Disclaimer: Es obvio que, salvo los personajes que todos conocéis que son de JKR, el resto son míos.

Esta es una Historia con algunos OCs y mucho OoC, esto supongo que quiere decir, con personajes inventados por mí y situaciones que guían mis personajes, así que todos aquellos que pretendan leer un noveno libro de Rowling que se lo pidan a ella, pues yo sólo cojo algunos de sus personajes y los modelo según mi imaginación.

Esta historia salió a partir de las críticas de un crítico, me releí las reglas de fanfiction y tenía razón en algunas cosas, pero también disculparme ante aquellos que les gustaba "No es un sueño", de momento no la voy a continuar, porque me voy a centrar en esta historia.

Sólo aquellos que no lean por encima y les gustaba "No es sueño", también les gustará esta historia, cuando la leáis me comprenderéis.

Por favor, no me acuséis de muchos personajes OCs, pues me demostraréis que sólo conocéis a los más nombrados y no sois verdaderos críticos.

No volváis a acusar a mi personaje de Mary Sue, a parte de ser un término bastante despectivo, suena fatal, es mucho mejor decir personaje perfecto (esto va dirigido a aquellos que se creen los mejores críticos de los fics), cuando podáis escribir algo y lo colguéis para que los demás podamos opinar, entenderéis estas palabras.

En mi Profaile tenéis una muestra explícita de cómo son estos relatos, si no os gustan este tipo de historias no las leáis, os aseguro que hay mucha gente que les encanta, y no son unos necios por no opinar como vosotros.

Sin más, quien quiera, que lea. Pero ya sabéis que tipo de fic es.

Aún así, agradezco los reviews, me motivan a seguir ecribiendo, no las críticas desalmadas.

Capítulo 1. ¿Y ésta de dónde ha salido?

- ¡Sirius!¡Abre la maldita puerta!

El hijo mayor de los Black sonrió, le encantaba sacar de quicio a su madre, pero con trece años no era tan idiota como para exasperarla de tal forma que terminase chivándose a su marido y el hombre le dejase el cinturón marcado sobre las nalgas durante una semana.

Apresurado y apartando de un empujón a su hermano Regulus ante la puerta, la abrió.

Se quedó con el pomo en la mano y parpadeando repetidamente, un hombre alto y de tez dorada sujetaba el brazo de una niña de no más de nueve años, a su entender.

- Hola- saludó- ¿Por quién preguntan?

El hombre lo taladró con la mirada y resopló molesto.

- ¡Walburga!- gritó hacia el interior apartándolo de su camino. Seguía con el brazo de la niña bien sujeto.

La madre de Sirius apareció en el rellano del primer piso con un traje resplandeciente y colocándose un pendiente de esmeraldas.

- ¡Vaya! Si es el pequeño de los Hitchens- rió al verlo plantado en medio del recibidor ovalado- ¿Por qué traes a esa squib a la honorable casa de mis padres?

La niña levantó la cabeza por primera vez y se irguió. Sirius le prestó atención, sino cumplía los requisitos de sus progenitores debía valer la pena.

- Por esto- escupió el hombre apretando un pergamino con el símbolo de Hogwarts- Resulta que Ada no es squib como sus padres.

A la mujer le cambió la expresión, pasó de desagrado a ilusión en unos instantes.

Animada bajó las escaleras deprisa y escudriñó el pergamino que el hombre sujetaba con su mano derecha en alto.

- Sorprendente…- susurró- ¿Sabes lo que esto significa?

El chico de ojos grises se desentendió por el momento, su madre sujetaba las mejillas de la niña con más delicadeza de lo que había sujetado las suyas en más de cinco años, cuando aún pensaba que por herencia sanguínea sería de Slytherin. Se detuvo en la vestimenta de la niña y frunció el ceño.

- ¿Por qué va tan sucia?- preguntó con repugnancia, a lo que el chico volvió a prestar atención- ¿Por qué si es una niña lleva el pelo tan corto? Necesita un cambio de imagen total, déjamela a mí.

El hombre de rasgos caucasianos sonrió y le entregó a la niña. La mujer la agarró del brazo y la arrastró escaleras arriba.

La niña intentaba soltarse del agarre con la mano, pero no tenía suficiente fuerza.

Se quedó plantado, "Y sigue intentándolo" pensó, viendo los intentos de la niña por soltarse, pero era imposible. Necesitaría más que esas manitas para escapar.

Se dio la vuelta y se encontró al hombre dentro de la habitación del árbol, ¿Qué diantres hacía allí?

- Perdone- podía odiar a todos aquellos que le doraban la píldora a esa mujer, pero seguía siendo una persona educada- ¿Qué hace ahí?

Parecía no oírlo, estaba frente al nombre de una mujer quemada, Isla Black.

- Si no se hubiese casado con un muggle, yo aparecería en este árbol- hablaba con rencor.

Se interesó, señalaba el nombre de Isla Black.

"Si no se hubiese casado con un muggle yo no sería tan rebelde", esa mujer era su heroína, la primera en romper la tradición de los Black, Siempre puros.

- ¿Quién es la niña?- preguntó por tener algo en lo que conversar. Estaba en una de las habitaciones en las que su madre le prohibía entrar, por si alguno de sus antepasados Slytherin notaban que él era de Gryffindor.

- Mi sobrina, Ada Steen. Este año entrará en Hogwarts, pensábamos que no había una gota de magia en su cuerpo. Sus padres eran asquerosos squibs.

Los oídos comenzaban a pitarle, otra de las muchas cosas que odiaba su familia eran los squibs, hijos sin magia de magos. A él le daban pena, debía ser horrible convivir con la magia desde niños y no poder usarla. Debía ser horrible que tu niñez se hubiese basado en las largas charlas sobre Hogwarts y que al cumplir los once años tu carta no llegase.

- Pero deben haber habido magos en su familia- replicó con insolencia, un mago era mago daba igual de dónde procediese.

- Tú lo has dicho, ella es la única bruja desde Isla, y por lo tanto la heredera de su cámara en Gringots- los ojos le resplandecieron con sólo nombrar el dinero.

El hombre frotó sus manos y Sirius abandonó la habitación maldiciendo. Su apellido no sería Black, pero se comportaba igual a todos los que conocía, salvo su tío favorito, Alphard Black, el hermano de su madre.

Salió al jardín trasero y se tumbé a la sombra de un nogal, era uno de los días más calurosos de Agosto que recordaba, "¿Qué estarán haciendo los chicos ahora? Seguro que disfrutar de un helado de Borgin", la boca se le hizo agua sólo con pensarlo.

Quería ir al callejón, en esos momentos no deseaba otra cosa, la casa en la que le habían encerrado era una tumba sellada, ninguna diversión, nadie con quién charlar, nada de lo que reírse. Odiaba aquella casa con toda su alma.

¿Hacer amigos en el barrio? Imposible, no con los pensamientos de su madre; "los muggles transmiten enfermedades incurables, los mestizos no son dignos de terciar una palabra con ningún Black y los sangre sucia menos aún. Durante generaciones nuestra…" y bla, bla, bla, puras estupideces. Él odiaba esos términos, incluso el término squib le producía repelús.

Copito se posó delante dél con la pata extendida, una carta de James, alargó la mano para desatarla de la pata de su lechuza, el último regalo de Walburga a James antes de que éste quedara en Gryffindor, cuando una voz hizo que se le erizara el bello de la nuca.

- ¿Es tuyo ese pájaro?- era una voz infantil.

Giró la cabeza en ambas direcciones y oyó la risa. Allí no había nadie.

- Aquí, arriba- levantó la barbilla y vió sus ojos por primera vez.

En la vida había visto unos ojos tan azules, ni siquiera el pequeño Peter los tenía tan claros. La niña iba exactamente igual que cuando había entrado por la puerta, unos pantaloncitos cortos de color azul marino y una camiseta ceñida de tirantes anchos, tenía los muslos llenos de rasguños y las palmas de sus manos pegadas a la cabeza. Parecía cómoda en aquella posición. Estaba colgada de una de las ramas más bajas a dos metros de altura, sujeta por las rodillas.

- ¿Es tuyo?- volvió a preguntar señalando con el brazo extendido hacia Copito.

El joven asintió con la cabeza, esa niña no debía estar demasiado bien de la azotea, no sólo por colgarse como murciélago de una inestable rama, sino por haber escapado de Walburga.

- ¿Y mi madre?

- ¿La señora de malos modales?- si la oía su madre podía despedirse de conocer Hogwarts- Ni idea. Le dije que se buscase otro maniquí para probar sus trajes de muñeca.

Sirius reculó hasta el tronco y se quedó apoyado en él, debía estar soñando, debía estar en un bonito sueño en el que una niña de melenita rubia y ojos del azul del cielo había retado a su madre, un sueño en el que alguien le decía a Walburga que estaba equivocada y sabía que pronto se iba a despertar. La niña seguía parloteando y retiró la carta de la lechuza.

- Dile que se aparte- la carta era de su amigo James.

- ¿Qué?- preguntó sin prestar atención. Su amigo se había tomado la molestia de escribirle una carta.

- Has dicho que el pájaro era tuyo. Dile que se aparte.

- ¿Por qué?

Acababa de desplegar el pergamino, típico de James, le invitaba a pasar los últimos quince días del verano en su casa, pero esta vez no podía ir, toda la familia Black se reunía en un evento al cuál debía asistir. Su prima Bellatrix se casaba con Rodolfus Lestrange, en la casa de Verano, al lado de la playa.

- Quiero bajar, se me acumula la sangre en la cabeza si sigo en esta posición y me pasan cosas raras- aseguró con la misma voz que empezaba a sacarle de quicio.

- Pues baja, y procura no caerte encima de mí cuando te deslices por el…

Escuchó el sonido de las hojas secas al ser aplastadas y levantó la cabeza, por si había caído en mala posición, pero no, estaba completamente erguida. Se acercó hasta su lado y se dejó caer, riendo al rodar tras el empujón que tuvo que darle cuando metió la nariz en dónde no le llamaban. Quería leer la carta de James.

- ¿De quién es?- preguntó gateando hacia el chico.

No se lo podía creer, volvía al ataque.

- ¿Y a ti que te importa?- de verdad que no entendía a esa niña.

- No mucho- le contestó sonriendo- Pero, ¿De quién es?

No le dejaba leer, por una vez que James había escrito algo más que la típica frase de: "Dile a tus padres que te vienes a mi casa. James".

- No es asunto tuyo.

Se quedó arrodillada al lado del chico, con las manos sobre los muslos y ladeó la cabeza.

- Seguro que es de tu novia- parecía que cantase con la voz estridente.

- No es de mi novia- le replicó, "¿Para que querría yo una novia?"

- Pues enséñamela- extendió la palma hacia arriba y sonrió.

"¿Qué no puede dejar de sonreír?" Retiró la carta de su amigo y negó con la cabeza.

- Sí- bajó la mano- Seguro que es una cursi carta de amor que sólo dice lo mucho que te echa de menos y está deseosa de volver a verte para estar entre tus brazos.

La observó boquiabierto, no se esperaba esa afirmación en una cría de nueve.

- ¿Tú cuántos años tienes?

- Diez, pero a principios de Septiembre haré los once.

- Vale- prestó atención a la carta y comenzó a leerla.

- ¿Qué dice?- la miró de reojo, seguía con la vista puesta en él.

- ¿Te importa?- empezaba a cansarle de la actitud de esa niña. Quería leer la carta de James con tranquilidad.

- ¿Qué dice?- ¿Acababa de pasar dél olímpicamente o sólo se lo parecía?

Se levantó con la intención de dejarla allí pero ella correteó y se puso al lado.

- ¿Qué haces?

- Te sigo- contestó sin más. Por si no era suficientemente obvio.

- Ya se que me sigues, pero ¿Por qué me sigues?

- Porque me caes bien- aseguró iluminándose su mirada- Eres mi primer amigo.

Detuvo el paso y tuvo que agachar la cabeza para poder mirarla a los ojos. Iba a decirle que no era su amigo, pero a lo mejor no estaba tan mal poder compartir con ella algo de tiempo. Esa niñita tenía algo especial.

- No tienes pinta de tener once años.

- ¿No?- se sorprendió.

Negó con la cabeza.

- ¿Por qué?

- Eres muy bajita. Mi elfo doméstico no es mucho más bajito que tú.

- ¿Qué es un elfo?- preguntó extrañada- ¿Cómo un gnomo?

Sirius negó divertido, los elfos y los gnomos no tenían nada que ver.

- ¿Un enano?- "¿De verdad no sabe que es un elfo?"

- ¿Quieres ver uno?- podía ser divertido.

- Vale- animada comenzó a dar pequeños saltitos.

La llevó al interior de la casa, bajaron las escaleras que daban a la cocina, Kreacher solía andar por allí cuando no le quedaban tareas domésticas, además, la hora de la cena se acercaba. El patriarca no tardaría en volver del Ministerio.

- Oye- le golpeó el pecho con un dedo reclamando su atención- ¿Cómo te llamas? Lo digo porque si vamos a ser amigos tendré que saber cómo te llamas, ¿no?

- Ada, no somos amigos.

- ¿Por qué?- Si hubiese pedido la luna en ese tono se la habrían puesto a sus pies, pero no él.

- Porque ni siquiera sé…- se paró a pensar, sin saber exactamente por dónde salir, ¿Por qué no era su amigo?- Cuando es tú cumpleaños.

- Te lo acabo de decir, a principios de Septiembre, el uno. Nací el 1 de Septiembre de 1962, en Cambridge. Viví allí los ocho primeros años de mi vida, luego me trasladé a Londres, con mi tío- la niña comenzó a contarle su vida.

- ¿Por qué?

Ada se dejó caer sobre una de las sillas y apoyó las mejillas sobre sus manos.

- Mis padres murieron con Percival en un accidente de coche.

- ¿Quién es Percival?- la pregunta lo sorprendió, ¿Realmente quería saber aquello?

- Era mi hermano mayor, ahora tendría trece años- recalcó el pasado- A él también le llegó una carta como la que me llegó hace unos días. Mis padres se sorprendieron e íbamos a casa de mi abuela materna, para contarle la noticia. La carta decía que estudiaría en Hogwarts al curso siguiente.

- Lo siento- parecía abatida-Debió ser muy duro para ti.

Ada cerró los ojos y dejó caer la cabeza sobre la mesa. Se acercó hasta ella, apunto de revolverle el pelo cariñosamente, pero se sentó en frente.

- Hablemos de otra cosa, ¿Qué música te gusta?

A todas las niñas de su curso les gustaban "Las Damas Blancas", ya estaba oyendo la contestación cuando en la boca de la niña apareció el nombre de su grupo favorito.

- Def Leppard, ¿Y a ti?

- ¿Def Leppard!- apoyó las manos sobre la mesa de la cocina y la miró sin poder creérselo, ¡No podía ser, aquello no era real!- Y… ¿Las Damas Blancas?

- No lo sé, creo que no las he escuchado nunca. ¿Suenan como Def?

- ¡No! ¿Cómo puedes decir una blasfemia así?

La niña lo miraba de manera curiosa, apoyó la mejilla sobre la mesa y estiró los brazos.

- ¿Me vas a decir cómo te llamas?- bostezó a mitad de la frase, aburrida.

- ¿Para qué quieres saberlo?

- Ya te lo he dicho antes, si vamos a ser amigos tendría que conocer tu nombre.

Escucharon la puerta abrirse y después el bastón de su padre caer dentro de la pata de elefante con un sonido hueco.

- Ese debe ser mi padre, ¿Te quedas a cenar?- preguntó guardándose la carta.

Escucharon a su madre en el recibidor saludar a papá y recordarle la relación de Hitchens con ellos.

- ¡Cómo has podido dejar entrar escoria de esa calaña en la casa de mis padres?

Regulus bajaba al trapo las escaleras, podían oír sus pasos. Entró a la cocina y se quedó de piedra al ver a Ada allí sentada, frente a él. Sirius dirigió el índice a sus labios y le pidió que guardase silencio.

- Llevan más de una hora buscándola- señalaba a Ada- ¿Estaba aquí?

- No, la encontré en el nogal. Hará unos veinte minutos- le aclaró a su sorprendido hermano.

Reg se acercó hasta la niña y le tendió la mano.

- Soy Regulus Arcturus Black, encantado de conocerte.

Ada se levantó de la silla y emocionada le devolvió el apretón de manos, haciendo crujir los huesos del chico.

- Ada Steen- le sonrió y agregó- ¿Quieres ser mi amigo?

- ¿Tu amigo?- preguntó indignado, el pobre Reg creía a pies juntillas todo lo que decían de la gente que no descendían de magos desde siempre- ¿Por qué querría ser yo el amigo de una sangre sucia?

La sangre comenzó a hervir en la cocina, detestaba cuando infravaloraban a las personas por no seguir el lema de la familia Black. Ada había recibido la carta de Hogwarts, por lo que era tan bruja como su hermano, sin importar su procedencia.

- Vamos Ada, Reg no merece ser tu amigo- se levantó y la cogió de la mano.

Subieron las escaleras y a punto de irrumpir en el hall en donde su padre no paraba de berrearle a su madre por haber dejado entrar en la noble mansión de sus antepasados al nieto de una mal nacida que terminó sus días con un muggle se detuvieron, si veían a Ada sería peor, más valía que se mantuviesen ocultos.

- ¿Por qué no les caigo bien?- se le partió el alma al escuchar el susurro de la niña.

La rodeó por el cuello con sus brazos y dejó que todo su peso recayese en él, no era mucho, la niña estaba delgada aunque tenía las piernas bien contorneadas, no parecía sobrarle ni un gramo de grasa.

- A mí me caes bien, Ada. Lo que opinen ellos te tiene que traer sin cuidado.

Su padre enfrentó al tío de Ada, lo sujetó del cuello de la túnica y lo elevó un palmo del suelo. Ada se revolvió entre los brazos del chico y salió disparada hacia Orion.

- Por el amor de Merlín- el hombre vió como la niña se lanzaba en plan frenético hacia el dueño de la casa, agarraba el atizador de la chimenea y golpeaba la espalda del padre de los chicos.

Él también lo vió, sin poder evitarlo, había pensado en ello durante los últimos dos años, hacer exactamente lo que estaba haciendo Ada en esos momentos. Cuando se lo contase a los chicos seguro que no le creían.

Su padre reaccionó como una serpiente y arrancó el arma de las manos de la niña, a la vez que lo arrojaba lejos de su alcance, soltó al hombre y elevó a Ada hasta la altura de su cara, con una sola mano.

- Sabandija- apretaba los dientes con fuerza- La belleza de Dora y la traición de Isla.

- Suélteme- le ordenó a Orion Black, sin un ápice de miedo en el tono de su voz.

El corazón del chico bombeaba con fuerza, tanta que pensaba que se iba a salir de su pecho.

Reg estaba a su lado con los ojos desorbitados.

- Está loca- y sí, en esos momentos, su hermano y él coincidían en pensamientos.

Porque Orion no infundía respeto como Dumbledore, el hombre infundía temor con su metro ochenta y cinco y esos ojos de lluvia. Con más de sesenta centímetros de hombro a hombro, los bíceps del tamaño de la cara de Ada, pectorales bien definidos y ese pelo negro y sedoso.

La túnica negra lo hacía verse mucho más imponente.

- Dame una buena razón por la que debería de soltarte- la tenía agarrada del pelo y ella se sujetaba a la única mano que la separaba del suelo con las dos manos.

- Me iré de su casa y no volveré nunca más- veía dolor en sus ojos.

El hombre asintió con la cabeza y dejó a la niña en el suelo, ni siquiera Walburga comprendía lo que estaba ocurriendo.

Ada y su tío salieron por la puerta y la casa se sumió en un incómodo silencio.

Los días pasaban y Sirius cada vez estaba más aburrido, sin saber qué hacer, decidió salir a dar una vuelta por el barrio.

A dos calles de la suya había una vieja mansión con un bosque en su interior, grandes verjas de hierro la rodeaban hasta que se convertían en un muro casi infranqueable de ladrillos que sortear.

Caminaba pateando cada guijarro con el que tropezaba cuando la voz que días atrás había estado apunto de sacarle de quicio le llegó desde lo alto del muro.

- Hola amigo sin nombre- parecía divertida.

Levantó la cabeza y se encontró unas zapatillas de bota blancas con calcetines bajitos.

- Hola Ada, ¿Qué haces ahí arriba?

Parecía gustarle las alturas.

- Pensar- respondió encogiéndose de hombros.

- ¿Y tú tío?

- Por allí- señaló hacia el interior de la casa- Limpiando la piscina. ¿Dónde vas?

- Al Callejón Diagon, ¿Te vienes?- fue lo primero que se le ocurrió.

- Espera- se puso de pie sobre el muro, rodeó su boca con las dos manos y gritó- Tío John, ¿Puedo ir al Callejón Dagón?

- Es Diagon- la corrigió, por suerte no había viajado por la Red Flu, a saber dónde la hubiese enviado la chimenea.

- ¿Y qué he dicho?- sólo giró la cabeza para mirarlo.

- Dagon- afirmó divertido.

- ¿Y cómo es?

- Diagon.

- Pues eso, Dagon- entrecerró los ojos, con lo bromista que él era no le gustaba que le tomasen el pelo.

- Diagon, de i a ge o ene- le recalcó.

- Así es como lo he dicho, de i a ge o ene, Dagon- replicó molesta.

Negó con la cabeza, seguía sin pronunciar la i intervocálica.

Sirius escuchó las pisadas de las hojas secas cada vez más cerca y la voz del hombre le hizo agachar la cabeza.

- ¿Con quién hablas?- preguntó el hombre.

- Con nadie- mintió la niña descaradamente.

- ¿Cómo sabes del callejón Diagon? Nunca has ido- replicó el hombre.

- Regulus me habló dél, el día que fuimos a la casa aquella en donde vivía la señora esa que quería ponerme esos vestidos tan raros, como el del señor ese que me cogió del pelo.

- Ada, te lo he dicho, has de ser respetuosa con la familia Black, tienen mucho dinero.

- ¿Y a mí qué? El dinero no da la felicidad, con dinero no puedo hacer que vuelvan mis padres- Sirius se quedó apoyado sobre el muro, escuchando la voz de Ada. Estaba claro que el dinero no daba la felicidad, pero ayudaba bastante a conseguirla.

- Ada, por favor. ¿Quién está al otro lado del muro?- se ve que ya habían hablado suficiente sobre el tema.

- ¡Qué más te da! ¡Tú sólo quieres su dinero!

- ¡No! ¡Quiero que te admitan! ¡Quiero poder entrar de nuevo en la familia! ¡Estoy harto de ser un mago de segunda clase!- los gritos del hombre se hubiesen escuchado por todo el vecindario de vivir en un piso muggle.

La niña salió disparada por encima del muro y al llegar al final saltó para caer acuclillada y seguir corriendo, sin parar, sin mirar atrás. Con lágrimas bañándole el rostro.

El chico la alcanzó a los pocos metros, no era una experta en carreras como él, de tantos líos en los que se solía meter en la escuela había aprendido a controlar la respiración.

La cogió de la mano antes de cruzar la calle y la arrastró hasta un callejón sin salida.

Entonces le soltó la mano de golpe.

Ada se apretaba el costado, punzantes pinchazos golpeaban su hígado, ¿Cómo es que el chico parecía fresco?

- El bedel de Hogwarts la tiene tomada conmigo- explicó el chico ante el desconcierto de la muchacha- Dorcas nos hace correr todos los días tres vueltas al patio de calentamiento. Estoy acostumbrado a correr.

- Casi me matas- se apretaba el costado con fuerza y la voz le sonó demasiado, al menos había dejado de llorar.

- Lo siento. No quería que tu tío nos alcanzase. ¿Así que vas a ir a Hogwarts?- se interesó cambiando de opinión- ¿Ya tienes los materiales?

Silencio.

- ¿Me vas a contestar?- se impacientó el muchacho.

- No. John dijo que Walburga me llevaría a por los uniformes la varita.

- ¿Mi madre?- Sirius la miró de arriba abajo- Pues he de decirte que yo puedo llevarte. Seguro que te lo pasas mejor que con esa vieja arpía.

- No tengo dinero.

- No importa. La cámara de Isla se abre con sangre. Mis padres llevan hablando de ello desde que os fuisteis de casa.

- Nos echaron de tu casa- ironizó Ada. Sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo pasó a Sirius- Toma.

El chico se limpió el sudor de la frente y se lo guardó en el bolsillo.

- Gracias- contestó- Me llamo Sirius.

- Lo sé- respondió altiva. Ya con la respiración pausada.

- Pero me volviste a preguntar el nombre- andaba a paso lento, no tenía ninguna prisa por llegar a ningún sitio. No había quedado con nadie.

- Sí, y también le dije a mi tío que no hablaba con nadie cuando estaba hablando contigo.

- Ya- dejó caer Sirius nada convencido.

- Te pareces a él- la niña se detuvo a mirarlo.

- ¿Perdón?- Sirius se detuvo a contemplarla. Hoy llevaba un peto vaquero con top y zapatillas de bota blancas. La niña no vestía como una bruja de su edad.

Ada levantó la cabeza y negó con suavidad. No quería llevarse mal con Sirius, ahora que había decidido decirle como se llamaba. Una amistad no debía empezar diciendo que se parecía el que querías que fuese amigo tuyo a un ser desalmado.

- Bueno, no importa. ¿Por qué discutías con John?- se encogió de hombros y siguió andando por la acera ante el mutismo de la niña. No sería asunto suyo.

Ada lo seguía unos pasos por detrás, intentando aprenderse el camino, pero era prácticamente imposible, ya no recordaba por cuantos callejones había pasado y el chico zigzagueaba sin parar. Con seguirlo tenía bastante, su mayor reto era no perderlo de vista o no sabría regresar a su casa.

- ¿Cómo supiste que eras bruja?- preguntó por animar el paseo. Para silencio ya tenía su casa.

- Me llegó la carta de Hogwarts, ya te lo dije- respondió la niña.

- ¿Por qué discutías con tu tío?- sabía que no era asunto suyo pero le picaba la curiosidad.

- Por nada- no iba a decirle que su tío le había prohibido acercarse al renegado de los Black, el único varón de la familia que no había caído en Slytherin.

- Pues gritaba mucho para no ser por nada- sonrió, la niña se quedó mirándolo. Su tío tenía en parte razón, ser un Black te convertía en un mago poderoso, eras terriblemente atractivo, casi perfecto. Ella no podría sonreír así en la vida, llevaba demasiado dolor a sus espaldas.

- Si tú me dices qué decía la carta de tu novia, yo te digo qué me dijo John de ti- Ada le sostuvo la mirada y extendió la mano para cerrar el trato- Pero esta vez empiezas tú.

Sirius sonrió, la niña aprendía rápido. Había tenido que esperar diez días para conocer su nombre.

- La carta no era de mi novia, ya te dije que no tengo novia. Era de mi amigo James y me pedía que fuese a su casa a pasar el resto del verano.

- ¿Y te vas a ir?- había cierta desilusión en la voz.

Sirius se quedó en silencio, se detuvo y se quedó mirándola.

- ¿Te molestaría?

- No, bueno… es tú amigo y a mí me acabas de conocer. Lo entendería, además…¿Quién querría estar con alguien como yo? ¿Por qué quieres ser mi amigo?

Sirius no se lo podía creer, era ella la que había querido ser su amiga desde el momento en que lo vió, él nunca había hablado de amistad.

- Lo digo porque nunca he tenido amigos. Eres el primero que me invita a dar una vuelta- aclaró Ada ante la mirada del chico.

- ¿Nunca?- intentó indagar en la niña, pero ella tenía los ojos cerrados y la barbilla gacha.

- No es algo de lo que me guste hablar- murmuró- Es vergonzoso.

Sirius sonrió y le revolvió el pelo.

- Vamos, el Caldero Chorreante no está muy lejos- le pasó un brazo por los hombros y la arrastró con él- Ya me lo contarás.

- No- sentenció la niña.

- Bien, como quieras- y le restó importancia al asunto. Aunque le picaba la curiosidad saber porqué no tenía amigos con lo extrovertida que parecía ser.

Siguieron andando por callejones hasta salir a una plaza y detenerse ante una pequeña puerta metálica.

- ¿Qué ves?- preguntó el muchacho señalando el primer piso de la finca.

- Pared de ladrillos- respondió Ada, segura de sí misma.

Sirius miraba fijamente un punto en la pared y Ada lo imitó. Ante ella apareció un cartel de madera con unas letras.

- ¿Caldero Chorreante?- preguntó sorprendida- Antes no estaba ese cartel ahí.

- Sólo los magos somos capaces de verlo, esto es un motel para magos, hacen las lentejas más ricas de todo Londres- frotó la espalda de la niña y abrió la puerta.

Ada se sintió trasladada casi a la Edad Media, la mesera llevaba un delantal blanco y el pelo bajo un pañuelo. Algunas greñas le sobresalían mostrándola más estrafalaria de lo que su atuendo de vestido ancho con puñetas incluidas mostraba. Arrugas por todo el rostro y una gran verruga en la nariz, con pelos negros incluidos.

Ada no se atrevía a avanzar, era una bruja lo que había acercándose hacia ella. Una bruja en carne y hueso, como la que describía Pierrot en sus cuentos para niños. Retrocedió asustada, tirando de la camiseta de Sirius.

El chico, sin embargo, avanzaba decidido hacia un grupo de chavales que lo saludaban con la mano. Notó el tirón en su ropa y se giró molesto.

- ¿Qué pasa?

- Es una bruja de verdad- la niña señalaba temerosa con el dedo a la señora.

La mesera pasó por su lado y Ada cerró los ojos, deseando que desapareciese.

Cuando los abrió de nuevo, la mesera ya había servido las cervezas en la mesa en donde dos hombres con túnicas de llamativos colores reían un chiste difícil de entender para la niña.

- Claro que es una bruja de verdad, aquí todos somos brujos- le explicó sorprendido- Si tú has podido ver el cartel es porque también eres una bruja.

- ¿Aunque mis padres fueran squibs?- preguntó dudosa. Ella debía ser una maga distinta a él. Al menos eso le había dicho John, que debía besar el suelo que pisaba la señora Black.

Soltó la camiseta del chico y se quedó parada en medio de la posada, entre dos mesas ocupadas.

Sirius avanzó hasta sus amigos de casa y le hizo señas a la niña para que se acercase.

Ada se quedó tras su espalda, los chicos aquellos eran muy guapos. Y ella no se relacionaba con chicos mayores, sólo con su primo, dos años mayor que ella. Pero su primo era muy feo en comparación con esos cuatro, y estaba bastante cohibida.

- ¿Quién es Sirius?- preguntó un joven de pelo rubio en capa, con unos bonitos ojos dorados.

- Se llama Ada Steen y es mi vecina- explicó el muchacho de ojos grises.

- Hola Ada- el chico estiró la mano en saludo- Soy Remus Lupin, ¿En qué casa te gustaría estar?

Ada se quedó mirándolo y dudó. John le había dicho que más le valía quedar en Slytherin.

- Aún no sabe nada de Hogwarts- respondió Sirius, Ada no había devuelto el saludo pero denotaba asombro.

- Yo se lo explico- se ofreció un joven de pelo alborotado y gafas de pasta- Mira, preciosa…

- Me llamo Ada- recalcó la niña- Sin ache.

Que la llamasen por un diminutivo o le dijesen un eufemismo la sacaba de quicio y superaba su paciencia. Ella no era bonita, y mucho menos preciosa.

- Ah! Cierto, yo me llamo James Potter y soy amigo de Sirius- y le cogió la mano para saludarla- Encantado de conocerte.

Ada tragó toda la saliva que se había acumulado bajo su lengua por el nerviosismo.

- Yo soy Peter Pettegrew, un placer- saludó el chico más bajito con unos preciosos ojos azules, claros como el cielo.

- Encantada- respondió sin emoción alguna.

- De hielo- susurró Remus al oído de Peter.

James, sin embargo, sonrió divertido. Esos chicos parecían felices por sus deslumbrantes sonrisas.

- Bueno, Ada sin ache- la niña lo fulminó con la mirada provocando la risa colectiva- Te explico, nuestro colegio se divide en cuatro casas. Ravenclaw, donde van los "cerebritos", Hufflepuff, donde van los "puros de corazón", Slytherin, la casa de las "serpientes", de esa casa han salido los magos más oscuros de la historia, no te preocupes, no terminarás allí, sólo admiten "sangre limpia"- recalcó entre unas comillas al aire- y tu no lo pareces, vestirías de manera diferente. Y la mejor de todas, Gryffindor, donde van los valientes.

- ¿Por qué Gryffindor es la mejor de todas? ¿Por qué piensas que no soy sangre limpia?- replicó la niña- Podría ir a Slytherin.

- Eso no es posible, tus padres no son magos, ¿verdad?- respondió Remus.

Ada negó con la cabeza.

- El sombrero no te mandará a Slytherin- afirmó Peter secundando la idea de su amigo, James asintió con la cabeza, en cambio Sirius sonrió de nuevo.

- ¿Por qué sonríes Sirius?- preguntaron los tres chicos a la vez, conocían demasiado bien esa sonrisa.

- Su tatarabuela perteneció a Slytherin y ha sido la única bruja de toda su familia.

- ¿Su tatarabuela? ¿Cómo sabes eso?- James no conocía a tantos ascendentes en su familia, el hilo lo perdía con sus abuelos paternos, los maternos no se hablaban con ellos, era lo que lo unía a la familia de su amigo Sirius, el renegado Black.

- Su tatarabuela fue Isla Black- afirmó el chico- La primera Black que rompió la tradición de no casarse con un mago, se casó con un muggle, Bob Hitchens y la borraron del árbol de los Black.

- ¿Así que su tatarabuela es tu heroína, me equivoco?- Remus le guiñó un ojo a su amigo y le propinó un juguetón codazo en las costillas.

- No- el chico negó con la cabeza- Pero su familia es igual que la mía.

Todos afirmaron con la cabeza. Ada no entendía porqué sonreían, ¿Tan divertido era pensar que habían distintos estamentos de magos? Quizás era normal en una sociedad medieval, pero…¿En el siglo veinte?

- Será mejor que vayamos yendo- Sirius sujetó a Ada del cuello y la arrastró hacia el patio interior, en donde un muro enladrillado infranqueable se alzaba ante los jóvenes.

- Aquí no hay salida- por primera vez Ada hizo una mueca sin sonrisa.

- Fíjate bien- James sacó su varita y golpeó con decisión uno de los ladrillos.

La pared comenzó a temblar y los ladrillos comenzaron a moverse solos, abriendo un hueco que los dejaba contemplar una calle llena de gente con gorros puntiagudos y capas negras, rojas, azules, verdes, todas aterciopeladas.

Los niños pequeños también vestían de forma parecida.

Ada contemplaba la calle asombrada. Atravesó el hueco con la boca abierta, sin miedo, con la curiosidad de cualquier niño.

- ¡Que pasada!- arrastró el aliento mientras sus labios la hacían pronunciar esas dos palabras. Los chicos sonrieron, ellos no recordaban la primera vez que visitaron el callejón, eran demasiado pequeños y ver el asombro en el rostro de la niña los hizo sentirse importante- Es fantástico.

Las mujeres que paseaban con cestas de mimbre bajo el brazo llenas de comida le sonreían al verla maravillada correr por todo el callejón, gritando de puro júbilo, si eso era a dónde John no había querido llevarla no lo entendía. Estar en aquél sitio era como vivir su propio cuento de hadas.

Su peto vaquero, con top y zapatillas blancas contrastaba con las ropas de aquellas personas. Contemplaba los carteles de las tiendas con absoluta fascinación, y se fijó que el corazón de aquél lugar era un edificio blanco con escaleras de mármol, el resto parecía irradiar alrededor de ese lugar.

- ¿Qué es aquello?- señaló el edificio mientras se acercaba a la carrera.

Los chicos se llevaron las manos a la cabeza cuando Ada se lanzó de cabeza hacia la otra parte de la calle total porque un carruaje fantasma pasaba por allí, ella sólo pensó que había estado a punto de llevársela por delante. Rodó por el suelo y fue a golpearse la rodilla contra la acera, abriéndose un profundo corte en ella.

La sangre resbaló deprisa por su pierna y manchó la zapatilla, ella se sujetaba la rodilla mientras se balanceaba.

- ¿Te has vuelto loca?- James la miraba horrorizado- No te puede hacer nada.

- Pensaba que era una calle peatonal, lo siento- se disculpó la niña, sin prestar atención al chico de gafas.

- James, creo que es la primera vez que ve a un fantasma- intentó explicarle Peter.

- ¿Fantasma?- la cara de Ada se volvió cenicienta, ese era su secreto, podía ver fantasmas. Por eso no tenía amigos.

- Sí, el carruaje no te hubiese hecho nada si no te mueves, es un carruaje fantasma- le dijo Remus rodeándole el corte con un pañuelo.

- ¿Fantasma?- la voz de la niña apenas se oía si te separabas más de quince centímetros de su rostro- ¿Vosotros lo habéis visto? ¿Podéis ver a los fantasmas?

- Toda la gente mágica puede. Acostúmbrate, en Hogwarts hay la tira, pero al único que debes evitar es a Peeves- le dijo Sirius mientras la ayudaba a ponerse en pie.

- Peeves no es un fantasma Sirius, es un Polstergeit- le aclaró Remus.

- ¿Qué más da? Ella no conoce la diferencia- resopló el chico.

- Sí se la diferencia que hay entre un Polstergeit y un fantasma- andaba cojeando.

- ¿Sí?- Sirius dudaba de la niña- ¿Y cuál es en ese mundo tuyo?

- Los fantasmas son las almas de las personas que han muerto sin alcanzar la perfección, por eso rondan por los castillos antiguos, los Polstergeit son pura energía, les gusta jugar con los seres terrenales, gastar bromas, tienen un sentido del humor muy especial, no han sido humanos nunca.

Los chicos se detuvieron ante la explicación de la niña, Remus la miraba con los ojos desorbitados, acababa de resumir el primer tema de Defensa de Primero en menos de un minuto.

- ¿Cómo sabes eso?- preguntó Remus sorprendido, era raro para una persona que no se había criado en un entorno mágico saber esa distinción, ni siquiera algunos magos podían distinguirlos, muchos magos los catalogaban a todos dentro del saco de fantasmas, pero esa era la distinción entre ambos.

- Me lo explicó un fantasma, mi madre pensó que tenía un tumor en la cabeza y me hicieron un montón de pruebas. El médico decidió que tenía demasiada imaginación y me recetó unas pastillas para dormir, pero casi se vuelven locos cuando yo seguía viéndolos, me hice a la idea que algo no funcionaba bien, porque sólo los podía ver yo. Pero si vosotros también los podéis ver, eso significa que no estoy loca, ¿no?- la niña parecía animada.

- No. No estás muy loca, pero algo rarita si eres. Si sabías que era un fantasma, ¿Por qué intentaste esquivarlo?

- No lo sabía, yo los veo igual que a vosotros, no los puedo distinguir- aseguró la niña.

Los jóvenes la miraban de soslayo.

- ¿Quién es esta niña tan lista?- la voz de una joven rompió el momento.

- Hola Evans- saludó el chico de gafas.

- Hola Potter, ¿De dónde habéis sacado a esta niña tan lista? Remus- cabeceó hacia el chico de ojos dorados.

Ada se fijó en la cabellera rojo fuego de la chica, le hacía resaltar unos grandes ojos verdes. La tez lechosa y pequeñas pecas sobre la nariz. Era una chica preciosa.

- Me llamo Liliane Evans- le tendió la delicada mano y esperó a que la niña respondiese el saludo para agregar con una radiante sonrisa- Un placer. ¿Eres familia de alguno de estos?

Ada negó con la cabeza.

- Ya decía yo, con esa cabeza sólo podías ser familia de mi amigo Remus, si has de seguir los pasos de alguno te aconsejo que copies a Remus, los otros sólo te traerían problemas- afirmó la pelirroja.

- Pues que sepas que es mi amiga, Evans- sentenció el moreno de pelo fino.

- ¿En serio?- se emocionó Ada.

- Cómo me lo suponía, ni siquiera sabía que era amiga tuya. ¿Tanto nos repudias Black?- el chico apretaba los puños a los costados, ¿Cómo le conocía tan poco después de dos años?- Me puedes llamar Lily, mi familia también es muggle. Si quieres algo, llámame.

Le tendió un pergamino con un número escrito.

Ada aceptó el papel sin saber qué hacer con él, John no tenía teléfono en casa y ella no iba a ir a una cabina a llamarla. Se metió el papel en el bolsillo y se quedó callada.

- ¿Por dónde vives?- se interesó la adolescente.

- Grimmauld Place, 17- respondió Ada.

- ¿La casa que hay al lado del parque?- se extrañó la chica.

Ada asintió con la cabeza.

- ¿Realmente hay fantasmas?- los chicos la miraron sin entender.

- Sí, el de mi madre- respondió con dolor- Algunas veces también está papá, pero sólo en contadas ocasiones.

- ¿Convives con los fantasmas de tus padres? ¿Quién te cuida?- preguntó James curioso.

- Mi tío.

- Vale- afirmó la pelirroja sonriéndole- Seguro que es un hombre maravilloso. Además tiene la guía de tus padres, debe ser algo genial.

Ada negó con la cabeza, sus padres habían fallecido cuando regresaban de unas de sus pruebas del hospital, camino de casa de su abuela materna porque su hermano Percival había recibido una carta de Hogwarts. Ada se seguía sintiendo culpable, si no se hubiese empeñado en pasar por el colegio para recoger su bolsa de deportes sus padres seguirían con vida. Si ella no le hubiese dicho nunca a sus padres que podía ver gente que no era de este mundo, sus padres no la hubieran llevado al hospital para hacerle las pruebas y ellos seguirían con vida. Ya había perdido a sus padres y a su hermano por decir que podía ver fantasmas, no quería que su tío se preocupase, así que cuando tres meses después se despertó de una de tantas pesadillas y vio a su madre en la habitación se alegró.

Lo peor de todo era cuando estaban en la misma habitación hermano, madre e hija y se sentaban juntos a ver la tele.

- Entonces, ¿Tus padres siguen a tu lado?- preguntó Peter- Aunque estén muertos.

- Más o menos. Ellos no saben que han muerto. Muchas veces me es muy difícil convencerlos que lo que dice John es lo correcto. Pero de momento van bien las cosas- Ada quería cambiar de tema, aún dolía la muerte de sus padres.

- ¿Y no tienes hermanos?- James se interesó en la familia de la niña.

Ada negó con la cabeza.

- Murió con mis padres, James- sentenció la niña.

- No pasa nada- el chico le rodeó el cuello con las manos- Yo soy hijo único. Mis padres ya eran mayores cuando me tuvieron, mi madre tuvo problemas en el parto y le aconsejaron no tener más hijos. A veces echo de menos a alguien con quien poder hablar, pero recibo toda la atención de mis padres.

- Mis padres sólo querían uno, les daba lo mismo que fuese chica o chico, pero sabían que no iban a tener más- añadió Remus.

Peter asintió con la cabeza.

- Mi madre quería una niña, pero sólo nos tiene a Reg y a mí- Sirius sonrió de medio lado- A mi me hubiese encantado tener una pequeña correteando por casa, las niñas suelen ser más dóciles. Reg y yo siempre terminamos peleando y encerrados en el cuarto.

- Ya, pero al menos, sabes que le importas a alguien que lleva tu misma sangre. A partir de ahora no creo que pueda mirar la cara de mi tío. Él me dijo que no me acercase a tí- explicó Ada. Al terminar la frase suspiró con pesar.

- Tranquila, seguro que te lo dijo con conocimiento de causa- bromeó Lily, le encantaba sacar de quicio a su compañero de casa- Bueno, yo me tengo que ir.

Agitó la mano y se despidió del grupo.

Los cuatro chicos entraron en el banco de mármol, techos abovedados, pequeños seres con afiladas uñas custodiaban cada mesa en donde magos de avanzada edad discutían.

- Ada, esto es Gringots. Aquí se guarda el dinero mágico. La moneda es el galeón, un galeón viene a ser como dos libras- le explicó Remus, conocedor de costumbres muggles por su abuela materna.

- ¿Tiene más valor que la moneda inglesa?- se sorprendió la niña.

Sirius sonrió y se adelantó con ella a un mostrador elevado, Sirius apenas llegaba a ver el duende, Ada ni lo intentó.

- Venimos a sacar dinero de nuestras cámaras- y dejó una llave sobre el mostrador.

- Falta una llave- indicó el duende molesto.

- La otra la tienen ustedes- recalcó Sirius- Es la cámara de Isla Black.

- No creo que esa cámara se vaya a abrir, lleva muchos años cerrada, y muchas otras brujitas vinieron anterior a esta- señaló la cabeza de Ada que miraba a su alrededor sin separarse de su amigo. Temerosa.

James, Remus y Peter repetían la operación en otros dos mostradores.

El duende revisó la llave y asintió con la cabeza. Entregándosela a otro duende.

- ¿Quiénes son?- le susurró Ada al oído, tirando del cuello de Sirius.

- Duendes, ellos custodian este lugar, junto con los gnomos y los dragones.

- ¿Dragones? Pensaba que Jorge mató el último dragón- Ada comenzaba a bromear. Estaba encantada de vivir su propio cuento de hadas.

Sirius la miró extrañado hasta que cayó en lo que rondaba la cabeza de esa niña y sin más le golpeó la nuca con la mano abierta.

- ¡Au!- Ada se frotaba la nuca tras la colleja- ¿Por qué has hecho eso?

- No estás soñando, Ada. Es real.

- ¡Ya se que es real! Sólo lo disfrutaba.

La niña se adelantó unos pasos por delante, con Sirius cerca, sabía que no había ningún peligro.