Disclaimer: ¿Saben qué haría si este manga/animé fuera mío? Claro que no lo saben.
Claim: Gosh, amo el Yuri, mierda. Ino/Sakura.
Advertecias: Yuri, no llega a lime.
Notas: No me hago responsable por lo que les suceda luego de leer. Yo soy rebelde (?) Crackeada mal, situación estúpida.
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Bajo el edredón
— Anda Sakura.
— Ino, ¿para qué hacemos esto?
— Sólo espera, ¿vale?
La pelirrosada dudó unos segundos pero, qué va era su amiga.
La rubia dio unas palmaditas al colchón, invitándola a acostarse a su lado.
— Admite que las pijamadas son divertidas.
— Puede que sí Ino, pero no es pijamada si sólo somos dos.
— Hinana no pudo, Ten-Ten tenía que ir al médico y con las demás no me llevo. Deja de ser aguafiestas.
La muchacha suspiró—. Vale Ino, está bien. Gracias por invitarme mientras mis padres están en viaje de negocios.
— Desde hace diecisiete años que se la pasan de negocios y tú prácticamente vives en esta casa. No te preocupes. Ahora, ¡ronda de secretos, anda!
Ino las cubrió con el grueso edredón y ambas quedaron en una oscuridad absoluta. Silencio.
— Se supone que debes decir un secreto, Sakura, sino la ronda de secretos no funciona.
— Lo sé. Comienza tú.
— Oye, fue mi idea. Comienza tú.
— Eres la anfitriona, y si no lo haces, no juego —se dio la vuelta en el pequeño lugar.
Ino resopló—. Eres imposible.
— Pues a la mierda; no juego.
— ¿Te das cuenta de que estamos siendo infantiles?
— Entonces cierra el pico y duerme.
Iba a sacar la cabeza ara dormir, pero la mano en su muñeca la detuvo.
— Ya basta de peleas, ¿sí? —susurró Yamanaka.
— De acuerdo, no más peleas. Ahora duerme.
— Espera, quiero decirte algo.
Sakura se volteó, y de repente sintió el aliento de su amiga más cerca de lo que había recordado. Ese silencio, otra vez.
— Bien, ¿qué querías decirme?
— Shh, calla y quédate en silencio.
Las narices chocaron y el pulso de la pelirrosada se disparó al sentir el calor del cuerpo de su amiga.
— Ino, ¿qué-?
El beso la calló, tomándola por sorpresa.
— Te dije que te callaras —acusó apenas a unos milímentros de su rostro.
Y esta vez no fue Ino quien inició el beso. Las manos cobraron vida y recorrieron cada recoveco del cuerpo de la otra. Todo bajo el edredón comenzaba a elevar su temperatura. Reprimiendo los gemidos y jadeos que despertaban las manos curiosas bajo las sábanas —y las pijamas—.
