Según Anwar, Dios condena la homosexualidad. Pero a Maxxie siempre le ha parecido que ese dios es muy condescendiente, porque su amigo come carne de cerdo en días ─que se supone─ no debería hacerlo; practica el sexo pre-matrimonial; fuma, bebe, toma drogas, miente, ve pornografía y una serie de pecadillos más que derivan del mismo saco.
Maxxie se porta bien, también inhala pipa, se emborracha, se une a la "felicidad" con esos pastillitas pero no es tan lujurioso como lo es el otro. Él también ama, respeta y desea, sólo que en vez de una vagina, todo gira en torno a un pene.
Anwar se desvive buscando chicas con autoestima baja para meterlas a su cama, el rubio no. Se estabiliza con una persona, aunque tampoco sea un santurrón. A veces va a esos bares, donde uno que otro muchachito bonito le dirige una mirada para nada hetera. Se emociona y cuando ve que su mano es estrechada por otra de largas uñas, se decepciona ya que no quiere salir con zapatos guardados en el fondo del clóset.
El musulmán se emborracha, maldiciendo a las mujeres que tienen el ego por el cielo. Sólo quiere a alguien para cogerla, no es un gran problema. La propuesta que él ofrece es fácil y accesible: un poco de placer a cambio de otro poquito. Su mejor amigo, camarada de toda la vida se harta. Siempre es el mismo cuento y cuando le invitó a irse a vivir juntos, no era para aguantarse esa quejadera. James todavía no volvía de esa estúpida reunión familiar. Por más que lo intente, no logra callarlo. Ni hablándole suavecito ni gritándole, tampoco poniéndole la mano en la jeta.
Sonríe un poco y lo besa en la boca, tomándolo por sorpresa. Anwar abre sus ojos tal cual grandes son. Trata de decir algo, pero no puede. Las palabras se quedaron atascadas en su garganta, junto a un poco de agua. A estas alturas, la sonrisa de Maxxie no cabe en su rostro. Se levanta a buscar otra cerveza cuando piensa que ha logrado tranquilizarlo.
A los cincos segundos, el moreno retoma su misma cantaleta de lo puta que son las muchachas. El actor y bailarín se resigna, consolándose a sí mismo con que Anwar es un caso perdido y bueno, así lo quiere.
Dios debe estar jalándose de los pelos allá arriba, porque su combo de palomitas recién se acaba y la película apenas empieza.
Seguramente es muy gordo.
