Los personajes pertenecen a J. K. Rowling

"Este fic participa en el reto anual "Long Story 2.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black"


Prólogo

Siete de marzo de mil novecientos sesenta y ocho.

—Y entonces vimos luminarias en el cielo y todos nos quedamos asombrados creyendo que eran fuegos artificiales o algo por el estilo. Pero deberíamos de haber sospechado que algo iba mal. Era pleno día, no solían lanzar fuegos artificiales con la luz del sol. Principalmente porque no se disfrutan. Deberíamos de haber salido corriendo. Cuando esas luminarias cayeron a la ciudad, explotaron. Muchas personas murieron. Creíamos que en Gran Bretaña estaríamos a salvo de la guerra, pero no fue así.—La voz del anciano fue bajando de tono en la última frase hasta quedar en un murmullo apenas audible por su nieto, que sentado en el suelo escuchaba ensimismado la historia que le estaba contando su abuelo.

El niño apenas superaba los siete años y el metro, era bajo para su edad, escuchimizado como decía muchas veces su abuela. Una mata de pelo negro adornaba su cabeza, siempre revuelto, pese a que su madre siempre intentaba que estuviera bien peinado y ojos marrones, grandes, curiosos. Pese a que sabía que su país había subido una guerra, para el niño, los bombardeos de Londres que su abuelo le contaba era una exageración, parecido a cuando su abuela le contaba a su hermana pequeña que Blancanieves era muy hermosa o que Aurora había dormido por siglos. El niño no era consciente de los alcances que podía tener una guerra por haber vivido en tranquilidad toda su vida.

—Papá, ¿no crees que eso no son cuentos para un niño de siete años?—La madre del niño entró en el salón colocando los brazos en jarras dirigiendo una mirada de regaño a su progenitor. No quería que su hijo tuviera pesadillas por culpa de aquellas historias que habían pasado haría muchos años.

—Pero Constance…—Pese a la edad del padre de la mujer, en aquellos momentos sonaba como si tuviera la misma edad que el niño, quien se había levantado del suelo alfombrado—A Dirk le gusta.

La mujer, de nombre Constance, se cruzó de brazos y miró a su hijo quien afirmaba con la cabeza muy emocionado. Le encantaba escuchar las historias del abuelo. Las de la abuela también estaban bien, pero el niño, Dirk, pensaba que eran más propias para su hermana menor, que para él.

—No creo que un niño deba escuchar esas historias…—Negó con la cabeza suspirando, mientras se apoyaba en el quicio de la puerta.—Si por mi fuera, borraría esas cosas de los planes de estudios del colegio…—Aseguró con firmeza. Era mejor que los niños supieran esas cosas, sólo hacía que familias que habían perdido a seres queridos en la guerra sufrieran más.

—No puedes mantener al niño entre algodones toda la vida, hija mía—El anciano se levantó y se acercó a su hija mayor para ponerle una mano encima del hombro—Debemos de mirar hacia delante, pero sin olvidar el pasado que nos precede.

Dirk tomó asiento en la butaca de la que se había levantado su abuelo y miraba a los dos adultos sin comprender nada. ¿Acaso su mamá estaba diciendo que los bombardeos de los que hablaba el abuelo habían sucedido de verdad? Pero si la ciudad estaba estupenda. Por muchos años que pasaran de entonces, no debería de haber dado tiempo a construir tan rápidamente, ¿no?

Además, que él nunca tendría que vivir una guerra. Su abuelo le había contado que para evitar que sucediera de nuevo existía un organismo llamado ONU que evitaba que los países se peleasen entre ellos. Mientras que existiera la ONU no había nada de lo que preocuparse.