Olits!!! A todos, soy Dearest-chan y éste es el primer fic que escribo y público (tengan piedad de MI), para mi es bastante nuevo todo esto porque hace como un año que se de la existencia de los fic y de hay que me he vuelto una fanática de ellos, más bien toda la literatura en general me gusta pero esto me apasiona de sobre manera. La verdad, es que tengo muchas más ideas de fic alternativos pero primero quería probar con uno de la serie para ir "calentando motores" y "soltando el lápiz"como se dice por acá.

Importante: Lamentablemente, los personajes de InuYasha no me pertenecen y son propiedad de nuestra querida Rumiko Takahashi y hago esto sólo por diversión, y sin fines de lucro.

PS: Antes de comenzar esta historia quería decirles que me he basado en algunos hechos ocurridos en el manga como la muerte de Kikyô y uno de los últimos ataques que ha adquirido la Tessaiga, llamado "Riuujin no Tessaiga", este ataque consiste en utilizar los remolinos de energía demoníaca (meidou) en contra del enemigo.

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LO MÁS PRECIADO

Dearest-chan

Capitulo 1:"Lo más Preciado"

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Su destreza con el arco era notoria, sólo bastó con tomar la ballesta de su carcaj y apuntar directo hasta al ser que llenaba de odio y maldad aquella esfera sagrada que tantas desgracias había traído… dio un profundo suspiro mientras su vista mística se fijaba como la mira de un francotirador en la malvada presencia de Naraku… Un cálido resplandor violáceo rodeaba su presencia, concentrándose en la flecha, derramando sus heredados poderes de sacerdotisa en la punta filosa…

El hanyou la observó desde la distancia, sus pupilas ambarinas se fijaron en ella con una extraña mezcla entre amor y confianza… y por un instante, a su mente vino la imagen de la primera vez en que la vio hace poco menos de un año… ella en frente de él, asegurando que su nombre era Kagome y no el de la antigua sacerdotisa que él pensaba… Una sonrisa lacónica se dibujo en su rostro varonil mientras volvía a la realidad y miraba hacía el frente, donde estaba el causante de todos sus problemas… aferró sus garras en el estoque de su katana, preparándose para lo que venía y esperando a que ella realizara el ataque antecesor al suyo propio…

Cuando su energía y almas purificadoras se canalizaron en el arco sagrado, la joven miko soltó la saeta, la cual dio la impresión de ir lentamente hasta su objetivo… el hombro derecho de aquel ser despiadado. Sus pupilas castañas y profundas buscaron la figura roja que estaba a metros de ella. Lo observó de perfil notando su imponente presencia y el semblante que se había hecho tan varonil, lo vio preparar su postura dispuesta a atacar mientras fruncía el ceño y luego, lanzaba el ataque que se unificaría a la flecha purificadora del arco de Azusa…

.-¡Riuujin no Tessaiga!-. Exclamó con la voz profundamente ronca mientras el meidou arrasaba con todo a su paso. La flecha se insertó precisa en el lugar deseado… el hombro derecho de Naraku, una pequeña esfera ennegrecida salió expulsada del malvado ser, en tanto el ataque de Tessaiga destrozaba su campo de energía y el interior de este, evitando cualquier tipo de regeneración…

Hubo un largo silencio, el polvo y la humadera dejados por el ataque cegaron a los presentes por tormentosos instantes, sus vistas nubladas tanto como por el cansancio como por el ataque potenciaron su inquietud y esperaron expectantes, rogando en silencio por que su objetivo hubiera sido cumplido.

Cuando el humo se hubo disipado observaron el lugar, sus corazones contraídos en aceleradas palpitaciones de expectación comenzaron a relajarse, volviendo a su ritmo pausado… Se podría decir que aquella asquerosa masa verdosa eran los únicos vestigios del tal Naraku, o es lo que ellos pensaron y quisieron creer…

-Kagome, ¡ve por la perla!- gritó InuYasha, en tanto culminaba su ataque definitivo.

La joven asintió y corrió, sin mirar atrás, hacia la poderosa joya, la cogió entre sus dedos delgados, purificando su esencia maligna al momento que su piel pura hacía contacto con la joya, gracias a la luz que Kikyô dejo en la perla antes de morir…

InuYasha enterró su espada colosal en el suelo rocoso de la cueva que había sido el escenario de tan definitoria batalla y cayó de rodillas, vencido por el cansancio y las heridas que no dejaban de sangrar. Se sostuvo firmemente al mango de su colmillo que aún permanecía transformado, mientras sus rodillas continuaban inmovilizadas en el áspero suelo.

-Al fin ha terminado-. Murmuró en un suspiro agotado.

Su respiración se hacia cada vez más agitada y la vista se le nublaba, pronto perdería el conocimiento debido al agotamiento de su cuerpo sobre humano. Buscó con preocupación a la muchacha que había luchado a su lado. La vio acercarse lentamente hacia donde él se encontraba, llevaba la perla en sus manos con un sereno rostro cubierto de polvo y pequeños rasguños. Se sintió más aliviado, ella estaba bien y a salvo, jamás se hubiera perdonado que Naraku le hubiera hecho algo; Pareciera que fue ayer cuando despertó y se encontró con ella. Aquella extraña muchacha que destruyó la perla que él tanto añoraba; Cientos de fragmentos que se dispersaron por todo el Japón, uniéndolos en una mágica y casi interminable aventura.

Parpadeo buscando vislumbrar las figuras de sus demás compañeros entre la niebla que se acumulaba en sus orbes. Cerró los ojos… pronto caería al suelo. Pero que importaba, todo había terminado…

-INUYASHA!!!- La voz exaltada de la joven miko lo trajo de nuevo a sus cabales, sólo para encontrarse de frente con una mortal realidad…. Una extraña extensión verdosa con la forma de una lanza…

Sus ojos dorados se abrieron enormemente. No alcanzaría a esquivarlo, ni siquiera podía mover las piernas. Era su fin.

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Condensó toda la energía que le quedaba en ese último ataque en el que él también moriría, pero no le importaba en lo absoluto, odiaba a InuYasha y sí muriendo lograba su objetivo de eliminarlo, no había problema, lo aceptaba y con gusto, ya habría tiempo de reencarnarse una vez más. Adoptó una última y nueva forma de una larga y filosa extensión, sin inicio o fin, sólo una verdosa y puntiaguda lanza. Desaparecería al instante en que atravesara el pecho de ese Hanyou que no había hecho más que fastidiarlo desde que se fusionó con Onigumo.

-¡Te llevaré al infierno conmigo InuYasha!- fue lo único que resonó en la mente maligna de aquel ser despiadado. Sus doradas esferas se contrajeron antes de recibir el inevitable impacto que de seguro le arrebataría la vida.

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No lo permitiría, su corazón latió fuerte y el alma le dolió, no soportaría verlo morir. Sin más dudas en su cabeza y limitándose a su instintivo deseo de proteger a la persona amada, corrió; corrió desesperada, con un esfuerzo sobre humano para llegar a evitar la tragedia. Notando que no tenía nada con que impedir el mortal ataque, más que con su propio cuerpo…y no dudó al pensarlo. Sólo se interpuso entre su amado y "la cosa" que intentaba arrebatarle la vida.

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Una ráfaga de viento cargado de un olor a sangre mezclado con una fragancia demasiado familiares, hicieron que su cuerpo se estremeciera y que el suelo que pisaba se dividiera bajo sus pies, dejándolo caer a un vacío aterrador.

-¿K-k…Kagome…?- mencionó su nombre con temor, presintiendo lo peor. Mientras sus ojos cegados por el cansancio intentaban encontrar a la dueña de aquel nombre desgastado por sus labios. Rogando en su interior por que aquello nada de lo que se estaba gestando fuera cierto, pero…

Una parte de la extensión que instantes atrás había intentado matarlo, la vio saliendo airosa por la delgada espalda de la joven. Sus rizados cabellos, ahora más largo que en el inicio de su viaje, agitándose por el impacto, sus finas piernas cayendo al suelo, sus brazos estirados de lado a lado en símbolo de protección y su blanca blusa escolar, ahora cubierta por un liquido profundamente carmín, tibio y vital.

Todo fue demasiado rápido, pero para InuYasha los segundos en que el cuerpo de la joven se desplomaba, se le hicieron eternos. La vio caer hacia atrás por el impacto recibido y aún, sin asimilar completamente lo que estaba sucediendo, en un acto de protección formado por la costumbre, logró tomarla entre sus brazos antes de que su femenina figura se estrellara contra el suelo.

Todos lo ahí presentes que ya se encontraban conscientes luego de la ardua batalla, observaron paralizados la trágica escena en que su amiga y compañera era brutalmente atravesada por una lanza verdosa… Sus gritos fueron ahogados por la impresión, sus mentes quedaron en la nada, sin responder a los movimientos, sólo se quedaron quietos y en silencio en las mismas posiciones. Observando con espanto, lo que sabían, eran sus últimos minutos de vida…

- ¿Ka…Kagome?- musitó con voz temblorosa.

-Inu…InuYasha- fue falsamente tranquilizador escuchar su voz, aún estaba conciente, su respiración era débil y sus parpados luchaban por mantenerse erguidos.

.-InuYasha…yo…-.

-Shhh…no hables…tranquila, estoy aquí…todo va estar bien- Como le costaba hablar, sentía como su garganta se secaba hasta sentir ardor, como su pecho se comprimía en un nudo que lo asfixiaba y como sus ojos luchaban por retener las lágrimas que insistían en salir de aquellas orbes color miel. Al verla en ese estado, cubierta de sangre, toda su coraza; esa que muchas veces se interponía ocultando sus sentimientos, su carácter duro e irascible, su orgullo, todo; todo su mundo… se desplomó.

Faltaban tres días para su cumpleaños número diecisiete, pero era aún más importante por el hecho de que aquel día era el que indicaba el cumplimiento de dos años desde que conoció a InuYasha. Se sonrió al recordarlo, sólo habían pasado dos años desde el comienzo de su travesía y parecía que había sido una eternidad, una agradable eternidad… Recordó que aún mantenía la perla en una de sus manos, ya que a pesar del fuerte impacto no la había soltado…

- Inu…Yasha, mira…- levantó su mano derecha que caía sobre su ensangrentado vientre y la abrió lentamente mostrando un rosa resplandor- La perla…la Shikon no tama al fin está completa…ahora podrás…podrás cumplir tu deseo… Cualquier deseo- musitó la joven, mostrando en sus labios una tenue y cálida sonrisa.

Sintió que desfallecería, el corazón se le detuvo al igual que su agitada respiración y hasta allá afuera la brisa pareció detenerse ante aquellas palabras que le partieron en dos el corazón. ¿Cómo demonios era posible?, ella estaba muriendo y aún así se alegraba porque él estaba cumpliendo su sueño, aún así, ella pensaba en su felicidad…Se sintió el peor ser sobre la tierra, por haberla arriesgado de ese modo, peor que el mismo Naraku. La rabia, la impotencia y un dolor extremadamente agudo en su corazón, como sí mil agujas se le clavaran hasta matarlo… y ya no pudo contenerlas, sus lágrimas salieron expulsadas en un desgarrador sollozo.

- ¡Baka! ¡Que estás diciendo! …¡Eso no me importa! ¡La perla no me importa!...-. Exclamó entre lágrimas, agitado, mientras presionaba la palma de la joven, empuñándola con sus garras que temblaban por las emociones, ocultando entre sus delgados dedos la famosa perla, dándole a entender de forma desesperada que ahora, eso era lo que menos le interesaba.

Su respiración se hacía cada vez más entrecortada, el tiempo se le estaba acabando. No quería morir, de alguna manera mantenía la ilusión de que, cuando todo acabara, ellos estarían juntos para siempre. Pero no quería atormentarlo con esos pensamientos, sabía como estaba sufriendo, y no soportaba el verlo así.

Aproximó su mano izquierda hasta la empapada mejilla del muchacho y la acarició con suavidad, intentando eliminar con su pulgar las lágrimas derramadas.

-Mi querido InuYasha,…yo…yo…- Él levanto su mirada al sentir el tacto frío de la piel femenina para encontrarse con esas pupilas castañas que le contemplaban con dulzura y preocupación. Preparándolo a lo que se venía, pero que él insistía en ni pensarlo si quiera.

.-…Ya no te esfuerces Kagome, iremos a la aldea de la anciana Kaede, para que te curé, ya verás que te pondrás bien…-. No quería dejarla hablar, presentía que era su despedida y de sólo pensarlo enloquecía.

Kagome pareció no escucharlo, cada segundo que pasaba perdía más sus sentidos, apenas veía al hanyou y ya casi perdía la sensibilidad de su tacto. Tenía que decírselo, tenía que hacerle saber sus sentimientos antes de partir.-yo…todo esté tiempo…yo…yo siempre…-.

Entonces su corazón se quebró en un segundo, se estaba despidiendo, sentía el olor a muerte, escuchó como los latidos de su pequeño corazón, que de algún modo estuvieron calmando su peor temor, eran más escasos y casi imperceptibles para sus agudos sentidos. Cayó en la desesperación y el tormento. No podía ser cierto, ella no podía estar muriendo, no podía dejarlo, que sería de él, simplemente no podía imaginarse una vida sin ella...sin Kagome…

-¡¡¡NO LO DIGAS!!!-.Exclamó entre sollozos que salpicaron como rocío tibio en el rostro helado de la muchacha, mientras sus garras se aferraban a la fría mano posada en su mejilla, como de alguna forma reteniendo ya, la indiscutible partida, sucumbiendo ante más lágrimas que no cesaban su caer…

- ¡Por favor no me dejes!...Tu prometiste que siempre estarías a mi lado…lo recuerdas…por favor… ¡Kagome!- le rogó angustiado, él momento que se prometió a sí mismo y a ella que jamás se repetiría, estaba frente a sus narices matándolo por dentro.

-te amo…- Dejó escapar la voz en murmullo imperceptible casi como un estertor de su último suspiro y sus parpados cayeron pesados sobre sus pupilas mientras que un sueño profundo la arrastraba a una tranquilizante oscuridad, durmiéndola por la eternidad…

Kagome había muerto…

-Ka… ¿Kagome?... ¿Qué pasa Kagome?, vamos despierta… no me hagas esto… por favor… ¡Kagome!- Su voz era entrecortada por los sollozos que se acumulaban en su garganta. La mecía de un lado a otro esperando una respuesta. Sabía que nada de eso sucedería, pero la desesperación pudo más que su conciencia, negando obsesivamente de que aquello pudiera estar ocurriendo, ella tenía que estar viva. "Lo más probable es que se haya quedado dormida por el cansancio de la batalla. Sí, tiene que ser eso… cierto, tiene que ser eso… tiene que serlo". Quería pensar eso, pero sólo olía a sangre y ella no respiraba, los labios de la joven tomaban un color blanquecino y sus ojos no se abrían… y entonces, volvía a la cruda realidad de la que intentaba huir. Cerrando y abriendo los ojos, tratando de despertar de una pesadilla interminable.

Hasta en sus últimos momentos de existencia Naraku fue capaz de arrebatarle lo que más amaba, de nuevo no había podido proteger lo más importante para él…

Lo más preciado…

-¡¡¡KAGOMEEEE!!!- Un grito que desgarraría a la más poderosa garganta, retumbo como un fuerte eco en la cueva donde había sido la lucha. Y hundió su rostro mojado en su cuello. Aspiro esa dulce fragancia a cerezos, el aroma de sus cabellos que tanto le agradaban... Enredó sus garras en las mechas de ébano, empapando con el roció de sus lágrimas las hebras azabaches.

Sus amigos que hasta ese momento se habían mantenido como simples espectadores, se acercaron lentamente al semi-demonio que aún permanecía con el rostro oculto en el cuello de la muchacha; sollozando en silencio, pronunciando entre susurros y respiraciones entrecortadas el nombre de ella; una y otra vez, sin descanso.

Miroku iba a decir algo, pero fue interrumpido abruptamente cuando palabras secas salieron de los labios de aquel dolido hanyou.

-Por favor, podrían….podrían dejarme sólo… con ella- El flequillo le cubría los ojos, ocultándole su fúnebre mirada y las lágrimas derramadas a los presentes.

Asintieron, comprendían perfectamente su dolor, ellos estaban igual.

–Te estaremos… esperando afuera- Lo entendían, quizás el nunca lo admitiría, pero la amaba, entendían perfectamente lo que se siente perder a alguien muy querido, y aunque quizás ni él mismo lo supiera, sabían perfectamente que Kagome era su vida y sin ella, él se quedaba vacío.

Espero a que Sango y Miroku salieran… Cuando notó que estaba sólo, depositó a la chica en el suelo. Con extremada delicadeza, como si el cuerpo inerte de ella fuera de la más fina pieza de porcelana. Envainó su espada y se quito el ahori carmesí, mezclado con su sangre y la de ella. La arropó en la tela para luego tomarla entre sus brazos, procurando que las extremidades no colgaran. La llevó consigo hasta el oscuro fondo de la cueva, se sentó y apoyo su espalda contra la pared rocosa y atrajo el cuerpo frío de la muchacha hasta su pecho, intentando brindarle calor… un calor que jamás volvería a tener.

La observo con ternura, recorrió su pálido rostro estremeciéndose de dolor, una hebra de cabello caía libremente por una de las mejillas, que ya no poseían esas vitales pinceladas rosadas. Con sus garras se lo quito con suavidad procurando no dañar su fina piel y lo puso tras su oreja. Su palma volvió a la mejilla sin vida y la acarició sintiéndola helada al tacto.

- Perdóname…yo jamás…jamás me lo perdonaré-. Sus dedos llegaron hasta los flequillos graciosos de su frente a la cual le brindo una nueva caricia.

- Yo…yo nunca había confiado en alguien y tú y tú arriesgaste todo por mi…incluso tu propia vida- un sollozo le impidió continuar.- no podré seguir si tú…si tú no estás a mi lado…-. Su palma se posó en la otra mejilla y le sonrió con tristeza.

- Quizás, es tarde…tú alcanzaste a decir tus sentimientos pero…pero no me dejaste a mí decir los míos-. Sus dedos bajaron hasta sus labios, en una dulce caricia.

- Kagome… yo también…yo- su palma volvió a la primera mejilla y su rostro se acerco hasta el de ella, separado por escasos milímetros.

-yo te amo…- y su boca se posó en los fríos labios amoratados de la joven. Los rozó en un sutil acto buscando calor, luego profundizo aquel beso que jamás sería correspondido. Se ahondo en ellos con desesperación, temiendo el momento de dejarlos, ya no pudiendo contener las lágrimas que nuevamente quemaban su rostro.

Se separó lentamente de ellos, con la mirada perdida en unos ojos que nunca se abrirían, buscando con frustración aquellos orbes castaños, de sereno mirar y alegría.

No sabía cuando, como, ni donde había sucedido, quizás desde que la conoció o fue semanas después de la muerte de Kikyô cuando por fin comprendió, se había enamorado de Kagome. No porque fuera la reencarnación de Kikyô, no porque su rostro le recordará a ella, no como una segunda opción, porque en realidad ella siempre había sido la primera y Kikyô lo sabía mejor que nadie… Es verdad, claro que siempre amaría a Kikyô, nunca la olvidaría…Ella fue y será la primera mujer a la que amo. Pero, muchas cosas habían pasado, el tiempo y variadas situaciones le hicieron darse cuenta de aquellos sentimientos que tanto se empeñaba en ocultar bajo una coraza de orgullo y torpeza. La amaba como nunca había amado a nadie, un sentimiento tan profundo e inexplicable que a veces lo sacaban de sus casillas. Nunca había confiado, nunca había amado a alguien de esa manera, con la misma devoción y locura… Un sentimiento tan diferente a lo que sentía por Kikyô… Una confianza pura, sin resentimientos, sin venganzas, sin dudas, sin miedos o temores, sólo infinito amor, esa era la única receta que ella había utilizado para sanar una a una todas su heridas y sin percatarse, cautivar su dormido corazón, transformándolo en una persona amable y dócil. Kagome con su cariño y amor había sido capas de todo eso y él ni siquiera tuvo tiempo de agradecérselo, no fue capaz de decir lo que su corazón gritaba cada vez que ella estaba a su lado, sin poder decirle que la amaba, que lo había comprendido, ella era la única que ocupaba y ocuparía su corazón…

-¿Que haré sin ti ahora?...- su rostro pareció desencajado- ¡Maldición!, ya estoy arto de todo esto… lo único que hubiera deseado es haberte demostrado cuanto te amaba… pero ni siquiera eso me dejaste… ¡Baka!- La regañó con la voz quebrada aguantando un sollozo que igualmente se le escapo por más que mordió sus labios. La miró atentamente como si estuviera evaluando algo…

- Una vez dije que siempre estaría a tu lado… y lo voy a cumplir…- su mirada se endureció y la atrajo contra su cuerpo, estrujándola en un abrazo profundo y arrebatado, casi estrujándola con sus brazos mientras besaba sus cabellos sedosos con ternura. Y luego, sin pensarlo dos veces, la depositó en el suelo con suavidad envolviéndola en la tela de su ahori. Desenvainó su espada sin trasformarla y la apunto directo a su corazón. Estaba tan cegado por la angustia y el dolor de su perdida que la única solución que su dolida alma encontró fue morir con ella. Se olvido de toda solución posible, de todas formas si ella no estaba a su lado sería como estar muerto en vida, así que nada importaba.

Apretó la empuñadura con firmeza y cerro sus ojos. Una última y pequeña lágrima se deslizó por su mejilla y desembocó en su mentón para caer entre las frías manos de la joven que yacía inerte en el suelo.- Pronto me reuniré contigo…Kagome- Decididamente, sin titubeos acercó velozmente la espada a su corazón, seria una estocada rápida y limpia que lo mandaría al otro mundo en cuestión de segundos…

Continuará…

Y bien, ¿qué les pareció…? Lo sé je-je -je soy una malvada, he asesinado a mi personaje favorito de la serie, pero es que era necesario, creo que esa es la única forma de que Inu se de cuenta de lo que realmente significa Kagome para él. Por eso dicen "Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes…". En el próximo episodio habrá una solución a este gran lío… ¿InuYasha morirá por seguir a Kag-chan?...uyuyui, la verdad, es que no tenía pensado colocarlo tan dramático, pero siempre pasa lo mismo, aunque tengas planeado algo, siempre terminas cambiándolo.

Bien, ahora me voy no sin antes mencionarles que para cualquier cosita que me quieran decir mándemela en reviews que son nuestra única paga. Besos a todos y espero que sigan leyendo y acompañándome en esta historia que me ha estado dando vueltas por muchisisimo tiempo….,