Quiero aclarar que esta historia no es de mi autoría, sino de una autora llamada: Alexandra Lucia V, la cual público esta historia y desde el año pasado dejó de actualizar y aún más, eliminó la historia, por lo que solo puede encontrarse por la aplicación de fanfiction.

Muchos, incluyéndome esperábamos la actualización que nunca llegó y ahora que tengo un tiempo libre la he rescatado con el fin de continuarla, por supuesto, si la autora regresa y me pide eliminarla lo haré sin ningún problema y de igual forma, cambiaré ligeramente algunos detalles, que espero (para los lectores antiguos) no les moleste.

LUNA ROJA

Durante mucho tiempo han existido leyendas y mitos relacionados con hombres que tomaban formas de animales, entre ellas, las de un lobo. Historias que se propagaban de formas distintas hasta la actualidad; libros, historietas, películas, series, novelas… prácticamente de todo. Claro que solo se le consideraba un mito. Historias sin sentido creadas por hombres que solo querían popularidad en aquellos tiempos, divinos y oro, al menos eso era lo que todos pensaban.

—Siempre debo cuidarme de la Luna Roja, no quiero hacer alguna estupidez bajo sus efectos.

—Vamos Korra, te entiendo, pero ¿no quieres pasar más tiempo con tus amigos? Ni siquiera sé a qué te refieres con la "Luna Roja" —expresó un joven de cabello castaño y ojos verdes, trataba de convencer a su amiga de venir con él— ¿los de tu "tipo" hacen algún tipo de fiesta o algo por el estilo?

—La luna Roja se da una vez cada año. Es algo delicado para los de mi "tipo" —Imitó con sus manos haciendo comillas como su amigo—. Es la noche cuando buscamos pareja. Los lobos tenemos el instinto de…hacer una cosa para conseguirla; la pareja que elijamos será nuestra consorte durante toda la vida y créeme que es mucha, tengo doscientos años ignorando ese astro —la morena bufó cruzándose de brazos—. Mañana lo haré, Bolin. Solo que este día es el único en el que debo permanecer en casa temprano hasta el amanecer.

Siguió mirando a través del cristal de la ventanilla del bus. Eran los únicos que quedaban para bajar ya que vivían en la zona baja y por ende, pobre de la llamada Ciudad República. Bolin era su único amigo, además de Mako, pero casi no pasaba tiempo con ambos a causa de su trabajo en los talleres de Industrias Futuro. Mako necesitaba ganar dinero para cubrir los estudios de su hermano mejor. Los años que tenía Korra eran poco más de doscientos ¿cómo había llegado a ser así? Un monstruo como antes la tachaban, una asesina. Ella no era nada de eso. Jamás lo fue.

Todo ocurrió un día tranquilo, prospero sin ningún indicio de lluvia o nube en el cielo, estaba despejado. Había salido a cortar leña como era de costumbre cada mañana. Vivía junto a sus padres en una pequeña cabaña al norte de un pueblo, en medio del bosque. Su padre, Tonraq, decía que era una ventaja para la cacería y los leños cortados para las nevadas que se formaban a finales de los últimos meses del año. Su madre no había estado de acuerdo con ello nunca ¿pero qué hacerle? Su padre era testarudo como un oso.

Pasado una hora, mientras recogía pequeños trozos de madera seca, escuchó un terrible grito a sus espaldas, proveniente de la casa. Como pudo comenzó a correr en la dirección de donde provenían los gritos, había sido la voz de su madre.

— ¿Mamá? —miró a todas partes, el corral estaba destrozado y el techo estaba en iguales condiciones. Su madre debió estar alimentando a los animales, pero en vez de eso encontró un rastro de sangre que daba hacia un montón de paja.

Acercándose lentamente descubrió el cuerpo de Senna, su madre, mutilado y sin vida. Recordaba como las lágrimas brotaban por si solas, mientras un nudo se formaba en su garganta, por tal atroz ataque cometido ¿Quién haría tal cosa a una simple familia humilde? Cayó de rodillas frente al cuerpo, sus ojos entreabiertos le hacían querer acercarse y cerrarlos con su mano. No pudo hacerlo, pues sintió que algo o alguien la atacó… una criatura con grandes ojos azules, pelaje tan negro como la noche y sus colmillos, sus grandes colmillos que se encajaban con fuerza en su brazo izquierdo. De ahí, solo pudo recordar despertar desorientada en una camilla. Fue cuando conoció a Tenzin, quien la cuidó por un tiempo, hasta que se hizo independiente.

Nunca esperó que después de lo sucedido y luego de muchos años, el monje que la crió y su reciente familia formada se mudaran a Ciudad Republica. Una gran coincidencia, aunque últimamente no los visitaba desde hacía meses, ahora el monje tenía sus propios hijos y no quería recordar cosas tan tristes de su pasado.

—Bueno Korra, llegamos —Bolin la sacó de sus pensamientos, observando como el chico se paraba de su asiento al sentir que el camión daba un pequeño freno.

Bajaron y, como siempre, cada quien tomó un camino separado. La morena vivía en un lugar particular y fuera de la vista de los demás. Caminando hacia un callejón divisó una alcantarilla, la abrió, pero antes asegurándose de que nadie la viera, se metió dentro tapando nuevamente el pozo ahora bajando las escaleras de mental que había.

La ciudad tenía ciertos túneles, como laberintos donde era fácil perderse si no sabías por dónde ir, pero para Korra era muy fácil puesto que por su olfato y marcas de sus garras que había dejado en las paredes sabía justo por dónde ir. Al final de uno de ellos había cuatro palancas, bajó la tercera a la derecha y así abrió una gran puerta de metal "secreta".

— ¡Finalmente estoy en casa! —exclamó entrando y cerrando la puerta nuevamente.

Se podía ver una sala con una pantalla plasma, un sofá moderno, una mesita de té en medio; a la izquierda la cocina con una estufa, dos neveras, utensilios, microondas, licuadora… prácticamente todo lo necesario para la misma. A lado derecho estaba un pasillo con cinco puertas en cada lado que daban a una habitación diferente, una era de Korra, y las demás eran para los invitados, ya que a veces venían Bolin, Mako y Opal, una amiga más de la universidad.

Vivía sola. Korra siempre ha vivido sola desde la tragedia de sus padres o al menos, así se ha sentido todo el tiempo. Pensaba que confiar en los humanos solo traería desgracia a su vida, vida que le costó forjar con el paso del tiempo, aunque no estando acostumbrada a los humanos podía tener una conversación normal con uno. Además desde que había llegado a Ciudad Republica conoció a un par de humanos que le agradaron y que ahora eran como su familia, Bolin y Mako.

Se sentó en el sofá prendiendo el televisor, con la intención de ver una película. Sabía que el astro de la Luna Roja duraría unas diez o menos horas para que pudiera salir libremente de su casa subterránea.

—Veamos la sección de noticias… —no dudó en presionar los botones que daban con el dichoso canal. Subió sus pies en la mesita de enfrente estirando su cuello, echando su cabeza hacia atrás mientras soltaba un pequeño suspiro.

"Hoy habrá Luna Roja, pero no será cualquiera, será más potente que las anteriores. Sugiero tomar un lugar en donde sentarse con sus lentes de eclipse, ya sean terrazas, azoteas, en su patios, cualquier lugar donde el cielo se pueda ver, puesto que me han informado que será una vista astrológica hermosa para todas las personas…"

—Maldito astro…

En la pantalla claramente podía notar como las cámaras apuntaban hacia la luna que, de a poco, se cubría con una mancha roja en una de las esquinas. La morena se quedó viendo con aburrimiento el acontecimiento moviendo sus pies de aquí para allá sin saber que hacer exactamente. El narrador seguía hablando y, entre más lo hacía, la morena cerraba sus ojos de vez en cuando queriéndose dormir, pero los abría rápidamente, como si su cuerpo luchara contra su propia somnolencia. Solo en unos minutos más sus parpados se cerraron, pero no se había quedado dormida, era una sensación diferente.

Bien cortaré el capítulo aquí, para que no quede tan largo. Espero les haya gustado y no les haya molestado los pequeños cambios que hice en esta parte, que quienes hayan leído la original, podrán percatarse, en realidad, solo fue un poco en la gramática y un par de detalles.