-Bien, quién tomara el puesto de caballero y peleará por la libertad del acusado?-

Las palabras resonaron en la silenciosa habitación. Observe los rostros de cada persona presente, y supe que nadie iba a ofrecerse. Nada nuevo, iba a morir tal como he vivido. Solo.

Un movimiento brusco llamo mi atención, y alcé mi rostro para ver como una mano se alzaba entre la multitud. Mi corazón comenzó a latir alocadamente mientras la gente se hacía a un lado para dejar pasar al guerrero que lucharía a muerte con La Montaña, por mi libertad. El breve pensamiento de que tal vez, solo tal vez, era Bronn, quien por alguna extraña casualidad del destino me viera como un amigo aún sin la bolsa de oro entre nosotros, murió al instante cuando una figura algo más baja que él y más delgada también, se acerco hasta quedar frente al jurado. Llevaba una gruesa capa de viaje negra, que engullía la figura completamente; una enorme capucha ocultaba también el rostro de mi voluntario a salvador.

-no dará su nombre? Para marcar su tumba, por supuesto- Risas pensadas para satisfacer a mi cruel hermana llenaron el aire. El caballero giró hacia mí, y me entregó un trozo de pergamino desgarrado, que contenía algunas líneas descuidadamente escritas.

-Aparentemente, mi campeón no puede hablar- dije, leyendo silenciosamente la misiva. Algunas risas y comentarios derisivos, esta vez hacia mi acompañante de negro se oyeron en la sala, haciéndome apretar los dientes para no perder el control con todos esos imbéciles cobardes- pero estará allí, puntualmente, para el duelo. Prefiere ser, simplemente, llamado Phantom- con mis últimas palabras, el hombre de negro pronunció una profunda reverencia y se marchó rápidamente, dejando a todos boquiabiertos y en un silencio cargado de tensión.

Una profunda reverencia, sin dudas.

No a su Rey.

No a su Reina.

No a la Reina Madre.

Ni siquiera a la Mano del Rey.

Una profunda y respetuosa reverencia… hacia mí.