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¡Hola! .o./ Esta historia me la pidió Vita en la mañana y pues, cuando mi abuelita pide algo se hace y punto (?). 7u7)r No estoy segura cuantos caps tendrá (dos o tres probablemente) y se actualizará dependiendo de que tanto os guste y de que tanto la apoyéis en la cajita de reviews ya que tengo muchas historias que actualizar y poco tiempo. xD No me disculparé por pedir apoyo puesto que no estoy obligando a nadie a hacerlo, así como vosotros no podéis obligarme a escribir, ya que por el contrario, siempre sois generosos, amables y amodorables con esta escritora simplona llena de miel y Jerza. NwN Simplemente quiero saber en cuales historias gastar más mí tiempo que es cada vez más limitado. Lo sé, es mi culpa por tener tantas historias en emisión, pero mi mente es hiperactiva y pues ya ven... no la puedo contener... D:

Además, esta formará parte de las historias basadas en cuentos o leyendas ―ultra modificadas― para adaptarlas al mundo de Fairy Tail, al igual que lo es "La Belle Et La Mort" (GaLe) y próximamente una versión de "La Sirenita" Gruvia. Si tenéis sugerencias de historias y parejas dejadlas en los reviews, puede que me ayudéis a decidirme con las demás parejas que faltan. xD

Sin más, espero disfruten la historia. .o./

Este fic forma parte de la misión: ¡Por un fandom en español con más apoyo!

Creado para apoyar a las escritoras y evitar que se retiren del mundo de Fanfiction, no quiero que otra de mis autoras favoritas se retire. QwQ Necesito leer sus historias.

Gracias por leer y comentar. NwN/


Disclaimer I: Fairy Tail no me pertenece. Pertenece a Hiro Mashima. La historia loca y fumada es mía.


Referencias De Lectura:

Diálogo.

Narración.

«Pensamientos»

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*ϔ ҉ `~Ƽidera Ɛt Ɖestinatum~ ҉ ϔ*

Ᵽrimer Ϫcto―

*ϔ ҉ ~ʆa Ʈejedora~ ҉ ϔ*

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Las páginas se abren y cuentan una muy vieja historia.

Más vieja que un mundo, más joven que algún universo.

Hace muchos años, tantos que la sumatoria se divide en bloques milenarios, los seres eternos convivían en el universo de manera similar a la nuestra. Aún eran ingenuos, a pesar de su antigüedad ya milenaria, aún eran prejuiciosos, a pesar de su eternidad y también tenían vicios, a pesar de la sabiduría que otorga el tiempo.

Uno de esos dioses, no tan antiguo como los demás y apenas un mero creador de los cielos del mundo de los humanos, tenía una sobrina, era hija por creación de su hermana, una hermosa diosa del aire; y como todo diosa hija y creación de dioses sus talentos eran excepcionales aunque el verbo de su talento sonase simple a los oídos de los actuales, ya que ese talento era el de tejer.

Tejía con hilos color dorado, zafiro, rubí o esmeralda sacados de los rayos de antiguos y nuevos soles, de ahora secos y desconocidos mares, de divinas y mágicas flores.

Tejía con agujas, unas que fueron regalo de su madre, hechas de hielo de las estrellas de plata, de perdidos y muertos mundos y por las manos de un herrero de estrellas.

Tejía con amor, con la fuerza primigenia que creó lo que era, fue, es y será.

Y tejía, y tejía.

Capas y vestidos, sabanas y mantas, medias y chales, lo que fuese que le pidiesen lo tejía. Su tío vivía contento con su sobrina, lo que ella tejía él lo cambiaba por favores de otros dioses más antiguos, por manjares de otros mundos, por novedades de otros universos en donde su poder no podía alcanzar y permitirle disfrutar. Cada tejido nuevo, cada labor de su sobrina era un goce nuevo para ese dios y cada uno de esos goces nuevos se convertía en un motivo para no querer perder a esa niña que tejía y tejía con una sonrisa en sus infantiles y bellas facciones. Por eso, cuando una vez su hermana mencionó en confidencia y en busca de consejo en su persona, la cuestión de si sobre su hija debía de dejar de tejer y ver el mundo más allá de sus creaciones, el dios creador del cielo humano sintió miedo.

Mucho miedo.

Miedo de que su sobrina dejase de tejer y las providencias que obtenía gracias a su don no volviesen más, miedo de que aprendiese el valor de su talento y, que cómo él, se sometiese a los placeres que éste podía darle y que no lo compartiese con nadie más.

Que no los compartiese con él.

Y por eso, ese dios con milenios vividos pero aún no tan antiguo como para superar los vicios de podredumbre del egoísmo, la vanidad y la avaricia, actuó de una manera cruel al decidirse su hermana de apartar a la Vaire de su tejido. El dios fue tan cruel que hasta los efímeros humanos con su burda sabiduría lo juzgarían de esa manera. Ese dios de blanca cabellera intercambió varias de las más hermosas túnicas hechas por su sobrina por un arma antigua, tan antigua que se consideraba una leyenda aún entre los dioses.

La daga de Dagnir.

Una daga creada por los Dioses del Caos y la Muerte en conjunto con los Dioses del Orden y la Vida. Un arma que permitía acabar con la existencia inmortal de quien fuese herido con ella. Una que fue creada solo para castigar delitos que el consejo de los Dioses del Origen así decidían.

Una daga que creó un nuevo hilo en el destino.

Y fue así, cuando el dios del cielo humano visitó a su hermana en la columna norte de la bóveda celeste, allí en donde el viento nacía y se extendía por el mundo humano, en ese sacro lugar alejado de la codicia mortal fue utilizada el arma para cercenar el tiempo eterno de una diosa que; ignorando las intenciones que su hermano escondía bajo su afable sonrisa, aceptó el abrazo propio de la familia que ama, y fue allí y así que murió.

Con ojos incrédulos, un susurro en los labios y en brazos de su amado y único hermano.

Arrepintióse el dios de su acto en el tiempo inmediato al ver verter el último suspiro de vida de su hermana, mas al desaparecer el cuerpo de la diosa y saberse poseedor ahora de la tejedora extraordinaria fue invadido por el vicio de una manera más poderosa, y fue así y allí que dio rienda suelta al mal que ya lo poseía; y que sin él saberlo, el Dios del Caos quiso incrementar al darle la daga, la cual; sin notarlo o preguntarse luego , se desvaneció junto a la esencia de la Diosa del Aire.

Su infante sobrina, Erzaëlí, diosa Vaire desde su creación y de orden terciaria entre los dioses, quedó a su cuidado.

Su objetivo se había cumplido.

La llevó consigo a la bóveda celeste superior, siete cielos arriba al mortal y solo uno por debajo del propio, le trató con cariño y le tuvo paciencia en su inactividad durante la pena en luto por su amada madre dada por desaparecida entre el consejo de Dioses Antiguos. El dios del Cielo humano, Crawfördus, llenó de atenciones y comodidades a su triste sobrina, y con el paso de los siglos y la ausencia de su hermosa hermana y madre de la infante diosa, se ganó el respeto y amor de la pequeña, quien a partir de entonces le vio como el padre que nunca tuvo y la única familia ahora que su madre amada desapareciese en desconocida y misteriosa circunstancia.

Y siglos pasaron, y milenios siguieron luego de eso.

Y ella tejió.

La pequeña Diosa Vaire de brillante cabello rojo continuó tejiendo porque su amado tío y ahora padre le dio el consejo de continuar y honrase así el don que le dio su madre, le explicó y le convenció que la manera de honrar su memoria era creando los más hermosos trajes, las más detalladas capas, los más inspiradores vestidos. Y así él los obtuvo y los demás dioses colmaron de favores y regalos a su tío y ahora padre, y ella fue feliz, muy feliz, por siglos y dos milenios más continuó tejiendo y creando y amando su labor...

Hasta que su aguja se quebró.

No es algo fácil de conseguir, Padre ―habló con pesar al hombre de blanco cabello―, no es algo que cualquier dios herrero pueda crear… Madre la obtuvo de un Dios Eluchil de estrellas.

No debéis preocuparos, hija ―contestó su tío―, si es para tu felicidad yo conseguiré la forma ―declaró con contundencia, dejándole muy claro que él haría cualquier cosa por conseguírselo.

Ella sonrió con gratitud, segura de que su padre haría cualquier cosa por obtener eso que a ella la haría feliz, y él se levantó, dispuesto a conseguir aquello que le permitiría seguir obteniendo los favores de los otros dioses.

Sus goces y placeres.

Los vicios que lo llevaron al pecado.

Buscó con fervor en cada bóveda celeste y en las bóvedas cercanas, cambió algunas de las prendas que le quedaban por información de algún herrero de estrellas, pero solo obtenía vagas pistas. Pasaron un par de décadas y cada vez que veía a su sobrina suspirar aburrida o con la petición de salir de su propia bóveda celeste su miedo, el miedo que una vez lo hizo matar a su hermana, volvía a él, y por ello siempre le contestaba que estaba por recuperar el preciado objeto y que en nombre del amor que tenía por el recuerdo de su madre y el que le profesaba a él, le permitiese el tiempo de devolvérselo y le esperase allí, en donde estaba su hogar.

El hogar que él le había dado por amor.

Amor que era en realidad una prisión.

Erzaëlí aceptaba, debido aún pequeño sentimiento de culpa y de que no deseaba ofender el amor de su tío ni mucho menos ser ingrata con quien la acogió al ser una diosa infante con una madre desaparecida. La diosa tejedora cedía a darle el tiempo necesario a su tío y ahora padre. Mientras esperaba la Vaire exploraba la bóveda celeste y de vez en cuando ―cuando su tío se ausentaba―, se iba al mundo humano; como lo había hecho unas cuantas veces aún antes de que su aguja se quebrase, y se iba, a observar y a aprender.

Y sí, aprendía y se maravillaba.

Los ropajes que observó con los pasos de años, décadas y hasta siglos iban desde hilados simples hasta atuendos casi tan complejos como sus creaciones, a veces usaban sombreros, a veces sombrillas, a veces guantes. El tiempo pasaba y cambiaban sus ropajes, y ella se divertía viendo a mujeres echarse polvos blancos en la cara y colocándose atavíos llenos de pesadas telas y elaborada ornamentación, casi tan producidas como sus cabelleras llenas de listones. De hecho, una reina; de lo que los humanos llamaban Francia, fue muy interesante de observar por sus atuendos, o al menos lo fue hasta que le cortaron la cabeza.

Una curiosa caída de una reina que le enseñó muchas cosas.

También se encontró encantada con las armaduras humanas, y aunque sabía que entre los dioses habían armaduras no podía imaginar que fuesen tan bellas como esas que observaba en los batallones de mortales que libraban guerras; que a ella, con su sabiduría de milenios y observación, le parecían frívolas, mas admiraba el valor de ellos, y admitía que aún el metal golpeado por la batalla y lleno de gotas de sangre cuando era bañado por el sol seguía manteniendo su belleza.

Eran como rubíes creados de valentía y trivialidad.

Y otra cosa que adoraba la DiosaVaire eran las espadas que acompañaban a las brillantes armaduras. Tan perfectas, tan mortales, capaces de proteger y defender. Resplandecientes ante la luz y de tan intrincada manufactura que podía pasar días humanos observando la creación de alguna y su posterior historia y en unas cuantas ocasiones observó el transcurso de lo que más tarde los humanos llamarían leyendas. Y por eso más de una vez se materializó en el mundo humano ―cosa que horrorizaría a su tío si lo supiese―, para así poder tocar alguna, y también lo hizo varias veces para comer dulces luego de que escuchase un bulo de pueblo que se suponía provenía de la curiosa reina de elaborados vestidos y extraordinarias joyas:

"Qu´ils mangent de la brioche".

―¿María Antonieta quiere que coman pastel? ―eso se había preguntado en sus siguientes visitas hasta que un día se materializó en la habitación solitaria de la reina ―aún en sus años de poder― y mientras ella dormía en su extravagante y elaborada habitación, degustó los dichosos alimentos que la reina siempre mantenía en sus aposentos.

A partir de ese día Erzaëlí continuó materializándose para comerlos, en especial en ese lugar humano llamado Palacio de Versalles.

Al menos en lo que ella llamó los buenos tiempos.

Y así ella esperaba, y no, ya no le importaba tanto la aguja, pero intentaba parecer aburrida cuando su tío volvía de alguna búsqueda, porque así él partiría en otra faena y ella podría observar las flores, los vestidos, las espadas, las armaduras y comer dulces. Algo que sabía ―¿o presentía?― su tío le prohibiría. Eso sumado al extraño viento que movía su rojo cabello cuando sentía remordimiento y le entraban las ganas de confesarse a su protector.

Pero no lo hacia.

Así un par más de décadas pasaron.

Y su tío y padre por decisión por fin pudo encontrar una referencia de un joven Dios Eluchil de Estrellas que podía crear una aguja de tejer como la que se había roto en las manos de la diosa tejedora.

Sus goces volverían pronto.

Más que decidido a hacer tal petición, se encaminó al largo trecho desde su zona de regencia hasta el lugar en el que debía cruzar para llegar al que consideraba un salvador por la necesidad imperiosa que sentía de recuperar la aguja para que su sobrina continuase con su labor y él con sus vicios. Así pues cedió también una de las prendas más elaboradas de su sobrina para poder cruzar el gran Río de Estrellas que separaba el Gran Universo en dos y que sin ayuda de la diosa de cruce no se podría atravesar, por suerte la diosa Kyoukáely quedó embelesada con la prenda hilada con luz de quásar y con la promesa de otra igual si él obtenía lo que iba a buscar al otro lado del terreno universal. Extasiada la diosa de esmeralda cabellera con tal promesa y segura del cumplimiento de la misma puesto el miedo que causaba entre los dioses el desatar su ira, creó un puente con su poder, una estructura formada de millones de Urracas tan negras que se confundían con el mismo telón que era el universo para el río de las resplandecientes estrellas del río a cruzar.

Cuando pudo cruzar el puente y logró dar con el dios que buscaba en el recinto de la creación se dio cuenta que era uno de los encargados de armaduras de los dioses guerreros y que pedirle la reparación de la aguja no iba a ser nada sencillo. Las armas siempre eran prioridad entre los dioses, y aunque arreglar la aguja no debería tomarle ni siquiera un mísero siglo, se veía impedido a hacer la petitoria por su lugar en la jerarquía divina.

Una muy inferior a la de los dioses guerreros.

Así que, sin más a lo que poder recurrir pidió otros favores a cambio de los obsequios creados por su sobrina.

Un vestido de hilos de sol mayor y estrellas de la tierra eterna le permitieron entrar en los territorios de los herreros; algo solo permitido a los solicitantes prioritarios, y una capa hilada con la espuma del mar del ocaso y la esmeraldas de las montañas de los primigenios le permitieron por fin hablar con el herrero de estrellas.

Bien hallado sea, dios Eluchil Jeräel ―inició con tono humilde puesto que los dioses herreros eran respetados por sus habilidades de creación necesarias para muchos dioses―, vuestras habilidades han llegado a mis oídos, han sido relatadas y oídas más allá del gran Río de las Estrellas ―el dios de larga cabellera azul continuó martillando el hierro y el dios de los cielos humanos se puso nervioso―. E-es ve-verdad, no debería aburriros con cumplidos que vos bien sabéis sois digno de ellos, debería de deciros las razones por las que he cruzado el gran río que nos separa para entrevistarme con vos…

Deberíais… ―fue la simple respuesta del herrero.

Y si lo haces pronto mejor… ―contestó otro de los herreros quien era conocido por crear los metales más codiciados por los dioses―, este lugar se vuelve molesto cuando se oye cháchara en lugar de solo el martilleo de la creación. ¡Gee hee! ―terminó con una sonrisa que no era en lo absoluto amistosa.

Mi compañero tiene razón, nuestros encargos son muchos y el tiempo, aunque eterna es nuestra existencia para nuestras creaciones es limitado ―dejó su herramienta de lado y con algo parecido a la afabilidad miró al hombre.

Agradezco vuestra bondad al escucharme y remito el asunto de inmediato ―materializó un estuche pequeño y lo abrió―, esta aguja pertenece a mi sobrina, es una diosa Vaire, con la habilidad de tejer los más hermosos atavíos con los más exquisitos hilos creados por su propia mano con base en la misma existencia de la materia, mas sin embargo su herramienta de tejido se ha roto y nadie ha podido repararla, es por eso que vengo ante su gracia para pedirle el favor de sus habilidades extraordinarias para repararle.

¿Ha venido aquí solo por esa aguja? ―interrogó el dios.

Así es, puede que no lo sepáis, pero las habilidades y creaciones de mi sobrina son recibidas con entusiasmo por otros dioses. Ella ama tejer y yo amo verle feliz, el tejer es lo que la ha mantenido alegre desde la desaparición de su madre, una diosa creadora de aire.

¿Cómo una diosa ha podido desaparecer? ―preguntó incrédulo.

Eso es algo que aún no sabemos ―bajó la mirada con tristeza―, se cree que fue algún Dios del Caos quien la secuestró o… ―tembló de falsa rabia―, le eliminó…

Ambos dioses herreros se miraron extrañados, eso no era algo normal que sucediese y escuchar un caso era toda una novedad.

¿Y esa aguja por quién fue creada? ―el herrero de largo cabello azulino recogido en una coleta alta tomó el objeto en sus manos y lo examinó con ojo experto.

Eso no lo sé, mi hermana fue quien se las obsequió a mi sobrina. Muchos milenios atrás, eso sí… no pude dar con su creador…

Entiendo ―devolvió los dos trozos de aguja al estuche―, pero eso me tomaría medio siglo en arreglar, al no saber por completo su constitución debo estudiarla y conseguir los materiales, además, su sobrina de seguro ya no es una niña, las agujas deben de ser más largas y eso requería más trabajo y materiales ―volvió a tomar sus herramientas de trabajo―. Como puede ver, el trabajo de los Dioses de la Guerra no puede ser dejado de lado.

Pero, mi señor… podría…

Lo lamento, no tengo tiempo…

Lo tenéis… ―se escuchó una nueva voz en el lugar rodeado de fuego y estrellas―, os permitiré ese tiempo… ―una mujer se materializó en el lugar. Su cabello tan oscuro como el manto del universo reflejaba las luces del fuego y las constelaciones, su vestido de niebla de galaxia caía vaporoso a sus pies y sus labios rojos mostraban una sonrisa llena de poder―, os eximo de crear mis nuevos Orbes de Tiempo para que vayáis a reparar la aguja de la Vaire.

Mi señora… ―los tres hombres se arrodillaron ante la diosa―, vuestros orbes son una de mis prioridades…

Y yo os eximo de su creación, he escuchado de la tejedora y he querido una de sus prendas ―tocó el hombro del dios de cabello azul―, es mi nueva orden, no oséis desafiarla.

No, mi señora… ―aceptó el azulado incapaz de desafiar a una de las Diosas del Origen.

Mucho menos a la diosa del tiempo, Ulteäry.

Yo os agradezco vuestra amabilidad, venerada Diosa del Inicio ―comenzó el de blanco cabello―. Cuando la aguja esté terminada vuestro encargo será lo primero que ejecute mi sobrina ―materializó un objeto en su mano―, por el momento acepte esta estola hecha por ella, hilada con mar turquesa de la estrella norte y con el amor de mi niña.

Acepto pues la oferta y la ofrenda ―la diosa Ulteäry tomó la estola y por un momento su sonrisa disminuyó pero ninguno lo notó―, partiréis apenas termine de hablar con Jeräel de asuntos privados ―el hombre de rojo tatuaje en el rostro asintió en obediencia, se levantó y se dirigió hacia los interiores de la estancia―. Retiraos pues, dios del Cielo Menor.

Por supuesto, eminencia ―y con una falso gesto de humildad, el dios salió del recinto de la creación de herreros.

Con una sonrisa por el logro obtenido y los placeres por volver…

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¿Reviews?

:D Sus reviews hacen que prosiga la historia D:

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Disclaimer II: Basada levemente en la "Leyenda Del Tanabata"


Aclaraciones:

Dagnir: (Élfico) La daga se llamaría Daga de la ruina y/o asesinato.

Vaire: (Élfico) Tejedora.

Eluchil: (Élfico) Herrero.

Erzaëlí: Erza.

Jeräel : Jellal.

Ulteäry: Ultear.

Kyoukáely: Kyouka.

Crawfördus: Crawford.

Frase:(Fránces)"Qu´ils mangent de la brioche". Se dice que cuando a María Antonieta se le informó de la pobreza del pueblo al punto de no tener ni para comer pan, la Reina contestó: "Pues que coman pasteles" Esto desató un odio mayor hacia ella por parte del pueblo. Sin embargo esa frase no fue dicha por ella, sino más bien por la Reina anterior, Maria Teresa de Austria, la frase en sí fue " S´il ait aucun pain, donnez-leur la croûte au lieu du pâte" (Si no tienen para el pan, que le den ―que coman― el hojaldre en lugar del paté). También la frase podría provenir de una de las hijas de Luis XV que al recibir las mismas noticas que María Antonieta dijo "Sino tienen pan, que coman costra de pastel.

Reina: María Antonieta De Austria. Archiduquesa de Austria y Reina Consorte de Francia y de Navarra. Odiada por la corte y posteriormente por el pueblo, derrochadora y amante de los lujos y de las cosas ornamentales. Se le acusa de muchas cosas en los años siguientes, como manipulación al Rey, conspiración contra la corona en favor del Sacro Imperio Romano Germánico, indecencias contra su propio hijo, entre otras. Con el Rey muerto y rodeada de enemigos que buscaban darle al pueblo algo con que calmar los ánimos aireados contra las figuras de poder finalmente es condenada a muerte y ejecutada bajo el filo de la guillotina en 1793.


Rincón De La Escritora En Proceso:

Sí, "La Leyenda Del Tanabata" porque hoy es siete de julio (7/7) día en que se celebra y por eso Vita me sugirió usar esta leyenda para el Jerza. Esta vez estoy evitando los nombres en japonés por eso los he reemplazado por equivalentes en otros idiomas. NwN

Si queréis leer la historia podéis hacerlo, es corta y lo que yo estoy haciendo es solo una inspiración a partir de ella. xD

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Espero les haya gustado.

Gracias mil por leer.

¡Adieu!

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