The Lonely Mountain
Anna y Kristoff van a casarse, mientras tanto, Elsa descubre por qué ella tiene sus poderes, ya que es la primera en la familia con ellos, y una nueva magia, más oscura y poderosa de la que jamás hayan conocido, se acerca.
Este fanfic está basado en la película de Disney "Frozen" por tanto, los personajes y otros nombres o descripciones que use y sean de la película, son sólo un préstamo para escribir como tantos otros autores, no me adueño de la historia original y los derechos de Frozen pertenecen a Walt Disney Pictures. Sin embargo, la trama de este fic y el resto de términos (los que no son comunes a Frozen) si me pertenecen y son obra mía, cualquier parecido con otro fic es puramente casual y no doy permiso a la divulgación de esta historia o copia, me da igual el minúsculo cambio que le metas para justificar que sea tuya, sólo está en y para su traducción o publicación en otros sitios, se deberá pedir mi consentimiento previo. Gracias.
Dicho esto, espero que la historia os guste. He intentado ser lo más exacta y precisa posible sobretodo en términos de edades (sin sacarme ninguna así como así), y para mi disfrute incluir numerosas descripciones detalladas, pues me gusta que cada cual pueda imaginarse el mundo en su cabeza, como una película, y así poderse meter por completo en la historia. También he hecho esfuerzos en mantener una correcta ortografía, según la RAE de gramática española.
Capítulo 1:
Kristoff sacudió a la durmiente Anna. Su novia era capaz de sumirse en el más profundo de los sueños y tardar más horas de lo habitual en levantarse, pero ese día no podía quedarse dormida. Kristoff no estaba dispuesto a permitirle ese lujo, no ese día tan especial, el día que llevaban dos años saliendo. Dos largos y pacíficos años en el reino de Arendelle, sin nevadas imprevistas, sin nada fuera de lo habitual, y con la magia perfectamente controlada por su reina, que la dejaba fluir por el reino haciéndola común, habitual, pero siempre sorprendente, elaborando pistas de hielo de la nada, muñecos de nieve que ayudaban en las tiendas o en cualquier sitio donde pudieran ayudar, incluso Olaf contaba ya con un montón de amigos, además de los ciudadanos corrientes, que le consideraban uno más.
Habían sido dos años tranquilos y llenos de paz y prosperidad desde que un día el verano se convirtiera en invierno y la reina desapareciera sin más. Dos años desde que Anna se vengase de Hans mandándolo tras las verjas de su propia celda y descubriera el verdadero amor a manos de Kristoff, dos años juntos haciéndose eternos. Elsa había gobernado sabiamente y mantenido relaciones comerciales prósperas con los reinos cercanos que se habían mantenido fieles a Arendelle durante el invierno accidental, y cortado por completo las relaciones con Weselton, reino que ni le interesaba ni le gustaba lo más mínimo.
Anna entreabrió los ojos y contempló al chico con expresión cansada, pero formulando una ligera sonrisa lentamente, y acarició con aire perezoso los mechones rubios antes de darle un suave beso en los labios.
—Anna, ¿acaso no sabes qué día es? —susurró Kristoff medio atontado por el beso, en tono burlón y con una sonrisita, al pensar que su novia, la princesa Anna de Arendelle, como siempre no sabía en qué día vivía.
—Por supuesto que sé qué día es hoy —replicó Anna en tono sabihondo incorporándose de la cama con una sonrisa amplia de suficiencia—. Hoy es el día en el que me traes el desayuno a la cama, ¿cierto?
Kristoff la miró y abrió los ojos ampliamente mirando la bandeja con el desayuno que había dejado en la mesa para la pelirroja.
—Pero cómo... ¿cómo lo has sabido? —Anna le guiñó un ojo y se llevó una tostada a los labios— Bueno, de cualquier forma, ¡vístete, deprisa! Y come rápido, ya tendrás tiempo a llenar el estómago a mediodía.
—¿A qué tanta prisa? —replicó Anna.
—Anna, hoy es nuestro aniversario —la miró con una mezcla de tristeza y diversión en el rostro.
—Oh —Anna dejó la tostada a mitad de camino de su boca y le abrazó—. Lo siento, lo olvidé... pero es que el tiempo pasa tan rápido cuando una es feliz —le sonrió y ante aquellos brillantes y enormes ojos azules Kristoff no pudo hacer otra cosa que besarla.
—De acuerdo, pero date prisa. Tengo una sorpresa.
Veinte minutos más tarde, ambos cabellos volaban con el viento, la pareja montada en el trineo que Sven manejaba hábilmente a través de la nieve, las montañas y los árboles. Finalmente, tras un largo paseo, Kristoff detuvo el viaje a la altura de un acantilado que se extendía por encima de ellos, a través de las rocas de la pared que formaba, Kristoff señaló una especie de escalera natural que las rocas habían formado, y, dejando a Sven con unas zanahorias, cogió una mochila, se la puso en la ancha espalda, y ayudó a la princesa a trepar por allí. Poco después, ambos estaban en una pequeña meseta, desde la cual se contemplaba a la perfección el reino de Arendelle bajo sus pies. La meseta era pequeña, y no tenía poco más que nos árboles nevados grandes y robustos, unas cuantas flores cubiertas de nieve, y una manta que Kristoff estaba colocando en el suelo, a los pies de uno de los robustos árboles. Anna se había quedado maravillada con las espléndidas vistas de Noruega, y la extensión de cielo y nubes que pasaban sobre sus cabezas. Kristoff carraspeó y sonrió mirándola. Al girarse, Anna contempló un fabuloso picnic que había montado el hombre de las nieves en escaso tiempo, y su estómago rugió, ante lo cual ambos rieron. Anna se sentó junto a Kristoff y le besó.
—¡Oh, Kristoff! ¡Es magnífico!
El hombre volvió a reír, y permaneció unos segundos atontado y maravillado con la belleza y gestos un tanto infantiles de la pelirroja, seguidamente, la observó sonreírle -ante lo cual pudo jurar que se le derritió el cerebro, pese al frío- y comenzar a comer.
—¡Kristoff! ¿No quieres nada?
Reaccionó repentinamente y sonrió besando a la chica en la mejilla y llevándose distraídamente un pedazo de pastel a la boca, riendo -y casi atragantándose- cuando la chica dio un estridente chillido al ver el enorme bizcocho de chocolate que la esperaba, y comenzó a devorarlo sin más miramientos.
—¡Anna, espera, despacio!
Pero ya era tarde, Anna se había llevado un enorme pedazo a la boca y poco después, se tornaba morada y tosía acaloradamente, Kristoff se apresuró en hacerle la maniobra Heimlich y Anna escupió pedacitos de tarta... y algo centelleó en el aire, como un destello, Kristoff se lanzó y lo cogió en el aire. Dándole la espalda a la chica, frotó el objeto para limpiarlo apresuradamente.
—¿Kristoff? ¿qué es eso? ¿qué me escondes?
Kristoff se giró y de rodillas, abrió la mano, mostrando un precioso anillo plateado, con un diamante en el centro y Anna abrió la boca formando una perfecta "o" y desorbitó tanto los ojos, que por un momento al chico le dio la impresión de estar contemplando el cielo.
—Anna... —tragó saliva, nervioso, y la miró fijamente a los ojos—. Jamás he conocido a una persona como tú, alguien tan alegre, empática, optimista y valiente. Tú me enseñaste lo que es el amor, y me mostraste personas mucho mejores a las que yo he conocido nunca. Tú me robaste la soledad que me asfixiaba y me confortaste con tu amor. Sé que yo no soy ningún príncipe, ni tengo mucho que darte, más que mi infinito amor por ti, pero aún así... ¿me harías el gran honor de ser mi esposa?
La cara de perplejidad de Anna poco a poco se fue transformando en una expresión de una alegría tan grande, que comenzó a mover los labios sin decir nada, sin poderse expresar, y Kristoff sonrió al ver una lágrima deslizarse solitaria por las sonrosadas mejillas de la princesa.
—Yo... eh... uh... ahm... —Anna sacudió la cabeza y le miró con una sonrisa radiante—. ¡Por supuesto que quiero casarme contigo! —y sin pensarlo dos veces, se abalanzó contra Kristoff, que tuvo que sostener el anillo para evitar tirarlo, abrió mucho los ojos, y finalmente los cerró abrazándola al tiempo que caía de espaldas contra la nieve. Anna comenzó a sollozar y le miró sentada sobre él con una gran sonrisa, comenzando a besarle repetidamente, y antes de que pudiera hablar más, le quitó el anillo de la mano y se lo puso en el dedo, elevando la mano contra el cielo azul para contemplarlo, y el diamante destelleó ante la mirada de ambos—. Soy tan feliz, Kristoff...
El hombre sonrió y la besó, Anna apartó la mirada del anillo y le miró sonriente rodeando su cuello con los brazos y rozando su nariz contra la suya.
—Te prometo que nunca más volverás a tener frío —susurró Kristoff contra sus labios, hundiéndose en el océano azul de su mirada sin temor a ahogarse.
—Bueno, ahora mismo tengo algo de frío... —comentó Anna con un guiño.
—Eso lo puedo arreglar —Kristoff le dirigió una sonrisa picara y apretó los labios de ella contra los de él, dejándose caer de nuevo sobre la nieve, fundiéndose en una cálida danza de lenguas. Repentinamente fueron interrumpidos por un gran estruendo y levantaron la mirada, asustados.
Una gran neblina de un gris oscuro cubría el horizonte y avanzaba hacia ellos a toda velocidad, derribando árboles, rocas y todo cuanto pillaba a su paso. Anna no reaccionó, pero Kristoff la subió a su hombro levantándose a toda velocidad, tiró de la manta del suelo, y se tiró de la meseta, aterrizando en el trineo con un quejido, Anna se abrazó a él asustada, oyendo el estruendo cada vez más cerca, y, a la vez que Kristoff apremiaba a Sven para que corriera como nunca, abrigó a Anna con la manta.
—¡Corre Sven, regresemos al castillo, más rápido, Sven! —gritaba Kristoff sin parar. Anna mantenía los ojos fuertemente cerrados sobre uno de los hombros del chico, y lentamente levantó la cabeza y contempló la neblina, que de alguna forma se había convertido en una avalancha, cerniéndose sobre ellos. Bajaban la ladera en picado a toda velocidad, hasta que de algún modo se desviaron del camino de ida y en lugar de seguir el camino, dieron contra un acantilado. Kristoff no tuvo tiempo a parar y Sven tampoco, por lo que volaron por encima del río del fondo del acantilado a sus pies... y aterrizaron en tierra firme. Sven se detuvo en seco y a causa de la tracción, el trineo se giró, por lo que el trío contempló la avalancha caer por el acantilado y la niebla esfumarse lentamente, dejando un mar de árboles caídos y animales muertos en el suelo.
—¿Qué... qué ha sido eso? —murmuró Anna con voz ahogada.
—No lo sé, pero volvamos deprisa a informar a la reina —respondió Kristoff con voz grave—. Esto no me gusta un pelo... ¡a prisa Sven, vamos a hacerle una visita a Su Majestad la Reina Elsa de Arendell!
No tardaron en reincorporarse al camino y poco después, entraban apresuradamente en la ciudad, avanzando a toda velocidad por las calles. Finalmente se detuvieron ante las puertas del castillo -ahora abiertas de par en par y custodiadas por un par de guardas en los miraban sorprendidos- Kristoff saltó fuera del trineo y ayudó a su temblorosa prometida a salir también. Seguidamente, separó a Sven del trineo y lo dejó ir a buscar comida mientras corría corría con Anna de la mano al interior del castillo, atravesando a toda velocidad la pequeña plaza -convertida en pista de patinaje y coronada con un par de fuentes- que se situaba entre las puertas del castillo y las puertas del edificio principal.
Jadeando, pararon ante Kai.
—Necesitamos ver a mi hermana inmediatamente —dijo Anna con tono autoritario.
—Su Majestad está reunida en estos momentos, princesa.
—¿Dónde? —preguntó Kristoff.
—En la sala de reuniones pero me ha pedido expresamente que no se la moleste... ¡princesa! —ya era tarde, ambos habían salido corriendo a través de largos pasillos en dirección al gran salón donde organizaban las reuniones. Irrumpieron en la habitación y tanto la reina como todos los consejeros reales y representantes comerciales de reinos de toda Noruega interrumpieron sus conversaciones y les miraron fijamente, la reina, con una mezcla de enfado y confusión, se puso en pie mirando a su hermana fijamente. El resto guardaron silencio.
La sala de reuniones era una sala rectangular, amplia, con grandes ventanales que daban al patio de la pista de patinaje, coronadas por grandes cortinas de seda azules. Tanto las paredes como el suelo eran de brillante madera, el suelo tenía una gran alfombra con leones y las paredes estaban cubiertas de grandes cuadros con personalidades como Juana de Arco, Roald Amundsen, Colin Archer, Klas Pontus Ardnoldson y diversos miembros de familias reales importantes. El cuadro más grande, presidiendo la sala tras la reina, lo protagonizaban los padres de Elsa y Anna, los anteriores reyes de Arendelle. En el centro de la sala, había una gran mesa de madera, larga y ovalada, con cómodos y mullidos asientos con cojines a su alrededor para todos, y un sillón grande para la reina. La mesa tenía un gran mantel azul con borlas y adornos plateados, con una gran "A" en el centro.
—¿Pero, qué...? ¡Anna, Kristoff! ¡¿Creéis que estas son formas de interrumpir una importante reunión?! —les reprendió Su Majestad.
—Elsa, tenemos que hablar muy urgentemente contigo, no hay tiempo que perder —anunció Anna con voz alta y clara, sin titubear, el tono firme y la mirada seria y fría, contemplando fijamente a su hermana.
Detectando la mirada tan fría y seria de su hermana y su tono serio, Elsa se percató de que no era cualquier asunto y empalideció apretando los puños y caminando hacia ellos. Llegando a la puerta, se giró para contemplar a los presentes.
—Estimados señores, si me disculpan, imagino que esta interrupción debe tratarse de algo realmente importante como para suspender la reunión. Si no tienen inconveniente, nos veremos la semana que viene. Y vosotros —miró a su hermana y al que ya era como su hermano— venid conmigo.
Salieron de la sala y caminaron a paso apresurado hasta la biblioteca, que era la sala más cercana para hablar en privacidad. Una vez dentro, Elsa cerró la puerta y congeló la cerradura para asegurarse de que no volvían a ser interrumpidos, y se sentaron en los sillones. La biblioteca era de las habitaciones más largas del castillo. Tenía dos plantas de altura, con un par de sendas escaleras de caracol para pasar de una a otra, grandes ventanales con sus respectivas cortinas, alfombras, y sofás y sillones con mesitas en todos lados. Había pocos cuadros, pues la mayoría de las paredes estaban cubiertas por altas estanterías abarrotadas de libros, que llegaban hasta el techo. La iluminación la componían algunas lamparitas y una gran lámpara de araña en el techo.
—Elsa, tenemos un gran problema, Kristoff y yo hemos visto algo, tienes que verlo, Arendelle corre grave peligro si no...
—Anna, Anna, despacio. No importa el poco tiempo que uses para contármelo si no logro sacar nada en claro. Empezad por el principio.
—Anna y yo hemos estado en las montañas, Elsa, en la meseta del oeste, cerca del lago de Antwerden. Y allí pasan cosas raras, primero vimos una gran neblina que se movía muy rápido, me parece que venía de la gran montaña del oeste, al otro lado del río.
—Y la neblina con forme se acercaba a nosotros lo arrasaba todo a su paso, Elsa, todo, hasta los árboles, fue cargándose de nieve y rocas a su paso y desembocó en una gran avalancha... nosotros nos salvamos porque Sven fue capaz de sobrevolar un acantilado —contó Anna a toda velocidad. Elsa los miró boquiabierta, con los ojos desorbitados y el ceño fruncido. Seguidamente aporrearon la puerta.
—¡Reina Elsa, ha pasado algo en el bosque, tiene que venir!
—¡Voy! Debe de ser lo que me estáis contando. ¿Vosotros estáis bien?
—Sí, nosotros sí, pero una buena parte del campo ha quedado arrasado, los árboles tirados, animales muertos... —dio un gemido ahogado—. ¡Kristoff, los trolls!
—Ellos están bien Anna, viven al norte —se apresuró a tranquilizarla Kristoff—. Elsa, parecía algo oscuro... algo mágicamente oscuro —susurró Kristoff mirando a la reina.
—Me haré cargo, gracias por informar, tengo que ir a ver qué más saben —Elsa se levantó descongelando la puerta. Anna había estado ocultando su anillo todo el tiempo, ya habría tiempo para eso—. Os buscaré en un minuto. —dijo Elsa antes de salir.
CONTINUARÁ...
