Verano de 1993…

– ¿Ya están todos listos? – dijo la voz del chico que aguardaba en la puerta a la espera de la señal para dejarles pasar. Todos los invitados los esperaban dentro.

Las chicas se arreglaron sus vestidos, por enésima vez, para luego mirarse entre sí y darse su último gesto de aprobación. Cada una aferró el brazo de su acompañante.

– Estamos hermosas, no lo olviden. ¡Será una gran fiesta! – dijo Mina, girando para hacerles un guiño y darles confianza a sus casi hermanas. – Ahora será oficial. – concluyó con una iluminada sonrisa.

Al fin había llegado. Sabían que esta fecha especial marcaba el inicio de una etapa diferente en sus vidas y se venían preparando muy bien. Esta era la ocasión que habían elegido para celebrarlo las tres.

En días anteriores, ellas y sus padres, se habían reunido en una particular celebración especial, donde habían reflexionado sobre el significado de este día. Sus madres les compartieron muchas de sus experiencias mientras sus padres se estremecieron pensando en que estaban perdiendo a sus bebés.

El corazón estaba lleno de ilusiones, todas sonreían y las piernas les temblaban pensando en todas las personas que las esperaban ahí dentro, esta fiesta sólo era uno más de los eventos preparados para celebrar ese cumpleaños juntas. Mina y Amy querían mucho a Serena y lo habían planeado todo a la perfección.

Esa fiesta era auspiciada, principalmente, por sus padres; sin embargo, todas habían colaborado a su manera. Serena, que era muy hábil con las manualidades, elaboró algunos adornos que vendió entre sus compañeros de aula; además de colaborar con quienes se encargaron de la decoración del salón de fiesta. Por su parte Amy, había recaudado algo de dinero dando clases particulares a niños de educación básica; Mina laboró, durante un tiempo y por las tardes, en uno de los locales comerciales de los señores Aino.

– Señoras y señores: – La suave voz de Setsuna Meio, una de sus maestras, comenzó a dar la bienvenida desde el podio en el centro del escenario.

La fiesta reunía a la mayor parte de sus amigas y amigos de sus cursos y otros amigos de bachillerato, muchos junto a sus padres, además de casi todos los miembros de sus familias. El aroma que se respiraba en el salón era dulce y fresco; las telas, los colores, las flores, las velas, los detalles… todo era alusivo a las tiernas vidas que se celebraban esa noche.

Una señal fue dada y comenzó la música, las notas iniciales fueron tocadas con un suave movimiento; después irían fluyendo hacia el crescendo y de nuevo al piano. El diseño espectacular del Salón y la distribución de las mesas de los invitados, permitió que todas las miradas fueran dirigidas, en el mismo instante, hacia la entrada principal.

– ¡Llegó la hora! – Habló de nuevo el chico de la puerta – Pasen ya.

Cada una contuvo la respiración y, desde sus mentes, elevaron una plegaria. Entonces comenzaron a caminar.