Este no es el primer fic que escribo de DC, sin embargo es el primero que me atrevo a publicar. Es corto, a veces pienso que es un drabble.
Hay algo que siempre me ha fascinado: la relación entre Lex y Clark. Espero transmitir esta fascinación correctamente.
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"Que distinto sería el mundo si no existiera el miedo, sería más estúpido, más libre, maravilloso y letal..."
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SALVADOR
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Un día tranquilo en la Granja Kent
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Una característica de un padre sobreprotector es la preocupación continua por sus hijos lo cual se agrava cuando se trata de un hijo único, este el centro de su mundo. En esta misma línea se debe destacar que Jonathan y Martha Kent de Smallville, Kansas, eran sobreprotectores en demasía, y al mismo tiempo tenían una poderosa razón para serlo más valida que la de cualquier otra pareja. Ellos fueron un matrimonio que no pudo concebir, sin embargo eran padres a una edad avanzada.
La adopción es la vía que toman las parejas que no pueden tener hijos y tienen mucho amor que dar.
Adoptar a un niño que encuentran a la deriva porque existe una conexión inmediata en el momento en que cruzan miradas con aquella criatura desvalida en medio de un campo de trigo entre el humo de un meteorito que acabara de caer del cielo, en definitiva, haría al padre que se hiciera responsable de ese niño un ente sobreprotector desconfiado de todo. Cualquier cosa representa un peligro, la atmósfera por el simple aire que respira con dificultad, el entorno tan lleno de sonidos, todo lo que es capaz de ver proclive a asustarlo, los malos tratos de los demás niños con los que jamás será un igual, el gobierno que pudiera arrebatarlo de su lado... La lista es interminable.
Clark Joseph Kent era un niño sobreprotegido, es verdad, pero tampoco era un niño normal.
El era un niño caído de las estrellas, un ser de otro planeta. Para algunos un visitante, para otros un extraño. La palabra correcta pese a su crudeza: alien.
Clark no tenía amigos en su escuela, en casa tampoco, solo tenía a sus padres con su completa atención hacia él, un campo enorme para jugar como quisiere, un columpio colgado en el patio trasero, una llanta amarrada a una rama en el árbol del camino de la entrada, unos cuantos juguetes y, por supuesto, un perro. No fue un chico que se raspara las rodillas porque no existía ningún material o substancia en el mundo que pudiera dañarle, lo cual no significaba que no fuera capaz de sentir dolor, y este lo sentía por dentro.
Jonathan Kent sabía de su soledad, su madre la apaciguaba con su compañía porque Martha era una magnífica madre de la que saben alejar el miedo y la angustia con su suave voz y hacer brillar el sol de noche con un abrazo y un beso. Pero para Clark no iba a ser suficiente una vida como esa. No iba a ser un niño para siempre. Al crecer su mundo dejaría de consistir solo en la granja, en jugar con su perro en el granero y viajar de cuando en cuando con sus padres por víveres, escuela o trabajo al centro de Smallville. Estaban haciendo un grandioso trabajo educando a su hijo pese a tenerlo con tantas limitaciones, ansiaba tantas cosas… pero entendía su situación también al no ser un niño normal. Guardaba sus inquietudes en silencio pensando más en el bien común que en sí mismo, por sobre cualquier deseo egoísta estaba el secreto que guardaba y del que aún le faltaba comprender en su totalidad. Algún día Jonathan y él deberían sentarse a tener una larga charla en el granero, y ahí le mostraría lo que resguardaban las puertas encadenadas del sótano. Sería muy difícil de entender, una revelación dolorosa, impactante. Pero Martha y Jonathan habían educado a su hijo bien. Era un buen muchacho de buenos sentimientos, que no iría a estar privado de sentir rabia, celos, envidia, tristeza, aunque sabían también que sería capaz de encontrar la grieta que llevara a la luz en la más profunda oscuridad.
Lo que más desean sus padres para sus hijos es su felicidad, y si la felicidad de Clark no se limitaba solo a Smallville algún día Clark se presentaría orgulloso ante la humanidad como un ser de otro mundo que creció en la tierra como un hombre normal, en una vivienda humilde, sin lujos, con muchas privaciones, pero con mucho amor, así que eso habría sido todo lo que hubiere necesitado para formarse.
Mientras tanto en su ignorancia Clark jugaba con Shelby con tanta alegría en su infantil imaginación, llevaba una manta roja atada al cuello de la remera saltando mientras jugaba con el perro en el campo. Martha tenía la ropa recién lavada, Jonathan reparaba la camioneta, el sol estaba por ponerse en el horizonte, el viento ondeaba la improvisada capa en la espalda de su hijo quien lucía regio… y Jonathan Kent le observaba con detenimiento.
Era ese sentimiento que tienen todos los padres que saben que sus hijos serán grandes algún días. Orgullo. Satisfacción.
Jonathan solo esperaba estar ahí cuando Clark lo necesitara para reforzar una idea, para escucharlo, darle algún consejo, y si no estaba con él esperaba al menos haber cumplido en lo posible con su papel de padre.
Un padre debe ser una guía, una figura de afecto y respeto.
Los Kent lo eran para su hijo.
"Viajemos a Metrópolis este fin de semana" dijo Jonathan esa noche a la mesa con la cena servida. Un rostro sorprendido de parte de Martha le miró de inmediato y el de Clark que se iluminaba por la noticia sonríe de oreja a oreja incrédulo a lo que sus oídos escuchan.
"¿Metrópolis?" sonríe acercándose a su padre quién quería transmitirle seguridad a su esposa por esa decisión.
Martha estaba angustiada, quería ver en la mirada de su esposo que esa era una buena idea.
"Jonathan, ¿estás seguro?"
Con las manos entrelazadas y la sabiduría marcada en la frente Jonathan asintió.
"Creo que sería una buena experiencia para Clark"
"¿En serio vamos a ir?" salta en su asiento su hijo. Shelby sentada en la cocina alza la cabeza, saca la lengua y mueve la cola. Se contagia del entusiasmo de Clark.
"Jugarán Metróplis vs Gotham, podremos no costear el gasto de los boletos para el estadio, pero hay buenos restaurantes donde ver el partido en familia. Será el regalo de cumpleaños de Clark. Claro, si es qué estás de acuerdo hijo"
"¡Quiero ir! ¡Quiero ir a Metrópolis por el partido papá!"
Martha no está segura, piensa mucho. Jonathan se da cuenta.
"Falta ver que dice tu mamá"
Martha mira a su esposo, Clark mira a su madre.
"Martha, ¿qué dices?"
Los ojos de Clark le imploran que acepte, sus manos se juntan rogando en murmullos. Su rostro compungido y emocionado la vence. No es rival su preocupación con la dulzura de la mirada tierna de Clark.
"Está bien" dice con una sonrisa celebrada por su hijo "Iremos a Metrópolis"
Clark levanta las manos al aire, está feliz. Le dicen que termine su cena pese a que la emoción le robó el apetito.
Verá una gran ciudad por primera vez. Será el mejor día de su vida.
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