AU ciencia ficción/futurístico.


Aterrizaje

Sonrió de lado mientras observaba el nubarrón de polvo que imposibilitaba ver más allá del vidrio. Dejó su mano descansar sobre el hombro de Miguel, suspirando con vierto aburrimiento. Este no apartó la mirada del frente, sus manos quietas sobre el control de mando. Un constante, lento y agudo beep del radar no parecía molestar a ninguno de los dos. Un crujido provino del transmisor, la base pidiendo el enésimo reporte de estado.

–Ya vamos llegando, mejor siéntate -murmuró Miguel, poniéndose el casco para hablar por el micrófono-. Aquí Gamma O a base de comando 05-28. Nave en posición de aterrizaje, cambio fuera.

No había que esperar una respuesta. Solo era una práctica de rutina. Aterrizaron sin problema a pesar de la tormenta de arena. Aseguraron el avión, y luchando contra el fuerte viento, buscaron refugio en la base de aquel cuadrante. Solo era un pequeño hangar fortificado para el terrible clima del desierto rocoso, que contenía lo suficiente para las breves pausas que los pilotos y sus artilleros hacía ahí. No había nada interesante en aquel rincón del desierto, por lo que su única función era de entrenamiento y práctica.

–¿Listo para la misión de mañana? –quiso saber Martín y Miguel se encogió de hombros, abriendo una bolsa de galletas algo resecas.

–Como siempre, ya estoy acostumbrado a estas cosas –murmuró y Martín se le quedó mirando–. ¿Tú?

–Lo mismo.

Miguel alzó los ojos y le sonrió apenas. Martín le sonrió de vuelta, ninguno dijo nada.

Aquello fue hace cinco años. Ya no eran un equipo, Miguel se retiró en cuanto su hermano murió y el peruano no necesitó más fondos para tratar su enfermedad. "Desde un principio sabías que ese era mi motivo para estar acá, no sé por qué te enojas." Martín no entendía por qué Miguel no entendía. Eran un equipo, dependían el uno del otro y nadie era mejor cuando estaban los dos juntos. Nadie era lo suficientemente competente para ser su piloto. Miguel debería saber eso, Miguel sabía eso.

Se preguntó si acaso su ex piloto sentiría culpa cuando viera la noticia. Porque iba a estar en las noticias. El momento en que su actual compañero cayó inconsciente, supo que había llegado su fin. Martín no era piloto, a duras penas conocía los básicos que le habían enseñado para escenarios como aquel, solo que dicho entrenamiento no partía de la suposición que se dieran en una situación de combate y mucho menos en una tormenta. Miguel sabría dominar aquella situación, susurraba su mente quedadamente mientras sus ojos se movían histéricos de un botón al otro y sus manos temblaban sobre el control de mando. De no ser por el fuerte ruido de los jets de combate, de las explosiones y el constante raqueteo de los disparos, seguramente habría oído el bramar del mar bajo él. Y aunque no lo escuchaba, era como si lo llamara. Cuando los relámpagos relucían, podía ver las enormes olas agitarse, cada vez más y más y más cerca, igual que el fuego que retozaba como una fiera por la nave.

Martín cerró los ojos y por casi un segundo hubo silencio. Se preguntó si acaso Miguel lloraría.

Era increíble que en un momento así, atrapado en una nave incendiada que caía en picada, todavía siguiese pensando en él.