Skin
-PIEL-
TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL
To Craft Rose: Again, thank you so much for allowing me to translate another story of yours. Hope you like it!
Luego de una terrible ruptura amorosa, Hermione decide arrojar todas sus preocupaciones al aire y se ofrece como voluntaria para modelar desnuda en una clase de arte Muggle. Todo es bonito y perfecto, hasta que se da cuenta que su eterno enemigo es uno de los estudiantes.
Nota de la Autora: la historia se sitúa unos cuantos años después de la guerra. Tiene algunas diferencias menores con respecto al canon original, pero no lo suficiente como para considerarse de universo alternativo. Que la disfruten!
Capítulo 1
Hermione dudó frente a la puerta, tratando de desenredar el nudo que tenía en el pecho. Eran apenas las ocho de la mañana, y para esa hora, usualmente estaba de camino al Ministerio, donde una odiosa pila de papeles le sería entregada antes de las nueve… pero, después de una intensa y problemática ruptura amorosa, y un incidente implicando cuatro copas de más de whiskey de fuego en la Fiesta de Navidad del Ministerio, había terminado con un enorme hueco en su semana laboral.
—Tómate un día — le había recomendado Harry de forma dulce, pero autoritaria — O quizás tres. — Dado que ahora él era el Jefe del Departamento de Aurores, su "consejo" era más una orden que una sugerencia amistosa.
Hermione no podía culparlo.
Se estremeció al recordar vívidamente lo que sucedió en la Fiesta de Navidad… Después de beber una tonelada de alcohol y de exponer tres veces su ropa interior, seguida de una versión llorosa de "No necesito un Hombre", de las Pussycat Dolls, tanto Harry como su esposa Ginny se vieron obligados a sacar a Hermione del salón y subirla al autobús Noctámbulo para que fuera a casa. No recordaba mucho de lo que pasó después, pero en cierto momento, se arrojó a sí misma a Stan Shunpike y le rogó que invadiera su Cámara de los Secretos. Volvió a estremecerse. Por suerte, él resultó ser más caballero de lo que se imaginaba. En lugar de averiguar lo que la amiga comelibros del Elegido tenía para ofrecer, Stan la acompañó fuera del autobús y hasta la puerta de su edificio, desde donde ella, de alguna manera, se arrastró tres escalones, y luego cayó desmayada en el medio de la escalera.
A la mañana siguiente, una de las vecinas de Hermione, una anciana mujer de Lituania llamada Ludwika, despertó sin querer a la bruja tropezando sobre ella cargando un enorme bolso de ropa limpia. Hermione se vio recompensada, por supuesto, con una terrible y nauseabunda resaca, junto a un gentil recordatorio de que se comportó como una completa y absoluta idiota la noche anterior. Harry fue amable al respecto, considerando… pero no esperaba nada más de su parte. Él era así. Ella podría haber detonado una bomba en el Atrio del Ministerio, y él igual le habría dado el beneficio de la duda. Quizás el Atrio necesitaba una bomba, todo era muy aburrido por aquí últimamente.
Dejando de lado las bromas, Hermione no podía recordar la última vez que tuvo tanto tiempo libre. Tres días completos.
Por sugerencia de su madre, ella decidió explorar alguno de los hobbies de su infancia, incluyendo una clase de ballet en el salón de baile local (a la que había llegado tarde, sin sus zapatillas de punta y con unas mallas que le iban dos talles chica) y una visita a la Galería de Arte. A pesar de ser bruja, trataba de no olvidar sus raíces, pero algunas veces era difícil. Y aunque dos de los tres días habían pasado sin más complicaciones, tenía la sensación de que hoy sería distinto.
Por alguna razón desconocida, se inscribió en una clase de arte, no como estudiante, sino como modelo. Un par de días atrás, cuando volvía de la Galería de Arte, notó un folleto reclutando voluntarios en la recepción de su edificio. Era poco ortodoxo anotarse, dado que no tenía ninguna experiencia en el modelaje, pero necesitaba un intenso momento de "que se joda el mundo", y hasta ese instante, no había nada que gritara "que se joda el mundo" más fuerte que mandar al diablo sus inhibiciones y modelar desnuda frente a un grupo de extraños.
Seguro, no debía estar completamente desnuda… pero era lo suficiente como para tener que hacerle una visita al salón de belleza. Hace tiempo que necesitaba depilarse, de cualquier modo.
Con esos pensamientos en mente, Hermione tomó la perilla de la puerta y, después de respirar profundamente, ingresó. El interior del edificio tenía un marcado contraste con el ladrillo rojo del exterior, lleno de muebles minimalistas de tonos neutros, luz blanca y techos altos. Había un muchacho joven en la recepción, quien saludó a Hermione con una sonrisa. Estaba vestido de forma elegante, con traje negro y su brillante cabello castaño claro peinado formando un sofisticado copete. Y por encima de su escritorio, había una placa de vidrio escrita con elegantes letras grises.
Thomas Laurie.
—¿Puedo ayudarte en algo? — preguntó Thomas, con un tono de voz suficientemente snob.
Hermione lo miró por un momento, pálida. — Eh… — Para joder al mundo, primero tienes que superar esta clase sin cagarte en tus bragas, Hermione — Estoy aquí para la… clase de arte de las ocho.
Thomas arqueó una ceja — ¿Para cuál?
Por supuesto, Granger. Hay más de una clase. Hermione aclaró su garganta — Eh… creo que el nombre de la profesora es Agatha…
—No hay nadie aquí con ese nombre.
Por supuesto. — ¿Estás seguro? — Hermione insistió, más que nada porque había tardado siglos en caminar desde su apartamento. Dado que vivía en un distrito muggle, la opción de aparecerse estaba descartada.
Thomas la miró por un instante, ligeramente perturbado — Lo comprobaré para ti — dijo tirantemente.
Hermione esperó, presionando su bolso contra su pecho. Dado que estaba allí para modelar desnuda, optó por vestirse con un vestido verde de tirantes, un par de zapatillas ligeras de ballet y un abrigo de gabardina por encima. Fácil de sacar. Como siempre, su cabello caía en una cascada desordenada de rizos castaños. Pensó en peinarlo de alguna forma, pero terminó por decidir que era mejor dejarlo al natural… ¿verdad?
De repente, el salón de arte parecía una mala idea. ¿Se supone que debía arreglarme más? Pensó Hermione, mordiéndose el labio. Demonios, voy a posar desnuda para una clase de arte, ¡no voy a una jodida cita! Tragó pesado, tratando de superar la repentina tensión que la embargaba. No tenía sentido tener un ataque de pánico en la mitad de la recepción.
—Bueno, parece que sí hay una clase dictada por Agatha Holbrooke — mencionó Thomas, ignorando el tumulto interno de Hermione. Levantó la mirada de su ordenador y le ofreció una tensa y fingida sonrisa — Al final del pasillo del primer piso, a tu izquierda. Encontrarás un cartel en la puerta.
Hermione asintió en agradecimiento y escapó de la recepción rápidamente.
El pasillo era largo y estrecho, y al final, encontró una puerta de vidrio esmerilado marcada con un cartel que decía "Holbrooke" con la misma caligrafía elegante que el cartel del escritorio de Thomas. Se percibían siluetas al otro lado de la puerta, que se movían por el recinto acomodando sus implementos. No podía ver a través del esmerilado de la puerta – no de forma clara – pero parecía que la clase estaba llena.
Sintió que su estómago se apretaba un poco. Siempre puedes dar media vuelta y joder al mundo de otra manera. En la privacidad de tu habitación, por ejemplo. Frunció el ceño. Pero ese es el problema, ¿no? Pasé demasiado tiempo escondiéndome y jugando a ser una puritana sabelotodo. Si no alimento la necesidad de mi subconsciente de explorarme y conocerme a mí misma, terminaré enredándome con Stan Shunpike en el Autobús Noctámbulo… probablemente sin protección.
Estremeciéndose ante el pensamiento, Hermione reunió lo poco que le quedaba de seguridad y, aferrándose a la manilla de la puerta, la abrió.
—¡Oh! ¡Srta. Granger! — exclamó Agatha, emocionada al ver que su modelo no la había dejado plantada — Bienvenida — le dijo, guiando a Hermione hacia una esquina de la habitación — ¿Cómo estás?
—Estoy bien — sonrió Hermione, distantemente consciente de los movimientos y conversaciones de los demás — Lamento llegar tarde. Yo… tuve un inconveniente en la recepción.
Agatha asintió — Sí, bueno. Thomas es un poco idiota.
Hermione cubrió su boca con una mano, conteniendo una carcajada. Dado que Agatha se veía muy parecida a su abuela (y un poco como Molly Weasley), le sorprendió oír esa palabra de la boca de la señora.
—Bueno, antes de que comencemos… ¿tienes alguna pregunta o preocupación? — preguntó Agatha, amablemente.
—Eh… — Hermione echó un vistazo a su alrededor. Había apenas doce estudiantes, todos escondidos detrás de sus caballetes, y un diván estilo victoriano en el medio. Como acordaron el día anterior, por llamada de Skype, ella tendría que posar a lo largo del diván y mantenerse así por el tiempo necesario. Habría un receso cada cierto tiempo, durante los cuales podría usar el baño o comer algo, pero durante la mayoría del tiempo tendría que mantenerse completamente quieta. — Nada por ahora.
—Bien, bien. Comenzaremos cuando estés lista — le dijo amablemente — Tómate tu tiempo.
Hermione le sonrió a la mujer y se colocó detrás de un panel divisor, mientras Agatha caminaba hacia el frente de la clase. Le llevó unos segundos lograr que las voces y charlas aminoraran, y cuando lo hicieron, los nervios en el estómago de Hermione comenzaron a estallar con fuerza por todas partes. Se obligó a alejar la tensión, y lentamente se quitó el abrigo de gabardina, colocándolo sobre el panel. Su bolso de mano y zapatillas le siguieron. Las colocó ordenadamente en el suelo, que se veía relativamente limpio, y obligó a sus dedos a deshacer el nudo que mantenía los tirantes de su vestido unidos. Un leve tirón, y la tela se aflojó alrededor de su cuerpo, provocando un suave estremecimiento en ella. ¡Alto! Debería dejarme el vestido puesto y quitármelo cuando esté frente a la clase. Eso es lo que hacen en las películas… ¿cierto? Un toque de inseguridad coloreó sus mejillas, antes de recordar que olvidó traer una bata. No tenía mucha importancia, dado que su vestido podía funcionar como una. ¿Y qué hago con mis bragas? ¿Me las quito ahora, o en frente de la gente? Luego de un segundo de debate interno, se decidió por la primera opción, y rápidamente se las quitó.
Y por primera vez en mi vida, voy de comando – pensó Hermione, ligeramente divertida y desconcertada al mismo tiempo. Es terriblemente antihigiénico. Como sea. Cierra la boca, cerebro.
Rápidamente volvió a colocarse su vestido y se tomó un instante para respirar profundamente, antes de salir de atrás del panel divisor.
—¿Estás lista, querida? — preguntó la instructora.
Hermione no estaba segura, pero asintió de todos modos.
Dado el sonido de lápices siendo afilados, intuyó que los estudiantes harían dibujos sencillos ese día. Mejor. Los dibujos a mano seguro no demoran mucho. Insegura y ligeramente intranquila, Hermione fijó sus ojos hacia abajo y volvió a desatar el nudo, lentamente quitándose el vestido.
XXX
El material cayó al suelo, y un rayo de electricidad cruzó la columna vertebral de Draco. ¿Cómo demonios…? Bajó la mirada y pensó en la guerra, y en las numerosas circunstancias que podrían haberlos llevado a esta loca e insensata coincidencia. El problema no era que Granger estuviera desnuda, porque las mujeres desnudas no lo molestaban en lo absoluto, y tampoco el hecho de que parecía tener un intrigante y pequeño tatuaje bajo la curva de su pecho izquierdo. Lo que le molestaba era el hecho de que estaban encerrados juntos en una pequeña habitación durante las próximas tres horas.
Draco ignoró la molestia que sentía en el estómago por la situación. Si permanezco durante ciento ochenta minutos aquí sin llamar la atención, no hay forma de que se entere que estoy en la clase. Pasará rápido. Y luego iré a casa – o quizás al pub – y me olvidaré de todo esto.
Durante meses había asistido a la clase de arte de Agatha Holbrooke.
No era un plan para engañar al mundo mágico y hacerles creer que había cambiado, porque, en primer lugar, no le había dicho a nadie sobre su pasión por el arte. Era, sin embargo, un escape. Desde los siete años había mostrado aptitud para las artes, y aunque su padre nunca estuvo de acuerdo con su hobby, su madre siempre lo apoyó. Se encargaba de proveerle de caballetes, pinturas y costosos pinceles, y otros numerosos implementos que un niño tan joven ni siquiera necesitaría. Debía admitir que su apoyo era sofocante algunas veces, pero valoraba sus esfuerzos de cualquier modo. Cuando llegó su cumpleaños número once, y le entregaron su carta de aceptación de Hogwarts, Lucius tuvo suficiente con la creatividad de su hijo y le prohibió seguir tomando parte de ese "infantil pasatiempo".
Como Draco siempre había aspirado a complacer a su padre y a hacerle honor al nombre Malfoy, rápidamente arrojó sus pinturas y pinceles al cesto de basura y no volvió a mirar atrás.
Eso fue hasta que la Segunda Guerra Mágica terminó. Él y su familia pasaron por sus juicios frente a todo el Wizengamot. Gracias a que terminaron ayudando a Potter en la batalla final, sus crímenes fueron perdonados, lo que significó evitar Azkaban. Lucius se suavizó un poco después de ello. No fue tanto, pero lo suficiente como para incitar una disculpa por su parte. He sido un padre terrible para ti, Draco. Te llevé por un mal camino toda tu vida. Por mi culpa, tu infancia está arruinada… y no hay nada que pueda hacer, ni dinero que pueda pagar, para tener de regreso esos años perdidos… pero lo intentaré. Buscaré tu perdón. Le había dicho el mago, sinceramente.
Apenas un mes después, el cuerpo muerto de Lucius apareció en el jardín trasero de la Mansión Malfoy. Aparentemente, algunos de sus antiguos asociados se encargaron de matar al hombre que había enlistado sus nombres frente al Wizengamot.
Desde ese momento Draco rompió relaciones con el mundo mágico, por más doloroso que le resultó, y eligió derramar sus emociones sobre un lienzo, en lugar de un campo de batalla. De vez en cuando visitaba la Mansión, para ver a su madre y asegurarse que no se hubiera vuelto loca. Andrómeda Tonks, su hermana mayor, era la mejor ayuda en ese tema. Las hermanas se habían separado en su juventud, dado que la mayor se había casado con un muggle y por ello fue eliminada del árbol familiar de los Black… pero ahora la guerra había terminado, y esas circunstancias ya no importaban.
Draco nunca conoció a su prima, Nymphadora Tonks, pero si su hijo era indicativo de la diversión y la alegría que atraía a cada habitación, debió ser tan vibrante como su madre la describía. Incluso más, se imaginó.
Un toque de incertidumbre coloreó las mejillas de Draco al ver una luz similar en los cálidos ojos marrones de Granger. La muchacha había acomodado su cuerpo desnudo en el diván, imitando la postura de la musa de Titian en el óleo de la Venus de Urbino. Debía verse despreocupada con su desnudez.
Pero por supuesto, había signos de preocupación en todo su cuerpo.
Un tic en su labio inferior cuando hacía contacto visual por error con alguien; el sonrojo que inundaba sus mejillas y su cuello; la tensión en sus oscuros pezones; y el suave temblor en su mano izquierda, que yacía apoyada más abajo de su abdomen. La postura la dejaba brillantemente expuesta, vulnerable al escrutinio de doce extraños, y un viejo compañero de colegio a quien aún no había notado. Si las cartas jugaban a su favor, jamás se enteraría de esto.
Holbrooke solía hacer rondas por la clase y dejarle cumplidos por su trabajo: ¡Bien hecho, Sr. Malfoy! ¡Brillante como siempre, Sr. Malfoy! ¡Oh, qué fantástica obra, Sr. Malfoy!
Draco no estaba seguro, pero suponía que el apellido "Malfoy" no era tan común entre los muggles. Si llegaba a oírlo, esos oídos con pecas definitivamente lo buscarían. Podría decir que tengo que hacer algo y marcharme… pensó, viendo hacia la puerta. No, eso atraería incluso más atención. Parecía que solo tenía otra alternativa. Si deseaba permanecer escondido, tendría que pasar desapercibido y camuflarse con su entorno.
Por suerte Granger no estaba enfocada en él. Estaba mirando a los estudiantes del medio del salón, mientras que él se ubicaba más hacia la izquierda. Esto le jugaba a su favor, por supuesto, pero el ángulo era un poco complicado para trabajar. Dibujaré un retrato regular. Holbrooke pasará por aquí sin decir ni una palabra, y eso será todo. Un mago de su categoría y familia no estaba acostumbrado a lo "regular", pero en ese momento no tenía otra opción.
Con eso en mente, Draco estudió la forma y curvatura del cuerpo de Granger y, en silencio, comenzó a aplicar su lápiz en la hoja.
Se dio cuenta que ella estaba muy bien proporcionada.
En lugar de las curvas modestas que anticipaba, sus pechos y caderas eran acordes al cuerpo de una chica de su altura y peso. Cubierta de pecas de pies a cabeza. Había una abundante cantidad de ellas alrededor de su nariz, sus hombros y entre sus pechos. Eran difíciles de dibujar, pero se las arregló, enfocándose sobre todo en su clavícula y en la marca de nacimiento de su cadera izquierda. Era pequeña, en forma de media luna, y parecía lamer con las puntas su abdomen.
Aunque era natural en una forma muy real, y muy humana… no era para nada desagradable a la vista.
El joven mago llegó a esa conclusión, rompiendo su concentración por un segundo, solo para notar que había dejado caer su lápiz. Se le había deslizado de los dedos y repiqueteó en el piso. Así, cada ojo del salón se dirigió a él. Draco parpadeó, obligándose a agacharse y levantar el objeto caído. Está bien. Todo está bien. No es un… se enderezó, y dirigió su vista hacia adelante para encontrar esos cálidos ojos marrones plantados firmemente sobre él. Por un momento, ella no reaccionó. Y luego las piezas se acomodaron en su sitio.
Draco conocía esa mirada como si hubiera sido tatuada en su propia piel.
Bueno. Eso fue todo.
Incapaz de decir una palabra, y avergonzada, la castaña envolvió ambos brazos alrededor de su desnudez, escudando su cuerpo de él, como si no hubiera memorizado ya cada centímetro de su cuerpo – subconscientemente – durante los últimos treinta minutos.
Y cuando salió corriendo del salón, vestida a medias y con sus pertenencias colgando de sus manos, el mago rubio se levantó de su sitio. Por algún motivo siguió a la bruja fuera del salón y llegó a ver un destello de ella segundos antes de que desapareciera girando la esquina del pasillo.
Draco ralentizó su paso, respirando pesadamente.
¿Qué demonios estaba haciendo ella ahí, en primer lugar?
De repente, debía averiguarlo.
Bienvenidos a una nueva historia! Minific, de 5 capítulos. Como siempre, sus comentarios son más que bien recibidos por aquí. Recuerden que sus opiniones luego son transmitidas a la autora, quien también escribió Vibraciones y Duraznos (ambas pueden encontrarlas en mi perfil). ¡Vamos a darle un poco de amor!
El link de la historia original pueden encontrarlo en mi perfil.
Gracias a quienes siguen mis traducciones hace tiempo, y a los nuevos lectores! Nos leemos en el próximo capítulo..
Pekis :)
