Hola!!!
Bien, nada es mio, todo es de Rowling (suertuda!)
Slash.
No digo más.
Besitos a todos.
ESTADO ANÍMICO ALTERADO
La mezcolanza de sentimientos era tan intensa que le daban ganas de vomitar. El odio, el amor, la añoranza, ¡hasta el hambre! Todos se habían juntado para hacerle la vida imposible el día previo a la luna llena. Cada mes debía pasar por lo mismo y cada vez parecía algo nuevo, descubría siempre que era más insoportable que la ocasión anterior.
Se retorcía tras los cortinajes de su cama sintiéndose atrapado por sus propios sentimientos. ¿Qué podía hacer? ¡Tenía ganas de romper, destrozar, hacer trizas algo! ¡Qué lástima que en Hogwarts no hubiera un gimnasio donde poder aporrear un saco de boxeo! Necesitaba descargar adrenalina, la maldita luna le había traído exceso de energía, una energía que tenía su origen en ese crisol de estados de ánimo que era su cuerpo. ¡Tenía que hacer algo!
Apartó con furia las mantas de su cama, pateándolas, y saltó con agilidad. Necesitaba despejarse, salir por ahí a hacer cualquier cosa, aunque fuera correr como un necio por los pasillos, ¡no podía seguir así, se estaba abrasando! Bajó casi corriendo las escaleras hasta la sala común y salió como un rayo. Andar los por pasillos solitarios solía ser tranquilizador pero nunca funcionaba en noches como estas. Remus se sentía violento y peligroso. Había estado irritable todo el día, como acostumbraba. El día siguiente sería igual que este, peor aún incluso, nunca podía aguantarle la más mínima palabra a nadie en este estado. Con la llegada de la luna todo pasaría, se dijo, volvería a sumirse en su rutinaria tranquilidad, volvería a ser el de siempre. Dejaría de tiranizar a sus amigos, de gritar a los conocidos y de iniciar peleas (¡él, que siempre las terminaba!) con los Slytherins. La rabia lo dominó al pensar en estos últimos y tuvo que detenerse y apretar los puños hasta clavar las uñas en las palmas, esperando a que se relajasen sus músculos y el acceso pasase como siempre lo hacía.
Pensó en qué podía hacer para calmarse. Casi de inmediato se presentó en su mente la imagen del cuarto de baño de prefectos. ¡Claro, podría nadar un rato! A ver si se refrescaban sus ansias de acción. Caminó hacia allí con rapidez, deseando no encontrarse con Filch o antes de saber lo que hacía despatarraría al hombre en el suelo de un puñetazo. Llegó a la puerta del cuarto de baño y pronunció la clave con impaciencia. Antes incluso de que la puerta se cerrase a sus espaldas ya se estaba despojando de su pijama. Quedándose en boxers se acercó a la gran bañera para abrir los grifos del agua y dio vueltas en torno como un animal enjaulado esperando a que se llenase. Se tiró al agua inmediatamente, sin esperar a sacarse la prenda que aún lo cubría y dio unas enérgicas brazadas de lado a lado de la pequeña piscina. Se sintió furiosamente decepcionado. A pesar de que el agua estaba helada no podía calmarse, no podía refrescarse, ¡no podía bajar ese ardor!
Su desarrollado olfato captó un olor distinto de todos los jabones que había puesto en el baño.
- Sirius, ¿que diablos haces aquí? – demandó saber con los dientes apretados. La rabia lo comía. Se volvió hacia su amigo para mirarlo con severidad y Sirius, en contra de todo lo imaginado, retrocedió un paso.
El animago era consciente del estado en el que se encontraba su amigo, ¡cómo no serlo! Casi se podía ver la furia que desprendía como una aureola roja cubriéndolo. Toda la escuela se alejaba del tranquilo Remus Lupin cuando estaba en estas condiciones. Sirius, al oirle rebullir en la cama, se había preocupado. Lupin actuaba temerariamente en los días como hoy y él se preocupaba por su amigo, no quería que se metiese en problemas por no ser capaz de pensar. Cuando el licántropo salió a toda velocidad en dirección desconocida Sirius decició seguirle. Transformándose en perro le había seguido el rastro hasta llegar al baño de prefectos.
Ahora se arrepentía. La mirada que veía en los ojos ambarinos lograba intranquilizarlo (Sirius nunca se confesaría estar asustado, por nada del mundo) Temía que el muchacho fuese a lanzarse contra él en cualquier momento.
- Vine a ver cómo te encontrabas – dijo dudosamente. No creía que Remus fuese a aceptar esas palabras, y estubo en lo correcto. El licántropo le fulminó con la mirada.
- ¡¿Cómo coño quieres que esté?! – gritó dándole un puñetazo al agua - Qué, has venido a reírte de mí, ¿verdad? – preguntó con ira. Sirius retrocedió otro paso. Nunca había visto así de "enojado" a su amigo. Tal vez lo mejor sería dejarle solo para que lidiara consigo mismo sin ayuda.
- No, de eso nada Remus. Yo me vuelvo a la cama, ¿vale? No te molesto más.
Se dio la vuelta para dirigirse a la salida rezando por poder llegar a ella ileso, pero todas sus oraciones se vinieron abajo cuando oyó que su amigo salía del agua con rapidez. No se lo pensó mucho y echó a correr por los pasillos como un demente, rogando que Remus se quedase en el baño hasta la noche siguiente y maldiciendo a su estupidez por haberle seguido hasta allí. Al escuchar el rumor sordo de pies apresurados a sus espaldas aceleró su carrera, haciéndola desesperada, intentando poner suficiente distancia entre ellos para perder al licántropo. Sin embargo, y precisamente por serlo, nunca podría perder a Remus, que con sus aguzados sentidos en pleno apogeo lo rastrearía se escondiese donde se escondiese.
Sirius tenía su varita, claro, pero no tenía intención alguna de usarla contra su amigo. Él no tenía la culpa del estado de alteración en que se encontraba. El tanquilo Remus no era capaz de controlarse en días como aquel y se pasaba el resto del mes lamentando los resultados de la influencia de la luna.
Sirius se encontró frente a unas escaleras y se preguntó si sería mejor subir al piso de arriba o bajar al de abajo. Subiendo Remus le alcanzaría enseguida, bajando... bien, siempre podía tirarse. Saltó los escalones de tres en tres oyendo los improperios de su amigo a sus espaldas. Cuando estaba llegando al final de la escalera Remus dio un salto y lo tiró al suelo desde atrás. Calleron rodando los tres o cuatro escalones que quedaban.
Sirius maldijo en silencio y trató de ponerse en pie, sin tiempo para hacer recuento de daños. La mano de Remus rodeó su tobillo como una tenaza, clavándole las uñas y tirando de él. El animago solo se giró un momento a ver al licántropo y se asustó de verdad. Estaba fuera de sí, le brillaban los ojos con ira y mostraba los dientes en un silencioso gruñido, las uñas arañando la piel de su tobillo y tirando de él con todas sus fuerzas. Sirius se agarró del pasamanos de la escalera intentando sacudirse al chico lo más gentilmente posible, pero lo único que logró fue que el otro se enfureciera más y tratara de incorporarse con rapidez. Desistiendo de ser amable Sirius le pateó la cara y salió corriendo en cuanto fue liberado para meterse en el aula más próxima. Con un grito de furia Remus se puso en pie y fue tras él abalanzándose sobre la puerta que se cerró en sus narices.
BUM
- ¡Maldito bastardo! – gritó con cólera golpeando la madera - ¡Abre la puta puerta!
BUM
BUM
Sirius, al otro lado de la puerta, sentía las piernas como gelatina. Podía imaginarse perfectamente a su amigo aporreando al otro lado para tratar de llegar hasta él y hacerle trizas.
BUM
A cada golpe la puerta crujía, aunque lejos de ceder a la violencia, con Sirius apoyado contra la madera. Remus aún se lanzó sobre ella dos veces antes de desistir con un gruñido y encaminarse pasillo abajo con pasos apresurados, chorreando agua aún de la piscina. Sirius se relajó un poco.
Desde luego, era la última vez que hacía el imbécil de esa manera. Lo sentía mucho por Moony pero no pensaba rondarle cerca nunca más antes de la luna llena.
Se pasó una mano por los ojos y respiró hondo. Pegando el oído a la puerta intentó espiar los movimientos de su tranquilo compañero de cuarto, pero no oía nada. Pobre del que se había cruzado en su camino, pero era una suerte para Sirius, que podría salir para refugiarse en su dormitorio. Abrió la puerta una rendija para espiar el pasillo, que lucía desierto. Armándose de valor (por algo era un Gryffindor) tensó todos sus músculos preparándose para la carrera y abrió la puerta.
¡BUM!
Antes de terminar de abrirla una mano sobre su hombro se había apoyado con todo su peso cerrándola de un golpe. Sirius tragó saliva.
- ¿Dónde ibas, compañero? – preguntó a sus espaldas la voz engañosamente suave del lupino con el deje cavernoso típico de los días previos a la luna llena. El animago cerró los ojos súbitamente mareado. Atrapado. Estaba atrapado. El aliento agitado de Moony le rozaba la nuca haciendo que su vello se pusiera de punta. Se atrevió a girar un poco la cabeza y vio, justo a su derecha, una puerta abierta. Claro, Remus había buscado otra entrada para acorralar a su presa. Se preguntó si sería prudente encararlo. Puede que la parte más humana de su amigo detuviera a la parte animal cuando lo mirase a los ojos. O puede que el lobo que había en él lo tomase como un desafío y le abriese la tráquea de un mordisco. Mejor quedarse quieto. Esa respiración agitada delataba la furia de su captor.
Temblando contra la puerta, Sirius se preparó para todo lo que pudiera ocurrir en esa habitación. Se preguntó si sería capaz de llegar hasta su varita, enganchada en el bolsillo trasero de sus pantalones, sin que el lupino a sus espaldas se diera cuenta. ¿Equivaldría a un suicidio?
Antes de que pudiera hacer siquiera el intento, sucedió. Sirius habría esperado cualquier cosa, cualquiera, menos la que ocurrió.
Sintió el cuerpo de Moony apoyarse contra él, cuan largo era, aplastándolo contra la puerta. Una de sus manos viajó por su pelo negro, enredándose en él y tirando hacia atrás su cabeza de un brusco movimiento. Sintió el aliento de Remus en su cuello y una especie de sonido, mitad gruñido mitad jadeo salir de sus labios antes de que le mordiera el hombro, como con hambre, pero sin hacerle daño alguno. Su mano derecha, que había estado apoyada sobre la puerta, fue mas directa y bajó por su abdomen hasta su entrepierna.
Sirius, totalmente desconcertado, no pudo evitar gemir ante el contacto. Tampoco pudo dejar de notar, de paso, el cuerpo elástico presionado contra su espalda y la firme erección apoyada contra sus nalgas. "¿Qué está pasando?" se preguntó asustado, pero cuando Remus empezó a frotarse contra él y a masajear su miembro le quedó bastante claro.
Cada luna llena era peor para su amigo porque ya no era un cachorrito. Y estaba en celo. Puede que Sirius se hubiera asustado por este descubrimiento (y ser al parecer el objeto de deseo) de no estar siendo salvajemente estimulado. La hábil mano de Remus y los jadeos en su oído se habían aliado para hacer que al animago le excitase la situación. Nunca, ni en sus más locas fantasías, se había imaginado haciéndolo con su amigo, pero ahora parecía algo completamente natural. Y perversamente excitante.
"Por Dios, Sirius, ¡es uno de tus mejores amigos!" se reprochó mentalmente. Pero se sentía tan bien... Y tenía que reconocer que Lupin no estaba nada mal, tenía un cuerpazo y era con diferencia el más guapo de los merodeadores. "Menuda suerte he tenido, ¡imagina si me llega a pasar con Peter!" pensó con ironía, recordando fugazmente a su bajito y rechoncho compañero de cuarto. Claro que su imagen fue rapidamente sustituida por todo tipo de escenas eróticas que tenían como protagonista a cierto licántropo. "Soy un pervertido" gimió el animago interiormente, para proceder a hacerlo en voz alta al sentir la lengua caliente de su amigo deslizarse a lo largo de su cuello a la vez que sus pantalones eran abiertos de un tirón.
Girando la cabeza sobre su hombro buscó la boca de Remus y la devoró con pasión, el licántropo mordiéndole los labios con poca delicadeza, hundiendo su lengua exigente para reclamarlo entero, apretándose más contra él mientras aumentaba la fricción de sus cuerpos. Sirius gimió en la boca de su compañero y logró soltarse lo suficiente para darse la vuelta y quedar frente a frente con él. Remus se separó de sus labios, jadeando y lo miró con lujuria reflejada en sus ojos ambarinos.
Sirius se estremeció al verle relamense como si pensase devorarlo, sintiendo el aliento cálido sobre su boca, su cuerpo tan cerca una vez más que sus erecciones se rozaban dolorosamente. Las manos de Remus estaban en sus costados, arañándolo ligeramente por debajo de camisa del pijama. En su prisa por seguir a su amigo el animago únicamente se había puesto los pantalones encima de los del pijama olvidando su bata, su capa y el resto de su ropa. Pero no tenía frio alguno, ni podía tenerlo con Remus sobre él a pesar de que éste estaba aún empapado por el baño que había tomado. Y al fijarse un poco más en su amigo pudo comprobar su delicioso cuerpo atlético solo cubierto por los boxer húmedos que se pegaban a su cuerpo revelando sin pudor alguno las grandes "cualidades" del merodeador.
Subió la mirada hasta los ojos del lupino y vio la mirada de deseo impresa en sus pupilas. Y como Remus se pasaba la lengua por los labios una vez más (¡esos labios increíbles!) con una especie de gruñido hambriento y se lanzó de nuevo a la conquista de su boca, enredándose en su lengua como si fuera lo último que le quedaba por hacer.
"Pero mira que besa bien" pensó Sirius sorprendido por la urgencia del húmedo beso. Le empezaron a temblar las piernas por la oleada de sensaciones. Era más de lo que podía resistir. Estaba mucho más excitado de lo que podía recordar haberlo estado nunca y la mano de Remus estaba ya librándose del molesto pantalón del animago encontrándose con la resistencia del pantalón de pijama que llevaba debajo. Lejos de amilanarse, Lupín dio un rudo apretón a su miembro que hizo que Sirius jadease contra su boca y tuviera que apoyarse contra él para no caer al suelo perdido en nubes de placer. Sus manos se apoyaron en el pecho del licántropo, que no izo ademán de protesta. "Me está permitido tocarle" pensó Sirius con algo parecido a la ilusión. Luego se ruborizó completamente al pensar en las posibilidades.
Nunca había estado con un chico. Tampoco se habría imaginado con uno, a decir verdad. No estaba muy seguro de lo que podía o debía hacer en esta situación. Sin embargo Sirius sabía qué era lo que a él le gustaba que le hicieran, así que sus tímidas manos avanzaron titubeantes por el pecho desnudo de uno de sus mejores amigos. Enrojeció aún más por ese simple contacto, a pesar de que Remus había tomado en sus manos su palpitante miembro y parecía intentar decidir qué hacer con él, para Sirius tocar los abdominales húmedos del merodeador resultaba además de excitante altamente perturbador. Se adelantó dubitativo hacia los bóxers mojados de Lupin. Con las puntas de los dedos tiró de ellos hasta que cayeron por su propio peso y solo encontes tomó el animago conciencia de que sus dos pares de pantalones estaban enredados en sus tobillos.
El beso del licántropo se labía desplazado desde sus labios hasta la base del cuello, donde Remus jugueteaba con su lengua en el hueco de su clavícula. Sirius jadeó, y lo hizo aún más fuerte cuando la manos de Remus se activó como por voluntad propia y recorrió toda la longitud de su miembro con una lentitud torturadora. "Oohhhh, Remus nació para esto" pensó inconexamente "sabe exactamente donde tiene que tocarme, oooohhhhh"
Sus propias manos encontraron la muestra de la excitación del licántropo y la recorrió de arriba abajo con los dedos, como intentando reconocer qué era lo que tenía sujeto. Este simple contacto pareció afectar a su amigo, que gimió como si estubiera herido y mordió su hombro mientras se pegaba más a él. Sirius rezó porque sus mordiscos siguieran siendo leves. Tenía muy en cuenta que la mordedura del licántropo convierte en lupino al que la recibe, aunque en esos momento no encontró razón válida para no compartir en destino de Remus. "Nos aparearíamos a la luz de la luna" pensó excitadísimo, casi sin darse cuenta.
Había aumentado el ritmo de sus fricciones y Remus gemía incontroladamente, al igual que él mismo que tenía que morderse el labio para contenerse de gritar como un poseso bajo las caricias de su compañero de cuarto.
El licántropo, sin previo aviso, se separó de él dejándolo confundido y lo miró con relucientes ojos color ámbar. De un tirón el animago se encontró de bruces sobre uno de los pupitres del cuarto boca abajo. Monny, detrás de él, no pronunció palabra alguna y Sirius no osó moverse preguntándose que habría ocurrido para ese cambio de actitud. Dejó de hacerlo al darse cuenta de que su amigo se encontraba detrás de él y se olvidó totalmente de la pregunta cuando sintió sus dedos tantear entre sus nalgas.
"Oh, Dios" pensó temblando, no sabía si de miedo o excitación por lo que ocurriría a continuación. Sintió el aliento de Remus una vez más sobre su nuca, y esa respiración como de animal herido rozándole los oídos. Pensó que debía prepararse para lo que fuera, sintiendo su miembro dolorosamente erecto presionado contra el borde del pupitre. Sin previo aviso, cogiéndolo totalmente desprevenido, el licántropo le separó las piernas de un movimiento y se ensartó en él con violencia.
Sirius gritó dolorido por la invasión, arañando la mesa mientras unas lágrimas silenciosas escapaban de su control. Intentó acostumbrarse a esa sensación de repletez, pero antes de que pudiera hacerlo Remus se retiró y entró de nuevo con un gemido que Sirius compartió. Con una mano en su espalda y la otra arañando molestamente una de sus caderas Lupin volvió a repetir el movimiento con menor dificultad. Sirius ya no sintió tanto dolor, este se difuminaba un poco para dar paso a una sensación más placentera.
Podía oir la respiración agitada de su Moony y sentirla sobre la espalda y también los temblores de excitación que recorrían el cuerpo de su amigo. Sirius gimió de nuevo con la nueva envestida y en unas pocas más ya estaba gritando el nombre de Remus sin importarle quien lo escuchara. El movimiento contínuo del merodeador, esa impresión de sentirlo cada vez más profundamente, el placer que le recorría las entrañas al sentirle en su interior... fuera de eso nada más importaba. Solo que Remus le estaba poseyendo como nunca había hecho nadie y jamás nadie volvería a repetir. Con su miembro presionado contra la mesa cada empuje del licántropo hacia que se rozase contra la madera de una manera dolorosamente placentera. En pocos segundos el ritmo había ido acelerando de manera enloquecedora y Sirius con un grito eyaculó arañando las uñas en el pupitre, teniendo el orgasmo mejor y más intenso que había sentido nunca y sintiendo a su amigo empujar un par de veces más con violencia antes de estallar él mismo en su interior. El animago se desplomó sobre la mesa totalmente exhausto sintiendo como Remus salía de él con cuidado. Esperó durante un minuto entero que su amigo se acercase para abrazarle, besarle o cualquier cursilería, pero nada de eso sucedió. Sirius se incorporó haciendo caso omiso del dolor pulsante de su interior buscando al licántropo con la mirada casi convencido de que una vez saciados sus instintos había salido de allí con rumbo desconocido. Sin embargo un apagado sollozo atrajo su atenció y se volvió hacia una de las esquinas del cuarto.
Allí, desnudo, acurrucado en el suelo con la cabeza entre las rodillas estaba el feroz licántropo que le había hecho suyo. Sirius se subió sus dos pares de pantalones un poco ruborizado antes de atreverse a acercarse a él. Se arrodilló a su lado un poco indeciso. No sabía si el lupino reaccionaría con violencia a un acercamiento. Sin embargo, al verlo más de cerca pudo comprobar que Remus se estremecía presa de silenciosos sollozos.
- ¿Moony? – preguntó con suavidad. El otro no le miró, se limitó a encogerse más sobre sí mismo. – ¿Monny, qué te pasa? – preguntó Sirius desconcertado. Le acarició el pelo húmedo con una mano haciendo que el otro se estremeciera.
- ¿Como que qué pasa? – preguntó con la voz ahogada tanto por las lágrimas como por estar escondiendo la cabeza - ¿Tú sabes lo que te he hecho? – preguntó dolido.
- Claro, yo estaba allí – contestó Sirius con una gran, gran sonrisa que Remus captó a través de sus palabras. Levantó la cabeza para mirarle con una mezcla de arrepentimiento y curiosidad.
- ¡¿Te gustó?! – acusó más que preguntó al ver la expresión de su amigo.
- Del todo – corroboró el animago sin poder borrar la satisfación de su rostro – De hecho, de saber que iba a ser así te hubiera seguido años atrás – dijo con una risita, un poco avergonzado de confesarle estas cosas a su mejor amigo.
Lupin se ruborizó ante ese comentario y bajó la mirada mientras se limpiaba las lágrimas.
- Esto no tenía que haber pasado – murmuró apesadumbrado – No podía controlarlo, el lobo tiraba de mí – dijo con angustia. Levantó la mirada sorprendido al oir la risita de Sirius.
- Oh, ¿así lo llamas? Yo al mío lo llamo "cachorrito" o "Señor Black" – dijo con una mirada pícara. Remus le miró con incredulidad.
- ¿"Señor Black"?
- Claro, le debo un respeto, toma las decisiones por mí – comentó el animago señalando sus pantalones. Lupin al entender se ruborizó aún más y se rió un poco con su amigo.
- ¿No estás molesto? – preguntó avergonzado. Asaltar sexualmente a uno de sus mejores amigos no era algo de lo que estar orgulloso precisamente.
- Bueno, molesta un poco – dijo el otro muy serio -, pero supongo que con la práctica... aunque no podré sentarme en un par de días – dijo con una expresión dolorida.
- ¡Sirius!
- ¿Qué? Bueno, pues si no me crees la próxima vez cambiamos papeles.
- ¿Cam... cambiar pa... papeles? – tartamudeó el licántropo entre confundido, halagado y completamente avergonzado. - ¿Próxima vez?
Sirius lo miró detenidamente un momento. Allí estaba Moony, el Moony de siempre, tranquilo, reservado y sin rastro de influencia de la luna, con lágrimas en el rostro y una expresión inquieta. Ese era su Moony, el de diario, pero también era el lobo que le había hecho tener el orgasmo más increíble de su vida. De repente Sirius se preguntó cómo sería en la cama en otro día cualquiera. Decidió que tenía que comprobarlo. Con los dedos le limpió el rastro de llanto a su amigo y después de acercó hasta sus labios para besarlo con ternura.
Remus al principio se sorprendió por el beso, por el contacto suave de la lengua de Sirius Black en su boca y por los brazos que le envolvían dándole calor y consuelo pero después lo correspondió con todos sus sentidos en ello. Después de unos segundos de ligera batalla entre sus lenguas se separaron respirando agitadamente y Lupin miró a su amigo estupefacto.
- Vamos, Moony, será mejor que nos bañemos antes de ir a dormir – dijo con ligereza el animago, y tiró de su amigo para ponerlo en pie y empezar a recoger sus cosas. Ninguno de los dos dijo nada en el camino hacia el baño de los prefectos, donde se limpiaron el uno al otro con ternura y se besaron casi con timidez.
De vuelta en la torre de Gryffindor Sirius miraba insomne el techo de la habitación repasando en su mente una y otra vez lo que había sucedido esa noche y reprimiendo las ganas de acudir a la cama de su amigo para verlo dormir.
Y Remus, acurrucado en un rincón de su camita, se sumía en un profundo sueño olvidada ya la agitación que lo había mantenido despierto anteriormente, soñando algo al parecer placentero que le hacía curvar los labios en una sonrisa y de vez en cuando suspirar contra su almohada una sola palaba:
- Sirius....
