Año 2014. 20/11 15:30pm

AHORANOTICIAS, información de último minuto.

Estamos acá, en el centro hospitalario Lautaro navarro, donde nos llegó la información del extraño comportamiento de pacientes que han ingresado al recinto actuando de manera agresiva y atacando tanto a otros pacientes y médicos dejando a más de cuarenta personas heridas y al parecer tomando los mismos síntomas. Para aclarar un poco más la situación estamos acá con el doctor Michael T. que nos explicará la sintomatología que observó y signos de que los pacientes estarían relatando.

–hola, buenas tardes… hablando de los síntomas que estarían presenten en las personas, estas iniciarían teniendo su temperatura corporal elevada a más de 42°C, haciendo que la persona delire y caiga inconsciente, presentando también una disnea, frecuencia cardiaca muy alta. Luego de unas horas la persona enferma comienza a convulsionar hasta que finalmente termina teniendo un paro cardio-respiratorio… -.

-¿Está tratando de decir que la persona al final termina muriendo?

-No… de hecho la persona después de un par de minutos logra abrir sus ojos y ataca al instante, tratando de morder a la persona que está cerca de él. Lo más extraño es que siguen sin cambiar sus signos vitales… realmente esto, sorprendería a todo médico.

-Lo que dice es que es prácticamente un muerto viviente…

-No, como acabo decir la persona presenta signos vitales muy elevados a lo normal, presenta violencia excesiva, solo desea atacar a otra persona. Les recomiendo que si ustedes o alguien de su familia presenta esta sintomatología, por favor vaya al hospital o clínica más cercana.

-Muchas gracias doctor por explicarnos y dar aquella advertencia.

-no hay problema, la verdad es que nos corresponde informar al país de este brote de enfer… mierda… un paciente acaba de escapar.

-enfoca aquello, ¡enfócalo!… como acá puede mostrar nuestro camarógrafo podemos ver como una persona ha salido del recinto, trataremos de acercarnos para ver si podemos entablar un conversación con el…

-¡Señorita! Es recomendable que no se acerque, es extremadamente violento.

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!

-¡APAGA LA CAMARA!, ¡APAGA LA CAMARA!

… … … …

Bueno debido a ciertos problemas, hemos cortado la transmisión. Informamos nuevamente a todos los ciudadanos que se mantengan en sus casas y si usted o algún familiar presentan estos síntomas, haga el favor de ir inmediatamente a un centro hospitalario.

AQUÍ EN AHORANOTICIAS, cerrando información de último minuto.

Recuerdo aquella noche en que murió mi padre, mi madre y mi abuela, siendo un completo cobarde observaba como eran brutalmente atacados por mi hermana que había sido mordida por uno de esos infectados, no entiendo como dejé que desmembrara a cada integrante de su familia, de nuestra familia, el miedo absorbió por completo mi valor para poder actuar… no reaccione hasta que mi hermana volteó y se dirigió a donde estaba, dio un gran salto y me tacleó, estaba encima de mí utilizando toda su fuerza para morder mi cuerpo y poder hacer lo mismo que como hizo con la familia. Sigo preguntándome de donde saqué la fuerza para poder empujarla, el cómo tomé el fierro, y la asesiné… yo le había golpeado la cabeza y la vi caer pero no me detuve, seguí repitiendo el acto, hasta que solo logré ver ese rostro desfigurado, como tuve que silenciar el llanto, los gritos de dolor y angustia solo para que no me escucharan las otras bestias que estaban afuera. Solo había dejado aquella sangre desparramada, sintiendo aquel olor metálico que me hacía sentir nauseas.

-Tengo que eliminar la sangre de mi cuerpo-. Solo opté a decir eso con una voz desgarrada, tal vez por el shock de ver como Dayana atacaba a nuestra familia o tal vez el miedo que tenía uniéndolo con la adrenalina. Dirigiéndome al baño logré divisar la mesita que estaba en el pasillo, viendo en ella la foto que nos habíamos sacado durante la ceremonia de mi graduación… y pensar que esto fue hace casi un mes, tenía pensado seguir estudiando, trabajar, tener una economía estable, obtener mi propia casa. Todo eso fue destruido en menos de tres semanas. Por primera vez en mi vida pensé: –Que mierda es la vida-.

Seguí mi ruta hacia el baño, sin mirar quité mi polera y jeans empapada de ese color carmesí, realmente tenía nauseas al sentir la ropa con esa consistencia. Dejé correr la llave de la tina para verificar si aún había agua. Por suerte, aún la había, me introduje en aquel cubículo haciendo que el líquido incoloro recorriera mi cuerpo, restregando mi cara, mis brazos, mi pecho, tratando de quitar todo rastro de mi acto pasado.

Junto con el correr del agua en mi rostro, las lágrimas comenzaron a brotar, quería gritar (pero no podía), maldecir (¿pero que ganaría?), oh, verdad… ganaría el regocijo de lamentarme aún más.

Agachando ligeramente mi cabeza tomé una gran bocanada de aire y me dispuse a pensar otra cosa… Tal vez esto ocurrido nunca lo supere, tal vez tenga pesadillas durante el resto de mi vida, probablemente llegue a pensar en suicidio cuando crea que no podré más… pero no, no me dejaré caer, lo haré por mi familia, utilizaré mi inteligencia al máximo para encontrar salida a esta infección… -sobreviviré-.

-Veamos… hoy es… vaya primero de enero, quien diría que pasaría este año solo, en medio de la carretera, sin ir a ver los fuegos artificiales-. Se dijo en tono un tanto deprimido.

A las dos semanas de lo ocurrido el chico había dejado la casa de sus padres, no le resultaba segura, ya que los cadáveres se estaban pudriendo y estaban eliminando un pequeño polvillo, del cual Nicolás tenía la certeza de que eran esporas, lo que él no estaba cien por ciento seguro era de que solo la mordedura de un infectado pudiera causar esa transformación, añadiendo que su sector donde residía, estaba siendo constantemente "patrullado" por esas bestias, solo estaba tomando la precaución de no ser atacado. Había tomado su mochila, llenándola de provisiones, un estuche de primeros auxilios, varias botellas con agua, un conjunto pequeño de ropa, una pequeña parca de plástico para así evitar la lluvia y no resfriar, un mapa en el cual tenía varios puntos que podrían ayudarle a sobrevivir y lo más importante, armamento para defenderse de los infectados y de las propias personas consientes ya que comenzaban a atacarse entre sí, robando provisiones.

El chico de cabello algo alborotado había esperado la hora apropiada para poder salir, ya que las bestias disminuían su actividad durante el mediodía. Escabulléndose de manera exitosa, se dispuso a ir a su primer punto demarcado en el mapa demorando cuatro días en llegar pero, para su mala suerte ese lugar estaba ocupado por más infectados que de los que habían alrededor de su casa, con solo echar un vistazo se lograban divisar veinte o más, así que sin dudar dio la vuelta y fue al siguiente punto.

Acá se encuentra ahora, pasado un día y se encuentra camino al segundo lugar donde podría estar a salvo.

Tal vez me tome dos días más en llegar por esta carretera. Si camino una hora avanzaré aproximadamente unos seis o siete kilómetros a paso ligero, también debo tomar en cuenta el atardecer… bien, tengo todo listo, primero debo buscar un refugio, a unos veinte minutos de acá, al sureste, debe de haber una pequeña cabaña.

Pensó Nicolás mientras iba camino a esa cabaña.

Una vez llegado al lugar saca una de sus armas, una pistola de clavos, era algo simple, pero bastante efectivo. Rápidamente se dispone a inspeccionar los alrededores, verificando que no haya ningún infectado, por fortuna no había ninguno fuera del sector, ahora solo quedaba el interior.

Lentamente fue acercándose a la puerta, tomando la manilla, girándola lentamente, hasta que de un portazo el joven se vio tirado en el suelo y siendo apuntado a su cabeza por un revolver. EL tipo observó el rostro sorprendido del peli castaño y luego dirigió la culata del arma a su sien, dejándolo inconsciente.

Recuperando de forma lenta la conciencia, trató de colocar sus manos a la cabeza para aliviar un poco el dolor, pero no pudo, las tenía atadas con una soga al igual que sus pies, llevando su mirada algo borrosa divisó al tipo, estaba cerca de una chimenea encendida, revisando el equipaje que llevaba.

Mierda, me descuidé, debí ingresar por la puerta trasera… aunque de igual forma habría existido la probabilidad que ocurriese lo mismo. Ahora tengo que concentrarme, pensar en cómo no ser asesinado y poder escapar.

-Veo que te has despertado-

. Nicolás estaba analizando al sujeto de una manera bastante meticulosa. Tomando notas mentales del que podría responder para no ser eliminado.

Levantándose de donde estaba, el pelinegro gira hacia donde estaba el y haciendo una leve mueca, pregunta. -Tú... ¿Qué tratabas de buscar por estos lugares?-.

-Estaba buscando refugio, un lugar para poder pasar la noche-.

Sacando el mapa que no le pertenecía volvió al cuestionario. -… ¿que son estos puntos marcados en el mapa que llevabas?-.

Él había preguntado, lo que Nicolás por nada del mundo quería responder. Ya que si lo hacía, le robaría el mapa.

El pelinegro impacientándose, sacó su revólver y lo dirigió nuevamente a la cara del sujeto atado, añadiendo un pequeño sonido con el arma.

-rápido… responde-.

Al verse completamente arrinconado y amenazado, desvió la mirada, le explicó lo que significaban esos puntos, haciendo que al mismo tiempo el joven bajase el arma y se agachara al mismo nivel, dejando caer las rodillas al suelo. –ya veo… sabes, no eres un tipo peligroso y pareces altamente inteligente, trabajemos juntos y vayamos a estos lugares-.

-Me niego… yo, hago esto solo-

-Lo que dije no fue una pregunta, mocoso-. Dijo esas palabras mientras llevaba su mano a mi hombro, empujándome a la pared, con la otra tomó mi mentón llevándome peligrosamente a su rostro, e hizo que lo mirara directamente a sus ojos. Por extraño que parezca, sentí como aceleró mi corazón, agitando un poco mi respiración, la verdad nunca me había sentido así y no era por la adrenalina de ser amenazado por él, no, más bien era por el color del iris, sus ojos eran, realmente impresionantes. Tenía un tono grisáceo puro, cristalino. Igual al mármol que tenía en la cocina de mi casa el cual siempre me mantenía fascinado.

Para evitar aquella mirada que hacía agitar mi pecho, decidí aceptar, haciendo que el chico me sacara la soga de los pies, pudiéndome levantar y sacudirlas un poco ya que estaba comenzando a sentir el hormigueo por falta de circulación.

-y ¿no me vas a desatar la soga que tengo en mis manos?-. Le dije mientras le daba a espalda y dirigía la cuerda a sus manos.

Sentí como me dio un pequeño empujón, soltando una pequeña carcajada mientras fraseaba: -te dejaré así durante esta noche, ya mañana te desataré, por cierto, me llamo Oliver-.

pensó dentro de su cabeza mientras respondía –Nicolás-.

-ok… blancucho, siéntate cerca de la chimenea, de seguro debes tener frío-.

-Te acabo de decir mi nombre-.

-Sí, sí, blancucho, ahora siéntate-.

Estaba un poco molesto, porque no me llamaba por mi nombre, pero rápidamente pasó a vergüenza ya que un sonar de estómago se hizo notar durante el pequeño lapsus de silencio, haciendo que el pelinegro me observara y soltara una leve mueca, casi como aguantando la risa. Una vez sentado cerca del fuego, Oliver saca una lata de comida, que por cierto, era una de mis tantas provisiones que llevaba en mi mochila. La abrió con cuidado vertiendo el contenido dentro de una pequeña paila y llevándola al fuego, luego de unos minutos, la sacó y lo dejó frente a mí. Una deliciosa olla de fideos con salsa enlatada, listo para comer.

dirigí la mirada al pelinegro… ¿ACASO QUIERE QUE COMA IGUAL QUE UN PERRO? , hay hombre, sabes que soy un ser un humano todavía, podrías desatar la soga de mis manos y dejarme comer como mínimo gesto de civilización.

-oye, puedes desatar la cuerda, quiero comer como una persona…-. Dije, mientras lo seguía observando –a no ser que… tú… quieras darme de comer-. Añadí en un tono sarcástico.

Vi claramente como el tipo dio un suspiro, revolviendo su cabello lacio, no podía creer que realmente estaba pensando el alimentarme. Se sentó a mi lado tomo una cucharada de comida, llevándola a mi boca, por acto de reflejo, me eché para atrás cayendo de espaldas, en una posición un tanto comprometedora.

-¿de verdad harás esto?, ¿no me soltaras para poder comer?-.

-te dije que lo haría mañana en la mañana, ahora come-. Realmente era un testarudo, había abierto mi boca a la fuerza, definitivamente me sentía el ser más humillado de la tierra, siendo alimentado igual que un bebé, ya no sabía que era peor, comer como un perro o como un lactante mayor.

-vamos blancucho, levántate y sigue comiendo-.

Sin gesticular ninguna palabra, avergonzado y humillado, seguí comiendo los fideos que él me daba hasta terminar la paila. Mientras se levantaba, tomó el artefacto con el cual había preparado la comida, y llevándolo a un lavaplatos, limpiándolo y enjuagándolo con agua de una botella que también era mía.

Al pasar unos veinte o treinta minutos de ininterrumpido silencio, tomé la iniciativa de hablar con él, ya que lo veía muy ensimismado limpiando el revólver con el cual me había apuntado y golpeado anteriormente.

-¿Qué tipo de revolver es?, ¿es una Taurus? ¿Una colt talvez?-.

-Es una ruger 44 magnum super redhawk-.

-vaya, es muy bonita-.

-sí, lo es, está hecho de un muy buen material y su acabado está muy bien diseñado, su empuñadura, se adapta perfectamente a mi mano, es una de mis consentidas pero, también tengo la ruger 357 blackhawk- calibre 9x19mm. Es una preciosidad-.

-vaya, sí que sabes de mph…-. -que, crees, que estás haciendo-. Oliver me había tapado la boca y con la mano que tenía el arma, apuntó a una ventana que estaba en una esquina. Se acercó a mi oído y susurrando en tono grave dijo: -hay infectados, y tal parecen haber llegado bastantes-. Como pudo darse cuenta de esa manera, yo no había sentido absolutamente nada, y la velocidad con la que reaccionó, igual que un depredador, que agudo era, tal vez por eso se dio cuenta que yo estaba cerca de la cabaña.

En un movimiento veloz y muy silencioso se dirigió a aquella ventana cubierta por tablas de madera, observando por uno de los orificios. Había hecho un gesto de desagrado y yo, al notarlo, supe inmediatamente que no se venía nada bueno de esto. Se acercó a mí rápidamente, yendo hacía mi espalda desatándome las manos.

-Tal parece que tendré que soltar la cuerda, terminaste consiguiéndolo, blancucho-.

-No me llames así, dime Nicolás-. Refunfuñe un poco.

-prepara tus cosas, nos vamos de acá, no hagas mucho ruido, ya que debes saber que durante la noche estos bicharracos agudizan más sus sentidos-.

Me limité a asentir con mi cabeza. Eso lo sabía de ante mano, ya que durante mi viaje me tocó matar a varios, aprovechando también el analizarlos para observar su comportamiento. Alistando las cosas de manera cuidadosa Oliver se dirige nuevamente hacía mí, explicándome de manera detallada cómo podríamos salir de este lugar sin ser visto por ellos.

. El pelinegro estaba sorprendiéndome cada vez más.

Tal y como decía, nos dirigimos a la puerta trasera de la cabaña, en cuclillas lentamente fue abriendo la puerta, evitando así poder hacer un sonido, una vez abierta y verificando que no hubiese nada de nuestro lado, fuimos dando pasos al unísono, ya logrando una buena distancia de aquellos seres, el chico de la magnum me pide la lata en la cual ya no quedaban fideos. Se la entrego mientras estaba revisando sus bolsillos sacando así unas pequeñas cositas rojas, que por culpa de la oscuridad de la noche no podía ver bien que era, hasta que encendió una de esas la introdujo a la lata, se levantó rápidamente y haciendo una curvatura con su brazo, digna de un jugador de béisbol, la lanza en dirección opuesta a la nuestra.

Otra sorpresa más, Oliver había lanzado esa lata bastante lejos. Al cabo de unos segundos se escucha un fuerte sonido, similar al de un disparo, lo que había dentro eran petardos.

Logré divisar enfocando mi visión, abriendo los parpados en gesto de miedo y asombro la cantidad de infectados que había, no eran ni diez o quince, eran más de treinta bestias. Creo que solo fue suerte que ninguno de ellos notara nuestra presencia. Hizo bien en tirar aquello.

-Oliver, de verdad eres alguien muy astuto-. Articule esas palabras cuando nos dirigíamos a los arbustos de manera que él no pudiera escucharlas pero para mala suerte, lo hizo.

Se había detenido bruscamente volteándose a mirar mi rostro, con un aire de superioridad. –Gracias, blancucho… -.

-Te dije que no me llamaras así-.

Llevó una mano hacia mi cabello revoltoso. -Tu tampoco lo haces nada de mal, realmente trabajamos bien en equipo-.

Otra vez tenía aquella sensación en el pecho, alcé la vista a su rostro, era casi dos cabezas mal alto que yo. Fue extraño que justo cuando lo observaba, el cielo hace desaparecer su nubosidad, haciendo resaltar más sus ojos grisáceos con la luz de la luna, casi viéndolos como gemas. Mierda, quedé embobado por sus ojos. Quité su mano de mi cabello de manera respetuosa y me adelanté por unos pasos.

.

Ahora me tocaba destacar. Sacando el mapa y la libreta, expliqué a donde teníamos que ir, ya que a solo unos cuarenta minutos había otra cabaña alejada de infectados, para poder descansar del largo anochecer que habíamos pasado.