"Ushawishi."
Por B.B. Asmodeus.
(+)
Parejas/Advertencias: Simba/Scar (Taka). Slash/Yaoi. Incesto. (Aunque, si estás shockeado(a) por eso, solamente recuerda que Nala y Simba son medios hermanos). Puede que se pueda leer un trasfondo de antiguo Mufasa/Taka, con un interés que no fue recíproco, y con sentimientos sin resolver. No lo pude resistir, toda esa tensión entre los hermanos, es digna de explorarse. Implicaciones de Scar/Zira.
Categorías: Universo Alterno, donde Mufasa no murió, pero le otorgó el reinado a Simba, cuando su hijo alcanzó la adultez. (Lamentablemente, no Timón y Pumbaa, en consecuencia). Romance, Drama, Lemon (más adelante).
Sinopsis: Simba evocó la noche transcurrida, con Scar rodeado de su abrazo. Recordó el sonido de sus ronroneos, y la manera en la que su tío había caído dormido de nuevo, bajo la tutela de Simba. Había confiado en él, para bajar la guardia. "Es más que eso." Simba gimió, conmocionado, agachando su cabeza. El apego que tenía con Scar sobrepasaba la lástima de la que Mufasa hablaba, y era más trascendente que los simples lazos de sangre que los unían. "Es mucho más que eso, padre." UA donde Mufasa vive, y aun así, todo se complica. Slash/Yaoi.
Notas: Ushawishi = Seducción, en idioma Swahili.
Meditaciones: Desde pequeña, siempre me llamó la atención la trágica fascinación que Simba pareció guardar por Scar, desde pequeño. Si no gustas de las parejas, por favor, no leas.
(+)
"tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no."
-Mario Benedetti. "Corazón Coraza."
I.
Era el Rey.
Podía hacer lo que quisiera, siempre en cuanto no perjudicara a sus súbditos. Si se encontraba cumpliendo con sus responsabilidades, no había razón para quejas o reclamaciones de parte de nadie.
Era el Rey. Simba se lo reiteró, caminando entre las sombras del pasillo de piedra. Conocía el camino mejor que las huellas de sus patas. Lo había aprendido a recorrer desde que tenía uso de razón. A pesar de tratarse de una de las zonas más retiradas de la Piedra Real, a Simba nunca le había pesado caminar tan lejos del calor conjunto de su madre, su padre y Nala, a favor de buscar la compañía de su otro pariente preferido.
Faltaban horas para el amanecer. A Simba no le sorprendió encontrar a su tío durmiendo, sobre su costado, como era costumbre. Lo que sí le sorprendió a Simba, fue encontrarlo solo. Últimamente, Zira había pasado mucho de su tiempo libre adherida al lado de Scar, y Simba siempre hacía todo a su alcance para arruinarles sus tardes juntos, aunque se ganara por ello, miradas desaprobadoras de su padre. Simba no lo comprendía, pero no podía evitarlo. Ver a esa leona, tan cerca de su tío, le erizaba los pelos, de la peor de las maneras.
Era una reacción en cadena: ver tan poca distancia separándolos, lo impulsaba a actuar irracionalmente. Ni todas las reprendidas de Zazú podían frenarlo.
Y ver el resplandor divertido en los ojos de su tío, cuando Simba actuaba tan caprichosamente en su honor, solamente empeoraba la situación. En lugar de sentirse avergonzado por su comportamiento posesivo, Simba se sentía alentado a proseguir con sus tácticas sucias.
Una vez en la entrada de la habitación de piedra y tierra, Simba pausó. Observó la figura de Scar, su lomo subiendo y bajando, con el ritmo de su respiración. Su tío le daba las espaldas. Simba aprovechó la posición. Sonriendo, se fue acercando con pasos cuidadosos, todos aquellos juegos de "Salto Sorpresivo" dando frutos. Cuando llegó a la distancia deseada, Simba inhaló profundamente, su trompa casi rozando con la punta de una de las orejas de Scar.
Ugh.
Simba se ahogó, no recibiendo el aroma que había anticipado, sino una grotesca mezcla de ZiraZiraZira, sudor, llanura, sangre, a hiena...y muy en el fondo, tan sólo una fracción del usual olor a Scar. Fue horripilante.
Imperceptiblemente para el mismo Simba, un gruñido se escuchó por la cueva. Simba no se percató que había salido de su propia garganta, hasta que miró a Scar despertar, parpadeando confundido, segundos antes de reconocer la esencia de su visitante. Cuando lo hizo, su tío roló sus ojos con enfado.
"Oh. Eres tú."
Simba continuó gruñendo, primero en la dirección de su tío, y luego expandiéndolo, por cada esquina de la cueva.
Scar se estiró. "¿Y ahora qué pasa contigo, querido Simba? Despertarás a la Roca completa, si prosigues con tal concierto. No que no me sienta alagado por la devota dedicación, pero preferiría no enfrentarme a la cara larga de Mufasa, tan temprano en la mañana."
"Scar." Por un largo momento, fue lo único que Simba pudo articular, todavía perdido en la explosión de emociones naciendo en su interior. Estaba furioso con Zira. ¿Quién se creía que era, para marcar a su tío como potencial pareja, con tanto descaro? Y el olor a sangre sólo podía significar que Zira y Scar habían salido a cazar juntos, antes de retirarse a dormir. ¡Eso no tenía sentido! Scar, raramente, cazaba acompañado. Prefería hacer la tarea solo, siempre temiendo críticas de los demás. "Hueles... diferente."
"¿Mm?" Con un sentido casual que Simba siempre podía esperar de Scar, el león se acostó completamente sobre la dura superficie, sus patas encorvándose sobre su pecho, con falsa inocencia. "¿Oh? ¿A qué te refieres? Huelo a lo mismo de siempre, Simba—"
"No." Simba se abalanzó sobre Scar, esta vez, encajando su trompa en la melena oscura de su tío. Inhaló por segunda ocasión, dándole énfasis a su acusación. "No hueles a lo mismo de siempre, Scar. Hueles a... ella."
Todo rasgo de diversión, a cuestas de su soberano, desapareció. Scar dejó caer su cabeza contra el piso, mirando a Simba intensamente. La cabeza de Simba se elevó unos cuantos centímetros sobre la cabeza de su tío, pero no retrocedió. Los ojos de Scar siempre le habían parecido fascinantes a Simba. Eran tan diferentes a los de su padre, tan misteriosos. A veces, los ojos de Nala sostenían un parecido, pero aún así, no les llegaba ni a los talones. Mufasa le había contado que la mirada penetrante de su hermano había sido heredada de la abuela de Simba, Uru, junto con el color de iris. La cicatriz en su ojo izquierdo solamente amplificaba el misterio. La marca hablaba de una historia que Simba todavía no conocía.
En muchas ocasiones, cuando había sido pequeño y en menos control de sus impulsos, Simba había sido tentado a lamer tan siquiera una línea de carne rosada, queriendo ofrecer consuelo. Siempre había logrado frenarse en el último instante, sin embargo, temeroso de la reacción de su defensivo tío.
Ahora mismo, Simba no podía encontrar aquél temor.
Tenía el impulso, pero no el freno.
Simba quería recorrer la cicatriz con delicadeza con la punta de lengua, de una manera que Zira nunca emplearía. Porque Zira no tenía ni una onza de gentileza en su ser. Era tosca, salvaje. Seductora, pero no dulce.
"Últimamente ha crecido esta costumbrita, de visitarme mientras los demás duermen, Simba." Scar giró su cuerpo de vuelta a su flanco, huyendo de la inspección de su sobrino. Simba se preguntó si su deseo había traspasado los límites de su mirada. "No puedo decir que tu pasatiempo esté acorde con la conducta de un Rey, por más fuerte que sea el parentesco entre tú y yo. Puedes esperar a que amanezca, para atormentar a tu tío. ¿Cuál es tu prisa?"
"Tal vez, si durmieras con el resto de la manada, no me vería obligado a venir a buscarte."
"Sabes que no es permitido."
"¿Por qué? Mi padre nos acompaña siempre."
Scar suspiró, impaciente. "¿Qué haces aquí, Simba?"
-No lo sé. Simba apretó su quijada. No sabía cómo explicarlo. -Te extraño, cuando no estás con nosotros. Simba odiaba pensar en cómo Scar pasaba las noches solo, aislado de todos. Lo buscaba a su lado, cuando Simba solía despertar de pesadillas. Pesadillas, que parecían contar otra versión, de como su vida hubiera sido, si Mufasa hubiera muerto en aquel día de la estampida.
Palabras eran inútiles en este momento. Así que, Simba se comunicó con acciones.
Justo como lo había hecho en miles de ocasiones de cachorro, Simba se acostó detrás del cuerpo de Scar. Acomodó su cabeza sobre el cuello del otro león, su trompa frotando una mejilla de Scar, mientras su melena rojiza se mezcló con las cortinas de penumbras de su tío. Ronroneos comenzaron a vibrar por su cuerpo, contento de la cercanía entre ambos. Era toda una meta que Scar te permitiera invadir su espacio personal, y no había pasado de vista para Simba, que su persona era parte de las excepciones, a parte del mismo Mufasa.
Scar suspiró por segunda ocasión, resignado a no recibir una respuesta. Amplió el espacio donde Simba se alojaba, estirando su cuello un poco más. "Una de estas noches, vendrás y no me encontrarás solo. ¿Qué harás entonces, Simba?"
-Pensaré en una forma de deshacerme de ella. Simba sonrió, escondiendo su gesto de victoria entre más caricias de su nariz. Se dedicó a borrar todo rastro de la esencia de Zira, reemplazándolo con la suprema esencia del Rey. -Si crees que lo tienes, estás equivocaba. Tan equivocada. Scar era parte de su manada. Y aunque a pocos les agradara la idea, Simba consideraba a Scar uno de sus consejeros más importantes. Siempre le daba preferencia a lo que Scar pensara, por más seca de seriedad, y rica en sarcasmo, aquella meditación fuera.
Eventualmente, Scar fue recíproco con la orquesta de ronroneos. Simba lamió una capa de su melena en agradecimiento, no dudando en rodear a su tío con una de sus patas frontales, atrayéndolo lo más posible. Simba mordió una oreja de Scar, su cola moviéndose juguetonamente. La verdadera esencia de Scar fue retornando, poco a poco, reconocible para su olfato, y Simba se hundió en él, aspirándolo celosamente. Era delicioso. Frescura nocturna, hierba, y un aroma que era puramente Scar, oscuro y concentrado. No olía nada parecido a Mufasa. Era único.
Amaneció.
El hecho de que el Rey no había pasado la noche en su lugar indicado, fue la comidilla de la mañana. Todos estaban al tanto de las huidas nocturnas de Simba, sin embargo, aquella noche había sido la primera en la que el Rey no había regresado en absoluto, para tan siquiera pretender que no había estado acompañando a su tío, del otro lado de la Roca Real. Mufasa fue al primero que Simba tuvo que enfrentar, en la hora del desayuno. Tras disfrutar de la caza de Nala y Serafina, su padre se comunicó silenciosamente con Sarabi, y las demás leonas, para ser dejados solos.
"Simba."
Simba apenas contuvo sus ganas de girar sus ojos en blanco. Amaba a su padre, pero nunca había estado de acuerdo con el persistente rechazo que Mufasa expresaba con su propio hermano. "Padre." Simba le imitó, lamiendo sus bigotes.
"Tienes que detener esto."
"No sé de qué hablas." Cuando Simba se lo cometía, podía ser insoportable. No siempre podía ser el hijo perfecto, siempre obediente, y luchando por llenar las expectativas de Mufasa.
"Tu interferencia en el cortejo de Scar y Zira debe detenerse."
Simba arrancó un pedazo de carne fresca de la pierna de cebra, atrapada entre sus garras, con más fuerza de la necesitada. "Zira no es la adecuada para él."
"Tú tampoco lo eres, Simba."
Simba tosió con ímpetu, sus ojos engrandeciéndose. Se dirigió a su padre, entonces, con la atención que Mufasa había demandado desde un inicio. Mufasa le golpeó la espalda suavemente, su mirada seria, aunque con las curvas de su sonrisa levantándose con ligereza. "¿Qué? ¿De qué—De qué hablas…?"
"Zira fue elegida como pareja de Scar por una razón, Simba. La alianza del clan de Zira con la nuestra, es de gran importancia. Tú mismo fuiste el planificador de esta coalición—"
"Fue idea de Scar, en primer lugar." Simba gruñó, recordándole a su padre del importante hecho. Había sido Scar, el que había traído a la atención de Simba la existencia del clan de Zira, no muy lejos del reinado. A pesar de que se había formado una co-existencia más pacífica, y justa para ambas partes, con las hienas, Scar había recomendado aumentar el tamaño de la manada de Simba, para mantener a las hienas mejor supervisadas. "Estuve de acuerdo con la unión de nuestros clanes. Pero, nunca se me fue informado que Scar tendría que ser prometido con Zira, para lograrlo."
"Fuiste informado, Simba. No fue culpa de los demás que hayas estado distraído durante aquellos momentos de la negociación."
Simba tragó saliva, con trozos de carne revueltos entre sí. ¿Había estado distraído? Simba podía recordar que había viajado a los límites norte, acompañado de Scar, Nala, Zazú, Rafiki y la mitad de las leonas. Su padre había permanecido en la Roca del Rey, junto con Sarabi y el resto de la manada. Después de ser presentado personalmente, Zira había estado analizando a Simba, de patas a melena, durante el resto del intercambio, y Simba había estado demasiado perturbado, como poner mucha atención en los términos que Rafiki había aceptado en su nombre.
Podía recordar las tres no-muy-sutiles pataditas que Scar le había mandado contra su costado, recordándole de la realidad del asunto. Simba le había sonreído con arrogancia, para demostrarle que había tenido todo bajo control, y durante el final de las negociaciones, Scar había hecho muecas graciosas a espaldas de Zazú, tan harto de la solemne seriedad, como el mismo Rey. Hasta Nala había estado al borde de risas histéricas.
Pensándolo bien, podía ser cierto. Simba no había estado tan atento, como lo debido.
Demonios.
"No hay razón para que busques la compañía de tu tío durante las noches, Simba. Comprendo tu cariño por él, pero ya no eres un cachorro necesitando de su atención."
"Es más que eso." Simba refunfuñó, entre lamidas a su pata, limpiándola de rastros de sangre. "No lo busco para satisfacer mi aburrimiento, padre. Scar es parte de la familia, no veo algo incorrecto en visitarlo, cuando me parezca prudente."
"¿Te parece prudente hacerlo durante las noches, a escondidas?"
"No tendría que hacerlo de tal forma, si no lo vieras como tu misión personal mandarlo a patrullar los límites del reinado durante el día. Durante las noches, es cuando tengo oportunidad de conversar con mi tío. No hay nada malo en ello." Simba rio, incrédulo. "¿Y quién dice que lo hago a escondidas? Acaso, ¿ahora debo pedirles permiso, a cada uno de ustedes, antes de marcharme de la cueva?"
"Simba." El rostro majestuoso del antiguo Rey se torció con una combinación de diferentes emociones. Entre ellas, coraje y frustración resaltaron sobre todas las demás. "Scar…" Una pauta pesada con tensión, entonces. Luego, Mufasa prosiguió a terminar con los rodeos. "Taka… no es el camino que estás destinado a tomar."
Simba se congeló en pleno baño. Bajó su otra pata, todavía sucia, lentamente, procesando el nombre recién revelado. ¿Taka? Enfrentó completamente a su padre, levantándose sobre sus cuatro patas. Mufasa fue un monumento de carne, hueso y melena, a comparación con el esbelto cuerpo del nuevo Rey. Su voz vibró por la atmósfera de la brisa mañanera, espantando a los pájaros cantantes que volaban cerca. "Taka siempre ha codiciado ser Rey, Simba. Por mucho tiempo te resintió por haberle robado su derecho de serlo. Eres un adulto ahora, no puedes darte el lujo de ser tan ingenuo. Lo que sea que creas que Taka siente por ti, debes dudar de su sinceridad. Su debilidad por el poder del trono siempre ha sido la perdición de mi hermano. Y eso nunca cambiará."
"No conoces a Scar como yo, padre. Nunca le has dado una oportunidad—"
"¡Se las he dado!" Mufasa rugió, feroz y explosivo. "No pretendas decirme que conoces a mi hermano mejor que yo, Simba. Mucho antes de que tú nacieras, traté en miles de ocasiones de colocar a Taka en el camino de la rendición. Miles de veces, le rogué por dejar ir aquellos rencores y celos, que terminarían envenenándolo. Miles de veces yo…"
El corazón de Simba se hundió con culpa, al leer tanta angustia en la mirada dorada de Mufasa. Por un instante, Simba compartió su dolor de antaño. La mayoría de las veces, se le olvidaba a Simba, que así como Mufasa rechazaba a Scar, Scar había estado rechazando a su hermano mayor, por aun más tiempo. Era un círculo vicioso entre los hermanos, que parecía no tener fin. Ninguno de los dos se perdonaban los pecados que Ahadi había colocado en los hombros de Mufasa, al haberlo escogido como heredero. "…también fui tentado, Simba." La trompa de Mufasa bufó contra la de Simba, su furia reduciéndose a un suspiro de tristeza. "Pero, no puedes salvar a alguien que no quiere ser salvado."
"… ¿Tentado?" Simba murmuró, su cabeza dando vueltas, al registrar la palabra.
El hocico de su padre cayó ligeramente, su mirada empequeñeciéndose con contemplación. Consideró a Simba por unos minutos, antes de dar una réplica. "En ocasiones, Taka parece estar hecho de un embrujo hipnótico, ¿no es así? A veces, uno suele sentirse como una hoja al viento, víctima de su magnetismo. A pesar de sus intentos por aparentar ser un león despreocupado, palpita algo en su mirada, ¿cierto? Cuando su máscara falla en colocarse adecuadamente, es entonces cuando la ves. Aquella capa de vulnerabilidad. Te llama. Sé que te llama, Simba. Me llamó a mi también, hace mucho tiempo."
Simba evocó la noche transcurrida con Scar rodeado de su abrazo. Recordó el sonido de sus ronroneos, y la manera en la que su tío había caído dormido de nuevo, bajo la tutela de Simba. Scar había confiado en él, para bajar la guardia. "Es más que eso." Simba gimió, conmocionado, agachando su cabeza. El apego que tenía con Scar sobrepasaba la lástima de la que Mufasa hablaba, y era más trascendente que los simples lazos de sangre que los unía. Simba estaba al tanto de lo peligroso que Scar podía llegar a ser. Conocía su lado menos favorable. Conocía su codicia, su envidia, la dimensión malvada, que solía ser adoptada cuando Scar se sumergía en la compañía de sus amigas hienas. Scar estaba lejos de ser perfecto.
Scar era tan… raro.
Y a Simba siempre le había gustado su rareza.
"Es mucho más que eso, padre."
"Oh, Simba." Mufasa cerró sus ojos, como si hubiera recibido un impacto físico. Se escuchó tan decepcionado, que Simba terminó desviando su mirada. Lejos, hacia la hermosa vista de su reinado, viviente, expandida más allá de su fortaleza de piedra. De repente, Simba se hartó de la conversación. No quería seguir discutiendo a Scar, sin tenerlo presente para defenderse. Le pareció injusto. "Tú—"
"—Soy el Rey." Con eso, Simba tomó la pierna de cebra entre su mandíbula, decidido a concluir con su desayuno en otra locación, que no incluyera los sermones de Mufasa. "Aprecio tu consejo, padre. Pero, tomarlo en consideración o no, será una decisión hecha por mí. Tu palabra ya no podrá ser considerada como ley absoluta."
Percibió los ojos penetrantes de Mufasa clavados en su lomo, pero su padre le permitió la huida, quizás demasiado dolido por la aclaración de su hijo.
Simba corrió. Abandonó la Roca Real, ignorando los llamados preocupados de Sarabi, cuando rozó periféricamente el área de descanso de las leonas. No podía negar que una parte de su ser deseaba encontrar consuelo en su madre, pero la furia palpitando bajo su pelaje, lo impulsaba a no detenerse. Era mejor así, Simba se sentía tan colerizado, que no deseaba desquitarse en Sarabi. O peor aún, en Nala, quien no mantendría una actitud pasiva y pelearía de vuelta, ante los caprichos de su Rey.
Este era su problema. Únicamente Simba podía lidiar con él.
(+)
continuará...
