EL Anillo
Los estragos de una guerra sin sentido
Por MaryLuz
Prólogo
Crónicas de guerra.
La primera guerra mundial, también conocida como la Gran Guerra, había comenzado en 1914 en Serbia cuando el asesinato del heredero al trono de Austria, Francisco Fernando en Sarajevo marca el comienzo del conflicto armado, Austria le declara la guerra. Alemania invade Bélgica en camino a Francia que es beligerante, al igual que Inglaterra, iniciándose la primera de las dos tragedias bélicas que arrasarán Europa y gran parte del mundo durante el siglo XX. En 1915 en Europa se agrava la guerra, Bulgaria se suma a Austria y Alemania atacando a Serbia. Turquía, aliada alemana, es atacada por franceses e ingleses los que son vencidos en Galípoli.
En 1916 en Europa, Italia en lucha contra Austria, le declara la guerra a Alemania al tiempo que Rumania se suma al bloque aliado contra esta. La flota inglesa al mando de y la de Alemania comandada por el almirante R. Scheer se enfrentan en el Mar del Norte en lo que se conocerá como la batalla de Jutlandia. En el continente el ejército franco-británico libra una tenaz ofensiva logrando romper el cerco de los alemanes a Verdún en lo que se recordará como la batalla de Somme. Siria y el Líbano son liberadas del dominio turco por los ingleses, aunque su ejército será derrotado luego en Kut, camino a Bagdad.
Estados unidos no participaba activamente en la guerra, sería hasta 1917 cuando se sumaría a esta. Sin embargo, muchos eran los americanos que se alistaban al ejército francés o inglés como voluntarios para las batallas. En los dos años que llevaba la guerra muchos eran los que regresaban a casa heridos de gravedad, con miembros faltantes o simplemente no regresaban con vida.
Los estragos psicológicos causados por la guerra en los sobrevivientes eran aun más difíciles de tratar que los daños físicos.
No había suficiente personal capacitado para tratar a esta clase de pacientes, por lo que los hospitales militares desarrollaron un programa para capacitar a sus médicos y enfermeras en el trato a pacientes con traumas post-guerra. Esto incluía tanto a personal militar, como a civiles dañados por los conflictos bélicos.
Sus primeros tratamientos en hospitales civiles fueron hechos en el puerto de Nueva York, donde desembarcaban los barcos con soldados y civiles procedentes de Sahuampton, Inglaterra.
El Hospital San Jacques de esta ciudad, fue pionero en el tratamiento a pacientes con esta clase de traumas y se dio a la tarea de capacitar a todo el personal posible de los diferentes hospitales del país para que pudieran ayudar a todos los pacientes que contarán con este tipo de traumas. Entre ellos se encontraba el hospital Santa Juana, de Chicago.
Capitulo I. A la vista de Nueva York
Cursaba el mes de Junio de 1916, las flores crecían a montones en los jardines del hospital Santa Juana. El sol se colaba entre los espesos muros cubiertos de hierba y el cielo se veía maravillosamente azul y despejado sin ninguna nube que lo cubriera.
Candy caminaba distraída por el pasillo rumbo a la oficina del director del hospital, el Doctor Lenar. Dos años habían pasado ya desde su separación de Terry en Broadway, y su vida transcurría de forma tranquila desde entonces. Había dejado de trabajar para el doctor Martín, no sin antes haber dejado a otra chica como su reemplazo. Había vuelto a trabajar para el hospital Santa Juana cuando se descubrió que Albert era el famoso Sir William Andrew. Ahora Candy vivía también en la mansión de los Andrew, para beneplácito de Albert y enojo de la Tía Abuela, ya que ella la seguía detestando o por lo menos eso es lo que aparentaba.
Candy llegó hasta la oficina del Director, se paró ante ella y toco de forma discreta. Al escuchar que el Doctor le pedía que pasara, ella abrió la puerta y se sentó justo enfrente de su escritorio cuando él así se lo pidió.
El Doctor Lenar se veía serio y cruzó los brazos para comenzar a hablar. Candy pensó por un momento que estaba a punto de despedirla, era la clásica actitud que el Doctor tomaba cuando estaba por comunicar una terrible noticia.
- Señorita Andrew – comenzó el Doctor – la hemos visto trabajar muy duro desde que regreso con nosotros, y eso nos ha agradado mucho. Es usted una magnifica enfermera y cada día que pasa nos lo confirma más.
- Muchas gracias Doctor Lenar – dijo Candy sintiéndose aún más nerviosa por las palabras que esperaba que dijera.
- Por su excelente trabajo requerimos que usted vaya a tomar un diplomado sobre tratamiento a pacientes con traumas post-guerra.
- En Verdad! – se sorprendió Candy ante la propuesta del doctor.
- ¡Claro!, usted es la indicada para aplicar esos conocimientos en los pacientes con traumas post-guerra. Se que hemos recibido algunos en estos dos años que llevamos en el conflicto, pero si el rumor de que los Estados Unidos se sumará a la guerra es cierto, se que en poco tiempo, éste y muchos otros hospitales, comenzaran a llenarse con pacientes con estos problemas. Y sería de mucha ayuda contar con personal capacitado para ello.
- ¡Oh Doctor, estaría encantada de asistir!- dijo Candy un tanto emocionada.
- Sabía que diría eso, solo que el diplomado es en el hospital San Jacques de Nueva York y tiene una duración de tres meses – Candy se quedo callada ante la noticia.
- ¡En Nueva York! – dijo un segundo después, jamás pensó que tendría que regresar a esa ciudad. Al ver que Candy no decía nada, el doctor continuó.
- Sé que es un poco lejos y que estará mucho tiempo lejos de su familia. Si quiere, píenselo esta noche y me responde mañana temprano, ya que de no aceptar tengo que buscar a otra enfermera rápidamente.
- ¡No doctor!, iré – dijo Candy interrumpiendo al doctor Lenar. El Doctor sonrió.
- Muy bien señorita Andrew, sabía que su buen juicio triunfaría. Ahora tómese el resto de la semana para que prepare lo que necesite, ya que el diplomado comienza dentro de dos semanas y usted debe ir saliendo el próximo viernes a las 7:00 AM rumbo a Nueva York. Venga a verme el jueves por la tarde, le tendré listos los papeles que necesita, el dinero para su mantenimiento y la dirección del lugar en donde se quedará en ese tiempo.
- Pero mi tra... – comenzó a decir Candy.
- No se preocupe por su trabajo aquí, ya tenemos una chica que se encargará de reemplazarla, yo contaba con que usted aceptara ir a ese diplomado, es una gran oportunidad para usted y para nosotros.
- Lo sé, muchas gracias doctor Lenar – dijo Candy disponiéndose a salir – Vendré el jueves a verlo.
Candy salió de la oficina del Doctor Lenar, jamás se imaginó que algún día tendría que volver a esa ciudad. Nueva York le traía tan amargos y tristes recuerdos, pero tenía que enfrentarse a ellos. Además estaría en el Hospital San Jaques, aquel hospital en el que ella, Susana, estuvo internada y en el que estuvo a punto de quitarse la vida.
- ¡Tres meses!, tres meses sin verlo – pensó Candy – ¿Cómo le diré a Albert que me voy por tanto tiempo?
El pensamiento de Candy había dado un brusco salto entre lo doloroso y lo dulce. Albert había estado con ella desde su separación con Terry, solamente ese breve instante en el que él la había dejado cuando recupero por completo su memoria. Pero desde que Albert revelo su verdadera identidad ante ella y ante toda la sociedad, ambos se habían hecho compañía. No se habían separado ni un solo día desde entonces. Aun que se vieran por un rato en las mañanas o en las noches, ya que Albert se la pasaba la mayor parte del día en juntas y reuniones. Ocupar el papel de patriarca de la familia le había traído muchas responsabilidades.
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Candy había llegado temprano a la mansión Andrew, y fue directo a la biblioteca, lugar en el que sabía Albert pasaba una buena parte del día con George o con Archie, revisando papeles y firmando documentos que ella nunca terminaría por entender.
La puerta estaba entre abierta, señal de que Albert estaba en ella, casi nunca se cerraba cuando él estaba trabajando. Siempre que ella llegaba, corría a la biblioteca y la encontraba así. Si la encontraba cerrada, Albert no estaba dentro.
- ¡Hola Albert! – saludó Candy asomando la cabeza.
- ¡Hola Candy! – Contestó Albert levantando la cabeza de la montaña de papeles sobre la que trabajaba y sonrió – llegaste temprano hoy, o ¿Acaso te saltaste tus últimas horas de trabajo? – dijo Albert riendo.
- ¡Albert, como crees que haría semejante cosa! – puso cara de enojo.
- ¿Te despidieron? – volvió a reír Albert.
- ¿Qué harías conmigo si realmente me hubiesen despedido Albert? – dijo Candy entre sería y bromista. Albert la observó directo a los ojos, pero no dijo nada. Candy sintió su profunda mirada azulada clavada en sus ojos y comenzó a sentir un leve cosquilleo en la boca del estómago y el calor amenazó con teñirle las mejillas. No pudo sostenerle más la mirada y soltó la carcajada, más como defensa que por otra cosa – No te asustes Albert, no me han despedido, me dieron el resto de la semana libre.
- ¿Por qué hizo semejante cosa el Doctor Lenar? – preguntó intrigado Albert.
- E, es que.. – comenzó a decir Candy jugando con sus dedos. Albert solo la observó, sabía de antemano que Candy estaba buscando la forma de decirle algo y esa era su forma de comportarse, jugar con sus dedos, con sus manos o su cabello. Él la conocía muy bien.
- ¿Por qué, Candy? – insistió Albert.
- Es que me mandan por tres meses a estudiar un diplomado al hospital San Jacques.
- ¿San Jacques?, ¿No está en Nueva York ese hospital? – se paro Albert de su escritorio y se sentó en el mismo frente a Candy.
- Si, voy a Nueva York de nuevo Albert – dijo Candy de forma más sería.
Albert sabía que no había sido una decisión fácil para Candy, volver a esa ciudad le traería amargos recuerdos. Si tan solo él pudiera estar allí para ayudarla y apoyarla. Tres meses sin verse era algo que comenzaba a pesarle tan solo al pensarlo.
Candy y Albert se vieron a los ojos por un rato. A Candy le hubiese gustado pedirle que la acompañara a Nueva York, que no la dejara sola en esos momentos, pero no podía, sabía que Albert tenía mucho trabajo en Chicago y le sería imposible desligarse de sus compromisos para acompañarla.
Albert por su parte quería acompañarla, sabía que Nueva York era la casa de Broadway y allí estaba el sufrimiento de Candy, si ella y él se llegasen a topar, Candy podría sufrir mucho y él quería estar allí para ayudarla, para apoyarla y brindarle su hombro para llorar como ya antes lo había hecho.
- ¡Candy!, ¡Albert! – hablaron los dos al mismo tiempo. Ambos comenzaron a reír.
- Tu primero Candy – dijo Albert.
- No tu primero Albert, por favor – suplico Candy.
- Bien, tengo algunos negocios en Nueva York... – los ojos de Candy se abrieron por la emoción, al escuchar lo que Albert decía – quizá podría acompañarte por ese lapso de tiempo. Claro, si no te molesta.
- ¡Oh Albert sería magnífico! ¿Cómo crees que me molestaría?- sonrió Candy – yo estaba a punto de pedírtelo, si pudiéramos vivir en el mismo edificio sería mejor, como cuando estabamos en Chicago cuando tu tenías amnesia, así no nos sentiríamos tan solos.
- Quizá pudiera hablar con el doctor Lenar acerca de eso.
- ¡Oh sería magnífico!, en Nueva York, yo podría cocinar después de que llegue del curso y… – continuó Candy haciendo planes para su estancia en Nueva York. Pero Albert no la escuchaba.
Albert la observó pensativo; Candy la niña que había conocido cuando él apenas era un adolescente había cambiado ante sus propios ojos sin que él se hubiese dado cuenta. ¿Desde cuándo Candy había pasado a ser una mujer sin que él se percatara de ello?
- Albert, Albert – habló Candy sacándolo de sus pensamientos.
- ¡He! ¿Qué decías Candy? – preguntó Albert regresando a la realidad.
- Te decía que salgo rumbo a Nueva York, este viernes, en el tren de las 7:00 AM.
- Si, no te preocupes, estará todo arreglado para entonces.
Candy y Albert no se habían dado cuanta de que alguien había escuchado la última parte de la plática.
- Así que Candy se va a Nueva York, seguramente va a buscar a ese actorcillo de quinta.
- ¡Niel! – sé escuchó la voz de Archie que le hablaba desde la entrada de la mansión – ¿qué heces allí? – pregunto Archie al percatarse de que Niel estaba a la entrada de la biblioteca, pero no entraba.
- Nada Archie, solo buscaba a la tía abuela – dijo Niel.
- Pues la tía abuela está en el jardín, no en la biblioteca.
- Gracias por la información Archie – dijo al tiempo en que pasaba por un costado de él.
Archie observo por breves segundos la partida de Niel, no confiaba en su primo, sin embargo parecía dirigirse al jardín en busca de la tía abuela. Así que entro a la biblioteca sin prestar más atención.
- Si piensa que todo ha quedado olvidado, está equivocada, me humillo públicamente al rechazarme de esa forma. Si ahora va en busca de ese actorcillo, va siendo hora de que actúe de nuevo. Si no eres mía no serás de ¡NADIE!, de ¡NADIE!, Candy – dijo esto mientras desviaba su camino del jardín hacía la salida de la mansión.
Candy y Albert seguían hablando del viaje a Nueva York, haciendo planes de lo que ambos harían en esa ciudad.
- Solo espero que el ritmo de vida en Nueva York sea menos ajetreado que aquí en Chicago – dijo Albert.
- ¡Menos ajetreado! – Dijo Archie que recién entraba a la biblioteca – al contrarió, la vida en Nueva York es aun más acelerada que aquí.
- Archie, ¿cuándo llegaste? – dijo Candy
- Recién llego – contesto.
- Que bueno que llegas, necesito planear contigo algunas cosas, ya que me ausentare por tres meses.
- ¿Por tres meses? ¿Pero a donde vas? – se sorprendió Archie.
- A Nueva York
- ¿Por fin aceptaste las juntas con los dueños de la banca Neoyorquina?
- No, aun no, pero George se encargará de establecer los contactos necesarios.
- Por eso el comentario de la vida de Nueva York – sonrió Archie.
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Al día siguiente, Albert se encargo de hablar con el Doctor Lenar para informarle que él personalmente acompañaría a Candy a Nueva York, aprovecharía que tenía cosas que hacer por allá para hacerle compañía. El Doctor Lenar estuvo de acuerdo en que Candy no viviera en la pensión que el hospital ofrecía y más aun estuvo de acuerdo en que fuera la familia Andrew quien se encargara del pago de los gastos de Candy en esos tres meses.
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Niel se encontraba en su casa hablando por teléfono, se encontraba sumamente molesto, golpeaba la mesa mientras hablaba.
- Me importa un carajo como le hagas, tienes muchos amigos, contrata a uno para que los siga o síguelos tú, ya te dije cuando llegan y cuáles son sus descripciones – volvió a golpear la mesa – me debes muchos favores y ya va siendo hora de que me pagues – silencio y otro grito – No, ya te he dicho que no llegaré pronto, llegaré dentro de tres semanas – silencio – Eso es algo que no te importa – golpe en la mesa – solo haz lo que te digo, te buscare en cuanto llegue a NYC – clik.
- Niel – dijo Elisa aproximándose hasta la biblioteca mientras se acomodaba uno de sus guantes.
- ¿Qué quieres Elisa? – dijo más calmado Niel.
- Deberías acompañarnos a mamá y a mí a Miami.
- No, yo iré a NYC – contestó tajante. Elisa ya llevaba toda la semana insistiendo en que los acompañara, y el que Candy fuera a NYC le cayó como Anillo al dedo para zafarse de acompañar a su madre y a su hermana. Sabía muy bien porque lo quería Elisa con ella.
- ¿Pero a qué vas a NYC? – dijo enojada, sabiendo que ya no podría convencerlo de acompañarlas.
- Tengo negocios que atender allá y además Candy va a buscar a ese actorcillo de quinta y voy a impedir cualquier tipo de reconciliación entre ellos – dijo Niel convencido de las intenciones de Candy.
- ¿Pero todavía con esa obsesión?, ¿cómo es posible que aún no hayas podido olvidado a esa recogida? – dijo Elisa aun más molesta al saber que la causante de todo, de nuevo era Candy – Después de que te humillo públicamente, ¡todavía andas con eso! – dijo enfurecida.
- No puedo evitarlo, la traigo en la sangre. ¿Además qué tu no estabas loquita por ese actorcillo?
- ¡Claro que no! Yo necesito a un hombre que sea rico y guapo; seguramente a estas alturas, el Duque ya lo desheredo, así ya no me sirve. Yo necesito un hombre como nuestro tío abuelo – dijo Elisa sonriendo para si misma, ante lo que Niel rió a carcajadas – ¡No te burles! – se enojó de nuevo.
- Pero si sabes que él nunca te toma en cuenta, siempre se aleja de ti como si tuvieras la peste – volvió a reír Niel.
- Lo sé, se hace el difícil, pero cuando regrese, me daré a la tarea de conquistarlo.
- A mí me dan ganas de meterle un tiro, siempre esta con Candy y eso no lo soporto.
- Pero qué tontería dices. Si lo matas, ¿quién crees que heredará su fortuna? No seremos ninguno de nosotros, ni Archie. Será esa huérfana, porque está relacionada en forma directa con los Andrew, ella obtendrá todo y eso nunca lo soportaría- dijo Elisa con chispas en los ojos- Si tú te hubieras casado con Candy, la fortuna de los Andrew sería nuestra.
Una mirada malévola cruzo por los ojos de Elisa, al tiempo en que pasaba su dedo por la barbilla, Niel supo que su hermana estaba maquinando algo.
- ¿En qué piensas Elisa? – preguntó Niel al ver la mirada de su hermana.
- Quizá no sea demasiado tarde para obtener la fortuna Andrew atreves de Candy – dijo Elisa sonriendo de forma maliciosa.
- ¿Qué quieres decir?
- Puedes tener un hijo con ella – dijo Elisa viendo la cara de sorpresa de su hermano.
- ¡Un Hijo!, ¿pero cómo?, si ni siquiera me deja acercarme a ella.
- No le pidas permiso hermanito, ¿no sería la primera verdad? – dijo Elisa riendo.
- ¿Pero qué estás diciendo?...
- Vamos Niel no te hagas el tonto, sé muy bien cuanto te gusta forzarlas.
- Pero siempre han sido chicas del servicio, nunca una dama...
- ¿Y desde cuando consideras una Dama a esa recogida? – se molesto Elisa.
La mirada de Niel reflejaba lo que pensaba, realmente estaba considerando el plan de Elisa, era una forma de comprometerla. ¿Por qué no? Podría funcionar.
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El Viaje en tren de tres días rumbo a Nueva York estaba listo, el doctor Lenar había mandado con Albert los papeles necesarios para que Candy se presentara en el hospital San Jacques.
George había salido de forma urgente rumbo a Nueva York para localizar un departamento cerca del hospital, para que Candy no demorara en llegar y al mismo tiempo para hacer los arreglos con los principales dueños y accionistas de la banca Neoyorquina.
La tía abuela no estaba de acuerdo con que Candy y Albert salieran juntos rumbo a Nueva York, tuvieron mucho cuidado en no mencionarle que estarían viviendo juntos en el mismo departamento, ya que la tía abuela se hubiese negado rotundamente. Sin embargo al mencionarle los asuntos por los que iban no tuvo más remedio que aceptar. No sin antes darles un sermón de buenas costumbres y modales, no quería que la sociedad Neoyorquina dijera que los Andrew no tenían educación, todo lo decía por Candy, que sabía tendía que acompañar a Albert a algunas fiestas y reuniones. Por lo mismo hizo que Candy llevara dos de sus mejores vestidos de fiesta.
Por fin el viernes había llegado, Candy y Albert llegarían hasta el domingo por la tarde a Nueva York y George se encargaría de recibirlos en la estación para llevarlos al departamento que había conseguido.
Ambos fueron llevados muy temprano a la estación del ferrocarril por el chofer. No habían querido que nadie los fuera a despedir, ya que era muy temprano para que alguien se despertara, sin embargo, Annie y Archie llegaron poco antes de la hora de salida.
- Candy, cuídate mucho y trata de divertirte aunque sea un poco – dijo Annie a su amiga, mientras se despedía de ella en el andén.
- Tratare Annie – dijo Candy mientras se despedía de ella.
- ¡Oh!, se me olvidaba, esto es para ti – dijo mientras le entregaba una enorme caja de regalo.
- ¿Qué es esto? – pregunto curiosa.
- Ya lo veras cuando llegues a Nueva York- le dijo sonriendo.
- Es hora de irnos Candy – dijo Albert observando que el silbato del tren acababa de indicar la hora de salida.
-Cuídense mucho – dijo Archie.
-Te encargo a la tía Archie – dijo Albert.
- No te preocupes, yo la cuidare bien.
El tren dio el último silbido y ambos abordaron despidiéndose de Archie y Annie. El tren comenzó a moverse y Candy y Albert avanzaron hasta sus asientos.
Candy se sentó observando por la venta del tren, hacía casi dos años, ella había abordado el tren también rumbo a Nueva York, en ese entonces iba llena de esperanzas e ilusiones, y regreso con el corazón roto.
¿Cómo regresaría ahora de este viaje?
Continuara...
Nota de la autora.
Todos los datos sobre la crónica de guerra fueron sacados de la siguiente página: .
Los datos sobre los tratamientos post-guerra fueron invención mía para fines del presente fanfic.
Esta historia es muy vieja, la escribí no sé si en el 2001 o 2002. La voy a subir porque me la han pedido mucho. Ya está terminada, solo la estoy corrigiendo, ya saben, agregando signos de admiración o interrogación, acentos (esos no prometo corregirlos todos) y los tiempos en el texto (Este es uno de mis primeros fics y confundíaa presente con pasado. Actualmente escribo todo en pasado)
Gracias por leer.
