Hey! what a lovely year.
Esta historia está ubicada en la navidad posterior al retorno de Sherlock, después de lo acontecido en "The Reichenbach Fall", como recordarán, los hecho relatados en "The Empty Hearse" ocurren a principios de noviembre, por lo que esta historia es una pequeña (y extraña) aventura de navidad.
Quise hacer este pequeño especial de fin de año (5 capítulos), a modo de saludo para todos los que están al otro lado de la pantalla y aman a estos dos personajes. Quizás no voy a ser tan regular en la publicación como en otros fics, pero la idea es siempre darles algo que leer mientras esperan despiertos a Santa.
1.
Había pasado poco más de un mes desde que Sherlock Holmes había vuelto de la muerte y todo parecía ir ajustándose a la normalidad. Sin embargo, la ilusión se caía un poco más cada vez que John iba de visita al 221B de Baker Street y se sentía como eso. Un foráneo. Alguien que ya no pertenecía a ese lugar. Aun así, el hombre seguía visitando con frecuencia a su amigo, después de todo, tal y como el propio Holmes lo había dicho una vez, "Estaría perdido sin su blogger".
Una mañana, luego de pasar a tomar el té con la señora Hudson, John subía las escaleras que conducían al apartamento del único detective consultor del mundo. Iba a mitad de camino cuando sintió un ruido extraño proveniente desde el interior de la sala, cuya puerta estaba cerrada. Se extrañó y apretó el paso, para comprobar que tan solo unos segundos antes, alguien le había echado el seguro, por lo que debió tocar para ver si Holmes –quien, según la señora Hudson estaba en casa- le abría. El doctor Watson tocó varias veces, identificándose y preguntando si todo estaba bien. Finalmente, Sherlock abrió la puerta, pero sólo a medias, asomándose un poco e impidiendo la visión del médico.
- ¿Todo bien ahí adentro? - Preguntó Watson, algo confundido ante la actitud de su amigo - Oí un ruido y creí que quizás podrías haber tenido algún tipo de… problema.
- Estoy bien, John. Yo… sólo… Acabo de recibir una visita, algo… inesperada - al decir la última palabra subió la voz y se inclinó un poco hacia el interior, como si quisiese que quien estuviese adentro, notase los términos en los que el detective se refería a él.
-¿Visita? - Preguntó John, alzando las cejas - estuve ahí abajo con la señora Hudson y no vi entrar a nadie. ¿Qué está pasando?
De pronto, junto a Sherlock, otro hombre se asomó. Era casi de la misma altura del detective, tenía el pelo castaño oscuro y vestía un traje azul. Llevaba las manos en los bolsillos y una amplia sonrisa al momento de saludar.
-Oh, tú debes ser John Watson. - Dijo, y extendió una mano, haciendo que Holmes se moviese un poco, molesto - Es una lástima que Sherlock no creyese prudente presentarnos.
John lo miró confundido, sin embargo extendió su mano, saludando al extraño. Finalmente, Sherlock se hizo a un lado y dejó entrar al rubio, cerrando con premura tras él.
Watson había caminado apenas unos pasos dentro del piso, cuando se detuvo en seco y dejó su mandíbula caer un poco. El hombre, que en su vida como médico, soldado y asistente de Sherlock Holmes había visto cosas que muchos describirían como imposibles; repentinamente parecía quedarse sin palabras para expresar el asombro que lo embargaba en ese momento. Porque a pesar de todas las cosas impactantes por las que había pasado jamás se imaginó ver esa caja azul de madera, ni mucho menos, en el centro de la sala en la que vivió por tanto tiempo.
-Sherlock, es… - intentó elaborar, mientras superaba la impresión - esto es… ¿es lo que creo que es?
-Depende de lo que creas que es. - Afirmó el detective con calma - por ahora, es una vieja cabina telefónica, utilizada en los sesenta para contactar a la policía.
-Si, esa es la versión oficial… - entonces, al voltear a mirar a su amigo, notó en el fondo, al hombre de traje azul - ¿Quién demonios es él? - Preguntó, apuntándolo.
-Yo soy El Doctor- dijo el hombre
-Él es El Doctor - Holmes y el hombre de traje azul hablaron al mismo tiempo, lo que provocó que el detective le diese una pequeña mirada a este último y volviese a su amigo, acercándose un paso, para agregar con tranquilidad: - John, sé que tienes muchas preguntas, pero necesito que te tomes esto con calma… ¿está bien?
-Entonces, él es El Doctor - dijo Watson y una sonrisa algo nerviosa salió de su boca, mientras se mojaba un poco los labios. - Y debo asumir que esta es su… Lo siento, ¿cómo se llama?
-TARDIS. - Contestó el visitante, acercándose, para dejar una palmada en el hombro de Holmes y caminar hasta la cabina - mi vieja y algo volátil TARDIS.
-¿Qué hace aquí? - Preguntó John sin sacarle los ojos de encima.
-Visita de cortesía, creo. - Contestó, mirando a Sherlock, presuntamente para buscar su aprobación. - Ya sabes, se acerca la navidad, uno se pone nostálgico en estos días. Veo que tú estás de visita también.
-De hecho, es un cliente - Afirmó Holmes, sentándose en su sofá.
-¿Cliente? ¿El Doctor? - Inquirió John, con gracia - Seguro…
-Si soy un cliente, ¿significa que tomarás este "caso"? - Intervino El Doctor, mirando desafiante a Holmes.
-Eso no depende completamente de mí, Doctor - contestó en el mismo tono que el Time Lord y le hizo un gesto a John para que tomase lugar en su sillón - Cuéntanos en que te podemos ayudar y veremos si tu caso es interesante para nosotros o no.
El Doctor y John rieron, el primero con sarcasmo, el segundo, quizás nervioso ante la familiaridad con la que Holmes trataba a ese hombre. Watson tomó asiento y El Doctor se paró entre ellos, de espaldas al espejo, con las manos en los bolsillos.
-Veamos, veamos… Navidad del año ochocientos. La misa de navidad presidida por León III luego de un año para el olvido. Entonces, a la hora de rendir los homenajes, el rey de los francos, el mismísimo Carlomagno se arrodilla ante el altar y el Papa lo corona como Imperator Augustus. ¿Fascinante, verdad?
-¿Y tú quieres que vayamos a ver cómo coronan a Carlomagno? - Cuestionó Sherlock, con un gesto de hastío.
-Bueno… - dijo El Doctor alargando un poco la palabra, mientras arrugaba la nariz y buscaba la forma de explicarse - En realidad iremos a asegurarnos de que eso pase.
-¿O sea, básicamente, a mantener la historia, tal y como está? - Preguntó John, intentando asimilar la información recibida.
-Así es mi estimado Watson - Contestó El Doctor - Básicamente eso es lo que hago, asegurarme de que el balance del universo se mantenga en su sitio. Y es vital para el destino de la humanidad que Carlomagno sea coronado emperador el día de Navidad del año ochocientos por León III en la Basílica de San Pablo - fue aumentando la velocidad de su discurso a medida que avanzaba, para detenerse repentinamente en la última palabra y mirar con una amplia sonrisa a sus dos interlocutores.
Sherlock miró a John seria e intensamente por un par de segundos y luego al Doctor, que aguardaba por su respuesta.
-No es lo más interesante que tengo por estos días, lo siento. - Contestó finalmente.
-Sabía que tenía que buscarte después de Basketville - se lamentó el Time Lord -Bueno, supongo que es todo. Ha sido un placer.
El hombre comenzó a caminar hacia su nave lentamente, mientras Holmes y Watson se pusieron de pie.
El Doctor se detuvo frente a la TARDIS, se apoyó en la manilla y se volteó a John, pero mirando a Sherlock de reojo dijo:
-Podría ser peligroso.
-Nunca te rindes, ¿verdad? - Inquirió Holmes, con una sonrisa de satisfacción y miró a John - Vamos Watson. Novecientos tres años (1) y aun necesitas a un detective consultor que te ayude a oler las frutas antes de comprarlas.
-Te haré un pastel al final, Holmes - respondió el hombre, sonriendo alegremente.
John y Sherlock tomaron algo de ropa más abrigada, ya que, tal y como les iba diciendo El Doctor, era posible que el clima de la Antigüedad les pareciese aun más frío, no sólo por la época o la falta de concreto en general, sino que porque básicamente en esa época, la tierra era un par de grados más fría que en el presente. John preguntó si necesitarían algunas cosas extras, no obstante, Doctor y detective le explicaron que cualquier cosa que no correspondiese a la época y pudiese ser vista era un riesgo que interferiría directamente con la forma en que se desencadenaría la historia a partir de ese punto.
Al momento de abordad la TARDIS, Watson estaba realmente emocionado, y miraba constantemente a su amigo, que parecía perturbado, pero había algo en esos ojos suyos que le decía que estaba tan expectante como él por la aventura que el Time Lord les prometía.
Llegaron y se encontraron a unos cuantos metros del Palacio de Letrán (2), lugar que servía de residencia al Pontífice de la Iglesia católica y que por esos días, acogía a su visitante, el futuro emperador. Entraron sin problemas, ya que gracias a las festividades como la misma presencia del rey de los francos, había muchísima gente yendo y viniendo por el palacio, en los jardines y por los pasillos de este.
-Doctor, ¿Nuestra ropa no es inapropiada? - Preguntó John, mientras observaba con curiosidad los atuendos de dos hombres que parecían de la nobleza.
-Oh, siempre lo olvido - Comentó el hombre, como en una disculpa - La TARDIS activa una especie de escudo sobre nosotros, pasaremos desapercibidos, tanto en nuestras apariencias como el idioma. Imagina si no lo hiciese, me sería imposible siquiera preguntar algo en la central de información en el planeta de los Oods.
John no entendió muy bien la referencia, pero prefirió no preguntar, aunque miró a Sherlock quien se encogió de hombros. Finalmente, había respondido a su duda, quizás lo otro era por alardear.
Entraron por un pasillo a la vez que El Doctor les comunicaba que intentaría encontrarse con el Papa antes del Sínodo.
-Hoy León se presentará ante la sociedad romana, después de que Carlomagno sofocase una rebelión que lo tenía con un pie en la tumba - Comentó mientras caminaban a gran velocidad entre cortesanos y sirvientes - Se supone que se declarará inocente y todo acaba ahí, felicidad, navidad y coronación.
-¿Pero? - Cuestionó Holmes.
El Doctor sonrió ampliamente.
-El "pero" es que estuve hace unos días, y dicen que los patricios están formando un ejército, que se reunirá a las afueras de la Basílica durante el sínodo.
-¿Van a atacar al Papa? - Cuestionó John, intentando seguirle el paso a sus compañeros.
-O a Carlomagno. Lo que pase, pasará luego del sínodo. Adiós Navidad.
-Espera. - Volvió a cuestionar Sherlock, pero esta vez, tomó al Doctor del brazo para pararse frente a él y alegar: -Tú no estarías metido en esto si fuese una simple revuelta. Alternativa distinta, universo paralelo, es posible y normal ¿verdad? - Abrió un poco más los ojos y agregó: -Si vamos a jugar a esto, tienes que poner todas las cartas sobre la mesa, Doctor.
-Está bien - contestó el hombre con seriedad- Pero que conste que no lo dije porque creí que era mucho para John. Lo siento. - Se disculpó mirando al médico y volvió a mirar a Sherlock, con la misma expresión de firmeza: - Si, hay una posibilidad de que una especie alienígena esté confabulando contra el Papa, en realidad, más que contra León, es contra la coronación de Carlomagno.
-Uno de los primeros grandes imperios de la humanidad, el modelo para tantos - dijo Sherlock, pensando en voz alta - Napoleón, Hitler… hay que sofocar la idea en el origen, antes de que se expanda ¿es sobre eso? - Cuestionó, evidentemente complacido.
-Cuando los encontremos te dejaré preguntarles.
De pronto, los hicieron a un lado con rudeza. Cuando finalmente consiguieron mirar al frente, notaron que en ese momento, una mujer lujosamente vestida avanzaba por el pasillo, seguida de un séquito de monjes que vestían túnicas de color rojo opaco. Ella era bastante diferente a todas las mujeres que habían visto hasta entonces, su mirada era dominante y su expresión era severa y dura. Sherlock notó que lo miró de reojo, pero al instante en que descubrió la mirada del detective, se volvió hacia el frente, siguiendo su recorrido a paso veloz.
-¿Quién es ella? - Preguntó el Doctor discretamente a uno de los pajes que se había parado junto a él, mientras la mujer pasaba.
-¿Es esa pregunta en serio? - Inquirió el chico, sorprendido - Es la emperatriz de Bizancio, Irene. (3)
-¿Y qué demonios hace ella aquí? - Cuestionó el hombre, frunciendo el ceño.
-Preguntad a alguien más, bastante tengo con la cena que se llevará a cabo esta noche.
El joven se alejó a paso rápido, en la dirección contraria a la que la emperatriz y sus seguidores habían avanzado.
-Ilústrame, Sherlock, ¿es prudente que la soberana del imperio Bizantino esté aquí, con coronación a punto y una posible amenaza alienígena sobre nuestras cabezas? - Inquirió el Doctor.
-En lo absoluto. Además, recuerda que Constantinopla tomará como sacrilegio la coronación de Carlomagno. - Contestó el detective.
-Aunque se supone que ella no tiene como saber eso aún… ¿o sí? -Preguntó John, mirando a ambos hombres.
Holmes y el doctor se miraron.
- Es más listo de lo que parece, ¿verdad? - Comentó el Doctor, en un tono mucho más alegre que el empleado hasta el momento.
-Quizás el Papa sólo la invitó - Teorizó John, intentando ignorar el comentario previo del Doctor - Como lo que dice Sherlock, universos alternos y esas… cosas. - Intentó sonar serio, pero no pudo evitar incomodarse ante oírse hablar de esa forma sobre un tema que desconocía en lo absoluto y que a cualquiera le sonaría a locura.
-Podríamos preguntarle nosotros mismos - Afirmó decididamente El Doctor, y miró hacia los pasillos que daban con el corredor en el que se encontraban para señalar y decir: - De hecho, es lo que vamos a hacer.
Sin previo aviso, el hombre se precipitó por el pasillo, doblando a su izquierda, seguido de Holmes y Watson. Los hombres alcanzaron al Doctor justo cuando hablaba con uno de los guardias que custodiaban la puerta del despacho del pontífice. Les enseñó una credencial y uno de ellos entró para anunciar la presencia de los tres forasteros.
-¿Tienes un salvoconducto para hablar con el Papa en el siglo IX? - Preguntó John, cuando se reunieron con el Doctor.
-O en el XXV, o mañana… incluso no necesita ser un… Papa - divagó el hombre y luego le enseñó la credencial que había utilizado - se llama papel síquico y básicamente abre cualquier puerta del universo. - Explicó sencillamente, dejándole el objeto a John para que lo analizase un rato.
El guarda volvió y los miró de reojo, para avisarles que podían entrar. En el interior, la iluminación era escasa y unas cuantas antorchas cumplían con el objetivo de dar algo más de claridad a un escritorio y una figura religiosa sobre un pequeño altar, construido en la pared derecha, justo antes de lo que parecía ser una segunda salida. León estaba de espaldas a ellos y tardó varios segundos en voltearse para saludarlos con rudeza.
-No tengo memoria de haber permitido audiencia alguna antes del sínodo, por lo que he de pediros que seáis breves. - Solicitó el Pontífice.
-No se preocupe su santidad - dijo El Doctor - es sencilla… curiosidad lo que nos trae a su… oficina. Nos preguntábamos si ha conseguido el apoyo necesario para sofocar las dudas de los nobles presentes en el sínodo.
-Así es -Agregó Sherlock, quien notó la poca convicción del Papa ante la intervención del Doctor - porque estamos dispuestos a prestar nuestra ayuda a usted y el emp… el rey franco, quien le ha socorrido tan diligentemente.
John cruzó los brazos y puso una mano sobre sus labios. Después explicaría que era para ocultar la risa que le provocó el oír a Sherlock hablar de ese modo.
-¿A cambio de qué? - El Pontífice alzó la voz.
-La emperatriz - dijo John, finalmente, desempolvando su antiguo tono militar- Carlomagno no es suficiente y queréis contar con el apoyo de Constantinopla. ¿A qué le teme su santidad?
-¿Temor? ¿Creéis que es temor lo que siento y me he refugiado en las faldas de una mujer? ¡Faltaba más! - Exclamó el hombre indignado -es a ella a quien se le hace menesteroso acudir a la terminación del conflicto. Si queréis explicaciones, pedidlas a quien corresponda y largaos de aquí. Bastante tengo con el sínodo ad portas para oír a un grupo de sajones insolentes. (4) - Hizo un gesto a los hombres para retirarse y avanzó hacia la segunda salida.
El Doctor, Sherlock Holmes y John Watson también tenían que prepararse para asistir al evento, ya que se habían dado cuenta que todas las explicaciones que necesitaban, estaban ahí. Debatieron largo y tendido sobre la actitud del Pontífice y sus palabras, especialmente las que utilizó para referirse a Irene.
-Ya ofendimos al Papa, la cabeza de la iglesia católica, príncipe de Roma, sucesor de San Pedro y… ah, no puedo recordar lo demás - Dijo el Doctor, mientras compartían un trozo de pan - ¿Quién está listo para faltarle el respeto a la primera emperatriz del Imperio bizantino?
-Para eso, tenemos que encontrarla primero - Conjeturó Sherlock, - Y sé quienes nos pueden ayudar.
Notas y comentarios:
(1) Considera la edad del Doctor en la temporada 4 (la última de Tennant)
(2) El Palacio de Letrán es un antiguo edificio construido durante el Imperio Romano, que a principios del siglo IV fue cedido al Papa por Constantino I, convirtiéndose en la residencia principal de los papas durante casi mil años.
(3) ¿No es bonito aprender historia? El punto es que cuando estaba buscando información para el contexto de este relato, literalmente me caí de espaldas al leer ese nombre involucrado en esto. Casi una señal. Irene de Atenas fue esposa de León IV y madre de Constantino VI, durante cuya minoria de edad ejerció la regencia del imperio Bizantino, para más tarde, asumir el poder en solitario (797-802) No quiero darles una clase, pero les sugiero que si tienen tiempo hagan una búsqueda sobre ella. Es escabrosamente fascinante.
(4) Para la época, Inglaterra había sido invadida por una innumerable cantidad de pueblos y culturas distintas, sajones, celtas, vikingos, así que utilicé esa expresión más que nada por lo que ocurriría años más adelante entre la Iglesia católica y este pueblo en particular.
