Holaaa~

Bueno muchachos, soy medio nueva en esto y no me manejo muy bien con el FF xD Pero intento divertir a la gente con mis historias, me recomendaron entrar y… Aquí llevo un tiempo, aunque apenas uso mi cuenta.

Estos días escribí una cosita y, ¿Por qué no subirla a FF? No tengo nada que perder. Así que aquí traigo mi mini-obra. ¡Espero que la disfruten!

Los personajes no me pertenecen, son de la autora de Hetalia. El único personaje realmente de mi invención es Nicolás Williams.

.-.-.-.-.-.-

Llovía.

Las gotas de agua caían con delicadeza del cielo, consiguiendo que un suave sonido envolviese la caseta situaada tras la iglesia, donde el joven ojiazul vivía con el Padre Nicolás Williams desde que su memoria alcanzaba a recordar.

-Matthew.-

La voz del amable hombre le sacó de sus pensamientos, apartando la mirada de la ventana para observar directamente los ojos castaños del mayor.

-¿M-Me llamaba, Padre?-

-Si… ¿Estás bien, Matt? Pareces algo preocupado.-

-N-No es nada, Padre- Contestó el de cabello dorados, sonriendo algo nervioso.- Estaba meditando.-

-Ya veo…- Suspiró Nicolás, respondiendo aquella angelical sonrisa con una amable y cálida.- Quería que supieras que la cena ya está lista. ¿Me acompañas a cenar?

-C-Claro… E-en seguida bajo.-

El castaño mantuvo su sonrisa hasta que salió de la habitación del chico diecisieteañero, que se alejaba de la ventaba y dejaba su oso polar de peluche en la cama. Se acomodó un tanto las gafas, con ese aire tranquilo que siempre le rodeaba.

-Voy a cenar, Kumajirou. No tardaré.-

Le habló al oso como su verdaderamente pudiese entenderle, corriendo después al comedor para encontrarse allí con el cura.

-¿Q-que hay para cenar?-

-Quiché, y de postre, tortitas con sirope de Arce… Se que te encantan.- El mayor de los dos cogió una de las bandejas que estaban en la mesa con la comida, a lo que el muchacho rubio le observó extrañado.

-¿N-No comemos en la mesa?-

-Non.- Respondió Padre, pasando junto a Matt y caminando al sofá.- Por un día comeremos en el saló. Esta noche hay película.-

-¡Oh, es genial!-

A toda prisa y entre risas del mayor al verle tan entusiasmado, cogió su bandeja y caminó hasta el sofá, sentándose en este junto a la chimenea, que proporcionaba una ténue y cálida luz al lugar, la ideal para disfrutar de una buena película.

-Bien, empecemos a comer pues. ¿Quieres bendecir la mesa?-

El susodicho asintió y bendijo la mesa con tranquilidad, para que después empezaran a comer con calma. En la espera a que la película empezase, estuvieron hablando como solían hacer, sonrientes.

-Quería comentarte algo, Matthew. ¿Te acuerdas que me pediste que te apuntara a esgrima para los puntos que te faltaban para entrar a esa Universidad, pero que no pude por el dinero?-

-Oui.. ¿Qué ocurre con eso, Padre?-

-Verás Matt, ayer hablé con un amigo y… resulta que da clases de esgrima. Nos ha hecho un descuento.-

La mirada del menor se iluminó al instante, dejando la bandeja a un lado, lleno de emoción.

-¿E-Es en serio?-

Ni dos segundos tardó Matt en abrazar al otro cuando asintió, mientras las risas se hacían presentes en la sala.

-¡Merci, merci! C'est formidable!

-Jajaja… Calma, calma…-

La felicidad era notoria en ambos, más aun en el ojiazul, que ahora podría ir a la tan deseada Universidad de Medicina gracias a los puntos que adquiriría con la esgrima.

-¿C-Cuándo es la primera clase?-

-En una semana. En cuanto podamos vamos a comprar lo que necesites, ¿De acuerdo?-

-¡Oui!-

.-.-.-.-.-

La semana pasó rapidamente, y ese día tan esperado llegó al fin. Con todo en su sitio, Matthew se disponía a salir de casa, lo único que le faltaba era ponerse los zapatos.

Ese lunes era tremendamente soleado, y no se parecía nada al melancólico sábado en el que Nicolás le dio la noticia al joven. Sin duda, era un día maravilloso para comenzar, y estaba seguro de que, cuando las veinticuatro horas de ese lunes finalizasen, estaría igual de feliz que en ese momento.

-¿Lo llevas todo?-

-O-oui, Padre, no se preocupe. E-en cuanto salga de las clases regresaré.-

-De acuerdo…. Haz muchos amigos, ¿He? –

-L-Lo intentaré.- Contestó, volviendo a mirar dulcemente al contrario.- Merci….-

-No es nada… Anda ¡Corre! ¡Casi son las cinco ya!-

El joven se acercó corriendo al otro para darle un último beso en la mejilla, antes de echar a correr a sus tan esperadas clases de esgrima, mientras Nicolás lo despedía con la mano y una dulce y gran sonrisa.