Una joven de cabello castaño se encontraba parada sobre el borde de un edificio: la Academia Cross.
La suave brisa hacía danzar su cabello, mientras su mente repasaba los sucesos de los últimos días.
—Zero...
Un murmuro quedo escapó de los labios de Yuuki Cross. No podía decir más, las palabras no le salían, abrumada por sus pensamientos.
—Un monstruo encerrado en el cuerpo de un humano.
—Zero...
Su amigo, su compañero, estaba luchando con una bestia que amenazaba con dominarlo, y si esto último se hacía realidad su querido Zero se perdería para siempre en un mar de locura y sed de sangre. El corazón de Yuuki se encogió ante la simple perspectiva de que eso sucediera.
Una mirada de preocupación y un ceño fruncido adornaban su cara.
—No te dejaré caer, Zero. —murmuró.
La mirada de preocupación se convirtió, rápidamente, en una mirada de determinación. Ayudaría a Zero fuese como fuese, incluso si eso significaba dejarle beber su sangre, y estaba segura de que esto sucedería, pues sabía, aunque Zero no se lo dijese, que las pastillas no lograban saciar ni calmar su sed.
Asintió, aunque no había nadie allí, fue un gesto para reafirmar sus pensamientos .
—No te dejaré solo Zero ¡No lo haré!
Con una última mirada hacia el horizonte, Yuuki saltó hacia el árbol más cercano y luego hacia el suelo. Sus deberes de guardiana y Zero la esperaban.
—Yuuki...—murmuró alguien.
La suave y delicada voz provenía desde la sombra que proyectaba una de las torres.
Kaname Kuran no necesitaba filtrarse en la mente de su amada para adivinar sus pensamientos. Ella planeaba darle su sangre a Kiryuu y eso lo hacía arder de rabia, aunque su hermoso rostro solo expresara calma.
Odiaba a ese humano a punto de convertirse en una bestia de nivel E, lo odiaba y lo enviada terriblemente por el precioso regalo que Yuuki le haría, porque beber la sangre de Yuuki era un regalo. Uno que él deseaba con todo su ser. Pero no podía, no debía beber la sangre de la joven, no si quería impedirle el sufrimiento que ello conllevaba.
Su rabia aumentó al sentir en el aire el perfume de Yuuki, esparcido allí donde había estado parada y sin advertir su presencia hacía tan solo unos segundos. Pero logró apaciguar un poco sus tormentosos pensamientos al recordar que el sacrificio que suponía no beber su sangre ayudaría a mantenerla a salvo.
Su amada Yuuki. La mirada de Kaname se suavizaba...se humanizaba, al pensar en ella. No le dejaría todo el trabajo de ayudar a Kiryuu a ella sola. El humano necesita beber su sangre, la sangre de Kaname, para mantener la cordura y él estaba dispuesto a dársela.
El joven vampiro tenía la mirada posada sobre las montañas que adornaban el horizonte. De su bolsillo, sacó un objeto y lo colocó sobre el borde del edificio.
—Yuuki...
Aún no debía despertarla. Por el momento era mejor que nadie supiese su verdadera identidad, y hasta que el día de la verdad llegara él la protegería y Kiryuu le sería muy útil en esa tarea.
Con una última mirada a la pieza de ajedrez inmóvil sobre la cornisa del edificio, Kaname se dirigió hacia sus clases.
El humano sería útil, después de todo.
