Los personajes de Naruto no me pertenecen si no a Masashi-Sama...

Hola chicos y chicas!! Sé que había dicho que no tenía tiempo y eso... Además que tengo un par de historia sin terminar... Pero no puedo evitar subir ésta. Cuando era una adolescente, leí una de mis primeras novelas que me enamore completamente de la historia. La verdad es que por problemas la perdí y (aunque paresca una broma) no recuerdo el nombre de la autora, ni de la novela en sí :'( . No pude encontrarla aún tampoco, pero bueno... Ésta historia esta basada en ella, en partes... Recuerdo en comienzo y el final y parte del desarrollo. Entonces por eso decidí agregarle unas cuantas cosas.

Si alguien reconoce el concepto de la historia no me podrían decir ¿cómo se llama? Le estaría eternamente agradecida.

Muy bien sin más nada que decir, aca les dejo el primer capítulo. De seguro tardaré en subir el segundo, tal vez una semana con suerte, ya que sigo escribieron las otras que tengo pendientes, pero bueno. háganme saber si la historia es de su agrado y vale la pena :).

Héroe

Una muchacha de unos 20 años caminaba como un león enjaulado en su habitación. El cabello largo negro azulado lo llevaba suelto hasta las caderas y hondeaba de un lado hacia otro mientras se movía furiosa. Sus ojos perlas destellaban por la ira contenida y sus puños se cerraban con fuerza, queriendo retener la impotencia que regía cada fibra de su ser.

Hace sólo unos minutos su padre le había afirmado que había llegado el momento que tanto temía. Hiashi le había jurado en el lecho de muerte de su madre que no la entregaría como lo estaba haciendo en ese momento. Lo único que quería era irse lejos de la tierra del fuego, esconderse en lo más profundo de una cueva y no salir nunca de allí.

Llegó a la ventana que daba al inmenso y hermoso jardín por el cual era rodeado su castillo y respiró profundo, intentando calmarse. Apoyo sus manos en los barrotes que atravesaban la abertura, como si su propio cuarto fuera una cárcel. Apretó los fierros, sabiendo que cosas peores la esperarían en la tierra de Hiden. El ruido del metal sediendo le llamó la atención y poco a poco separó los dedos del barrote que se había abollado por su presión y se miró las manos.

Hinata Hyūga era la hija mayor de Hana, la princesa de la noche. Su padre, Hiashi Hyūga, era un noble dueño de más de la mitad de la Tierra del Fuego. Hinata había nacido con los extraños poderes de su madre, Hana había sido una hechicera con poderes en sus manos. Éstas podían sanar, así como podían dañar, las personas que no la habían conocido habían dicho que era un bruja que había engañado al noble para hacerse de su fortuna y tierras. La que los conocieron de verdad, sabían que ella había amado más que a nada a Hiashi y había dado su vida por su familia.

Desde que ella había muerto su padre se había encargado de mantener en secreto que ella había heredado los poderes de su madre. La había castigado más de una vez por haber utilizado de niña esos poderes, por haber dañado a niños por decirle hija de la bruja e insultar hasta el cansancio a su madre. Ella siempre fue pacífica, nunca le había gustado la violencia y el dolor a los demás. Hiashi le había hecho jurar que no usaría sus poderes en la tumba de Hana, pero él también había jurado y lo estaba rompiendo.

Hinata iba a casarse con Toneri Otsutsuki, el heredero de Hiden, el culpable de la muerte en la ahoguera de su madre. ¿Cómo su padre se atrevía a sentenciarla de ese modo? Porque así se sentía, sentenciada a muerte, igual que Hana. Si bien Toneri no había dado la orden, mas bien su padre, que ya muerto y había estado al servicio del Hokage de Konoha, Danzō Shimura, ella sentía que era lo mismo.

Se froto los ojos con fuerza, creyendo estar en una pesadilla y se dejó caer sentada en la mullida cama, recordando las palabras de su padre.

Flash Back

—Padre, ¿Me ha mandado llamar?– Hinata asomó la cabeza por la pesada puerta de la biblioteca donde se encontraba su padre.

Pudo distinguir, atrás del enorme escritorio, a un hombre mayor. De una larga cabellera castaña y lacia, con arrugas alrededor de los perlados ojos, muy parecidos a los de ella y una cara de agotamiento y angustia que Hinata rápidamente reconoció. Pasó a la biblioteca cuando su padre le sonrió de manera tierna y se acercó algo cautelosa.

— Siéntate hija.– Le pidió con la voz dura, aunque el reflejo de sus ojos era suave.

Ella así lo hizo, en completo silencio, intuyendo que algo importante quería comunicarle. Hinata sabía que su padre había sido llamado de Hiden, por el nuevo duque, Toneri Otsutsuki. Se alegró mucho de que él llegará sano y salvo, pero su expresión no era alentadora.

—¿A sucedido algo padre?– Hiashi suspiró y la miró en forma condescendiente.

—Lo siento hija, no pude hacer nada.– Hinata frunció el ceño al no saber a lo que se refería, pero antes de que ella dijera algo, él continuo hablando.– El Hokage a pedido tu mano para Otsutsuki y el concejo lo ha aceptado.

Hinata abrió la boca y los ojos desmesuradamente, no podía ser cierto.

—¿Q-qué...?– Fue lo único que pudo articular.

—Toneri Otsutsuki ha dicho que tienes que ser la nueva duquesa de Hiden.

Hinata sintió como el piso se movió bajo sus pies, sin poder apartar la mirada de incredulidad de su padre.

—E-eso... e-eso no...– Susurró mientras negaba con la cabeza. Su padre, que intentaba permanecer firme frente a su hija no pudo seguir. Su expresión se mostro con dolor y furia.

—Yo soy quien menos lo quiere Hinata.– Dijo entre dientes.

La oji perla no supo en que momento había bajado la mirada, pero la levantó para mirar a su padre, recien cayendo en cuenta de que era verdad.

—¡No puedes hacerlo!– Le reclamó mientras se erguia del asiento, apretó los puños sin animarse a tocar nada por la fuerza que salían de éstos.– ¡Se lo prometiste!¡¡Me lo prometiste!!

Él ahora la miró enojado por el grito que había salido de sus labios al no poder contener la impotencia. Hiashi también se levantó de su asiento, con algo de dificultad y apoyándose en su bastón.

—No me hables así jovencita. ¿Crees que si estuviera en mis manos no te liberaría de éste tormento?

De repente Hinata entró en cuenta de la magnitud de esa unión que quería el Hokage.

— Papá, no puedes.– Le suplicó.– Cuando se dé cuenta me matará...

Hiashi bajó la cansada mirada perlada al escritorio y Hinata entendió que ya había tomado la decisión. Sus ojos se empañaron en lágrimas, pero parpadeó varias veces para alejarlas. Ella debía ser fuerte para demostrar a su padre que podía con el enorme pedido que le estaba haciendo.

— Perdóname Hinata, pero si no lo aceptaba, vendrían a buscarte guardias para llevarte hasta él como si fueras una delincuente y te acusarían de brujería...

—Que gran mentira...– Dijo ella entre dientes de una forma irónica, mientras se cruzaba de brazos.

—Hinata, por favor.– Le pidió su padre reprendiendola. – Tú eres lo único que me queda de Hana, no quiero perderte de la misma forma.

La oji perla quiso ser fuerte con la mirada de su padre, pero al encontrar profundo dolor y angustia en ellos, no pudo. Aflojó su postura y camino hacia su padre para abrazarlo.

—Lo siento padre,– Le murmuró mientras le frotaba la espalda.– Haré lo mejor que pueda...

Fin Flash Back

Hinata no sabía si a ciencia cierta podría logra ocultar sus poderes, o si el Duque no la preferiría para la horca. Pero pronto lo sabría.

" En unos días debo de marcharme a mi sentencia de muerte " pensó mientras miraba el sol ponerse aún sentada en la cama.

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La noche había caído y un viento violento se alzaba alrededor del jinete que apuraba a su enorme caballo negro para llegar a su destino. La capa negra que lo cubría del frío de la noche hondeaba atrás del garañón que jadeaba con fuerza por la intensa carrera. El hombre podía oler la lluvia y sabía que no faltaría mucho para que cayera al suelo las gotas heladas. Pero también sabía que no faltaba mucho para llegar al bar donde lo habían citado para un nuevo trabajo.

Había dejado a sus hombres no muy lejos, la habían pedido explícitamente, que fuera sólo y así lo hacía. Pudo distinguir la entrada del pueblo y freno un poco al caballo, intentando reconcer si había alguien allí. El hombre que lo había contactado le había dicho que no habría guardias en el momento que él entrara y una sonrisa ladeada se pudo ver en medio de las sombra que oculataba su rostro cuando lo confirmo.

El caballo empezó a trotar, mientras él buscaba con la mirada el lugar donde le había dicho Jiraiya que lo encontraría. Jiraiya era su viejo maestro, además de jefe, él elegía los trabajos que tomaba y hasta ahora había cumplido cada uno de ellos sin ninguna queja por parte del hombre. Detuvo al garañón al ver el cartel del "Pantano", un sapo rojo con una pipa y un tarro de cerveza, siempre se juntaban en el mismo lugar.

Bajo del poderoso animal y lo amarró cerca de un tarro de agua para que pudiera refrescarse. Abrió la puerta del lugar y observó cada rincón mientras entraba. Varias mesas con hombres tomando, mujeres ligeras de ropa coqueteando, buscando un cliente para esa noche. Pudo divisar al fondo del local la larga cabellera blanca que buscaba acompañado por una fulana.

Se sentó frente al hombre sin esperar invitación y se sacó la capucha de la capa negra, dejando ver un abundante cabellera rubia y brillante, como el mismísimo sol. Un par de ojos celestes, profundos y con un brillo de diversión, una tez bronceada de la cuadrada mandíbula. Unas extrañas marcar en las mejillas que asimilaban a bigotes y una sensual boca ladeada en una sonrisa que hizo enrojecer a la chica que estaba en las piernas del hombre mayor.

—Al fin llegas...– Dijo como al aire el peliblanco y movió a la chica que había quedado anonadada mirando al recién llegado.— Traenos unas bebidas preciosa.– Le dijo mientras la nalgueaba.

La chica saltó por el golpe algo duro que le había dado Jiraiya, pero sonrió y se fue contoneando las caderas con cada paso.

—Me alegra verte tan bien... Naruto– Susurró su nombre para que solo el muchacho sentado frente a él pudiera escucharlo.

—No puedo estar mejor. Los muchachos están muy cotentos por el último trabajo, fue una buena paga.— Naruto observó con una sonrisa a la rubia que le dejó la medida de sake frente a él.

La chica enrojeció por el carisma del rubio y curvo sus labios en una sonrisa sensual, mientras él le guiñaba un ojo. Ella dejó la otra medida para el peliblanco que tenía una mueca divertida por la situación y dejó la botella de sake en medio de la mesa. Ambos hombres esperaron que la chica se fuera para seguir hablando. Después de calentar la garganta con el sake, Naruto miró curioso a Jiraiya.

—¿Qué tienes para mi?– Le pregunto acomodándose en el asiento.

— Dentro de unos días la prometida del duque de Hiden irá a casarse...— Naruto alzó una fina ceja rubia mientras se servía otra medida.— Otsutsuki dará un buen dinero para recuperar a su promerida.

—No. – Contestó cortante el rubio, tensando su semblante.— Sabes que no me gusta cuando hay mujeres de por medio. Son problemáticas...

—¡Va! Ya te pareces a Shikamaru hablando de ese modo.– Le interrumpió Jiraiya agarrando el vaso de sake.— Sólo seran unas semanas, hasta que el bastardo éste bastante asustado de perder a la niña.

Naruto entrecerró los ojos, observando, estudiando a Jiraiya por unos segundos. Ellos nunca habían secuestrado a nadie, los trabajos era interceptar envios de cofres, nada que tuviera mucha ciencia. Pero un secuestro, esa era otra cosa. Se froto el labio inferior con los dedos de la mano derecha, sopesando sobre el trabajo.

—Debo consultarlo...– Susurró.

—Nada de eso.– Le dijo.— Debes tomar la decisión ahora y debes hacerlo tu.

Jiraiya tomó la medida de sake de golpe mientras Naruto lo miraba con una ceja levantada. El rubio se dio cuenta que estaba en una prueba, sabía que dependiendo de lo que dijera saldría vivo esa noche de ese pueblo. Jiraiya era como un padre para él, pero también sabía que cuando se trataba de trabajo no podía rechazar una propuesta que él ya había aceptado y estudiado. Se humedecio los labios resecos con la punta de la lengua, sin apartar sus zafiros de los café de Jiraiya. Notó la amenaza en ellos y supo que no tendría alternativa, las cartas ya estaban hechadas. Tomó de un sólo golpe la medida del sake y cuando dejó el vaso en la mesa, miro decidido a su maestro.

— Lo haré.– Una media sonrisa se curvo en los labios del peliblanco.

— Bien, puedes divertirte. Mañana te daré los detalles.

Jiraiya se levantó, sin antes tirarle una bolsa de cuero bastante pesada. Naruto la abrió y pudo ver varias monedas de oro en ella. Levantó la vista al peliblanco que le sonreía y él también lo hizo.

— Diviértete muchacho.– Le susurró al pasar al lado de él y palpearle el hombro.

Naruto levantó la vista y la clavó en la chica rubia que lo observaba desde un rincón, cerca de la escalera. La comisura de sus labios se alzó mientras cerraba la bolsa y se levantaba de su asiento. Con pasos lentos se acercó a la chica y la tomó de la cintura, ella no dudo ni un segundo en guiarlo a las habitaciones de arriba para que él pudiera disfrutar de sus servicios.

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Una semana después

Hinata se aferró a la capa de viaje mirando al carruaje que la esperaba para llevarla a su prisión personal. Volvió a mirar a su padre, buscando alguna escusa para permanecer junto a él, pero Hiashi no la miraba, hablaba con su primo y guardia personal, Neji.

Subió con cuidado después de dar un último vistazo a los sirvientes que estaban parados en fila recta para despedirla. Kurenai, su nana cuando era pequeña, la iba a acompañar en el viaje y ya la esperaba adentro. Se sentó sintiendo una opresión en el pecho, tenía una pala impresión de ese viaje, sabiendo que su vida cambiaría desde ese día. Desde adentro, por la ventana miró el castillo de su padre con las lágrimas agolpadas en sus ojos, observó a su padre y sonrió con tristeza, comprendiendo que era lo último que él hubiera deseado para ella.

Neji subió en su pura sangre marrón y le hizo la seña al cochero que empezará con el viaje. Cuando Hinata escuchó el latigazo para los caballos, cerró la cortina del carruaje y apretó con fuerza los párpados, intentando apartar las lágrimas pero lo único que logro fue que estás corrieran por sus mejillas pálidas.

Desde que se había enterado de su inminente destino no había comido muy bien y ni decir de las noches de insomnio. Noches en la que era atormentada por pesadillas con caballos galopando al rededor de ella, mientras la oji perla corría, queriendo huir de alguien que le perseguía. El bosque, la noche, los pasos agitados del caballo sobre el suelo, no podía sacarse de la cabeza los sonidos e imágenes tan vividas de sus sueños. La impresión del inmenso peligro la perseguía cada vez que cerraba los ojos y sólo podía entender que era un mal presagio.

Hinata sintió que su mano era tocada por una calida mano gentil y abrió los ojos, sin poder ocultar la angustia en ellos. Kurenai la miró con ternura, era prácticamente una segunda madre para ella y le acarició los nudillos con los dedos.

— Sé que no será fácil para tí éste cambio, pero debes hacerlo querida.

Hinata hizo una mueca parecida a una sonrisa y bajó la mirada a sus manos.

—Eso ya lo sé, nana. Sé que tengo que poner lo mejor de mi, aunque me encantaría morir antes de contraer matrimo...

—¡No digas eso por Dios!– Le reprendió ella, la oji perla sonrió sabiendo que su nana era muy creyente.— Sabed que a tu madre no le hubiera gustado...

Hinata suspiró pesadamente y volvió a abrir la cortina de la ventana, enganchandola para que quedará en esa posición. Se dedicó a ignorar por unos momentos a Kurenai, ella sabía perfectamente que su madre no lo hubiera permitido. Hana no se hubiera rendido tan fácilmente como lo había hecho su padre. Ella hubiera buscando una solución más práctica, antes que esa unión.

Notó que su nana dejaba su mano para sacar de su bolso una tela para bordar. Hinata había llevado varios libros para leer, el viaje duraba cerca de una semana y solo podrían parar tres veces en distintos pueblos para poder asearse, comprar provisiones y dormir dignamente en una cama. Sintió el aire golpear contra su cara y sonrió cuando llegó a sus fosas nasales el exquisito olor a bosque y tierra mojada. Árboles pasaban, o más bien el carruaje pasaba por al lado de los árboles que estaban a los costados del camino. Escuchó el galopar de un caballo y asomó la cabeza para ver a su primo con su semblante serio obsercando el camino. Ella sonrió, no había otra persona que ella confiará más que en Neji, él tenía un sentido de lealtad y honor tan fuertes como lo había tenido su padre, el hermano gemelo de Hiashi. Sabía que él la protegería contra cualquier cosa que quisiera lastimarla, aunque con los poderes que poseían no necesitaba tanta ayuda, pero debía aparentar frente a los que no conocía.

Neji se acercó al carruaje y empezó a cabalgar, junto con su caballo, al lado de la ventana.

—¿Cómo te sientes?– Le preguntó con una sonrisa, aunque no podía ocultar a Hinata que él estaba tan triste como ella por la decisión de su padre.

La oji perla se encogió de hombros y apoyó sus brazos en el filo de la ventana, para poder posar su mentón en ellas.

—Siento que voy a mi sentencia de muerte.— Neji hizo una mueca de desagrado por sus palabras y ella no pudo evitar sonreír.

—Sabes que no debes decir esas cosas. Si llegas hablar de ese modo frente a tu marido no...

—Futuro marido.– Le interrumpió ella para aclarar la idea.

—Como sea Hinata-Sama. Sabe que es inminente su matrimonio.– Hinata puso los ojos en blanco ya que no quería hablar del asunto.

La oji perla refunfuño entre dientes y decidió sacar un libro de su bolso para no prestar atención al intento de reprimenda por parte de su primo.

La tarde no tardo en aparecer, hicieron una breve parada para que pudieran estirar un poco las piernas y hacer un fuego para poder comer algo. Hinata ayudo a Ko a buscar agua para los caballos, mientras estaba en cuclillas, recogiendo en un bote el agua, sintió que era observada y levantó la mirada, buscando entre el pastisal y los árboles, pero no encontró nada.

—¿Sucede algo Hinata-Sama?– Le preguntó amable Ko al verla mirando la otra orilla del río.

Hinata parpadeó varias veces al ver el pasto moverse, se quedó completamente estática, esperando que en cualquier momento alguien saliera de allí. Su corazón palpitaba con lentitud mientras sentía que el tiempo se detenía. El pasto volvió a moverse mas cerca del río y ella se irguió, preparándose para correr, Ko también lo hizo, pero sin entender la reacción de la oji perla. Su respiración empezó a ser más superficial cuando por fin lo que estaba escondido se dejó ver, sonrió sintiéndose tonta al ver una liebre acercarse a la orilla para tomar un poco de agua. Largó el aire contenido y miró a Ko, que estaba con una expresión de preocupación.

—No sucede nada Ko.

Ambos empezaron a caminar al campamento que no estaba muy lejos de allí. Apenas llegó Neji la abordo con cara de pocos amigos.

— Se puede saber ¿Dónde estaba?

—Ayudando a Ko con el agua.– Se escudo inocentemente la oji perla.

—No es seguro Hinata-Sama. Por favor no se alejé demasiado.— El semblante reflejó su alivio.

—No secede nada Neji-Niisan– Le respondió despreocupadamente.

Hinata se acercó a Kurenai para ayudarla con la comida, si había algo por lo que la gente amaba a la oji perla era por su humildad. Ella no tenía problema en hacer ningún trabajo, aunque había nacido en una cuna de oro, ella trabajaba como si fuera una más del servicio, era algo que le había enseñado muy bien su madre antes de partir.

Siguieron con el viaje al día siguiente, donde por la tarde llegaron a un muy humilde pueblo donde pudieron descansar medianamente bien. Cada hora que pasaba, cada paso que daban los caballos, Hinata era consciente que cada vez se acercaba más el fin de su libertad y tenía miedo de lo que le deparaba el futuro.

Al cuato día de viaje, en medio del tramo del camino los caballos se detuvieron y Hinata sacó la cabeza por la ventana al saber que todavía faltaba un poco más para poder parar. Pudo distinguir a un par de metros un árbol caído en medio del camino que no los dejaba pasar. Neji pasó arriba de su pura sangre por al lado de su ventana.

—No salgas.– Le ordenó y siguió andando hasta llegar al frente con los demás hombres que se habían adelantado para ver si podían sacar el tronco.

Hinata se colocó la capa y cuando estaba apunto de abrir la puerta del carruaje, Kurenai la tomó del brazo.

—¿Dónde crees que vas Hinata?– Le preguntó entre preocupada y asustada.

—No pasa nada nana. Sólo es un tronco, además quiero estirar un poco las piernas.– Le dijo con un mohin en los labios para que la dejará hacer lo que quería.

Kurenai la quedo mirando por un rato sin decir palabra.

— A Neji no le gustará que salgas. Él ha dicho que permanercieras en el carruaje.

—Pero...

Un grito desde afuera detuvo la réplica que iba a decir Hinata. Las dos mujeres se miraron asustadas y Hinata en un rápido movimiento sacó la cabeza para afuera para poder ver qué era lo que pasaba. Miró para atrás del carruaje y varios hombres atacaban a los guardias que habían quedado atrás, para proteger la retraguardia. Sus ojos se abrieron con asombro y sintió su sangre helarse al ver a los atacantes encapuchados. La oji perla dirigió su mirada adelante y apretó con fuerza el filo de la ventana al ver que su primo también peleaba con varios hombres. Un ruido seco en el techo del carruaje la hizo meter la cabeza de nuevo, miro a Kurenai y estaba hecha un manojo de nervios, mientras escuchaban las pisadas en el techo y la maldición de Ko, que empezó a pelear con quien sea que se había subido.

Hinata escuchaba el ruido de las espadas chocar al mismo ritmo que su corazón y sin poder evitarlo, salió afuera del carruaje sin que se diera cuenta Kurenai. Sacó su daga del cinturón de cuero que sostenía su vestido y se dispuso a ayudar, ella no se quedaría de brazos cruzados.

—¡¡Hinata!!– Gritó su nana llena de pánico al verla fuera del carruaje.

Cuando la oji perla volteó para verla, vió como un hombre en caballo tomaba a Kurenai, que había salido del carruaje para alcanzarla y se la llevaba.

—¡¡Nana!!– Gritó queriendo correr hacia ella, pero sólo logró dar dos pasos hacia su dirección cuando miró al costado.

Un enorme garañon negro estaba en posición rampante en el momento justo que ella lo miró. Su jinete era tan enorme como el hermoso caballo al cual montaba, pero éste tenía el rostro totalmente cubierto. Llegó hasta ella el jadeó del animal que amenazaba con lo peor, por un momento, le parecio que los ojos del garañón se tiñeron de rojo carmesi y Hinata sintió que le temblaron los pies.

—¡¡Hinata!! ¡¡Corre!!– Llegó hasta sus oidos el grito de su primo Neji y no dudo un segundo en hacer lo que le pidió.

Se tomó con ambas manos la falda, después de volver a guardar su daga y empezó a correr como si su vida dependiera de ello. Podía escuchar el galopar fuerte del caballo a su espalda y sintió estar viviendo su pesadilla y que en cualquier momento se despertaría. Pero estaba muy lejos a ser un sueño, una raíz que sobresalía del suelo se lo hizo saber, al tropezar y caer de una forma nada bien contra el suelo. El dolor le atravesó las rodillas, pero se levantó sin importale, escuchaba cada vez más lejos los ruidos de la pelea, pero cada vez más cerca los galopes del garañón negro que la seguía.

Escuchó el rugido de maldición cuando el encapuchado la tomó de la capa, pero ella en un rápido movimiento pudo desacerse de ella. Su pelo suelto se ondeo trás ella mientras corría y volteaba cada tanto la cabeza para poder saber cuan lejos estaba el hombre que la seguía.

—¡Niña no te haré daño!– Gritó el jinete, pero ella no se animó a minorar la carrera.

Pronto el aire se negaba a entrar por su garganta, llegó a un claro que sólo era habitado por el alto pastisal. Ya no sabía dónde estaba, pero lo único que quería era alejarse lo más que podía de ese hombre. Hinata miró por encima de su hombro y sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver al caballo casi encima de ella. Volvió la vista al frente cuando el caballo galopaba al lado de ella y su cuerpo cayó al suelo con el peso del hombre que se tiro encima de la oji perla. Ambos rodaron un poco, hasta que ella quedó apresada entre el suelo y el hombre encima de su cuerpo.

Quiso golpearlo, usar su poder contra él, pero sus ojos se abrieron de par en par al ver que no tenía efecto. El encapuchado la tomó de ambas muñecas mientras bramaba contra ella.

—¡Maldita sea!... ¡Quédate quieta!...

Hinata luchaba con las fuerzas que le habían sobrado por la intensa corrida, empezó a retorcerse bajo el cuerpo del hombre intentando zafarse. Pero él apretó más el cuerpo contra ella y Hinata se detuvo en seco al sentir un bulto a la altura de su estómago.

—¡Maldito pervertido!– Le gritó intentado soltar sus manos de nuevo.

No entendía como el hombre era inmune a sus poderes, pero algo tenía que hacer para zafarse. Las muñecas le dolían por la presión que ejercía su captor contra ella y sintió su cuerpo vibrar cuando pudo ver la sonrisa burlesca del hombre, pero sin poder apreciar nada más de su rostro. Podía sentir el duro tórax apretarse contra su cuerpo y en un rápido movimiento él logró hacerla abrir las piernas y colocarse en medio de ellas. Detuvo todo movimiento y lo quedó mirando jadeante.

— Quédate quieta..– Volvió a ordenarle él, pero en un susurro.— O lo lamentaras...

Hinata volvió a temblar cuando agarró sus dos muñecas por encima de la cabeza con una sola mano y bajo la libre de él para acariciarle el muslo por arriba del vestido.

—¡Suéltame!¡No me toques!— Le ordenó furiosa.

Por toda respuesta el encapuchado soltó una carcajada que le helo la sangre. Su cuerpo temblo cuando él acercó su rostro al de ella y en el último momento desvío sus labios a su oido.

—¿Qué harás para evitarlo?– Le pregunto en un murmuro, mientras apretaba los dedos sobre su pierna.

Hinata se quedó completamente quieta por su amenaza, estaba aterrada y aunque hubiera querido, no podía moverse. Sentía que el cuerpo no le respondería, el aire le costaba llegar a su garganta, sumado al peso extra que había sobre ella. Su rostro estaba completamente mojado de transpiración y sus piernas temblaban, pero sabía que ella no se entregaría fácilmente.

Apartó el rostro lo más que pudo cuando el encapuchado bajó más la cabeza y roso la nariz con su cuello. No supo cuanto tiempo estuvieron en esa posición, pero de un momento a otro el agarré que ejercía en sus muñecas se aflojó. Sólo fueron unos segundos pero ella los aprovechó bien, soltando una de sus manos y dándole un puño en la mejilla del hombre que estaba encima de Hinata. El cuerpo de él rodó a un costado y ella se apartó lo más que pudo. Cuando se levantó del suelo, sacó su daga y se colocó en guardía mirando hacía el hombre, que también se irguió sacándose la capucha con la capa y frotándose la mejilla con una sonrisa de lado.

Hinata abrió los ojos de par en par al por fin ver el rostro de su atacante. Cabello rubio como el oro, brilloso, abundante y punteagudo, finas cejas rubias y ojos azules electrizantes, profundos y misteriosos. Su tez era bronceada, provacada seguramente por estar mucho tiempo bajo el sol, su mandíbula era cuadrada y altiva. Por una cabeza de alto a comparación de ella, anchos hombros marcados por la camisa blanca y cintura pequeña, moldeada por el chaleco negro. Piernas largas y esbeltas, enfundadas en pantalones de cuero marrones.

Si Hinata no hubiera estado en esa situación, hubiera pensado que era muy atractivo, pero en ese momento sólo quería cortar algo de su hermoso cuerpo para poder escapar. El rubio se pasó la mano que frotaba su mejilla, por encima de los labios, sin borrar la sonrisa altanera que expresaba. Hinata, en cambio, sintió su cuerpo estremecer y los latidos de su corazón en sus orejas.

—¡A-aléjase!– Quería que su voz sonará decidida, pero fracaso patéticamente.

Contrarió a sus palabras, él se acercó un paso, pero mientras él lo hacía ella retrocedía dos más.

—¿Quieres matarme?– Le preguntó divertido.

Hinata frunció el ceño, sus manos temblaban, nunca había matado a nadie, pero sabía bien que si no se defendía todo estaría perdido.

—¡Aléjese! O... o no respondo de mis acciones.– Le advirtió, pero de nuevo en vez de preocuparse, éste sonrió mucho más.

— Juguemos, muñeca..— Le dijo burlón, mientras él se ponía a la defensiva.

A Hinata no le gustó para nada el apelativo que uso para referirse a ella, sintió un escalofrío en su espalda que le hizo temblar las rodillas. Mientras el rubio caminaba, con pasos largos y pausados, alrededor de ella, Hinata giraba para siempre tenerlo de frente.

—¡¡Jefe!!

Hinata vió de reojo que dos hombres más llegaron en caballo, uno de ellos la miraba con fría indiferencia, mientras el otro tenía un fuego en su mirada de diversión.

—¡¡No se acerquen!!– Bramó el rubio, sin borrar su sonrisa ni dejarla de mirar.— Vamos muñeca... atácame.— La desafío mientras le hacía señas con las manos para que se acercará.

Hinata entrecerró los ojos sin dejar de mirarlo, ella sabía que él le ganaría en fuerza y velocidad y por un extraño motivo, sus poderes no funcionaban con él. Intentaba pensar con rapidez algo con que poder escapar, pero ahora se le complicaba más, ya que si lograba, por algún milagro, deshacerse del rubio, debía enfrentar a los otros dos hombres, que eran igual de grandes que el que tenía al frente. Empezó a concentrar su energía en la mano que sostenía la daga y un aura azúl cubrió el filo, volviéndolo por 10 centímetros mas largo. Pudo apreciar la sorpresa en los zafiros y luego su semblante se volvió serio y calculador. Hinata sonrió al ver, que por fin, la tomaba en serio y arremetió contra él. Sus objetivos eran el torso, brazos o cuello, él la esquivaba con movimientos agiles, siempre manteniendo la distancia.

Hinata volvió a jadear después de unos minutos, no importaba cuantas veces lo intentará, el rubio esquivaba cada uno de sus estocadas y no lograba acercarse de más para poder encajarle la daga en algún lugar. Cuando ella se detuvo, con la respiración agitada por el esfuerzo y con una capa de sudor sobre su rostro, se mordió el labio al ver a él como si nada con una sonrisa nuevamente en sus finos labios. Tenía tres marcas en cada una de sus mejillas, que lo hacía asemejarse a un zorro. Pero sintió la rabia nacer en su estómago al ver que él carcajeaba por las inútiles intentos de ella. Con un grito y la daga destellando en un azúl marino, se abalanzó contra el rubio.

En un rápido movimiento él la esquivó, pero tomó la muñeca de la mano en cual sostenía el arma blanca y le hizo una llave, quitándosela. Torciendo el brazo para que quedará a su espalda y la rodeó con su brazo libre por la altura de su cintura apresando el brazo izquierdo contra su cuerpo, provocando así que la espalda de Hinata pegará contra el pecho de él.

—¿Te das por vencida, muñeca?– Le susurró al oido con la voz ronca y levemente agitada.

Hinata sintió como cada pelo de su cuerpo se ponía en punta al escucharlo y sentir el torso como piedra atrás de ella.

—J-Jamás..– contestó la oji perla apretando los dientes.

—Así me gusta...

Hinata se mordió el labio, sintiendo la impotencia crecer en su pecho, no podía ver su rostro, pero estaba segura que el rubio estaría divirtiéndose por el tono de su voz.

—¡Apresúrate jefe!– Gritó uno de los espectadores, que se habían mantenido en silencio durante la leve pelea.

La oji perla parpadeo, repentinamente recordando a los dos hombres en caballo. Forcejeó, de nuevo, para zafarse del agarré de su captor, hasta que sintió que él soltaba su muñeca. Pero un fuerte golpe en su nuca, la hizo ver borroso, las rodillas se le aflojaron inmediatamente y quedó inconsciente. Pero antes de desvanecerse por completo, le pareció escuchar la voz del rubio murmurar.

"Lo siento muñeca..."