La Señora Andley

Capítulo I

La Noticia

1931

La Señora Andley ordeno té. No era aún la hora apropiada, era un poco más de las tres, su almuerzo había sido escaso y se sentía ansiosa. Había intentado, infructuosamente, de tomar una siesta, pero el alma no le daba para tanto, los pensamientos iban y venían y así era imposible conciliar el sueño.

Cada sorbo de té exalto más su ansiedad, y no le dio la paz que esperaba encontrar.

Las mujeres del servicio lo notaron y se retiraron murmurando entre ellas. Se recostó en el canapé y miro a través de la ventana con un gesto angustiado.

¿Qué pasaría ahora? ¿Qué pasaría ahora si Albert muriera? ¿Cómo es que estaba tan lejos, tan enfermo y ella hasta ahora lo sabía? ¿Qué clase de esposa era?¿Qué clase de esposa había sido todos estos años?

La puerta se abrió intempestivamente y Elisa Legan entro atravesando el salón hasta llegar a la ventana, y mientras trataba de encontrar el punto fijo al que Andley miraba fijamente, dijo:

-No me esperaste para tomar el té… Pensé que era nuestra tradición- Se giró y la miró esperando una respuesta, pero el rostro que vio fue más contundente que una simple disculpa.

-¡Dios White! ¿Qué es lo que te pasa? ¡Estas desfigurada querida!-

White, como le decía desde hace años, no le respondió e hizo un gesto con su cabeza indicando la mesita a su lado

- ¿Qué ocurre?-

-Léelo, llegó esta mañana- respondió sin retirar la mirada de la ventana.

-Me estas preocupando… ¿Es algo malo?- Y al momento de terminar la pregunta se dio cuenta de lo absurda que había sido- Desde luego debe ser algo muy malo, en todos los años que la conozco jamás le había visto una expresión tan angustiada- pensó mientras se acercaba a la mesita.

Cuándo terminó de leer comprendió el gesto de Candice.

-¿Pero como es que no te aviso antes? …¿ Qué es lo que ocurre con Albert? … No entiendo…

- Yo tampoco entiendo-Dijo la Señora Andley reestableciéndose, se sentó rectamente y por fin mirando a su interlocutora, continúo- No lo sé… es mi culpa… debe ser mi culpa…- Y así retiro el tapón que le atascaba el alma, unas cuantas lagrimas le rodaron por la mejilla.- Todos estos años yo… yo… yo solo…- Y sin poder más volvió a su silencio y a ese punto fijo que le obnubilaba la mirada.

Elisa que la miraba indignada le dijo,

-¿Tu solo que? ¿Tu solo has sido la esposa perfecta… tal vez? Lo siento White, pero no es momento de lamentarse, ni mucho menos de culparse por razones completamente absurdas-. La desesperación estaba en cada una de sus palabras, la paciencia nunca había sido una de sus cualidades, y le enervaba ver la actitud de

Andley. En qué estaba pesando, por qué no trataba de resolver la situación de la forma adecuada. -Anda levántate, llamaré a George y el nos lo explicará todo bien y nos dirá que debemos hacer para traerlo de vuelta sin ningún riesgo. ¿Has avisado a Archie?

-No, pero George ya viene para acá, no es necesario volverle a llamar-. Dijo volviendo otra vez de las angustias de su mente.

-Dime una cosa White, ¿No pensabas avisarme? Es decir si no me percato de que pediste el té antes de tiempo jamás me hubiera enterado de nada, pensabas quedarte toda la tarde con tu tristeza sin decir palabra… eso es tan tu White!- Reprochó- ¡Siempre la pobre, siempre la victima que no quiere molestar a nadie!

-¡Ya basta!- respondió con los ojos repletos de lagrimas- Si no te dije nada es… es porque… desde que me enteré… desde que lo sé no he podido dejar de pensar en otra cosa. ¡Y no Elisa, no me siento como una victima, por que en esto sé perfectamente que soy yo quien ha faltado! Pero tu no entiendes… nadie lo entendería…

- ¡¿Ah? ! Mi querida White, si alguien puede entender esto soy yo!- Por que he sido yo quien te ha visto en esta mansión noche y día …tratando de hacer el papel de tu vida durante todos estos años… por que aunque te pese, he sido yo quien ha estado aquí … no las santurronas de tus amigas… ellas si que no lo podrían entender, y quizá ni siquiera concebir-

-Elisa… yo…-

- Si Candy, yo lo sé muy bien… tu gran culpa es haberte casado con un hombre al que no amabas, tu gran culpa es haber vivido con él los últimos quince años diciéndole que le amas, mientras que tu sabías perfectamente que ese amor lo tiene otro hace muchísimos más años…-

La Señora Andley, se derrumbo en el mismo canapé. Y el llanto la inundo por varios minutos, hasta que la puerta se volvió a abrir inesperadamente.

-Señora Andley, disculpe, es el Señor Johnson.-

-Gracias Esther, dile que siga- Dijo, mientras trataba de secarse las lagrimas del rostro copiosamente. Elisa había vuelto a la ventana y tenía una sensación de descanso, había dicho el secreto más grande que White le había confiado, sin ella misma saberlo.

De alguna forma Candy se sentía igual, después de todo si Elisa no lo hubiera dicho ella tendría que haberlo gritado tarde que temprano.

En cuanto George entró, se percato del aire ofuscado de la escena, y de inmediato intuyo, que la situación iba más allá de lo ocurrido con el Señor Albert. Así que trato de no empezar la conversación.

Elisa, que ya se había controlado comenzó,

-Bien, George, no más misterios. ¿Qué demonios ocurre con Albert? ´¿y cómo es que hasta ahora la Señora Andley se entera de todo esto?

- Discúlpeme Señorit… Señor…- La duda evidente en la voz de George, impaciento nuevamente a Elisa que chillo: -¡Señora!, creo que después de todo me merezco por fin ese titulo…¿ No es así White?- Y sin esperarlo pudo obtener el primer esbozo de sonrisa que Candy hacia en todo el día.

-Si, es cierto George- asintió, un tanto divertida.

Elisa Legan había pasado por un séquito de maridos que por decencia era mejor no numerar, pero siempre después de un divorcio, exigía que se le llamara señorita. Sin embargo habían pasado ya cinco años desde su ultimo divorcio, y no había por ahí ningún atisbo de galán posible. Por esta razón George dudó, pero la actitud de Elisa le aclaró su estatus de manera definitiva, así que continúo,

- Pues bien Señora Elisa, solo quiero decir ante usted y ante la Señora Andley, que yo solamente estaba cumpliendo ordenes, ni yo mismo estaba muy bien enterado de la situación del Señor Andley. Deberán saber que si lo hubiese sabido mucho antes, hubiera hecho lo posible por hacerlo regresar al lugar más adecuado teniendo en cuenta su situación, es decir su casa, al lado de su esposa. Pero yo me enteré de esta enfermedad hace apenas unos cuantos días, y la orden que se me dio fue la de mantener silencio.

-Esta bien George- Dijo Candy, que parecía completamente reestablecida- Sé que tu nunca harías nada en contra de Albert, pero por favor, trata de explicarme mejor esta situación.

-Bien, Señora Andley. Estando en el Magreb el Señor Albert contrajo unas extrañas fiebres que lo postraron durante unas cuantas semanas…

- Pero su viaje al Magreb fue hace más de un año- interrumpió Elisa- Lo sé, lo que ocurrió fue que aunque pudo recuperarse de las fiebres el mal perduro constante y al regresar a América y al consultar a varios médicos, le dijeron que estaba siendo atacado por un virus aún no muy definido que le carcomía las entrañas lentamente, la cura se desconocía por completo y todo lo que podían ofrecerle eran paliativos que nada solucionarían. El Señor Albert, pensando en su tranquilidad, y en consideración a su estilo de vida, Señora Andley…-comento girando hacía Candy, que una vez más con los ojos llenos de lagrimas, se perdía por los vericuetos de las cortinas, mientras George hablaba- decidió que preferiría vivir su agonía lejos de casa y solo regresar hasta sentir la muerte muy cerca-.

- ¡Qué cosa horrible! No entiendo como Albert pudo decidir algo así!- Comentó Elisa consternada.

- Yo, si me permite Señora Elisa- acotó George- , si lo entiendo. El Señor William hubiera hecho lo imposible para garantizar la tranquilidad de su esposa, tanto que ha preferido pasar esta enfermedad solo, lejos de los que ama…

-Calla! Por favor calla George. No quiero imaginar todo lo que Albert a tenido que pasar y no entiendo como no me ha permitido acompañarle… ese es mi deber como su esposa- era una vez más la Señora Andley que había estallado en llanto una vez más, sin embargo respirando hondo y tratando de tranquilizarse, retomó: -Pero ya no quiero hablar más de esto, lo que quiero saber, George, es que va a pasar ahora…¿Qué es lo que vamos a hacer para traerlo sano y salvo a casa?-

- No se altere Señora, en realidad lo que venía a decirle es que esta misma noche lo tendrá a su lado. El Señor Albert ha tomado un expreso especial que lo traerá desde el puerto directamente hasta la estación de allí yo mismo lo recogeré en el coche y acompañaré su llegada hasta Lakewood.- Terminó, no sin que se le notará que a el también le preocupaba inmensamente que iba a ocurrir con Albert en lo sucesivo. El

que llegará esa misma noche no garantizaba nada, y al igual que ha Candy le asustaba pensar en la persona que iban a ver llegar, ¿qué tan diferente podía estar? ¿de que manera le había cambiado esa extraña enfermedad?

-¿Esta misma noche?- interrumpió Elisa los pensamientos atormentados de sus dos interlocutores- Entonces debemos llamar a los médicos de la familia ¿no es así? O tu ya lo hiciste George?

-No Señor…a. Pero tengo entendido que el Señor, viene acompañado de sus propios médicos.-

-George, creo que debemos llamar a los más especializados … a los mejores- comenzó Candy con un tono exaltado, como si algo le iluminara el pensamiento- de hecho creo que deberíamos de inmediato trasladarlo al hospit…-

-¡No! No… Discúlpeme que me interponga de esta manera, Señora, pero una de las ordenes expresas que me dio el Señor, fue la de no considerar en lo absoluto la idea de un tratamiento médico más o la de llevarlo a un hospital, él afirma ya haber hecho todo lo posible para conseguir una cura, y lo único que desea es encontrar su reposo aquí en el lugar que le vio crecer- Para poder decir todo esto, George se giró, dándole la espalda a las dos mujeres, de esta forma evitaba que ellas vieran las lagrimas que descontroladamente empezaban a salir de sus ojos.

- Esta bien- asintió la Señora Andley- Esta bien… entonces los dejó, iré a hablar con Esther habrá que disponer su habitación de la mejor forma y ya van a ser las cinco, usted George, lo mejor será que vaya ya hasta la estación, no quiero que Albert tenga que pasar ningún retraso. Candy se reincorporo de inmediato, se seco las lagrimas y empezó con paso firme a atravesar el salón, hasta que Elisa la detuvo.

- ¿Y yo? ¿Yo que tengo que hacer Señora Andley? Mientras la miraba irónicamente, pues no entendía a donde mandaba White, sus verdaderas preocupaciones- Candy la ignoró y le indico con un gesto que la acompañara.

Camino a la habitación de Albert y con el gran sequito de la servidumbre a sus espaldas, Elisa trato de retomar la conversación que habían dejado pendiente en la salón del té, pero Candy fue radical y antes de que pudiera pronunciar una palabra ella le espetó,

- En este momento mi prioridad es la salud de Albert, no me importa lo que se haya dicho, yo no pienso rendirme y daré la batalla- entonces, le retiro la mirada de un tajo y siguió por el pasillo de la gran mansión. Elisa se quedo allí enmudecida por la reacción de White, no había podido hacerle ninguna acotación más, pero se convenció de que no era el momento adecuado, lo único que conseguiría ahora sería atormentarla más. Ya habría tiempo para incitarla a una confrontación consigo misma, tal cual años antes Candy lo había hecho con ella. De alguna forma si se sentía tan inclinada a procurarle reconocer sus fallos y aciertos, era por que sabía que aún no había tenido oportunidad verdadera de pagar todo lo que su querida White había hecho por ella, después de años enteros donde solo le había provocado humillaciones, y donde a conciencia plena le había asignado las mayores tristezas que en ese entonces la Señora Andley hubiese podido tener. Lo que Elisa Legan quería en concreto, era que White se deshiciera de su culpa, se quitara todos las cargas de encima y volviera a ser el espíritu libre que todos habían conocido, y del que

aparentemente ya quedaba poco.

Sin embargo reconocía que Candy tenía razón, en este momento lo más importante era la salud de Albert, y si White iba a dar la batalla, ella iba a ser su segunda en el frente.