La sed de sangre. Era insaciable. Cuando el sol se escondía bajo la montaña, un grito agónico surgía de su interior, de la bestia, del demonio… y debía saltar de su tumba para alimentarse.

Aquel atardecer estaba tumbado boca arriba en su mísera cripta. La bestia clamaba y él, ahí, tirado de cualquier manera, hambriento, con una bolsa de sangre de cerdo en la mano… incluso eso le provocaba la sensación. Esa maldita sensación. Condenada cazadora., pensó. Llevaba dos días así, y se estaba volviendo loco. Se sentía sucio, un traidor…

Recordaba la escena en el baño. Casi… Casi la había… y, con todas las chicas que había vaciado a lo largo de su centenaria vida…

Ahí, tirado. Sucio. Hambriento. Corroído por la bestia que hacía crecer la rabia en su interior. Como una ola en alta mar que rompe con toda su fuerza contra la costa. Hambriento y frío. Frío. Frío…

Él había sido un poeta. Trato de que le viniera a la cabeza la humildad y la sensación de inferioridad que había sentido. Ya no podía. Ya no era humano…

Pero… ella había amado a Angelus. Lo había amado con toda la fuerza que le permitía su endeble y frágil cuerpo humano.

Pero...

Su pensamiento se detuvo un instante, cuando la bestia de su interior se retorció en un aspaviento que hizo agitarse todo su cuerpo. Lentamente, alzó su mano izquierda y se llevó la bolsa a la boca. De una rápida dentellada, casi ajena a su voluntad, desgarró el plástico y la sangre se desparramó sobre sus labios agrietados, y por el suelo. Al saborear el primer trago se desesperó, se dio la vuelta con un rápido y violento movimiento y comenzó a lamer el suelo de sangre.

Por Dru nunca tuve que alimentarme como una alimaña, repelando los restos de la insípida sangre de cerdo del suelo del maloliente cuchitril que es mi cripta.

Maldijo ciento y una vez el momento en que decidieron, de todos los lugares del mundo, venir aquí, a Sunnydale, a la boca del infierno. Y maldijo a Buffy Summers.

Y se maldijo a sí mismo.

Por haber perdido a Dru, por enamorarse como una animal de la cazadora,…

Por estar lamiendo insípida sangre de cerdo del suelo maloliente y apestoso de su cripta.

Y se maldijo por ser vampiro.

Y aún así, ella te odia rió una irritante voz en su cabeza.

-Grrr!!!!!!! – gritó en un alarido, enrabiado consigo mismo por ser un vampiro.

Volveré, cazadora…

fueron sus últimas palabras antes de abandonar Sunnydale zumbando en su moto…

en busca de un alma.