Disclaimer: No, no es mío. De lo contrario, Jane sonreiría más a menudo; cotillearía con más enfermeras y los capítulos tuviesen más escenas como el final del 03x15.
A/N: Este es el primer fic que publico, un poco insegura por ello; sin embargo espero sea de su agrado. Definitivamente estoy obsesionada con la serie, así que si de alguna forma puedo canalizar esa obsesión a cosas creativas y productivas, como la escritura, mucho mejor; por eso me animé a escribir y sacarme ciertas ideas que me rondan por la mente y que no me dejan dormir en paz, como fue el caso del argumento de esta historia xD
Quiero agradecer a Lucyyh, por sus consejos al momento de escribir; aunque no es mi beta en esta historia, lo ha sido en otra (que aún no concluyo) y ha sabido darme sugerencias muy acertadas; además de que sus historias por si solas, me sirven de inspiración.
Gracias por pasar, detenerse y leerlo; si además quieren comentar y/o hacer una crítica constructiva, de seguro me alegrarán el día (:
1. Reencuentro
Una tarde de verano radiante, la risa de los niños jugando en el patio, el exquisito aroma que desprendía la carne en el asador, sus tíos conversando tan enamorados como siempre, el juego de dominó, el amor familiar fluyendo en medio del domingo; parecía que las cosas no podían ir más perfectas; hasta que Joseph, le dijo que había una sorpresa para ella esperándola en el portal del patio.
Jamás esperó verlo a él, parecía que había pasado una eternidad desde la última vez, su corazón dio un giro en su pecho y luego comenzó a latir tan fuerte que pensaba que éste, se saldría de su cuerpo, para llegar primero hasta donde él estaba; la emoción se sintió también en su estómago, víctima de constantes aleteos, provocados por las mariposas de colores que surgieron en ese momento dentro de sí; todo ello se vio reflejando en una enorme sonrisa que no pudo controlar mientras caminaba hacia su encuentro.
El alma le volvió al cuerpo cuando la vio, como si durante esos días sin saber de ella, hubiese estado en una especie de purgatorio, como un espectro en pena; pero cuando sus ojos lograron divisar la hermosa cabellera risada, derramada sobre su espalda, sin duda resucitó y volvió a respirar.
Vio cuando Joseph le dio la noticia y como si fuese una toma en cámara lenta, la observó girar para reunir sus ojos con los de él; vio nacer esa sonrisa bella que tanto amaba, lo contagio a sonreír también. Un sudor frío invadió su cuerpo y una especie de cosquilleo recorrió rápidamente por su espalda cuando la vio acercarse. Ella estaba sencillamente hermosa, llevaba un vestido blanco que llegaba a la altura de sus rodillas, de tela delgada que se pegaba a su cuerpo y estaba suspendido en tan solo un par de tiras amarradas detrás de su cuello, lo que dejaba sus hombros y espalda al desnudo, en definitiva, todo un espectáculo para sus ojos.
Intentó caminar hacia ella, pero la emoción de verla le traicionó, quedó impávido jugando con sus manos –cosa que siempre hacía cuando estaba nervioso-; sólo habían pasado tres semanas desde que ella decidió tomarse unas vacaciones, aunque para él, las últimas horas habían sido toda una vida. Parecía estar muy bien, se le veía relajada, tranquila; no había duda que pasar un tiempo con los suyos, lejos de todo lo que implicaba trabajar en el CBI, había sido la decisión más saludable.
El recorrido por todo el patio trasero en la casa de su tía Mary, hasta llegar al portal, le había parecido interminable; quería correr, pero pensó que sería exponer mucho su emoción ridícula por ver a su consultor, ni que fuera una adolescente; aunque le encantaba sentirse de ese modo. Cuando estaba a sólo un par de pasos delante de él, se detuvo, no sabía si abrazarle o si sólo saludarle, maldita inseguridad que le causaba. Es que en realidad ¿había viajado por todo el país sólo para ir a verla? ¿Tanto la extrañaba que no pudo aguantar una semana más –que era cuando terminaban sus vacaciones y ella regresaría a Sacramento-? ¡Claro! Porque, ¿qué otra cosa tendría él que hacer en Chicago? Además, estaba allí, en casa de sus tíos, nunca le había dado la dirección; por lo que llegó a la conclusión de que si no se la había preguntado a ella directamente, era porque quería darle una sorpresa; ¡No podría ser más romántico! Se sentía en una especie de película en donde los protagonistas siempre regresan a ellas; definitivamente estaba viendo mucha televisión; por suerte él decidió acabar con sus inseguridades –y pensamientos idiotas- acortando la brecha entre ellos con un "heyy" y tomándola rápidamente en un abrazo.
Un abrazo. Ninguno de los dos estaba acostumbrado a dar tal muestra de cariño; pero en ese momento no importó más nada que sus cuerpos entrelazados; no, mejor dicho, sus cuerpos fundidos uno con el otro, porque definitivamente, eso no parecía el típico abrazo. No les importó las miradas expectantes que media familia Lisbon les dedicaba a lo lejos, era una cuestión de ellos dos fuera de este mundo.
Un abrazo, le recordó más que nunca, que no le importaba todo lo que había pasado, ni las razones por las que la llevaron a tomarse unos días en Chicago; no se arrepentía que el destino los hubiese reunido en tiempo y espacio. Sentir el calor de su cuerpo y la suavidad de sus manos acariciando su espalda, sentir su rostro junto al suyo, eran motivos suficientes para estar agradecida por la felicidad que en ese momento, le devolvían con creces.
Un abrazo, no podía más que aferrarse a ella, para comprobar que no estaba en un sueño o en una sucia jugada de su mente, producto de sus deseos. Si, allí estaba, abrazándola; podía sentir su respiración agitada por la excitación, podía aspirar su delicioso aroma –no el de su perfume con toque a canela, sino el de su cuerpo, el natural que le recordaba a las flores frescas- podía tocar su piel suave y delicada a lo largo de su espalda, su cabello, sus brazos; podía saborear su mejilla cuando le plantó un cálido beso; podía escuchar su voz que respondía a su saludo con un "hola, qué sorpresa" y finalmente cuando aun tomados por sus cinturas, pudo admirar el brillo en sus ojos; definitivamente supo que sus sentidos no lo estaban engañando; hacía tiempo que no se sentía tan feliz y tan agradecido.
Un abrazo, que para el resto de la familia pareció interminable, así que entre sonrisas y miradas cómplices por ser testigo de algo maravilloso –no todos los días veían a Teresa tan feliz, abrazando vehementemente a un hombre sin complicaciones por hacerlo en público- decidieron dejar de observarles y darles un poco de privacidad; continuando con la conversación, retirando las carnes del asador y jugando al dominó.
- ¿Qué haces aquí?, ¿cuándo llegaste? ¡Oh no! ¿Estás en problemas cierto? –dijo Lisbon con cara de espanto esperando la mala noticia. Jane sonrió a más no poder por su ocurrencia-
- ¿No puedo aparecerme de pronto, sin que pienses que estoy metido en algo turbio o que la he armado de alguna forma?
- Contigo hay que esperar lo peor –dijo sonriendo-.
- Pues no. Sólo quería verte y darte una sorpresa. Estás preciosa, ¿qué hiciste con tu traje de poli? –Le preguntó mientras por fin se separaba de ella para mirarla de arriba abajo-.
- ¡Estoy de vacaciones! Tú deberías hacer lo mismo con tu ropa de vez en cuando, además es domingo.
- Este es mi traje de los domingos Lisbon, además no traigo el saco y mis mangas están remangadas hasta los codos. Deberías saber que esta es mi informal manera de vestir.
Ella rodó los ojos y sonrió.
- Claro, ¿cómo no se me ocurrió? Gracias por venir, debo admitir que ha sido una linda sorpresa. Ven te presentaré a mi gente.
- Familia, quiero presentarles a Patrick –anunció Lisbon-; un amigo y compañero en mi equipo de trabajo del CBI.
Todos saludaron con una sonrisa y casi en un unísono "Hola Patrick".
- ¿No me digas que es el consultor de quien tanto nos has hablado? –Preguntó James, mientras se acercaba a ellos. Lisbon no pudo evitar sonrojarse, algo que de inmediato percató Jane.
- Así es, el mismo que viste y calza –le respondió Lisbon, pero enseguida se dirigió a Jane- Ya sabes, he estado compartiendo mis traumas con ellos; el psicólogo dijo que es una buena terapia– Jane abrió la boca en señal de sorpresa fingida-.
- Lisbon por favor, qué pensará tu familia –dijo Jane sonriendo y estrechando la mano de James- Hola, mucho gusto.
- Hola, soy James, el segundo de sus hermanos. No te creas, también tenemos buenas anécdotas de ti.
- Esa las quiero escuchar –expresó con entusiasmo Jane-.
Lisbon fue presentándole, uno a uno de los presentes: Mi tío Henry, hermano de mi padre y su esposa, mi adorada tía Mary; su hija Michel y su esposo David, esos chiquillos traviesos son sus hijos gemelos Mathew y Oliver. Este guapo que vez aquí, es el mayor de mis hermanos, Joseph y ella, su esposa Abby. El que vez colgado y girando en el columpio es su hijo mayor Ethan, y esta preciosura que duerme como ángel, es su hija menor, mi sobrina Sarah. Por fortuna, llegué a tiempo para estar presente en su nacimiento, hace ya 20 días.
Hacía tiempo que Jane no se sentía tan social. Desde que perdió a su familia, no asistía a ese tipo de reuniones; al principio se sentía algo extraño; pero estaba contento de conocer a las personas queridas por Lisbon; sin mencionar, el que todos, lo recibieron con mucha amabilidad, así que esa extrañez, se fue convirtiendo poco a poco en una sensación agradable.
- Llegas en buen momento Patrick, espero tengas apetito, porque la comida está lista para ser servida –le comentó Joseph-.
- Oh no gracias, estoy bien, de verdad.
- Ohh vamos, ¡por favor! ¿Desde cuándo rechazas una invitación a comer? –Preguntó Lisbon con ironía-, ponle una buena ración Joseph, le encanta las carnes asadas.
- En serio Lisbon, intento quedar bien con tu familia –le murmuró Jane; ella sonrió-.
Tomaron asiento en la larga mesa del patio, todos reunidos, disfrutando la comida. Jane y Lisbon eran el centro de atención; las preguntas y toda conversación iba dirigido a ellos.
- Qué bueno que te acercaste hasta aquí Patrick, siempre es un placer conocer a los amigos de Tessy –comentó el tío Henry-, pero cuéntanos, qué te animó a venir.
- Mis planes en el trabajo, no resultan tan divertidos, teniendo a Cho como jefe –sólo Lisbon y él rieron– No es cierto. Luego de cerrar un caso, leía una revista, en la cual salió un artículo turístico sobre Chicago, así que me dije, que podría venir a conocer el Planetario Adler y de paso, visitar a mi querida amiga Teresa.
Ni él mismo se creyó su excusa.
- Podemos armarte un tour express y llevarte a conocer los sitios más emblemáticos –dijo Abby entusiasmada-
- No se preocupen, estar aquí es ganancia suficiente –comentó Jane mientras miraba a Lisbon-.
La tarde transcurrió amena; Jane entretuvo a los niños –y también a los grandes- con algunos de sus trucos; conversaron sobre las "locas idea de Jane para resolver los casos", como dijo Lisbon; a lo que él corregía como "estrategias visionarias": de cuando le hizo creer a todos que morirían, "incluso a mí", sentenció Lisbon mirando a Jane con ojos como dagas afiladas, y él acariciaba su nariz recordando el posterior puñetazo; de cuando quedó ciego o de las 4 ó 5 veces que lo secuestraron en menos de un año.
- Puedes calificar para el libro de récords –comentó David-
- No me gusta la publicidad –respondió alegremente Jane-.
- Bien, ¿seguimos con el dominó? –dijo Michel, mientras se disponía a revolver las fichas- Patrick, Teresa, ¿se atreven a destronarnos?
Jane sonrió de oreja a oreja y antes de que Lisbon pudiera decir algo, ya se había levantado para ir a la mesa.
- ¡Ja!, no debiste decir eso; no sabes contra quién vas a jugar –dijo Lisbon divertida-
- No haría trampa a tu familia Lisbon –le respondió Jane; pero justo antes de sentarse, volteo y le susurró-, cuando rasque mi oreja izquierda, es que debes poner ficha de ese lado y cuando rasque la derecha, lo contrario–terminó su maquiavélico plan con una sonrisa y un guiño; a lo cual Lisbon no pudo evitar sonreír-.
Nadie pudo levantarlos de la mesa, realmente no estaban haciendo trampa; aunque en una oportunidad Jane le hizo "la seña", sólo para hacer sonreír a Lisbon. Era demasiada desventaja jugar contra Jane y sus habilidades prácticamente innatas, sabía qué fichas tenían exactamente cada uno, sólo con la primera vuelta en el juego; además Lisbon era muy buena compañera de equipo; muchas veces fue ella, quien cerró las partidas de forma genial; jugaban bien, parecía que se leían la mente el uno al otro.
Oscurecía y poco a poco, los presentes se fueron despidiendo; David y su familia; luego Joseph con los suyos. Por su parte, la tía Mary, se disculpó porque había quedado con una amiga en acompañarla a un compromiso.
- El partido de fútbol empieza en 10 minutos, James y yo nos vamos a instalar frente a la tele, ¿nos acompañan? –Preguntó Henry-.
- Oh, fútbol, Tessy a ti te encanta –dijo Jane con picardía. Lisbon lo miró y rodó los ojos, al escucharlo llamarla como su familia-
- No juega mi equipo favorito, y a Jane no le gusta el fútbol, solo muestra entusiasmo para quedar bien; así que luego les alcanzamos –dijo Lisbon. En otras circunstancias, hubiese estado pegada al sofá; pero hoy era distinto, había estado esperando toda la tarde para poder estar a solas con Jane; hablar de sus cosas, saber qué hacía allí, o tan solo disfrutar de su presencia, solos él y ella-.
James y Henry se retiraron; por lo que Lisbon y Jane quedaron solos en un patio medio iluminado, sentados en una silla doble tipo columpio, uno al lado del otro, mirándose, nerviosos y felices.
Próximo: - Discúlpame por sacar este tema –Jane interrumpió sus rojos recuerdos- tú viniste aquí para sanarte de todo ello y no seré yo quien lo evite, me alegra que estés bien –él posó su mano en su cuello y acarició su mejilla con uno de sus dedos. Lisbon sintió como su cuerpo se estremecía con el simple contacto-.
