? —inquirió Eren.

—Por ahora te ofrezco el beneficio de la duda—respondió el pelinegro.

—Depende de lo que sea capaz de hacer y de lo que sea capaz de pagar—contestó el peliblanco con solemnidad, con la mano del zarévich sobre la suya—Debe ser algo que anhele con todo su corazón.

—Lo es.

—Entonces debería hacerlo. Si lo logra será un hombre muy poderoso, nadie le llevará la contraria. Todos le temerán y respetaran.

Esas palabras le gustaron bastante a Levi. Algo dentro de su corazón se removió con satisfacción. Él no era una persona buena, ni cerca. Estaba dispuesto a todo con tal de lograr su cometido, sin embargo, aun no estaba seguro de que las palabras del chico fueran ciertas. Las consecuencias podían poner su vida en peligro.

Eren sonrió suavemente, poniendo su otra mano sobre la mano del pelinegro.

—La nieve ha parado, lo mejor es que regrese, señor—retiró suavemente la mano de Levi—Piénselo, sería un placer para mi ayudar al próximo zar de Rusia—Levi lo miró estupefacto. En ningún momento el chico había mencionado específicamente lo que deseaba—El teléfono está en esa esquina, le sugiero que no se tarde. Parece que la niebla se acerca.

Ambos se pusieron de pie. Eren caminó despacio hacia una ventana larga y ancha. Corrió la cortina y en efecto, la lechosa luz de invierno lo transformó en una silueta.

—La niebla está llena de fantasmas—susurró el peliblanco. Levi se preguntó por la salud mental del chico al verlo tan perdido, mirando por la ventana—¿Tiene frío?

Levi ya estaba junto al teléfono, con el auricular helado y húmedo sobre su oreja.

—Sí, un poco.

—La niebla se habrá metido adentro, supongo. Y no hay nada como la niebla para enfriar el alma—Eren abandonó la ventana.

Los ojos plateados de Levi lo recorrieron en silencio.

—Espero no perderme de regreso—suspiró, escuchando el sonido ahogado del tono de llamada.

—Hay muchas maneras de perderse, señor—la expresión de Eren pareció rozarla una felicidad tan sospechosa, que en el fondo agradó a Levi, haciendo que sus ojos brillaran.


"Cualquiera que esté buscando el paraíso perdido, algo bueno como la dulce miel. Tal vez yo soy ese, tu diamante perdido. Algo bueno que deseas locamente. Siento, soy real. ¿Dónde estás ahora? Estoy casi en un paraíso. Estoy aquí, soy tuyo. Solo recuerda esto, tu y yo, otro paraíso."

Había pasado una semana desde su visita a Hawwah, y ahora, en esa tarde de invierno, se encontraba nuevamente frente a la deslucida tienda, de pie ante la puerta de madera. El deseo de regresar, de sumergirse nuevamente en la oscuridad del lugar le había llegado de repente, consumiéndolo todos esos días de ausencia; el impulso fue irresistible. No había parado de pensar en esa pequeña conversación con el chico y en las noches, su mente recreaba escenarios en donde él cumplía esos sueños egoístas, llenándose de expectativas.

Extrañamente pudo dar nuevamente con ese paraje abandonado, no le había constado mucho. Al parecer nadie vivía en las casas y edificios, ni siquiera había un solo ruido. Todo era lúgubremente pacifíco.

Con su mano enguantada levantó la aldaba con forma de león, golpeando con tres sonoros y pesados golpes la puerta. A pesar de tener su mano abrigada, el frio del cobre había traspasado el cuero del guante, llegándole hasta los huesos. Creyó escuchar unos pasos acercándose, eran lentos y constantes, cada vez sonaban un poco más fuerte, hasta que se detuvieron. Después de lo que Levi consideró una gran cantidad de tiempo, volvió a tomar la aldaba, estaba a punto de levantarla cuando una suave brisa abrió la puerta. Al parecer estaba ajustada. La abrió con cautela, haciendo que las bisagras chirriaran desagradablemente. Se adentró en la tienda, cerrando la puerta tras su espalda. Al parecer la persona que había ajustado la puerta era considerada; en una mesita estaba una pequeña lámpara que brillaba inútilmente en la oscuridad. La tomó y continuó su camino hasta el salón en donde había conversado con Eren, tratando de recordar el trayecto. La luz de lámpara dispersaba un poco la penumbra frente a él, sin embargo era consciente de la horrible negrura que se iba quedando atrás.

A pesar de lo ridículo que podía sonar, Levi sentía el extraño temor de perder la dirección en aquel lugar. La sensación de tener ese presentimiento se intensificaba por el hecho de verse perseguido por el sonido de algo arrastrándose de manera grotesca, siseando. La enorme sombra que proyectaba parecía querer sobrepasarlo. En un momento, cuando ya podía vislumbrar la puerta que daba al salón un ruido de pasos resonó por el pasillo, como si corrieran de arriba abajo por las paredes. Se giró para verificar si se trataba de Hanji, la sirvienta o el mismo Eren, pero no encontró nada.

Entró en salón sin tomarse la molestia de llamar. Eren estaba de pie, ante la chimenea, hurgando con el atizador en el fuego. Parecía que no había notado la presencia del zarévich en la estancia. Las llamas del fuego parecían querer arrebatarle el atizador de las manos y de paso tocarlo, quemarle la piel.

—¿Está todo bien? —preguntó el peliblanco aun de espaldas.

Levi se acercó un poco más, tomando asiento en la silla en donde había estado hace una semana. Supuso que Eren lo había confundido con Hanji.

—Si, por supuesto—habló, esperando que el chico se girara y lo mirara, cosa que no pasó—Tuve que esperar bastante tiempo afuera para que tu sirvienta me abriera. Ni siquiera fue capaz de recibirme y guiarme hasta acá—se quejó mientras dejaba la lámpara sobre la mesita y retiraba los guantes de sus manos.

—Fue muy amable de su parte ir a atender la puerta. A ella no le gustan las visitas.

—Es su trabajo. Al parecer perseguir e incomodar a sus invitados también entran en sus funciones—le hizo saber al peliblanco, recordando los pasos que había escuchado en el corredor.

—¿Vio a Hanji, señor? —preguntó Eren, mirando fijamente hacia la puerta del estudio.

—No la vi—respondió—Imaginé que era ella. Después de todo ustedes parecen ser los únicos que viven aquí, ¿o me equivoco? —inquirió, acariciando su labio.

Eren dejó el atizador a un lado de la chimenea y se giró hacia Levi. El fuego jadeaba y silbaba, los objetos en el salón parecían cobrar vida gracias a luz chillona que bañaba todo. Los ojos plateados observaron con deleite el vestido liso y sencillo de terciopelo que llevaba el chico el cual rozaba el suelo. Sobre el vestido había una túnica manga corta de organza dorada con diseños arabescos y varias piedritas que brillaban.

—Nadie vive aquí, señor—concedió el joven, tomando siento en la silla que estaba frente a Levi.

Los finos dedos de Eren se deslizaron por la superficie de la mesa, tamborileando de forma rítmica. El pelinegro reprimió un bostezo; el calor del fuego y el silencio adormecían sus sentidos, sumiéndolo en un estado de relajación que raramente experimentaba.

—Ya que ha venido, señor, ¿puedo saber que lo trae por aquí? —empezó a decir el chico, ganándose la atención del zarévich.

Levi tardó en responder, el mismo creía desconocer la respuesta, pero lo cierto era que una parte suya, la más inmoral y desviada había estado deseando regresar a Hawwah, volver a sentir esa oscuridad adentrarse por cada poro de su piel, calándole el alma. Necesitaba escuchar nuevamente las palabras de Eren respecto a su destino, necesitaba saber cómo lograrlo, cuanto era el costo que debía pagar para ser poderoso. Eran tantas cosas que no sabía que responder concretamente.

—Ha descubierto mi tienda, señor—señaló el peliblanco—Pocas personas han logrado dar con ella, y los que lo han hecho jamás han regresado. Puedo ayudarlo en lo que desee, no tiene que reprimirse conmigo—continuó— Solo hágame saber que lo desea, y lo que está dispuesto a hacer por ello. Se lo pregunto de nuevo: ¿Qué es lo trae por aquí? —insistió.

Levi le mantuvo la mirada al chico, sin dejarse intimidar por esos ojos brillantes.

—Nada—respondió a la defensiva.

—Yo los conozco a ustedes y a sus corazones egoístas—el pelinegro no comprendió ese comentario—Lastimosamente anhelan mucho pero arriesgan poco.

A Levi lo tomó por sorpresa el repentino recelo en la voz del castaño.

—Nadie desea ser juzgado por sus malas acciones—comentó el pelinegro.

Eren se inclinó hacia adelante, sonriendo con malicia.

—¿Es su vida tan angelical, señor? —le imprimió a la palabra "angelical" una desaprobación profunda, como si fuera alguna blasfemia. Ante el silencio del pelinegro el chico ensanchó su sonrisa—No se preocupe, no hay nada vergonzoso en ser un hombre bueno—dijo con muy poca convicción.

La puerta del estudio se abrió levemente, y algo entró arrastrándose. La vista del pelinegro no alcanzó a ver de qué se trataba, pero estaba seguro de que había visto un cuerpo escurrirse por los rincones oscuros donde no llegaba la luz.

—¿Qué quieres decir? —fijó sus ojos en la figura menuda frente a él. Se estremeció al ver pasar fugazmente esos recuerdos que nadie debía conocer, esas cosas malas que había hecho.

—Usted sabe de lo que hablo—apuntó con una dulzura bastante cínica— Podría enseñarles una lección a todos los que no creen en su potencial. Haga que se arrepientan, se merecen su castigo. Merecen ahogarse en su asquerosa hipocresía.

Levi frunció el ceño recordando a los perros falderos de su abuelo, los que se hacían llamar sus ministros y seguidores. Esos mismos zalameros que lo miraban con desaprobación y fingían tenerle respeto solo por quedar bien ante los ojos del zar.

—Mi abuelo no lo permitiría—murmuró, su rostro se oscureció repentinamente.

—Él solo permanece ahí como un santo anciano, pero es igual que el resto. He estado entre la gente durante tanto tiempo y todos son iguales, señor—aseguró, mirando fijamente al pelinegro—Todos son solo apariencia, como la manzana perfecta y jugosa que esconde su corazón podrido, infestado de gusanos. Es tanto su odio hacia usted que ya le ha conseguido un reemplazo.

—Farlan—recordó. Lo había visto algunas veces en las reuniones, siempre al lado de su abuelo, sonriéndole y dándole la razón en todo. Lo odiaba.

—El mismo—confirmó el peliblanco con una sonrisa triunfante—¿Por qué escogió a ese hombre adulador doble cara? Es un inepto sin personalidad, un aprovechado y siempre que puede le lleva la contraria. ¿No se merecen todos ellos que les dé una lección? —insinuó.

La mirada color plata de Levi vaciló por un momento. Su odio era algo secreto, algo suyo, algo que llevaba oculto y que casi nadie conocía. Lo que Eren proponía era arriesgado, además, su conciencia aun le recordaba que eso estaba mal, el simple hecho de pensarlo lo estaba llenando de dudas.

—No podría hacerlo—dijo, a pesar de no estar seguro.

—Claro que puede. La verdad es que usted realmente no ama a nadie, ¿cierto, señor? No realmente—Eren se rió entre dientes.

Un cuerpo frío y escamoso pasó por la pierna de Levi, sorprendiéndolo. La criatura se arrastraba bajo la mesa, siseando. Podía asegurar que lo que estaba acariciando su pierna era una serpiente de tamaño considerable.

—Todo esto ha sido un golpe para usted, lo sé. Quiere tener el poder y ser alguien fuerte, invencible, que cuando oigan de usted las naciones y sus gobernantes le teman y respeten. Pero no se puede—la voz dulce del peliblanco se convirtió en un susurro—¿Y por qué? Todo es culpa de esos asquerosos cerdos que están en contra suya, ¿no es así?

—Eren…—empezó el zarévich.

—Levi—lo interrumpió el chico, hablándole con más confianza—Todo esto es culpa de tu abuelo, si no fuera por él no tendrías que pensar en tantas cosas. ¡Él es la causa de todo!

El chico se puso de pie y caminó hasta la silla en donde estaba sentado el pelinegro. Se hizo tras él, poniendo sus delicadas manos sobre los hombros de Levi, inclinándose un poco hasta rozar sus labios contra la oreja del mayor.

—Vamos, si él puede hacer lo quiera sin que le pese la conciencia y arruinar tu vida ¿Por qué no devolverle todo eso con la misma moneda? —dijo suavemente—Cualquiera entendería si tomas esto por tus propias manos y le enseñas a ese viejo asqueroso una lección—llevó una de sus manos hasta el cabello del mayor, acariciándolo y enredándolo con ternura.

Levi asintió lentamente. El chico tenía toda la razón. Ese cerdo había arruinado su vida, necesitaba encontrar una forma de deshacerse de él y de su protegido.

—Es débil e ingenuo. Podemos quitarlo del camino en cualquier momento—reflexionó, dejándose mimar por las manos del peliblanco.

—Sí, podemos hacerlo—le dio la razón con una gran sonrisa. El pelinegro no había caído en cuenta de que había incluido al joven en sus planes—Déjame acompañarte, puedo hacer que todo funcione, solo tienes que aceptar.

La cabeza de Levi se giró, encontrándose con el rostro de Eren. Sus miradas se conectaron, sus labios estaban a pocos centímetros de diferencia, perfectamente alguno podía cerrar esa pequeña distancia y probar los del contrario, pero prefirieron quedarse inmóviles, tentándose.

—Si accedo a tu propuesta, ¿Qué tengo que pagar? —preguntó.

—Tienes que ser mío, y yo seré tuyo. Nunca nos separaremos. Es como una maldición si lo piensas bien—sonrió con diversión— Y una maldición debe tener reglas, ¿Dónde estaríamos si no hubiera reglas? Si aceptas, yo haré lo necesario para cumplir cada uno de tus deseos, te ayudaré cada vez que lo necesites, estaré fielmente a tu lado y nunca te traicionaré. A cambio quiero que seas mío y me permitas disfrutar de tus victorias. No pierdes nada, realmente.

Levi entrecerró los ojos, analizando cada palabra del chico. De repente lo embargó una resolución inflexible. Estaba determinado en aceptar aquel trato con ese pequeño demonio que lo miraba expectante. Esa criatura le daba la sensación de que todo lo que se propusiera lo iba a lograr, y eso le gustaba.

—Acepto—accedió.

La luminosidad del fuego disminuyó, como si todas las sombras del cuarto se lanzaran sobre ellos, sin embargo, esto pareció no afectarlos pues ninguno dejó de mirarse. El peliblanco ladeó ligeramente la cabeza, siendo consciente de la mirada de fascinación que Levi le regalaba.

—Levi…—canturreó sobre sus labios, con los ojos ligeramente entre cerrados—Hay algunas cosas a las que no debe mirarse demasiado.


"Enciende las luces por favor, así podrás ver todo de mi. En este momento somos libres, no hay lugar al que queramos volver. No les creas. No escuches a otros, solo escucha mi voz. Son mentiras. Todo lo que tú estremeces se eleva. Detente, detenme, detenlos, detennos."

A Levi le tomó unos segundos ajustar sus ojos a la mala iluminación del cuarto al que Eren lo había llevado. El de ojos verdes le había sugerido ir a hablar a otro lugar y Levi supuso que el chico había escuchado a Hanji espiando encima del salón.

Era una especie de habitación sin ventanas, con una chimenea más pequeña en donde ardía el mismo fuego del salón. En un rincón había una enorme cama matrimonial antigua con un dosel alto con cortinas diáfanas, casi transparentes. Había repisas con libros gruesos y objetos que no alcanzaba a reconocer. Las paredes tenían pinturas con dibujos distorsionados, pero se reconocían algunos rostros. El piso era de madera cubierto por una elegante alfombra. El mismo rojo chillón del fuego bañaba toda la habitación, así como en el salón. Parecía que en la tienda, las habitaciones poseían esa particularidad, mientras todo lo demás, como los pasillos, eran tinieblas.

— ¿Dónde estamos? — preguntó Levi, ante el inquietante silencio en el que se habían sumido.

— ¿Tienes prisa? — el peliblanco ignoró deliberadamente la pregunta de Levi— Los hombres siempre están tan apurados…

— No tengo prisa— contestó el pelinegro de pie, observando como el chico tomaba asiento al borde de la cama— ¿Y ahora…?

Se interrumpió cuando vio como Eren se quitaba la túnica de organza, como si hubiera olvidado que Levi estaba de pie frente a él. La dobló dejándola a un lado y luego continuó con el vestido de terciopelo negro. Bajó con lentitud el cierre, sin mirar a Levi, concentrado en su tarea. El vestido se aflojó, resbalando coquetamente por sus pequeños hombros. Regresó sus ojos verdes hacia el pelinegro que lo observaba aparentemente impasible, pero en realidad ambos sabían que no era así.

—Te vez algo cansado—comentó Eren con una sonrisa.

—Para nada—contestó Levi con la voz ronca.

El aire se sentía denso y el fuego ardía con sus chisporroteos. Eren ladeó su cabeza como un pajarito, pero con su sonrisa extraña bailando en sus labios de muñeca.

—¿Quieres ayudarme? —preguntó el peliblanco. La tela deslizándose por su hombro le indicó a Levi de que se trataba el ofrecimiento del chico, o eso interpretó.

Avanzó hacia el chico que estaba sentando en la cama tomándose su tiempo. Eren no se movía, simplemente lo miraba con una expresión de satisfacción altanera, que Levi sintió la necesidad de preguntarle en que estaba pensando.

Cuando estuvo frente a Eren, se inclinó para tocar la tela negra y deslizarla, sin embargo, con una brusquedad alarmante, Eren puso ambas manos sobre sus hombros, poniéndolo de rodillas. Levi lo miró desde abajo con extrañeza camuflada en molestia. ¿Qué le pasaba al peliblanco? ¿No le había pedido ayuda? Eren lo miraba desde arriba con una extraña sonrisita que Levi no supo interpretar.

El pelinegro iba a reclamarle por la brusca acción, pero por el rabillo del ojo logró captar movimiento. Era la misma serpiente o cuerpo escurridizo que se la pasaba siguiéndolo, o eso pensaba.

—¿La viste? —preguntó Eren en voz baja.

Los ojos de Levi regresaron hasta el rostro del peliblanco.

—¿A quién?

—No importa—miraba al hombre que estaba a sus pies con diversión, como si disfrutara de confundirlo—Anda, ayúdame—dijo, poniendo un pie en el pecho de Levi. El calzado del peliblanco eran unos escarpines de seda negra bastante ligeros.

Levi lo miró sin comprender y Eren rió en voz baja, sacándose los zapatos con sus pies. Se echó un poco hacia atrás, apoyándose con sus manos. El pie pequeño y descalzo regresó al pecho de Levi y luego subió hasta su hombro en donde descansó. Los ojos invernales de Levi estaban inmersos en Eren y su mente estaba totalmente concentrado él.

—Ayúdame, Levi—susurró Eren con sus ojos tan brillantes y al mismo tiempo casi sin vida.

El pelinegro no comprendía a que se refería con que lo ayudara y sin embargo, en el fondo sentía que si lo sabía. El pequeño demonio lo miraba expectante, con la luz del fuego titilando en su piel, era como una visión, una ilusión fantasmagórica que le llamaba.

—¿Cómo?

El pie que descansaba en su hombro regresó al suelo y el peliblanco se enderezó. Levi levantó una ceja, ya cansado de la extraña situación. El pelinegro iba a incorporarse, pero para su absoluto asombro, Eren se inclinó sujetándolo de los hombros, atrayendo su cara hacia la de él.

Se besaron. Pero este no era un beso delicado, ni parecido a los besos que se daba con sus amantes ocasionales. Este era un beso desordenado y carnal. Eren sonreía, ejerciendo más fuerza contra la boca de Levi, con una pasión que le estaba quitando el aliento. El pelinegro sentía algo embriagador filtrarse en su boca. Y Levi le correspondía con la misma fuerza y rabia, no queriendo ceder el liderazgo. Eren interrumpió el beso, trayéndolo de vuelta.

—Sabes cómo hacerlo.

Posó su mano sobre la cabeza de Levi, acariciando con delicadeza los cabellos negros. Levi encontró un placer morboso en ser tratado de esa manera. Ver esa sonrisa carente de amor solo para él, estar arrodillado frente a una especie de santo pagano, el cual lo mimaba como si fuera su mascota favorita.

La mano de Eren bajó por su sien, acariciando su mejilla y arrastrándose con lentitud hasta los labios blandos de Levi. Pasó sus dedos por los labios, acariciándolos. Levi los atrapó, besándolos como lo había hecho con la boca de Eren, dejando pequeños besos por toda su longitud. Eren le sonreía con una mirada satisfecha. Levi le regresaba la mirada sin detener su tarea, subiendo por los nudillos, hasta besar la muñeca del peliblanco, lamiendo la piel blanca y transparente en donde se podían ver largas y finas venas azules y moradas. Las delineó, trazando su camino con la lengua y subiendo cada vez más. Necesitaba llegar de nuevo hasta esos labios y probarlos, y quien sabe, probar otras cosas.

Eren le permitió incorporarse y que se hiciera sobre él mientras le besaba sus clavículas y hombros. Levi lamía ese cuello, enterrando su cabeza como un vampiro, dejando tonos bordó por su extensión. El peliblanco no hacía ningún esfuerzo por alejarlo, al contrario, inclinaba su cabeza hacía un lado para que pudiera degustar toda su piel. Un pequeño ruido empezó a escucharse en la cabeza de Levi, pero trataba de no prestarle atención, era como el murmullo del oleaje.

Levantó la cabeza para toparse con el rostro inmaculado de Eren, el cual lo alentaba con su sonrisa a que continuara. El pelinegro dio un último beso acompañado de un pequeño mordisco en el hombro desnudo y luego subió su cabeza hasta quedar frente al rostro del chico. Se miraron largamente, respirando sobre los labios contrarios.

—Ellos están hablando de una fantasía—susurró Eren.

Levi entre cerró sus ojos sin comprender a que venía el comentario.

—¿Quiénes?

Eren negó con una sonrisa divertida, deshaciéndose del agarre de Levi. Gateó atreves de la cama, llegando hasta la gran montaña de almohadas y cojines. Levi observaba como se terminaba de quitar la parte superior del vestido negro, dejando expuesta su espalda en la cual había dos tatuajes; el sol y la luna lo saludaron con sus ojos de tinta desde cada esquina de la frágil espalda. Los ojos pálidos lo miraron sobre el hombro, y Levi sabía que el chico escondía su sonrisa. Entendía esa mirada, no necesitaban hablar. El pelinegro terminó de subir en la cama, abrazando por la espalda al chico, escondiendo su rostro en la suave curvatura de su cuello, pero Eren tenía otros planes. El peliblanco se recostó entre los cojines, mirando a Levi de frente, tentándolo. Los ojos grises se oscurecieron ante la visión del chico, con sus cabellos blancos desparramados y sus piernas ligeramente abiertas, invitándolo a que curioseara un poco.

El murmullo que había en su cabeza estaba creciendo, convirtiéndose en susurros. Algo decían, pero no entendía, eran tantas voces…

—Están haciendo otra fantasía.

Levi iba a llevar su boca hasta la de Eren para volver a probar sus labios, pero el chico la giró evitando siquiera que se rozaran.

—No—los ojos verdes brillaban con diversión ante la mirada molesta de Levi—Mis labios por ahora no, ¿Por qué no te entretienes con algo más? —le ofreció.

—¿Con que?

Levi sintió como el pie de Eren lo apartaba con algo de brusquedad. Quedó sentado frente al chico observando cómo separaba lentamente las piernas con descaro. La poca luz no le dejaba ver lo que llevaba el chico bajo la falda del vestido, pero poco le importaba, lo iba a comprobar por su propia cuenta.

—Se que quieres hacerlo, Levi, pruébame—el pequeño demonio le sonreía abiertamente.

Las voces murmuraban.

Las manos curiosas de Levi deslizaron el vestido y lo arrojó sin importarle a donde fuera a parar. Dejó al chico con su ropa interior; un pantalón corto blanco con encaje. Pasó una mano por la pierna del peliblanco, desde su tobillo hasta llegar a su muslo. Le abrió más las piernas, observando con deseo la parte donde debía estar esa entrada tan hermosa. Hermosa como todo en Eren.

Sin muchas ceremonias bajó el pantalón blanco de Eren, provocando una risita en el chico al verlo tan deseoso. Levi sentía su pantalón bastante ajustado cuando lo vio completamente desnudo, con las piernas abiertas de par en par, tan expuesto ante sus ojos.

—¿Te gusta? —preguntó Eren, usando un tono de voz mimoso—¿Te gusta lo que tienes frente a ti?

—Me gusta—contestó el pelinegro.

—Entonces pruébame—dejó la sonrisa y se mordió el labio inferior, con fuerza lo arrancó de debajo de sus dientes, lascivo.

Levi bajó su vista hasta el miembro del chico, no era el primero que miraba. Incluso podía confesar que le excitaba más acostarse con mujeres, con esos pechos redondos y blandos que le gustaba estrujar hasta hacerlas llorar y esa abertura rugosa y caliente. Sus amantes masculinos eran igualmente bellos, pero con ellos era especialmente salvaje y descontrolado, era un sexo rudo. Y sin embargo con Eren sentía algo que con ellos jamás había experimentado, era un deseo que nacía desde lo más recóndito de su corazón. Verlo tan blanco, tan iluminado y saberlo oscuro y demoníaco lo envolvía.

Lo acarició primero con gentileza, sintiéndolo ligeramente húmedo y duro, fascinado de sentir como las piernas de Eren se movían, como sus talones se enterraban en el colchón mientras soltaba ligeros ronroneos. Puso más empeño en su trabajo moviendo con maestría su muñeca, despegando la mirada del lindo miembro de Eren para mirarlo a la cara. El chico lo miraba aun con una sonrisa, mordisqueando su dedo índice. A veces el ceño del chico se fruncía mientras liberaba gimoteos lastimeros, y era ahí donde Levi se deleitaba de ver esas expresiones que provocaba.

—Detente—ordenó Eren entre suspiros. Levi obedeció, a ese punto ya lo obedecía ciegamente—Lo has hecho muy bien—halagó con dulzura, como si fuera un niño que había hecho todos sus deberes—Ahora… ¿Por qué no te diviertes aquí? —ofreció, acariciando su entrada por los alrededores.

No necesitó decir más cuando Levi ya se había lanzado con un gruñido entre sus piernas. La lengua caliente y húmeda del pelinegro pasaba por esa entrada rosada y rugosa, besándola y acariciándola.

—¡Sí! —ronroneó con placer el chico, echando su cabeza hacia atrás.

Levi trató de adentrar su lengua en ese rosado anillo, sintiendo lo caliente que era. La carne iba cediendo, permitiendo que la lengua entrara y saliera a su antojo, culebreando en diferentes direcciones. Su boca se estaba cansando, así que reemplazo la lengua por sus dedos. Introdujo dos de una sola estocada, viendo con placer como Eren se retorcía y gemía.

—¡Levi! —sollozó Eren, llevando las manos hasta sus muslos, abriendo sus piernas aun mas para que Levi pudiera acomodarse mejor.

Escuchaba más voces ahora, murmurando, susurrando, maldiciendo.

—¿Puedes escuchar esas voces, Eren? —preguntó mientras introducía un tercer dedo.

El chico soltó sus muslos y se apoyó en la cama con sus codos, viendo como Levi se encargaba de penetrarlo con los dedos.

—Están haciendo una historia—gimió, entrecerrando los ojos con placer—Así ellos pueden controlarnos.

Levi no le tomó importancia a eso, se concentro en hacer disfrutar al peliblanco, sin saber que mirar; la sonrisa libidinosa de Eren que vacilaba a ratos cuando el placer lo sobrepasaba, o como sus dedos se perdían dentro de la cálida entrada del chico.

Sentía que el mismo estaba a punto de venirse en su pantalón con el simple hecho de ver al otro disfrutar y perderse en toda la lujuria. Eren le sonreía, sabiendo lo necesitado que estaba el pelinegro por hundirse dentro de él.

—Levi… mi querido Levi—lo llamaba el peliblanco con aparente dulzura—Mi Levi… Has hecho un trabajo maravilloso—sacó los dedos del pelinegro de su interior y se sentó frente a él, besándolos—Mereces una recompensa, claro que sí—susurraba mientras besaba los nudillos blancos del pelinegro—¿Quieres tomarme? Puedes hacerlo. Ven, puedes profanarme, besarme, acariciarme… Puedes comerme—todo eso lo susurró con una sonrisa febril sobre los labios de Levi.

El peliblanco se abalanzó sobre los labios de Levi, enredando sus brazos en el cuello de este, pegando ambos cuerpos. Levi lo abrazó con fuerza, acariciándole la espalda, sintiendo las vertebras bajo la piel. El pelinegro se separó de Eren y lo empujó con fuerza contra la cama; estaba deseoso, necesitaba más, quería mas.

Le besaba el cuello, mordiendo con fuerza, lamiendo con hambre. Luego bajó hasta el pecho del peliblanco, besando los pequeños botones rosas, estirándolos y mordiéndolos. Sintió la delicada mano de Eren enredarse en sus cabellos, tirando con fuerza mientras se deshacía en gimoteos. Lo llamaba, Levi, Levi, Levi. Lo llamaba con placer, gemía su nombre.

Entre beso y beso fue perdiendo cada una de sus prendas, hasta quedar en las mismas condiciones de Eren.

—Eres tan hermoso… —halagó Eren, recorriendo la bien formada espalda de Levi con ambas manos—Y mío. Eres mío Levi, recuérdalo.

—Lo soy, y también eres mío—lo besó, introduciendo su lengua en la boca del peliblanco, arrancándole varios suspiros desgarrados—Solo mío—el beso era desordenado, hablaba mientras acariciaba la boca contraria con su lengua—Nadie te tocará, al que lo haga lo mataré, lo juro.

Los ojos verdes de Eren brillaron llenos de excitación.

Levi no espero para prepararlo, estaba impaciente. Entró con un gruñido profundo que nacía de su garganta, escuchando como Eren soltaba una exclamación ahogada, arqueando su espalda.

Lo penetraba con fuerza, saliendo y entrando, tratando de meter todo su miembro. La enloquecedora sensación de esas paredes apretándolo era deliciosa, tener a Eren debajo de él sosteniéndole la mirada, con la boca abierta, liberando sus gemidos lo hacían perderse. Apretó los dientes escondiendo su rostro en el cuello de Eren. Las voces ahora hablaban con más fuerza, reían, se hablaban unas a otras, gemían. Gemían con Levi y Eren. Ellas al parecer estaban disfrutando de la visión que daban. Era como estar en medio de una orgía.

Dio una estocada profunda, sintiendo como Eren se retorcía entre sus brazos.

—¡Hazlo de nuevo! —sollozó, besando los labios de Levi con desespero—Sí, sí ¡sí! —gimió con fuerza, enredando sus piernas en la cadera de Levi, tratando de sentirlo con más fuerza—Rómpeme Levi—suplicó.

Levi gruñía, moviéndose con más fuerza y rapidez. La cama golpeaba la pared y los gemidos indecorosos de Eren resonaban como un eco por toda la habitación.

—Mí querido…

—Tuyo, tuyo—le respondía Eren como podía.

Levi soltaba palabras en el oído de Eren, palabras sin sentido pero sinceras. Y el peliblanco igual, le susurraba secretos y fantasías que hacían gemir a Levi como un animal herido. El ritmo y sus alborotadas palabras bullían el placer dentro de ambos, llevándolos inevitablemente al clímax. Levi con un gemido bajo y gutural, enterró su miembro en lo más profundo del peliblanco, viniéndose ardiente, deseoso, con fuerza. Eren soltó un grito prolongado con una gran sonrisa triunfante en su rostro, retorciendo los dedos de sus pies por las cosquillas de su orgasmo, enterrando las uñas con fuerza en la espalda de Levi.

Lo último que pudo sentir el pelinegro antes de caer en la penumbra fueron los brazos de Eren rodeándolo


"Cualquiera que esté buscando el paraíso perdido, algo bueno como la dulce miel. Tal vez yo soy ese, tu diamante perdido, algo bueno que deseas locamente. Siento, soy real. ¿Donde estas ahora? En este momento estoy casi en el paraíso. Estoy aquí, soy tuyo. Solo recuerda esto, tu y yo, otro paraíso."

Farlan llegó a la puerta del salón del trono y los guardias le permitieron entrar. Caminó con seguridad hasta donde se encontraba el zar. Desde la muerte de la zarina, el zar parecía envejecido y canoso. Poco a poco la imagen del hombre fuerte y orgulloso que había conocido se iba acabando día a día. Había fuego ardiendo en la chimenea, y aun así la estancia poseía una atmósfera fría. El candelabro colgaba del techo, con sus pequeñas y elegantes piezas de cristal suspendidas en el aire. El zar estaba en el trono escuchando a uno de sus ministros. Farlan notó que el zarévich no estaba presente, lo cual no lo sorprendió. El nieto del zar no le daba mucha confianza por lo que era mejor que no estuviera presente.

—Su majestad, se ve cansado—comentó Farlan cuando el ministro se había retirado—¿Ha dormido bien?

—No duermo bien desde…—Farlan asintió comprensivo. Desde la muerte de la zarina—Pero tengo trabajo que hacer. ¿Has visto a mi nieto?

Farlan negó.

—No, su majestad.

El zar se reclinó abatido en su trono.

—No sé qué he hecho mal, Farlan—suspiró melancólico—Levi ha estado bastante extraño. No ha venido a verme desde hace días, y creo saber a qué se debe.

—¿Señor?

—Desde que insinué que serias un excelente sucesor se ha estado comportando de una manera… extraña.

—Tal vez esta herido, su majestad—aunque Farlan sabía que el zarévich no era una persona sentimental.

El zar casi sonríe.

—Es como un hijo para mí, sin embargo no veo en él al futuro zar… Es una buena persona pero hay algo en él que no me convence.

—Su majestad es muy sabio. Yo confío en su juicio.

Farlan no confiaba en el zarévich, algo en su mirada lo inquietaba, le ponía los pelos de punta. Levi cuadraba con el perfil de persona que sería capaz de todo por lograr lo que quería y estaba seguro que eso no conduciría a nada más que un final egoísta. Era por eso que él estaba dispuesto a proteger la corona y al pueblo ruso, no permitiría que su país cayera en las manos de un ser tan descarriado.


"Están hablando de una fantasía. Están haciendo otra fantasía. Están hablando de una fantasía. Están haciendo una historia donde pueden controlarnos a ti y a mí."

Levi se removió entre las mantas antes de abrir los ojos. Lentamente fue recordando lo que había pasado antes de caer dormido entre los brazos de Eren. No pudo evitar avergonzarse de sí mismo por haberse mostrado tan débil ante el peliblanco. Se giró y no encontró al chico en la cama, su lugar estaba frío. Se incorporó y corrió las cortinas del dosel, buscando con la mirada a Eren en la habitación.

Lo encontró sentado en una silla como las del salón. Estaba cerca del fuego, vestido con una bata larga de terciopelo blanca y encaje de voile de plumeti. Una serpiente de tamaño considerable estaba enroscada en su cuerpo, con la cabeza apoyada en el hombro de Eren; era un animal hermoso e intimidante con escamas blancas y ojos azules. El chico la acariciaba como quien acaricia un perro o un gato, y le sonreía desde la luz de las llamas.

—¿Dormiste bien? —preguntó el peliblanco, sin embargo Levi no respondió; seguía observando a la serpiente—Esta es Nava—la presentó, dejando un beso en la cabeza del animal.

—¿Era ella quien provocaba todos esos ruidos? —Levi recordó el sonido de algo arrastrándose en el techo, todo ese tiempo había sido la serpiente. Se agachó para recoger su ropa y empezar a ponérsela sin importarle que Eren estuviera mirándolo sin decoro.

—¿Nava? —murmuró con extrañeza—No, ella no ha sido—dijo con una extraña entonación.

—¿Hanji tal vez? —volvió a cuestionar Levi, abrochando sus pantalones.

—¿De qué sirven tantas preguntas? —dijo Eren. La serpiente se deslizó por el cuerpo del peliblanco, abandonando el cuarto por la puerta ajustada.

Levi se acercó hasta donde estaba Eren sentado, abrochando los botones de su camisa. El chico se reclinó poyando su mejilla en la palma de la mano.

—Ya es hora, querido—comentó sonriente Eren.

Levi se inclinó dejando un beso en la frente del peliblanco, sin preguntarse el por qué de su inusual muestra de afecto.

—¿De qué?

—De ir por lo que te pertenece—susurró sobre los labios de Levi, ensanchando su sonrisa.

Levi también sonrió. Su camino hacia la gloria estaba empezando.

"Cualquiera que esté buscando el paraíso perdido, no hay necesidad de palabras complicadas y mentiras. Tú eres mío, y yo soy tu diamante perdido. Estamos en la noche bajo la misma luna y el sol. Siento, soy real. ¿Dónde estás ahora? En este momento estoy casi en el paraíso. Estoy aquí, soy tuyo. Solo recuerda esto, tu y yo, otro paraíso."


Espero que les haya gustado, sobre todo a ti Magi, que conocías de la idea y que al principio iba a ser un one. También espero haber logrado llenar tus expectativas (y que el lemmon haya estado decente, sabes como soy) Pero disfruté en hacerlo y dártelo. ¡Un abrazo enorme querida gallinita Magi! Pasa un cumpleaños precioso.

¿Un review? ¡Su opinión me importa mucho!