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Disclaimer: Esta historia fue creada solo por motivos de entretenimiento. Rumiko Takahashi es la dueña y señora de esta maravilla de personajes.


Este relato está ambientado muchos años después que Sesshomaru fuera a recoger a la pequeña Rin de la de aldea de nuestro hanyou favorito. Y no, no están juntos, no aceptaron sus sentimientos ni nada. De hecho, esta historia empieza desde el punto de su reencuentro luego un par de décadas, dado que se separaron porque...

Ahora que él regreso, ¿se podrá dar algo a pesar de...?

Léanlo mejor ;).


I. Reencuentro

De un momento a otro se olvidó de respirar. Un mareo casi la tiró al suelo, y el alocado palpitar de su corazón, el cual creyó que jamás volvería a latir de aquella manera por alguien, hizo estragos de ella. Quería evitar sentirse así, pero la jovencita ingenua que una vez había sido había vuelto. ¿Todo por qué? Porque él estaba ahí, ÉL, tan perfecto como lo recordaba.

Cerró los ojos e intento calmarse, no podía ser.

Acompasó su respiración, rogando que al abrir los ojos no hubiera nadie ahí.

Creyó que su mente le daba una mala jugada, una alucinación, ya no podía estar funcionando bien, de todos modos, no era la primera vez que se lo imaginaba. Pero no… su mente jamás podría haberle hecho justicia a la imponente presencia de demonio que sus ojos habían presenciado sólo segundos antes.

En el fondo supo que su imaginación y su pobre memoria no podrían jamás devolverle tan vivamente una imagen así a sus ojos.

Dejó pasar unos segundos y cayó en la cuenta que tenía miedo, miedo de volver a enfrentarse a él luego de tantos años, miedo de lo que sucedería a partir de ese reencuentro, pero tenía muchísimo más terror de que sólo se tratase de otra ilusión creada por su engañosa mente que hace años no hacía más que ofrecerle recuerdos borrosos e insuficientes. Tanto que inclusive dudaba que algún día hubiera sido tan feliz con él, o que hubiera existido…

No, eso no. Él había sido tan real como el hecho de que ella respiraba, como el hecho de que alguna vez ella dejo de hacerlo, y como el hecho de que el fuese la razón del porque su corazón hubiese vuelto a latir. Sí, su misma vida era justificativo suficiente para no olvidar que él existía, o que había existido en su vida.

Quería verlo aunque tuviera pánico de hacerlo, deseaba volver a mirar tan sólo una vez ese rostro que la siguió adonde fuese en las dos últimas décadas.

Se entristeció al notar que no lo había olvidado. ¿Cómo hacerlo?, tan sólo pensarlo le daba risa, pero no era momento de reír. Había intentado todo para enterrarlo en su memoria, perjurando que ya no tenía importancia, que había sido sólo parte de un pasado que no debió ser, (porque en realidad ella no tendría por qué estar viva, si no hubiese sido por la voluntad de él). Pero no pudo engañarse, y menos en ese momento.

Lo comprendió y lo aceptó. Había pasado tanto tiempo, y aunque quizás hubiese sido lo mejor dejar que ella partiera al otro mundo le importaba nada más que volver a verlo, aunque sea sólo un instante para calmar su corazón amartelado por la larga espera. Sí, sabía que ese día llegaría.

Abrió los ojos con lentitud.

No está.

Sintió como si una herida se le abriese en el pecho y movió la cabeza a todos lados. No estaba ahí. Afinando la vista recorrió todo lo que sus ojos alcanzaban a ver de los cultivos de hierbas donde se encontraba recolectando, y en su angustia se había incorporado casi sin darse cuenta y caminaba en círculos mirando hacía todo lugar, buscando lo que por tonta había vuelto a extraviar.

-Señor Sesshomaru…

Murmuró, pero ¡por qué cerró los ojos! Volvió a bajar los párpados con fuerza, pero esta vez por la rabia e impotencia. Dejó que se fuera… Una lágrima de rabia y dolor se aproximó a sus ya no tan jóvenes ojos y resbaló por su piel ya curtida por el sol y el trabajo.

Más de veinte años sin verlo, y había vuelto a perderlo.

-Rin.

Le había empezado a doler la cabeza y a retumbar los oídos, pero eso no le impidió oír perfectamente como decía su nombre; con aquel tono inconfundible, sereno y claro que tanto adoraba.

Separó los ojos sin dudar ni medio segundo, dirigiendo la vista hacia dónde provenía la voz.

Sí, estaba tras ella, tan cerca que al voltearse sólo vio su armadura a menos de un metro. Aunque el peso de la rabia y la culpa desaparecieron al instante, otro se presentó. No podía ni levantar la vista, se sintió como una jovencita de nuevo, una torpe y enamorada jovencita como lo había sido hace ya un par de décadas. Se sacudió la pena, la escondió muy dentro y tomó valor. Ya no era una niña, o al menos quería dejar de serlo.

La felicidad de saber que estaba frente a ella, que no era ninguna artimaña, ningún sueño, y menos una ilusión, y con el dolor aún latente por creer que se había ido, le ayudaron a levantar la vista decidida.

-Me alegra volver a verlo.

Fue sincera. Le regaló una sonrisa suave reafirmando sus palabras e intento no pensar demasiado en aquel que tenía en frente.

No ha cambiado ni un pelo, claro, los años no pasan para él. Mientras que yo…

Alejó esos infames pensamientos y esperó ansiosa a que le dijera algo. Otra vez quiso reír de sí misma… Él rara vez decía algo, pero esa vez sí que se había equivocado.

-Creí que era lo último que querías hacer, en verdad que ustedes tienen muy mala memoria.

Su sonrisa se esfumó con esas palabras y no pudo evitar volver a bajar los ojos. Era verdad, unos muy tristes recuerdos regresaron a su cabeza, tanto tiempo había pasado desde esos días…

-Es verdad, pero hace mucho tiempo que dejó de doler…

No tenía importancia, sí había algo que ella no hacía era vivir aferrada al pasado y menos a uno tan triste. No, ella prefería recordar los buenos momentos, y sólo de los buenos momentos se formaban sus recuerdos sobre el amo que alguna vez tuvo, por eso hace años lo había perdonado y decidido empezar de cero. El problema se presentó cuando también quiso olvidar lo bueno como había olvidado lo malo, creyó necesario hacerlo para recomenzar su vida. Nunca lo consiguió, al menos no por completo.

Sin embargo, para él, era evidente que le dolía. Tal vez no esos recuerdos, pero si algo. Lo podía sentir…

-Sígueme.

Caminó por el lado suyo con la intención de adentrarse al bosque donde había estado parado hace poco, Rin no lo pensó mucho y decidió obedecer, al parecer tenía mucho que decir, por muy sorprendente que fuese.

-¡Okasaan! –el grito la hizo detenerse de golpe y se volteo de inmediato.

-¡Hana!, ¿no deberías estar con tu hermano?

-No, ¡Nishii está coqueteando con una chica cinco años mayor que él! Me dejó sola y yo no sabía qué hacer, así vine por mi okasaan porque necesito a alguien para jugar. Ven por favor, por favor, por…

La pequeña se paralizó cuando se percató que un hombre a la entrada del bosque, de cabellos blancos y largos, la escrutaba con mirada dorada, que cambiaba entre sorpresa disimulada y altanería. Casi le sacaba la manga al kimono de su madre, la cual tenía los ojos abiertos como platos hacía su pequeña hija de seis años.

El demonio dejó de mirar a la menor con desprecio para dirigírsela a Rin, y ésta al voltear su vista al demonio, hubiera podido jurar que sus ojos cambiaron de color por un instante, dominados por un sentimiento que jamás había visto antes en él.

-Hana, ve a casa.

-Pe… pero… y ese… y... y tú… ma… mamá… -balbuceó mientras lagrimeaba, y la jaló con toda la fuerza que su cuerpo le permitía para alejarla de quien consideraba una mala persona.

-Pequeña, no me pasará nada. Déjame con el señor un momento.

-Pero esta malo, no quiero que te lastime –ya estaba llorando.

-Confía en mí, chiquita. Yo estaré bien, regresa a casa, pronto iré y jugaré contigo.

-Pe…pero –aún la jalaba de la manga.

-Escucha, recuerdas las historias que les conté. ¿Tú quién crees que es él? -. La niña humana aún lo miraba con temor, pero entonces.- Regresa a la casa, y te lo conta…

-¿El señor Sesshomaru? –el entendimiento llegó a la cabeza de la criatura y pasó de las lágrimas a la sorpresa.

-Bueno, ahora sabes que no me hará nada, ve y deja que hable con él. Ve –se agachó a su altura y la despidió con un beso en la frente.

La niña se alejó con una sonrisita y la curiosidad tatuada en la pequeña carita. Aún desconfiaba un poco, pero el miedo había desaparecido de sus pequeños ojos caoba, iguales a los de su madre.

-Muévete –el tonó del lord fue más severo cuando se dignó a continuar el camino, ni siquiera procuró esperar un segundo a que ella se levantara. Rin sólo prefirió no tomarlo muy en cuenta.

Se adentraron en la arboleda, él caminaba de poco a poco más rápido, imperceptible en un principio por la mujer, pero conforme pasaron los minutos, seguirlo se le hizo imposible. Sesshomaru se abría paso grácilmente entre las ramas y raíces levantadas, y Rin no podía evitar tropezar cada cuanto, cuando empezó a trotar para intentar alcanzarlo, se cansó.

-Basta –sentenció agitada por la pequeña carrera y el calor abrasador que el sol veraniego de medio día le propinaba sin compasión, y la sombra de los árboles no le ayudaba demasiado, el sol estaba sobre sus cabezas. ¿Qué pretendía? Se apareció sin razón aparente luego de tantos años, le hacía seguirle como una tonta por casi media hora, y ahora, ¿quería que corriese tras él? –no avanzaré más, así que dígame que es lo que quiere.

-¿¡Todavía me preguntas qué es lo que quiero!? –alzó su voz y se detuvo, pero sin voltear. Los vellos de Rin se crisparon y retrocedió un paso por mero instinto, había olvidado lo tronadora que podía ser aquella voz. Pero no lo entendía, parecía querer asesinar a alguien por el tono empleado, un clásico que sus enemigos solían oír antes de ser rebanados, y como era la única cerca…

-No, no… no lo entiendo –jamás la había intimidado de esa manera.

Después de unos segundos tensos en los que no pudo hacer más que quedarse quieta, él se digno hablar con la templanza y tranquilidad propias de su personalidad estoica.

-Vendrás conmigo, Rin –ordenó dictatorial. La miró de reojo y continuó su camino, esta vez lo suficientemente lento como para que la mujer pudiera correr y ponerse delante de él para detenerlo.

Y eso hizo exactamente. No lo entendía ¿o ella era la loca? Cuando sólo era una niña ingenua nunca le pidió explicaciones de nada y lo obedecía ciegamente, ¿creía que seguía siendo esa criatura?

-No me respondió. Dígame –habló mirándole directamente a los ojos, estaba parco como siempre debió estar, no había rastro de enojo y empezó a dudar si había estado a punto de matarla hace sólo unos segundos -, ¿qué quiere de mí?

-¿Te volviste tonta o en verdad lo olvidaste? –preguntó sarcástico. Por supuesto que recordaba, pero creía que era un tema estancado por el paso del tiempo.

¿Qué? No podía hablar en serio, habían pasado más de veinte años desde aquello, cómo podía pensar que seguía en pie.

-Eso paso hace demasiados años, Lord Sesshomaru –, que para él fueran sólo un suspiro no tenía nada que ver. Era una humana, Dios, qué no entendía que el tiempo era todo lo que tenía. -Jamás creí que lo había tomado en serio –bajó la mirada recordando ciertos hechos.

Había regresado por eso. En el fondo lo sabía, en eso habían quedado, aunque de la manera más extraña, pero ese había sido el trato.

-No esperaste ni diez años. Qué poco vale tu palabra.

-¡Yo jamás prometí nada! –levantó airada los ojos. Tenía que recordarle… - y no tengo la culpa que haya considerado que en verdad mis palabras tenían validez. Además aún no entiendo… ¿por qué vino a buscarme?

-Vendrás conmigo porque eso es lo quieres, en eso habíamos quedado.

-No, ese trato nunca fue real, yo jamás creí… nunca tuvo validez.

-El que creyeras que jamás lo tomaría en serio o lo aceptaría no te daba el derecho de decir palabras al aire y ahora negarte. Vine por ti porque me diste a elegir, y yo ya lo hice.

-Es que nunca creí…

-No me interesa. Ahora vine a reclamar lo que es mío.

- Pe…pero… -no podía creerlo. Ese trato jamás debió suceder, ¡hasta le había dicho que no quería volver a verlo! Por favor, todo lo que había dicho lo había hecho por la agitación del momento, por el dolor del rechazo, por el despecho que sentía. No podía creer que tantos años después él regresaría confrontándola con sus propias palabras. No podía estar pasando -, ya no puedo.

-No es mi problema que hayas formado una vida en el tiempo concedido –dijo, adivinando sus pensamientos -, hazte responsable de tu palabra.

La tomó del brazo y la acercó a él. A trompicones fue a estar pegada a su armadura y envuelta en su mirada inquisidora.

Era verdad que ya no era la jovencita que recordaba, ni tampoco una joven mujer; su piel ya no tenía la perfección y tersidad que recordaba; su cabello azabache, que antes caía luminoso como cascada en su espalda, ahora era mucho más corto y opaco. Sus manos, antes delicadas, a pesar de haber vivido casi toda su vida en el exterior, fueron una vez suaves y delicadas, más ahora sujetaba las manos de una aldeana, curtidas por el trabajo y el sol.

Sí, quizás dejó pasar algunos años. Sin embargo, cuando fue a dar con sus ojos, aquellos color castaño que reflejaban en su brillo su fuerza y vivacidad, supo que era Rin, la misma niña que había revivido, la que lo había acompañado, la misma joven que había recogido de la aldea del incompetente de Inuyasha, la misma que había deseado y había rechazado a la vez. Ahí estaban; el mismo aroma, la misma esencia, el mismo deseo que había sentido sólo por ella, por esa mísera humana de dulce sonrisa.

Ella no aguantó el peso de la mirada dorada, y avergonzada, alejó el rostro lo más que pudo mientras que intentaba separarse de él con la fuerza de la mano libre. Conocía esos ojos, la escrutaba; sabía que cada detalle, defecto y virtud, se ponían a descubierto. Detestó esa mirada ya en una ocasión, la hacía sentirse desnuda y vulnerable.

-Suélteme. Ya ve que no soy la niña de antes. Déjeme ya… -intentó ordenarle, pero sonó sólo como una súplica sin fuerza.

El demonio se debatía entre el deseo y la rabia, pues el uno llevaba al otro. Desde que empezó a florecer percibió ese aroma, esa incitante fragancia que lo invitaba a probar de ella, aún estaba ahí latente a pesar de los años, pero aunque dejó de ser tan fuerte seguía ahí, burlándose de él y de los deseos carnales que lo poseyeron, pero ya no le importaba ese detalle. Antes se sentía bajo, asqueado por tener esa necesidad por una criatura tan inferior, pero eso dejó de importarle pues había algo que lo molestaba mucho más hasta el punto de desquiciarle.

La atrajo más cerca con la vista nublada por la ira. La agarró de la cintura y la levantó para hallar lo que buscaba, hizo caso omiso al gritito y a la queja, y olisqueó su cuello, sus cabellos, pero no, no había rastro de él, pero que importaba que no oliera al hombre que la había tomado; esa niña que la llamaba madre, que olía igual que ella y que era su viva imagen cuando niña, era prueba suficiente.

No entendía que hacía, lo quería lejos, jamás había tenido tanto contacto con él y menos uno tan impropio. Se sacudió entre sus brazos y con la fuerza de su brazo suelto lo empujaba. Más no prestaba atención a sus quejas. Entonces, sintió como los labios del demonio se detuvieron al lado de su oreja.

-Tan sólo una vulgar mentirosa –más que un susurro sus palabras fueron un sonido gutural con tintes de desprecio. Se quedó quieta por sólo unos instantes más, pero harta de la situación soltó su brazo y girando su cuerpo puso ambas manos en la cara de demonio intentando alejarlo, era el último intento desesperado de salir de su agarre.

-¡Ya basta!

En menos de un segundo ya nada la sostenía, cayó al sobre sus palmas y rodillas, y se lastimó una de ellas con una poco oportuna rama, pero ni le prestaba atención, todo su ser temía por lo que el demonio haría ahora.

-Lo mejor será que se vaya. Déjeme –probó a ver si funcionaba, un dolor agudo en el centro de su corazón la traicionaba, pero no podía prestarle atención. Él fue su todo, pero ya no más, ahora tenía dos hermosos hijos que eran su mundo.

Ya no era lo más importante y no podía abandonar la vida que había escogido al alejarse de él.

Levantó la vista y se incorporó, Sesshomaru la miraba con toda la rabia y el desprecio que nunca creyó ver en sus ojos.

-No sé a qué se refiere –alegó mientras se sacudía.

-Nadie te dio esa libertad de hacer lo que quisieras, ese cuerpo me pertenece desde el momento en que lo reviví. Nadie tenía el derecho de tocarlo –dijo solemne y alzando la mano armada de poderosas garras.

Hablaba acaso de…

-Me hizo libre, ¡no le debo ninguna explicación!

El silencio se hizo entre ambos, y lo único que deseaba ella era desaparecer. La conversación tomó un rumbo incierto, no quería continuar.

Retrocedió unos pasos sin perder contacto visual, cuando ya estuvieron separados por los metros que consideró pertinentes, se dio la vuelta presurosa olvidándose de su rodilla herida y echó carrera por el bosque.

Dio apenas unas cinco zancadas antes de sentir como sus piernas ya no tocaban el suelo y eran apretadas por un fuerte lazo. Cayó al suelo de bruces, el látigo del demonio la había agarrado y ahora la arrastraba por las hojas secas de regreso. Intentó soltarse pero sólo se lastimó los codos por las pequeñas ramitas del suelo del bosque.

Apenas la soltó deseaba pararse, gritarle, y terminar con el asunto de una buena vez, pero sólo alcanzó a incorporarse pues él comenzó a hablar.

-Me ofreciste algo que ya no puedo tener, cómo pagarás esa afrenta.

-Lo que haya dicho lo hice hace tantos años que apenas lo recuerdo, es verdad, la mente humana es frágil. Además me sentí libre de buscar mi felicidad. ¡No tengo por qué ser juzgada, ni le debo nada! Así que mejor será que se vaya–el pecho se le hinchó con las últimas palabras, pero era lo mejor y lo único, si él no era capaz de decirle la verdadera razón por la que ahora le reclamaba, si aún no era capaz de ser claro prefería acabar con esa extraña situación por la paz, estaba cansada.

El demonio alzó imperceptiblemente una ceja en señal de burla y curiosidad. ¿Desde cuándo se había vuelto tan arrogante y mal agradecida? No le gustaba demasiado, pero le otorgaba un aire diferente al acostumbrado, además que le entretenía el hecho que cada palabra que le dirigió estaba revestida con un aire de rencor. Podía percibir todo el revoltijo de emociones que era Rin, y aunque había puntos ciegos y no la entendía en muchos aspectos, tenía en claro que aún estaba herida, que buscaba todo medio para hacer que él sintiera lo mismo, y que lo último que deseaba era que se fuese. Sí, ella quería que se quedara.

-Lo dije y lo repito, eres una vulgar mentirosa, no crees la mitad de lo que dices, y el resto sólo es despecho.

-Puede pensar lo que quiera –dicho esto se giró sobre sus talones dispuesta a marcharse –y no se atreva a detenerme.

Dio unos buenos pasos y esperó a ser detenida, pero nada. Con un suspiro se afirmaba que era lo mejor, continuó con aparente seguridad. No aligeró el paso, pero la herida se abría conforme se alejaba.

-Das un paso más y te advierto que no me volverás a ver, jamás.

Se detuvo de golpe, dudando y maldiciéndose por no poder ser más fuerte y decidida. Le dolía demasiado alejarse, y se vio descubierta. Claro que no quería que se fuera, pero también sabía lo que debía hacer. Porque entre el deber y el querer sólo podía escoger el primero. Aunque su mismo espíritu libre se lo recriminase.

No podía arrepentirse de las decisiones que la llevaron a donde estaba, además que no tenía razones suficientes para hacerlo a no ser el peculiar vacio y desasosiego, que por cierto ya se había resignado a cargar y que era en parte llenado por las dos personitas que más amaba.

El Taiyoukai sonrió internamente, rara vez utilizaba la manipulación o quizás nunca lo hacía, y ciertamente jamás la creyó tan entretenida. Era cierto que para conseguir lo que quería siempre lo hacía por la fuerza, pero con ella era diferente, se sorprendió por los métodos que llegaba a usar por su causa. Sin embargo, no estaría tan contento si hubiera sabido lo que Rin realmente pensaba, pues hasta para un señor demonio era imposible comprender del todo el corazón de una mujer.

-Me respondería, Lord, ¿si le preguntara ciertas cosas? –probó sin mirar atrás.

-Intenta –se enserió, no esperaba un interrogatorio, sino más bien una súplica. Pero quería ver que pretendía.

-¿Por qué regresó por mi después de tantos años?

Silencio.

Muy típico, seguro no ve necesario dar explicaciones.

-¿Por qué no me responde?

Silencio, estaba cansada de…

-Acepté tu propuesta –respondió cuando ella se disponía a continuar su camino –, aunque tú no fuiste capaz de cumplir.

-¿No cree que tardó demasiado?, ¿por qué ahora?

-Te di un tiempo para que revisaras tu corazón. Y no lo desperdiciaste ni un poco…

-Le recuerdo que el tiempo no es algo de lo que un humano pueda gozar desmedidamente –le recriminó.

-Quizás fue un poco más de lo esperado por una mortal, pero mi percepción del tiempo es diferente. En todo caso, yo no te engañé en ningún momento, tú no eres la que tendría que estar molesta, en todo caso.

-Como no, ¿quiere que me vaya con usted sin más? ¿Cuándo esperé más de trece años su regreso? Porque es cierto, yo siempre quise verlo otra vez, aunque fuese una última –no se pudo contener más; se volteó con el corazón en la mano, y con la intención de sacárselo del pecho. -Era joven, pero con cada año que pasaba pensando que iría a buscarme me marchitaba y cada vez más rápido. Me encontraba sola, aislada. Volvía a ser rechazada por la gente, todos se alejaron, a excepción de uno. Se quedó conmigo sin importar lo cerrada y callada que era, sin esperar nada de mí, en silencio aguardó a que quedara liberada de mi pena, y aún sabiendo que jamás podría amarlo me aceptó... Me salvó, casi de la misma forma que usted lo hizo.

Tenía que admitir que durante el tiempo que esperó, se convirtió en una patética criatura, amargada, y sin sueños, detestaba recordar esa época en la que no hacía más que amartelarse por no estar al lado del demonio, aunque su corazón había sido roto de la manera más cruel.

Sin embargo, no quiso una disculpa suya, y menos en esos días, además sabía que aunque se la merecía, no la tendría jamás, así que ¿para qué esperar algo que jamás llegaría?

Él aguardó a que terminara, en silencio. Atento a cada sentimiento que su rostro expresaba y su voz callaba. Tenía unas profundas ganas de torcerle el cuello a aquel que se había atrevido a tomarla antes que él mismo, pero por la manera con la que Rin se había referido al él, este ya había visto su fin, pero quiso comprobar:

-Tu salvador se verá alagado con una visita mía, ¿no lo crees así, Rin? –mientras utilizaba la voz más peligrosa que tenía hizo una mueca macabra.

-No será necesario –inquirió adivinando sus pensamientos

Los ojos de Rin, que ya estaban humedecidos, dejaron escapar las lágrimas reprimidas.

Nunca me equivoco. Pensó sombríamente el demonio, con un dejo de satisfacción por saber que el mal nacido sin duda había fallecido ya.

-Perdóneme, pero no tengo vida inmortal para desperdiciarla abriendo viejas heridas –comentó mientras se limpiaba la sal de los profundos ojos caoba y levantando las comisuras de sus rosados labios –lo engañaría si le dijera que no quiero volver a verlo, también si comentara que quiero que se marche y sería esa gran mentirosa que dice si afirmase que deje de amarlo. Pues por supuesto que no, sin embargo, todo ha cambiado, ya no soy la niña pequeña que salvó, mi vida ya tiene un destino escrito, mi camino está decidido –lo miró con la certeza propias de una mujer madura, derecha y formada por la vida. Pero Sesshomaru sólo veía a la misma chiquilla que resucitó hace poco más de tres décadas, siempre sería esa pequeña niña, su atesorada Rin. No la entendía, a los ojos ámbar, su espíritu no había cambiado ni un ápice –Debo regresar… hasta siempre, señor Sesshomaru.

Se despidió con profunda reverencia, había puesto las fichas sobre la mesa, fue completamente sincera y desató cierto nudo amargo que había cargado en su pecho por mucho tiempo. Aunque en realidad deseaba más de ese reencuentro, se percató que era lo único que tendría, ella fue clara y no se contuvo al momento de decir lo que sentía, pero en cambio, él no hablaría. Entonces por conclusión, no quedaba más por hacer ahí.

Al menos se había liberado de una carga aunque quizás causó algo de lastima. Fue transparente.

No tenía por qué torturarse más. Se volteó y avanzó de regreso, esta vez para no retroceder.


Nota de la autora:

Una vez más supero mi miedo a la crítica (o a la nula crítica) atreviéndome a publicar este nuevo fic. Espero sus comentarios para ayudarme a mejorar, me encantaría. Gracias por leer y si le gusta a alguien publicaré el siguiente capitulo. Es algo corto (tres capítulos más o menos) y mientras a alguien le interese estaré dispuesta a continuar.

Saludos y bendiciones.

Y... una FELIZ NAVIDAD 2015 para quien llegó hasta aquí :3.