Los Instintos del Demonio
Por Ladygon
Los personajes no me pertenecen, son del mundo Supernatural. No espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.
Advertencia: violación.
Capítulo 1: Jugando con la presa.
Dean irrumpió en la habitación, encontrando a Castiel en la cama, tosiendo y con el overol abierto en su pecho. El ángel enfermo lo miró asustado. El otro dio una sonrisa sádica.
—Hola Cas —le dijo.
Castiel se movió de improviso hacia un lado y tomó su espada de ángel, pero Dean lo agarró de la muñeca con fuerza, haciendo que Castiel se quejara por el dolor. De esta forma, le quitó la espada de la mano.
—Sabes que esto no me lastimará. Mírate, das pena, pero aun así te necesito —dijo Dean.
Castiel trató de luchar, pero fue rápidamente, aplastado sobre la cama e inmovilizado. El cuerpo de Dean estaba sobre él como si fuera una roca, aunque no fue eso lo que lo dejó sin aliento, sino los ojos negros.
Los ojos volvieron a su color original, pero no a la normalidad, porque una chispa diferente adornaba sus pupilas.
Comenzó a tocar su pecho con las palmas abiertas mientras él trataba de apartarlo sin éxito. Le retiró un poco el overol para tener más rango dentro del pecho. Luego se retiró de improviso, dejando a Castiel con cara de circunstancia.
—Creo que nos entretendremos más de lo previsto —sentenció el demonio.
Lo jalaron de los pies hacia abajo y fue como si desapareciera de la cama y quedara solo la almohada y las sábanas en su sitio.
Momentos después, Dean iba por la carretera en su automóvil y miraba por el espejo retrovisor, de vez en cuando, a Castiel, quien estaba estirado inconsciente en los asientos de atrás. Marcó un número y se llevó el celular a su oreja.
—¿Cas? ¿Cómo estás? —escuchó por el auricular.
—No, ¿adivina? —respondió burlón.
—Dean, ¿qué haces con el teléfono de Cas? —preguntó su hermano—. No lo habrás…
El miedo en la voz de Sam era totalmente identificable, lo olía.
—Tibio, pero no, todavía no, aunque si sigues molestándome, lo mataré. Mantente lejos de mí, Sam, sino quieres al angelito muerto.
Y cortó.
Llevó a Castiel hasta una casa cerca de las montañas. Bastante solitaria y alejada del pueblo más cercano. Lo sacó del Impala en brazos, y abrió la puerta de la casa con sus poderes demoníacos. Después, lo tiró con brusquedad en la cama y comenzó a sacarse la ropa sin dejar de mirarlo, tirando su ropa al suelo. Cuando estuvo desnudo, fue a la cama y comenzó a desnudar a Castiel. Eso fue fácil, ya que solo tenía que quitarle el overol y el pantalón del pijama. Luego lo tomó en brazos y partió hasta el baño. Ahí lo metió en la ducha, dejándolo sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. Luego se metió él bajo la regadera. Cerró la cortina.
El agua caía sobre su cabeza mientras deslizaba el jabón por su piel. Maniobraba entre los pies de Castiel, así pudo lavarse el cabello. Después, tomó la ducha de teléfono y se puso a la altura del ángel. Agarró el jabón y comenzó su tarea de lavar a Castiel, con harta malicia descarada de toqueteos calientes. Tomó un poco de shampoo para lavarle el cabello también.
Sus rodillas estaban entre los muslos del ángel, quien todavía estaba desmayado. Dean le lavó la cara y la sostuvo entre sus manos. Cuando el jabón dejó su rostro, lo besó, descaradamente. Castiel no recuperó la conciencia mientras lo bañaban. Dean lo envolvió en una toalla, luego lo tiró en la cama con brusquedad. La toalla se abrió con el impacto.
Dean se subió encima del cuerpo desnudo, al igual que el suyo, y empezó a besarlo por todas partes. Abrió sus piernas, se posicionó entre ellas. Siguió besando y chupando, comenzó a excitarse. Metió un dedo en ese ano rico, otro dedo aumentó el tamaño.
Solo entró en el ángel con un impulso sin dejar de mirarlo. Castiel seguía desmayado, pero despertó de improviso. Trató de fijar la vista, de enterarse de qué pasaba. El movimiento lo sacó del estupor.
—¿Dean? ¿Qué haces?
Castiel lo vio extrañado. Luego puso cara de horror e intentó, quitárselo de encima.
—¡No, detente! —gritó Castiel.
Aplicó todas sus fuerzas, pero quedó aterrorizado cuando la respuesta de Dean, vino con unos ojos negros endemoniados.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —gritó otra vez Castiel.
Sin embargo, el demonio no le hizo caso y continuó embistiendo al ángel con fuerza. Los movimientos hacían desesperarse a Castiel. Trató de detenerlo con todo su poder, eso no le hizo nada, porque estaba debilitado por la pérdida de su Gracia angelical. Hasta que ya no pudo más.
—No, por favor, ¡Dean! —suplicó.
Ese no era Dean, sino el demonio quien actuaba, así que el ángel no tenía ninguna posibilidad, menos en la situación en que se encontraban sus poderes. Pese a la resistencia, el demonio no se detuvo e hizo lo que quiso con el ángel.
Castiel no sabía qué pensar o sentir al tener a Dean tan cerca de él. Por suerte terminaba desmayado, producto de la fuerza del demonio. Lo tomó varias veces, incluso cuando estuvo desmayado. Castiel tenía bastante adolorido el trasero y muchas partes de su cuerpo, pero no podía sanarse por culpa de su Gracia desgastada.
Permanecía acostado en la cama sin moverse demasiado. Tenía miedo del demonio dentro de Dean, pero el saber que no era un demonio cualquiera, sino el alma de Dean demonizada, lo hacía tener más miedo. Trató de tranquilizarse, porque no valía la pena nada de eso, pronto estaría muerto sin nada que hacer, solo era cuestión de tiempo y ya no vería a Dean de ninguna forma.
Las fuerzas de Castiel menguaban a cada instante. Ya no podía mantenerse tranquilo con toser a cada momento. Sentía que pronto desaparecería de este mundo, y por un lado, estaba bien, no había otro remedio. Había cumplido todo lo que pudo y llegó su hora.
Castiel estaba tranquilo en su cama, demasiado débil ya para toser, esperando la inminente muerte.
Sin embargo, sintió una presencia dentro del cuarto. Eso era normal considerando que siempre venía el demonio de Dean a torturarlo, pero ahora era diferente. Traía una botellita luminosa con él.
—¡No! —dijo Castiel.
No tenía fuerzas y sucedió lo que tenía que pasar. Dean rodeó su cabeza con su brazo y la sostuvo mientras abría la botellita. La Gracia salió del frasquito, como si fuera una nube brillante azul hasta su boca. Castiel trató de cerrarla, pero Dean tiró la cabeza del ángel contra la almohada y le abrió la boca con su fuerza. La luz se deslizó por la boca del ángel y este la tragó. Inmediatamente, la luz explotó en el cuarto.
Cuando abrió los ojos, Dean lo miraba desde los pies de la cama, es decir, el demonio en que se había convertido con la Marca de Caín.
Castiel saltó de la cama, desnudo como estaba, y trató de huir por la puerta, pero el demonio fue más rápido y le tapó el paso. Dio un salto hacia atrás, dispuesto a la pelea. Ahora serían diferentes las cosas, porque el ángel recobró parte de su poder, aunque no era su Gracia.
—¿De dónde sacaste esa Gracia? —preguntó Castiel.
—¿Te importa? Era de una angelita pesada con la que me topé en el camino —respondió el demonio con descaro.
—¿Cómo pudiste?
Dean encogió los hombros.
—Te necesito vivo —fue la respuesta.
—¿Por qué? Tú eres bastante fuerte.
Castiel estaba dudando si atacarlo o no, con todo lo sucedido, le tenía miedo a la reacción del demonio. Sin embargo, no podía permanecer solo parado con la mente en ascuas.
—No me refiero a eso.
—¿A qué te refieres? —preguntó Castiel.
Dean lo quedó mirando con intensidad, paseando sus ojos por el cuerpo desnudo del ángel. Este último, se movió inquieto.
—No quiero que mi hermanito se inmiscuya en mi vida. Eso es una cosa, pero la otra es que me gusta tu carne.
—¿Mi carne? ¿Te refieres a copular?
El otro asintió con descaro. Castiel quedó extrañado. Esa confusión quedó plasmada en su cara. Dean sonrió como un tonto.
Ahí estaba el verdadero Dean, pero solo como una sombra de lo que fue. Castiel debía luchar en su contra, porque quizás el verdadero Dean estuviera en realidad muerto. Debía considerarlo, pero no podía evitar sentir algo más, que solo un demonio con ansias de violar. Había algo más, que Dean no decía.
—No sabía que eras homosexual. Pensé que te gustaban las mujeres —argumentó Castiel.
Dean sonrió con maldad.
—Me gustan las mujeres, pero también me gustas tú. Eres muy rico —dijo con descaro.
Castiel sintió su cara arder con intensidad y no sabía lo que estaba pasando. Definitivamente, ese no era Dean el que hablaba, sino el demonio, pero también si bien estaba oscurecida, esa alma seguía siendo la de Dean. Como sea que fuere, debía detenerlo, quizás si podía ahora, que estaba un poco repuesto, podría llamar a Sam para salvarlo.
Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia Dean para retenerlo de alguna forma. De preferencia, por atrás. Trató, e incluso, pudo inmovilizarlo por unos segundos, pero no fue lo bastante fuerte, porque el demonio estaba muy fortalecido a causa de la Primera Espada.
Dean contraatacó con rapidez y apresó sus manos. Castiel gritó antes de soltarlo. Ese demonio era demasiado fuerte, por algo era un Caballero Demonio, incluso para un ángel como él. Quedó mirando sus ojos negros y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Crees que, porque recuperaste algo de tu fuerza puedes ganarme? —preguntó el demonio.
Entonces, lo golpeó en el estómago y Castiel cayó al piso, tosiendo. El demonio se arrodilló a su altura y tomó su barbilla entre su mano derecha para que lo mirara directo a los ojos.
—Ahora eres mío.
Eso agitó el corazón adolorido de Castiel como una suerte de esperanza desconocida. Dean lo levantó, como muñeco de trapo, y lo volvió a tirar a la cama, donde lo poseyó sin ningún permiso necesario.
Castiel perdió la conciencia, ya que el demonio usaba un poder extraño con él. No pudo defenderse como tampoco escapar de su agarre, parecía que sus fuerzas no hubieran sido renovadas como pensó. Tenía una Gracia renovada, no era suya, pero le daba el suficiente poder como para no estar indefenso, pero aun así, el demonio lo dominó por completo e hizo lo que quiso con él, otra vez.
Dean recién controlaba los poderes del demonio, era demasiado poderoso. Más poderoso que un ángel. No podría escapar fácil de él y necesitaría la ayuda de Sam para lograrlo, pero involucrar a Sam en esto no podía ser, porque lo pondría en peligro.
El antiguo Dean jamás le perdonaría si algo le pasaba a su hermano. En realidad, él no se perdonaría si algo le pasaba a Sam. Debía considerarlo, era preferible pasar por la tortura del demonio que ver a Sam muerto por su propio hermano.
De todas formas, no entendía la actitud extraña de este demonio para con él. Quizás se trataba de algún tipo de venganza, porque de otra forma, no justificaba la tortura, al no ser que solo lo hiciera por diversión. En ese caso, Dean no tenía vuelta, era un demonio sin nada que hacer y eso al ángel lo puso indispuesto.
El demonio comenzó a dormitar a su lado. Se supone que los demonios no dormían, o eso pensaba, porque si dormía tenía una posibilidad de escaparse de su lado para volver con Sam. Sam debía estar desesperado buscando a Dean. O también, sería carta llamar a Sam de algún teléfono público para decirle donde poder encontrarlo, alertándolo de que sería imposible capturarlo fácil por lo fuerte que era.
La llamada era lo más acertado en, comenzó a moverse muy lento para salir del apriete del brazo del demonio. Castiel fue sigiloso y obtuvo su recompensa, pudo salir de la habitación.
Caminó por las calles, vistiéndose con lo último que le quedaba por ponerse, es decir, su gabardina, y buscó un teléfono público para llamar a Sam. De todas formas, era un lugar solitario donde se encontraba el motel. Solo había una estación de servicio, donde podría lograr encontrar dicho teléfono. También, había una pequeña tienda, así que entró en ella.
El encargado lo quedó mirando cuando le preguntó por el teléfono. Castiel no supo la razón, pero al menos pudo encontrar el teléfono y llamar a Sam.
—¿Sam?
El chico se escuchaba nervioso en la línea. Castiel mantuvo su tono neutro, aunque moría por dentro.
—Dean me tiene secuestrado. Me escapé hace un momento.
—¿Dónde estás? Dime, iré por ti —dijo Sam por la otra línea de forma muy rápida.
—Sam, no podrás con él, es un demonio. Un Caballero Demonio. Ni yo pude y tengo mi Gracia devuelta.
—¿Cómo? Mira, sé que es un Caballero Demonio, pero si lo capturamos y lo tratamos con sangre huma…
—¿Cómo harás eso? Yo apenas puedo caminar.
—Dijiste que tenías tu Gracia ¡Dame tu dirección!
—Sam…
—¡Dámela! ¡Ahora!
Entonces, sintió que le arrebataban el auricular. Iba a decir algo y los ojos del demonio lo detuvieron. El corazón se le detuvo por unos instantes. En realidad, todo se le paralizó y no pudo moverse.
—¡Cas! —gritaba Sam en la línea.
—Hola Sam —saludó Dean por el auricular.
—Dean.
—La dirección es…
Castiel reaccionó de improviso y logró empujar a Dean del teléfono. El cable se cortó con el tirón. Dean quedó parado en silencio y lo miró con enojo.
Perfecto, ahora moriría, porque esa mirada era cuando el cazador se cabreaba con su presa. Al menos sería rápido, así que no hizo nada, salvo cerrar los ojos cuando Dean se le abalanzó sobre él con la Primera Espada en su mano.
Fin capítulo 1.-
