Disclaimer: Los personajes y lugares le pertenecen al legendarium del gran maestro Tolkien, a quien admiro muchísimo. Las frases en cursiva representan el mundo interno de los personajes (según el POV).
HIJOS DE GONDOR
Mi hermano
POV Boromir:
Llevo todo el día así. No había visto a tantas personas correr por los pasillos. Le pregunté a mamá qué pasaba, pero me dijo lo mismo que todos: que pronto llegaría, que faltaba poco para que naciera. La verdad, no entiendo nada. Sólo veo a mamá en su lecho, a veces durmiendo, leyendo sus libros, hablando con los sirvientes de la Ciudadela o con ella misma: eso parece, porque la vi acariciando su gran barriga, "diciéndole" que todo iba a estar bien. ¡Como si algo allí dentro la escuchara! Mi papá se veía muy extraño y está más tiempo con mamá. Hasta olvidó que me tocaba clases de lectura con él, me ha dejado en la Torre de Ecthelion y Beregond me vigila.
No sé qué está pasando. Tendré que averiguar por mi cuenta.
—¿Beregond? —jalé una parte de su túnica y me miró.
—¿Boromir? Deberías seguir leyendo.
—Lo sé. Pero no entiendo.
—¿Qué no entiendes? —Beregond se agachó hasta quedar de mi tamaño.
—¿Por qué todos van al cuarto de mi mamá?
—Ah, eso… —se llevó una mano a la cabeza.
Creo que pregunté algo malo, porque vi que el rostro de Beregond se puso rojo. ¿Y si algo le pasó a mi mamá, y no me quieren decir?
—Es que hay muchos curadores en los pasillos. ¿Mi mamá está bien?
—Pues… sí. Eso es lo que escuché.
—¿Y por qué no puedo ir?
—Porque tu padre quiere que te quedes aquí.
—¿Hasta cuándo?
—No lo sé.
—¿Por qué no lo sabes?
—Haces muchas preguntas. Mejor vuelve a leer.
—No me has dicho porque buscan a mamá.
—Te lo diré después, Boromir. ¡Ahora vuelve o llamaré al Senescal, lo juro! —me ordenó con seriedad y volvió a su puesto.
¡Perfecto! No me ha dicho nada y me ha mandado de nuevo a… ¿leer? ¡Es aburrido, sólo habla de la vida de los antiguos reyes! No sé por qué mi papá quiere que aprenda estas cosas. Al menos entendía algo cuando estaba conmigo, pero ahora no me acompaña. ¿Qué está pasando? Tengo que saberlo, no puedo quedarme aquí… ¡ya sé!
—¿Beregond? —lo vi suspirar, pero esta vez se llevó una mano a la frente.
—¿Ahora qué?
—Tengo sueño.
—¿Tan temprano? —abrió los ojos, sorprendido.
—Sí. Hace mucho calor. ¿Puedo ir a mi cuarto?
—Pero tu padre…
—No le diré nada, te lo prometo. Por favor…
—Pues…
Está pensándolo. Sí, Beregond, piénsalo.
—Ahh… como digas, príncipe. Pero si me pregunta…
—Dile que me viste durmiendo en la mesa.
—Bien, será nuestro secreto —me dijo, pero yo ya había dado media vuelta y salí de la Torre.
¡Lo logré! Ahora bajo al sexto nivel, pero es mucho camino… demasiado. Vi a tres mujeres llevar unas bandejas, como las que sirven para comer. Mi estómago está sonando: ¡ahora tengo hambre, y ya pasó del mediodía! Si fuera un día normal, mi papá ya hubiera ordenado que trajeran los platillos, pero nada. Creo que también se le olvidó comer.
Aunque están yendo a la Ciudadela: ¿y si el almuerzo es en el cuarto de mi mamá? ¡Qué tonto, será mejor que vuelva o se terminarán todo! Últimamente mi mamá está comiendo bastante y…
—¿Boromir? ¿Qué haces aquí, pequeño? —me llamó una voz familiar y volteé.
—¡Tío Imrahil! —lo abracé con mucha fuerza— ¿Cuándo has venido?
—Hace un rato —acarició mi cabeza y sonrió—. Busco a tu madre. ¿Dónde está?
¿También? ¿Por qué todos querían ver a mi mamá hoy día?
—Duerme en su cuarto, pero no la he visto desde la mañana.
—¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Papá dijo que me quedara leyendo, que no la incomodara.
—Mmm… entiendo.
¿Qué entiendes, tío? ¿O tampoco me vas a decir?
—¿Qué cosa? —le pregunté.
—Nada, Boromir. Sólo obedece a tu padre, prometo llamarte cuando llegue la hora.
—¿Qué hora?
—De que tu hermano venga a este mundo —sin más, se fue con una sonrisa, dejándome en la callejuela.
¿Hermano? Ya escuché esa palabra antes, mi mamá la decía todo el tiempo. ¿Pero qué es eso? No entiendo… en serio, no entiendo nada. Si esta historia saliera en los libros, sería más fácil. Para la próxima, le pediré a mi maestro de síndarin que me explique… ¡mi maestro! ¡Eso es! ¡Él me dirá qué pasa! Por suerte, la biblioteca está cerca de aquí.
—¿Maestro? —lo encontré subido sobre un taburete, acomodando unos viejos pergaminos en el estante.
—¿Mi señor Boromir? —se asombró al verme— ¡Qué sorpresa verlo aquí! El Senescal me dijo que no tendría clases hoy. ¿O ha venido por algún libro?
—¡No! —me apresuré a decirle— Quería preguntarle algo.
—Si lo prefiere así… —se sentó en el taburete que estaba usando.
—¿Por qué todos van al cuarto de mi mamá?
Se puso nervioso. Igual que Beregond.
—Lo siento, no puedo decírselo —me dijo, cerrando los ojos.
—¿Qué? Pero… ¡si usted lo sabe todo!
—Sí, sé lo que está pasando… pero no es un tema para niños. Y tampoco soy el indicado para contarle. Cuando sea más grande, lo entenderá.
—Pero…
—No insista y vuelva a la Ciudadela, o le avisaré a su padre —me dijo, haciéndome salir de la biblioteca.
Jamás volveré a confiar en un maestro: ¿no podía contarme, porque era niño? ¡Tonterías, soy el hijo del Senescal! Se supone que debe obedecer a mi padre y a mi familia. ¿Por qué es tan difícil que me diga qué pasa? El sol ya se está ocultando y llego a la Torre de Ecthelion… ¡es cierto, le dije a Beregond que "iba a dormir"! ¡Si me ve aquí, se enojará conmigo! Por suerte, hay un corredor secreto que lleva a mi cuarto. Voy por ahí y cruzo el jardín que tanto le gusta a mi mamá.
Estoy triste: nadie quiso hablar conmigo hoy día, me he cansado y tengo hambre. Puedo oír el paso de los curadores por el palacio. ¿Por qué hoy es un día tan diferente?
—No hay motivo para afligirse, Boromir… —escuché a alguien detrás de mí y volteé asustado.
—¡Gandalf! —respondí, era el Mago Gris.
Un viejo amigo de la familia. El mejor hechicero en la Tierra Media… o al menos eso dice mamá. Papá siempre se molesta cuando nos visita y no sé por qué. Son muchas dudas para un día.
—No es la primera vez que ocurre esto.
—¿Te refieres a mi mamá?
—Así es —se sentó a mi costado—. ¿Lo sabes, cierto?
—No, y tampoco tiene caso —me crucé de brazos y Gandalf frunció el ceño—. Nadie me quiere explicar. Dicen que soy muy pequeño para entender esas cosas.
—Ya veo… —escuché una risa del mago.
¿Qué era tan gracioso? ¡No hice ninguna broma, estoy hablando de mi madre! Me fastidia que se rían de mí sin razón. De repente, guarda silencio: está más serio que de costumbre.
—Es que no comprendo… ¿qué tiene de malo que lo sepas? Si es uno de los milagros más bellos de la vida.
—¿Ah? —no entendí de qué hablaba.
—Que tu madre tendrá un bebé.
—¿Qué es un bebé? ¿Por qué dices que es un milagro?
—Porque los Valar quisieron que así fuera.
—No entiendo. ¿Qué tienen que ver ellos?
—Es una larga historia.
¿Larga? Jamás debí preguntar.
—¿Podrías hacerla corta? Ya oí demasiadas —otra vez sonrió.
—Por supuesto. Hace muchas eras, cuando Arda estaba vacía, los Valar crearon todo lo que puedes ver. Y como amaban esta tierra, la bendijeron con el don de la vida y el amor, para que pudiera crecer en todo su esplendor.
—No entiendo —dije, arqueando las cejas.
—Te lo haré más sencillo —vi como Gandalf se enderezó y señaló la tierra del jardín—. ¿Ves esa pequeña flor? —asentí— Antes de llegar a esa forma, tuvo que esperar un tiempo bajo tierra, en forma de una semilla. Por la bendición de los Valar, ha crecido tal como la conoces. ¿Comprendes?
—Sí. Pero no me has dicho por qué mamá está adentro.
—Déjame terminar —sonrió—. Esa bendición también alcanzó a los Elfos y los Hombres. Mientras los primeros gozaban de una larga vida, los últimos crecieron por miles de generaciones y así seguirán hasta el fin. Ese milagro sucede a diario: uno de ellos es el que verás hoy y también es la razón por la que estás aquí.
—¿Yo? ¿Pero cómo? —le dije, asombrado.
—Es difícil de explicar. Nadie recuerda el momento en que llegamos a este mundo. Pero es algo que causa gran alegría a quienes lo presencian.
—¿Y cómo se llama eso? —Gandalf me miró con una sonrisa.
—Le dicen "nacimiento".
¡Gracias, Gandalf! Ahora sé lo que pasa, pero aún tengo una duda.
—¿Y qué saldrá de ese… nacimiento?
—Una persona como nosotros, pero más pequeña. Un ser puro e inocente.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque lo he visto muchas veces. Tú has sido uno de esos milagros, Boromir. Y créeme cuando te digo —el mago acarició mi cabeza— que al ver a ese bebé, lo amarás, desearás protegerlo siempre y te hará muy feliz.
Mamá tenía razón: Gandalf es un mago sabio. ¡Y ésta es la mejor historia que he escuchado! Oigo unos gritos. ¡Vienen del corredor!
—¡Llegó la hora! ¿Vienes? —me extendió la mano y asentí, caminando ambos a la habitación de mis padres.
Hay muchas personas alrededor de la puerta, incluido papá. ¿Por qué está afuera, si todo el día acompañó a mamá? Me llama y me acerco a él. Gandalf mira a mi padre y le hace una reverencia.
—Senescal Denethor.
—Mithrandir.
Otra vez esos gritos: ¡el nacimiento duele mucho! Me aferro a la túnica de papá y cierro los ojos. Siento pena por mamá… ¿cuándo va a terminar todo esto? De pronto, alguien llora. La voz es muy suave. ¿Será ese bebé del que me habló Gandalf?
—¿Mi señor? —Ioreth, la curandera, llamó a mi padre— Puede pasar…
No sé por qué, pero mi corazón late fuerte. Tengo miedo de entrar, pero siento a mi padre empujarme levemente al cuarto. Veo a mi mamá acostada en su lecho: ya no tiene la barriga grande, pero está cargando algo en los brazos.
—¡Felicidades, mi señor! Es un varón sano y su esposa se encuentra muy bien. Pero déjelos descansar en un rato —dijo Ioreth.
—Gracias, Ioreth —le mencionó mi padre, mientras sonreía.
—Con permiso —la curandera salió del cuarto, haciendo una reverencia.
—Boromir, hijo —oí que mi madre me llamó—. Acércate…
Doy unos cinco pasos y ya estoy al lado de mamá. Está agitada, pero se acomoda en el lecho y oigo un pequeño llanto. Por primera vez lo vi: una persona pequeñita, de mirada inocente y frágil. Sin saber por qué, estiré mi mano y cogí la suya.
—¿Él es mi hermano? —al fin pude decir la palabra.
—Sí, Boromir. Tu hermano. ¿No es increíble? —me respondió mamá.
No dije más. Sólo asentí y reí con ella. Todos se sentían muy bien. Es tal como Gandalf dijo: había felicidad.
—¿Ya han pensado en su nombre? —dijo Gandalf, sorprendiendo a todos.
De pronto, algo vino a mi mente. Antes de salir de la Torre, vi muchos nombres extraños en el libro, pero recordé uno en especial: se parecía demasiado al mío.
—Faramir. Suena bien... ¿verdad, mamá?
Todos me miraron en silencio, pero luego volvieron a reír. Mi papá acarició mi cabeza mientras miraba a mi hermano con una enorme sonrisa.
—Que así sea…
N.A.:
¡Mi primer fanfic, qué emoción!
En primer lugar, agradezco de antemano a todos los que van a leer esta historia. Quizás se me haga difícil retratar el carácter de cada personaje, pero intentaré ser lo más fiel posible.
Siempre he tenido curiosidad por los pensamientos de Faramir y Boromir, frente a cualquier situación en sus vidas; de ahí el estilo de los one–shots. Además, amo la relación fraternal entre los hijos del Senescal, y por eso quise empezar con esta etapa tan tierna, como es el nacimiento de Faramir (mi Precioso XD).
¡Sin más que decir, disfrútenlo!
