Cuando había presentado a su amiga Taylor a Sophia Hess, Emma Barnes sabía que su amistad tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Sophia, tras oír hablar de ella solo por unos minutos, había llegado a la conclusión de que su amiga de la infancia era una presa incapaz de defenderse, solo útil para que depredadores como ella mostrasen su superioridad al humillarla y hacerle daño.

Esta opinión había cambiado rápidamente poco después de conocerla en persona, cuando, tras escuchar a Emma decir que ya no quería ser su amiga, Taylor intentó irse y tropezó con la pierna de Sophia, que estaba poniéndole la zancadilla. Ella perdió brevemente el equilibrio y, en lugar de apoyarse en la puerta de la casa de Emma, accidentalmente agarró una de las manos de Sophia para evitar caer. Apenas habían entrado en contacto cuando una nube de lo que parecía ser humo negro recorrió el brazo de su nueva amiga y entró en Taylor poco antes de que ambas se desmayasen.

Emma había estado tan sorprendida por lo que acababa de ver que no hizo nada para despertarlas, aunque afortunadamente solo estuvieron inconscientes por alrededor de un minuto. Al despertarse Sophia estaba furiosa y gritó que había notado a Taylor dentro de su cabeza, pero al intentar atacarla esta se había vuelto intangible instintivamente y Sophia casi se rompió la cabeza contra una pared al atravesarla.

Aparentemente replanteándose su opinión al descubrir que era una parahumana, Sophia le preguntó si había visto a dos enormes gusanos girando el uno alrededor del otro en el espacio exterior y dejando detrás una estela de material de la cual un fragmento chocaba contra ella. Emma no entendía el porqué de la pregunta hasta que Taylor lo confirmó, tras lo cual Sophia les había revelado que todos los parahumanos eran personas que habían visto a esas criaturas tras sufrir un evento traumático y que la razón por la que estos solo revelaban esa información a gente en la que confiaban, como familia y amigos, y las organizaciones encargadas de supervisarlos la mantenían en secreto del público era porque ambos grupos sabían que, si se hiciese pública, todos los idiotas que deseasen tener superpoderes pondrían sus propias vidas y las de otras personas en peligro intentando convertirse en parahumanos. Viendo que ella y Taylor, al menos por el momento, parecían tener los mismos poderes, Sophia le preguntó si deseaba aprender algunos trucos para usar sus nuevas habilidades más eficazmente y, como Taylor siempre había deseado ser una heroína, Emma no se sorprendió cuando ella aceptó.

Varias semanas después, Taylor, que tardaría más de un año en perdonar a Emma por su traición, continuaba teniendo una copia del poder de Sophia, lo cual confundió a las tres ya que sabían que la mayor parte de los poderes que permitían copiar las habilidades de otros parahumanos solo lo hacían de manera temporal. Aun así, no fue hasta que Sophia y Taylor se cruzaron con unos pandilleros del Imperio 88 y Taylor intentó bloquear un puñetazo del villano conocido como Hookwolf con una mano que descubrieron cuál era exactamente su poder.

Las tres sabían que su poder se clasificaba como delantero, lo que significaba que Taylor tenía que contactar físicamente con su objetivo para usarlo, y triunfador, ya que copiar poderes de otros parahumanos entraba en esa categoría, pero no esperaban que ella pudiese copiar los poderes de todo parahumano que tocaba de forma permanente, con el único limite real siendo que no podía usar los poderes de más de un «donante» al mismo tiempo.

Dándose cuenta de que su poder podía convertirla en una de las parahumanas más poderosas de Tierra Bet, Sophia empezó a invitar a Taylor a sesiones nocturnas de «Cazar al villano», consistentes en la reducción de un parahumano perteneciente a las bandas o un villano independiente por parte de Sophia, un apretón de manos por parte de Taylor y dejar al criminal amordazado en el camino de la patrulla de un miembro del Protectorado o ante la puerta de la sede del PRT de Brockton Bay.

Tras aproximadamente un año haciendo esta actividad, un miembro del Protectorado local, Miss Militia, las pilló infraganti y, percatándose del potencial del poder de Taylor y de que aún eran menores de edad, las reclutó como miembros de los Pupilos. Decir que no fue una experiencia agradable era un eufemismo, ya que ni los otros pupilos ni los miembros del Protectorado, excepto por Miss Militia y una niña llamada Vista, intentaban hacerles sentir bienvenidas, posiblemente porque no les gustaba mucho la idea de tener a alguien que copiaba poderes en el mismo edificio que ellos. El padre de Taylor no estaba feliz ni con la actitud de sus compañeros ni con el hecho de que su hija formase parte de los Pupilos, principalmente porque no apreciaba que su hija no le hubiera contado que tenía poderes durante casi dos años, aunque, al igual que Emma, Sophia y el resto de la familia Hess, pensaba apoyarla en todo lo que necesitase.

Ambas llevaban cuatro meses en los Pupilos cuando el poder de Taylor sorprendió a las tres otra vez.

—¿En serio? —preguntó Sophia Hess viendo al enjambre de insectos de distintas especies que seguía a Taylor desde antes de entrar por la puerta—. ¿Sufres un segundo evento desencadenante y, en lugar de conseguir una mejora en alguno de tus poderes, te conviertes en una controladora?

—Peor aún, he perdido mi habilidad delantera pero conservo todos los poderes que he copiado —respondió Taylor igual de incrédula—. Me pregunto si tener puestas esas esposas inhibidoras influyó.

—Puede —admitió Emma—. Muy bien, ¿se os ocurre alguna razón para que le haya pasado esto?

—Tengo una teoría basada en nuestra pelea contra Lung hace un par de meses, cuando sufrí mi segunda desencadenación —respondió Sophia—. Cuando eso pasó no solo continué pudiendo hacerme intangible a voluntad, sino que empece a ser capaz de teletransportarme a través de las sombras, un poder que yo, de acuerdo con lo que las entidades dijeron cuando entraron en simbiosis con una porción de la humanidad, podría haber desarrollado si las circunstancias que me llevaron a obtener mis poderes hubiesen sido distintas.

—Por tanto, si me hubiese sentido tan aislada como los pupilos en el PRT y esos neonazis en el instituto me hacían sentir, incluso si era por distintas razones, antes de conocernos, podría haberme convertido antes en una controladora —contestó Taylor al ver hacia dónde se dirigía la conversación.

—No es por nada, pero, para ser capaz de asimilar toda la información que los bichos te están enviando sin volverte loca, no te bastaría con ser una controladora. Estoy bastante segura de que también eres una pensadora —indicó Emma—. Ahora que lo pienso, creo que posiblemente estás en la misma categoría que Eidolon.

—A mí me parece que llegó en ese nivel hace mucho tiempo, ya que, entre todos los poderes que ha copiado y los que tiene ahora, debemos tener cubiertas las doce categorías —contestó Sophia—. Aun así, lo que más me gustaría saber es cómo diablos la juventud del Imperio 88 sabía que eras una parahumana.

—No tengo ni idea, pero tal vez tengamos que decirle a la directora que esté vigilante por si hay un soplón —respondió Taylor recordando a Thomas Calvert, un comandante de equipos de asalto del PRT con una historia personal pasada con Emily Piggot, la directora del PRT en Brockton Bay, que tenía otro trabajo como el líder criminal Coil hasta que Piggot las había enviado a encargarse permanentemente del mismo dos meses antes, aunque solo después de que Taylor le diese la mano cuando los habían presentado.

A Piggot no le gustaba que tuviese ese poder, pero lo había dejado pasar porque ser capaz de ver dos lineas temporales en las que tomabas distintas decisiones y luego actuar de acuerdo con la que más te convenía era una habilidad muy útil a la hora de realizar investigaciones discretas en otros agentes o personas que el PRT sospechaba que eran villanos. Además, su adquisición les consiguió varios nuevos miembros de los Pupilos en la forma de un equipo de delincuentes que trabajaban para él, los Undersiders, quienes ahora trabajaban discretamente con el PRT en la eliminación de las bandas.

—Cierto, esa es la explicación más probable —admitió Sophia con un encogimiento de hombros—. O, quizá, simplemente no lo sabían y decidieron que, tras obtener de alguna manera esos grilletes inhibidores, no podían permitirse no tener en cuenta la posibilidad de que tuvieses poderes cuando te encerraron en tu propia taquilla por horas mientras yo estaba haciendo un recado para Piggot.

—Esa también es una buena teoría, aunque no explica por qué no me persiguen a mí también —dijo Emma.

Ambas chicas la miraron con incredulidad por unos segundos antes de que Taylor decidiese explicárselo:

—Emma, eres blanca, tu familia es relativamente rica y tu padre es alguien que podría enviar a toda la banda a la cárcel si tuviese suficiente motivación para hacerlo. Mientras tanto, Sophia es afroamericana, mi abuela materna era judía y nuestras familias no tienen la mejor situación económica, lo que nos hace presa fácil a los ojos de esos capullos.

—Viéndolo así, tu razonamiento es lógico —admitió Emma—. Hablando precisamente de las razones de esos idiotas para atacaros... ¿Os dejo la habitación durante una hora o vais a una de vuestras respectivas casas?

—¿Qué? —preguntó Sophia con incredulidad mientras Taylor se quedaba con la boca abierta.

—¿De verdad creíais que no me iba a dar cuenta de que sois más que amigas? —cuestionó Emma—. La única razón por la que esos idiotas racistas no se han enterado aún es porque el único otro alumno en el instituto que se ha dado cuenta es mi novio, que se encarga de mantenerlos distraídos cuando estáis teniendo una... conversación privada en los terrenos escolares.

Lo que Emma no decía era que Greg Veder, antes de empezar a salir con ella, tenía un flechazo por Taylor que sabía perfectamente que jamás sería correspondido desde que la había descubierto besando a Sophia en los vestuarios. En lugar de volverse celoso y convertirse en un acosador como algunos otros harían en su situación, Greg había decidido asegurarse de que Taylor recibía la felicidad que él iba a ser incapaz de darle y, para conseguirlo, le había preguntado a Emma qué creía que podía hacer dado que era su mejor amiga y ambos habían colaborado en ello, que era la razón por la que habían comenzado su relación.

—Muy bien, supongo que tendremos que agradecérselo la próxima vez que lo veamos —contestó Taylor—. Entonces, Sofy, ¿vamos a mi casa y aprovechamos para revelarle esto a mi padre o pasamos antes por el despacho de Piggot para hablarle de mis nuevos poderes?

Si Taylor hubiese sido cualquier otra persona, Sophia le habría dado una paliza que la enviaría al hospital por llamarla de esa manera. Eso no exceptuaba a Emma, pero, como ese no era el caso, la adolescente se encogió de hombros, indicándole que haría lo que ella eligiese.