Bueno, hacía demasiado que no escribía nada, así que he perdido todo contacto con esta página. Espero que las cosas no hayan cambiado mucho. Gracias por abrir :)
UNA Y MIL VECES.
Romper con todo es lo único que quiere cuando mira al techo de la Sala de los Menesteres y acaricia una y mil veces la mano de Draco. Porque Ginny ya está harta de inventarse excusas, de taparse ojeras, de esconderse.
Es algo especial, piensa en una de sus conversaciones con el techo, aquella sala es especial con ellos dos. El tiempo no pasa fuera, a pesar de que sus relojes hayan girado una y mil veces sus manecillas. Aunque a lo mejor es la sensación de que el tiempo se para cuando huele su perfume o se pierde en sus ojos grises.
Una y mil veces le ha repetido que está enamorada de Harry Potter pero en ninguna de esas ocasiones ha obtenido respuesta. Cree que Draco intenta decirle con la mirada que eso sólo es un refugio, que ése es su mundo de color rosa y que nadie ni nada puede entrar, que todo lo de fuera no importa.
Y es por eso por lo que quiere romper con todo, porque no puede llevar dos vidas. Una y mil veces se ha preguntado a qué mundo ir, en qué lado de la puerta quedarse. Por una parte, una guerra sin final, un amor sin principio, una historia parada. Por la otra, Draco Malfoy, amor sin amor, pasión por pasión, libertad en libertad.
Mirar su pelo rubio le produce escalofríos, siempre lo ha hecho; aunque no siempre de la misma manera. Antes, un cosquilleo subía por su garganta, le llegaba a la cabeza y acababa en su mano con el puño cerrado. Ahora, un cosquilleo baja desde la garganta, rodea el ombligo y le llena todo el cuerpo produciendo un extraño calor. Una y mil veces se ha intentado convencer de que se está engañando y de que lo que ve no es un Harry disfrazado de platino. Es imposible. No sabe si lo ha sustituido o simplemente empezó buscando ese segundo Potter y se topó con una pared que se empeña en traspasar.
Tal vez… No, está segura de que no hay tal vez. De que Draco es Draco y que lo único que tienen es una habitación escondida, una cama roja y unas sábanas arrugadas, signo de su intento fallido de encontrar el amor que han perdido fuera de esas paredes. Quizás… quizás sí hay un tal vez y en cada ocasión que los dos se quedan mirando el techo buscan lo mismo. Sólo tienen que mirar una y mil veces más para darse cuenta de que lo tienen al lado.
