Taylor Hebert era mejor que ella.

Ese era un hecho que a Sophia Hess le había costado mucho admitir, pero que, con el tiempo, llegó a aceptar sin sentirse avergonzada por ello.

Cuando Emma Barnes le presentó a Taylor, la primera impresión que Sophia había tenido de la otra adolescente era que esta era débil y que Emma, que había sido su amiga de la infancia, era la más fuerte de las dos al intentar cortar lazos con ella. A pesar de ello, tras ser compañera de clase de ambas por más de un año, Sophia se había preguntado si no las habría juzgado mal porque Taylor, a pesar de nunca responder violentamente al acoso que la hacían sufrir, jamás mostraba señales de rendirse cuando intentaba conseguir algo y, al menos una vez, incluso le había escupido en la cara como desafío después de recibir una paliza por su parte, mientras que Emma no solo no sabía cómo reaccionar las pocas veces que Taylor le plantaba cara sino que, cuando se encontraba en una situación peligrosa, se quedaba paralizada.

Sophia ya se estaba planteando hablar con Taylor al respecto para ver si tenía más potencial como depredador que Emma cuando, dos semanas después de la última broma que Sophia, Emma y otra chica llamada Madison le habían hecho, esta se le adelantó.

Esa noche se encontraba patrullando un barrio cercano a su casa después de que un vecino denunciase la presencia de miembros del Imperio 88, los neonazis locales, cuando encontró los cadáveres de dos adultos y una niña pequeña en un callejón. Estaba a punto de reportarlos a su jefa cuando se fijó en que la niña, que no podía tener más de cuatro o cinco años, llevaba puesto un abrigo que reconoció casi de inmediato como el que había regalado a su hermana pequeña en su último cumpleaños y que llevaba puesto esa misma mañana.

Rezando para que no fuesen quienes pensaba que eran, Sophia se acercó con cautela a los cuerpos, que claramente habían tenido sus gargantas rebanadas, y se quedó paralizada al ver que la mujer era su madre, el hombre su hermano mayor y la niña su hermanita, las únicas tres personas por las que realmente se preocupaba en el mundo.

Sacándose la máscara y arrodillándose ante ellos, Sophia procedió a abrazar a los cadáveres y ponerse a llorar desconsoladamente por primera vez en años al darse cuenta de que les había fallado. Incluso si su madre no aprobaba muchas de sus acciones pasadas, todo lo que había hecho desde que había obtenido sus poderes, excepto quizá acosar a Taylor y a otras personas que ella consideraba demasiado débiles para ser dignas de existir, había sido para protegerles y asegurar que su hermanita crecía sin tener que preocuparse por las bandas, algo que ahora nunca podría pasar.

Estaba tan distraída por su tristeza y sus intentos fútiles de creerse sus propias mentiras que no se había dado cuenta de la presencia de otra persona en el callejón hasta que fue electrocutada y cayó inconsciente. Unos minutos después se había despertado en un almacén abandonado cuando Taylor vació un balde de agua fría sobre su cabeza, haciendo que estuviese de mal humor y le preguntará a gritos qué creía que estaba haciendo antes de descubrir que no solo que estaba atada a una silla, sino que Taylor había dejado caer el cubo y la estaba apuntando con una una pistola táser. Dándose cuenta de que su víctima habitual claramente sabía cómo funcionaba su poder y que, si su falta de temblor y la determinación en sus ojos eran genuinos, estaba dispuesta a matarla, Sophia no tardó en solicitar que, si deseaba vengarse, no tardara mucho porque su único deseo era estar junto a sus seres queridos otra vez.

Taylor le respondió diciendo que no veía por qué le importaban tanto sus muertes, ya que en el instituto usaba toda oportunidad a su disposición para burlarse de la muerte de su madre, y sugiriendo que, si realmente deseaba tanto volver a verlos, se matase a sí misma. Sophia estaba a punto de hacerse intangible para atacarla y hacer que la electrocutase otra vez cuando se paró en seco al darse cuenta de que la ropa de la otra adolescente tenía algunas salpicaduras de sangre. Furiosa al darse cuenta de lo que parecían implicar, Sophia le reprochó que atacase a su familia en lugar de a la responsable de su sufrimiento, afirmando que ellos eran completamente inocentes y que, si alguien merecía morir por lo que le habían hecho, era ella.

Para su sorpresa, Taylor había sonreído antes de guardar la táser en un bolsillo del pantalón y asegurarle de que su familia aún estaba viva y que solo intentaba comprobar si realmente era capaz de preocuparse por otras personas o solo estaba pretendiendo hacerlo con su familia. Sus palabras confundieron a Sophia, que había visto suficientes cadáveres como para saber que los de su madre y hermanos eran genuinos, por lo que Taylor decidió hacerle una demostración de su poder. Este era una combinación de transformista y pensadora que la permitía saber instintivamente los miedos más profundos de otras personas y transformarse en los mismos, lo que mostró al convertirse, ropa y todo, en los cadáveres de su familia, aunque estos ahora eran zombis que la acusaban de haberlos matado, antes de transformarse en Steven, el exnovio de su madre y responsable de su evento desencadenante. Tras transformarse otra vez en la adolescente que conocía desde hacia algo más de un año, aunque con la ropa completamente limpia, Taylor confesó que tenía pensado usar sus poderes para aterrorizarla hasta la locura antes de cambiar de opinión al ver que, muy en el fondo, parecía tener aún potencial para convertirse en una buena persona.

La conversación que tuvieron entonces, principalmente porque Sophia temía que, si intentaba usar sus poderes para liberarse, Taylor desenfundaría la táser y la electrocutaría de inmediato, había sido muy esclarecedora. Taylor, cuyo poder aparentemente le había concedido un doctorado en Psicología, deconstruyó completamente su personalidad y motivaciones durante la siguiente hora, deduciendo, entre otras cosas, que parte de la razón por la que Sophia la acosaba era porque envidiaba que Taylor tuviese un padre que realmente se preocupaba de ella mientras ella tenía que contentarse con un padrastro que había abusado de ella y del que, incluso después de que su madre se divorciase de él, se veía incapaz de escapar, y que, si Sophia perdiera sus poderes por cualquier razón, no sabría qué hacer consigo misma porque eran su mayor fuente de autoestima y no podía imaginar una vida sin ellos.

A Sophia le gustaría haberlo negado, pero Taylor había dado en el clavo en todo y le había hecho replantearse todas sus acciones pasadas. Sin embargo, eso no le había quitado las ganas de matarla por haberle hecho creer que se había convertido en una huérfana, algo de lo que Taylor era consciente y que decidió contrarrestar por mostrarle otra de sus capacidades.

Sophia nunca lo admitiría si se lo preguntasen, pero, cuando Taylor abrió su boca más que cualquier persona normal debería ser capaz y le mostró una garganta completamente llena de cientos de dientes en cuyo fondo se veían tres pequeñas luces naranjas y se escuchaban los gritos de miles de personas siendo torturadas, Sophia se había asustado. Desgraciadamente, eso solo había sido el principio porque ella vio en esas luces las consecuencias de cada decisión que pudo haber tomado desde que obtuvo su poder, muchas de las cuales incluían su muerte, enloquecimiento, encarcelamiento o pérdida de poderes en algún momento de los siguientes tres años. Unas pocas, sin embargo, mostraban a una persona totalmente diferente, alguien con una conciencia y amigos que la apoyaban.

La revelación de que nunca necesitó convertirse en la clase de persona que era ahora y de que, si seguía por ese camino, solo conseguiría que ella y su familia sufriesen era bienvenida. Ver otra vez las decisiones que había tomado o podría haber tomado también lo era, ya que le permitía descubrir dónde había fallado y cómo podía empezar a mejorar, comenzando por su relación con Taylor porque se daba cuenta de que, a pesar de todo lo que le había hecho, ella realmente estaba intentando ayudarla a su manera.

Sophia se sorprendió al descubrir que toda la experiencia solo había durado un segundo, dado que una exposición mayor podría dejarla catatónica permanentemente de acuerdo con Taylor. La otra chica había revelado entonces que, tras ser testigo del cambio radical que su personalidad había sufrido tras conseguir sus poderes, sospechaba que su pasajero, la pieza de Eden y Zion concedida a muchos humanos como una forma de simbiosis y la fuente de sus poderes, era la razón por la que apenas podía empatizar con otras personas y estaba enfadada la mayor parte del tiempo. En consecuencia, le aconsejó hablar con la su jefa, la directora del PRT Emily Piggot, al respecto para ver si podían confirmar su teoría y, si era posible, lidiar con el problema para permitirla pensar por una vez sin desear morder a la persona que tenía delante.

Cuando a la mañana siguiente le había explicado a Piggot la situación, su respuesta inicial fue ordenar que la pusiesen en aislamiento porque su intento genuino de ser amable la convenció de que o un controlador la estaba dirigiendo a distancia o era una ilusionista o transformista pretendiendo ser Shadow Stalker. Tras múltiples pruebas descubrieron que eso no era lo que estaba pasando, pero el único método que tenían para saber si su fragmento estaba afectando realmente a su forma de pensar era que una de las entidades lo confirmase y estas iban a tardar en poder ser contactadas porque sus avatares se encontraban ocupados investigando la aparición de un endbringer en otra tierra.

Mientras esperaban a que volviesen, Sophia empezó a mejorar la relación que tenía con su familia y sus compañeros de equipo, que no era precisamente la mejor. También, tras conseguir su permiso para hacerlo, les presentó a Taylor a la directora y a sus compañeros como posible nuevo miembro de los Pupilos, aunque les costó mucho a ambas convencerlos de que Taylor era una buena persona a pesar de su poder, sobre todo a Piggot porque Taylor se transformó en una copia del supervillano Nilbog, poderes incluidos, en su presencia. Aun así, tras recibir un informe completo sobre sus capacidades, Piggot decidió darle una oportunidad porque sus poderes podían llegar a ser muy útiles en determinadas situaciones y el PRT necesitaba la ayuda de todo parahumano dispuesto a trabajar con ellos.

Unos días después las entidades volvieron a Bet y el avatar de una de ellas, Zion, recibió el mensaje de Piggot. Tras examinar por un momento a Sophia, el extraterrestre confirmó que su pasajero era parcialmente responsable de su personalidad actual y ajustó su conexión con el mismo para que no influyese tanto en su forma de pensar. Taylor, que se encontraba presente, decidió entonces acercarse a ella para felicitarla y inesperadamente se transformó en un humanoide cubierto con una armadura que lo hacía parecer un insecto y rodeado por un enjambre de bichos de distintas especies, docenas de portales dimensionales y muchos parahumanos a los que claramente estaba controlando.

Lo más interesante del incidente, para Sophia al menos, era que Zion parecía aterrorizado de esa criatura, fuese lo que fuera, y solo se tranquilizó cuando Taylor se forzó a sí misma a recuperar su aspecto habitual. No solo eso, sino que reconoció a la figura como una posible versión futura de Taylor que había visto en varias líneas temporales que esta le había mostrado, ya que diferentes decisiones por su parte y la de Emma habían ocasionado distintos eventos desencadenantes que le concedían diferentes poderes a Taylor, aunque convertirse en una controladora de insectos parecía ser un resultado común de la broma que le habían hecho a principios de año en la mayor parte de las mismas.

Su relación con Taylor no era la única cosa que cambió. Las clases en el instituto también lo habían hecho, ya que Sophia les dejó claro a Emma y a Madison, así como a un grupo de chicos y chicas que las seguían a todos lados, que Taylor ya no era una víctima a la que acosar, sino otra estudiante. Algunos no escucharon sus advertencias, como Emma, pero Taylor apenas necesitaba ayuda para convencerlos de dejarla en paz o de que les convenía más ser sus amigos, como había hecho con Madison y Emma una vez que ella y Sophia ayudaron a esta última a superar el incidente que la había convencido de que abandonar a su mejor amiga sin darle explicaciones era una buena idea.

Conseguir que Emma y Taylor volviesen a ser amigas fue, comparativamente, mucho más fácil de lograr que convencer al público de que Taylor, alias Boogeyman, no era un nuevo miembro del Matadero 9 o una villana a pesar de todas sus contribuciones a la hora de, entre otras cosas, derrotar a las bandas locales, aniquilar a la organización terrorista conocida como el Matadero 9 y recuperar la ciudad de Ellisburg del supervillano que llevaba diez años controlándola. Incluso tras graduarse de los Pupilos tres años después y convertirse en parte del Protectorado, la actitud de la mayor parte de los civiles no había cambiado de parecer, pero para entonces las dos ya habían dejado de preocuparse por lo que otras personas pensaban de ellas debido a sus poderes o a la clase de relación que tenían entre sí.

Parecía irónico que las dos, después del infierno que Sophia le había hecho pasar a Taylor durante su juventud, se convirtiesen en pareja, pero no lo era porque, en el fondo, no eran tan distintas. Después de todo, ambas tenían poderes que las hacían terroríficas y habían estado enfadadas con el mundo cuando eran más jóvenes, por no hablar de que Sophia francamente consideraba que le debía la vida a Taylor por haberla impedido seguir un camino que la terminaría destruyendo. El sentimiento era recíproco por parte de Taylor, ya que ambas sabían que ella podría haberse convertido en un monstruo si no hubiese descubierto que el peor ejemplo de ser humano que conocía personalmente por aquel entonces era capaz de preocuparse genuinamente por otras personas, algo por lo que ambas estaban muy agradecidas.