Karofsky niega con la cabeza, intentando no ver pero la morbosidad le gana. Detesta cómo el maricón de Blaine le mete la lengua al otro maricón, Kurt. Muy pájaro debe ser si salió de patitas a la calle, huyendo, escondiéndose bajo el regazo de su querido noviecito.
Duda, porque no quiere que lo vean chismoseando, estando donde no le incumbe. Aunque él no tiene la culpa después de todo, se supone que éste es el baño de hombres, el de las mujeres queda hacia la derecha.
Bufa molesto, queriendo partirle los dientes al tipejo ése. ¿Quién se cree? Asco. Y más repugnancia le da ver a Kurt, con el cabello desordenado, los cachetes enrojecidos y jadeando. Eso es porque nunca ha besado a un macho de verdad. No como lo hizo él.
Karofsky no es gay, no que él sepa. Juega fútbol americano con otros sujetos que le doblan peso y estatura. Hummel no serviría para eso, es muy mujercita para ensuciarse. Es entonces cuando lo oye hablar, con dificultad en la respiración. Toma bocanadas de aire desesperadamente.
Seguro si lo tocara, no le daría ni tiempo a rechistar. Se entregaría a sus brazos, rogando un poco más, diciéndole que se equivocó, que va a regresar.
Tampoco es homofóbico, pero le da rabia que no le importe los demás. Camina tomando la mano de Blaine, como si estuviesen solos, como si no hubiera un par de ojos envidiosos observándolos. Le pega un puñetazo a la pared, acordándose luego que no puede hacer ruido.
Se queda encerrado en el baño, esperando a que salgan, lo dejen respirar. Simplemente está incómodo, porque respira el mismo aire que esos dos, que ese Blaine.
