DISCLAIMER: No soy propietaria ni creadora de Avatar The Last Airbender (En español, Avatar: La Leyenda de Aang), estos títulos les corresponden respectivamente a Nicklodeon y Michael Dante DiMartino/Bryan Konietzo.
Este fic transcurre en un AU y participa en el Reto "Navidad en las Cuatro Naciones" del Foro "Las Cuatro Naciones".
Una navidad triste
Era mediados de diciembre y aunque el clima era frío y ventoso, las calles y casas de la ciudad de Gaoling en la República Tierra bullían con los preparativos de navidad. Las familias preparaban recetas tradicionales, adornaban las casas y compraban los regalos.
La única excepción era el orfanato municipal.
En el viejo edificio de dos pisos situado a las afueras de la ciudad, regentado por la curia y carente de calefacción, vivían unos veinte húerfanos con edades entre los cuatro y quince años de edad. Un equipo de dos sacerdotes y dos monjas, se encargaban de satisfacer sus necesidades físicas, educativas y espirituales, con el escaso dinero recaudado a partir de contribuciones del ayuntamiento y particulares.
El padre Gyatso dirigía el orfanato desde hacía al menos cuarenta años con buenos resultados, pero la curia había decidido darle una mano y así fue como llegó su ayudante desde hacía unos dos meses, el padre Ozai.
Los chicos, todos varones, llegaban por distintos motivos, la mayoría con un historial a sus espaldas de malos tratos. Pero aunque todos eran tratados con cariño, Gyatso no había podido evitar encariñarse especialmente con uno de ellos, a quien trataba como un hijo.
El pequeño en cuestión se llamaba Aang y una noche helada de un veinticuatro de diciembre de hacía casi doce años había sido abandonado a las pocas horas de nacido, envuelto en una sábana agujereada en la que habían escrito su nombre, frente a la puerta del orfanato. Gyatso mismo había tomado entre sus brazos al bebé, temblando y llorando a todo pulmón, su pielecita helada y un tinte cianótico en sus labios. Les tomó toda la noche reconfortarle y calentarle lo suficiente para poder alimentarle, pero el niño salió adelante contra todo pronóstico. Siempre había sido un niño dulce y alegre, que se preocupaba mucho por todos aquellos a su alrededor, incluso en las peores circunstancias de hambre y frío que ocasionalmente aparecían con la disminución de los fondos recaudados.
Cada navidad en el orfanato, Gyatso y Aang organizaban las celebraciones navideñas, incluyendo un árbol, pesebre y la cena de navidad, que concluía con algún presente para cada niño.
Pero este año, Gyatso estaba gravemente enfermo desde hacía dos semanas por una neumonía. Aang, miraba con desgano las cajas apiladas a su alrededor con figuritas del pesebre, su alma no estaba en la labor. Tenía frío, su abrigo se lo había dado a uno de los más pequeños y además tenía hambre porque las porciones se habían reducido a la mitad y una parte de las suyas iban a los más pequeños. Estaba preocupado por Gyatso y por el futuro del sitio que había llegado a considerar su hogar. Este año no habría cena navideña y además probablemente el orfanato sería desmantelado si Gyatso no se recuperaba pronto.
Además, Aang tenía otra preocupación.
Siempre se había sentido seguro entre los muros del edificio, pero desde la llegada del padre Ozai nada iba bien. Ozai los acompañaba al principio sólo por las tardes, pero desde que el director había enfermado, además lo hacía en el resto de actividades. Desde ese día, las cosas habían cambiado para los chicos. Las actividades del Padre Ozai, luego de despedir a las monjas, consistían en utilizar todo el tiempo libre rezando de rodillas, hacer durante horas tareas domésticas, memorizar pasajes de la biblia y ante el menor gesto de rebeldía castigos corporales como las bofetadas y los azotes, siempre con la prohibición de comentarlo entre ellos o a cualquier otra persona. En las últimas dos semanas al menos cinco internos habían desaparecido, posiblemente escapado.
Asimismo, algunas noches el padre visitaba las habitaciones de los internos, especialmente de los más pequeños, quienes al día siguiente amanecían enfermos y llorando inconsolablemente durante horas. Aang ya se había ganado varios azotes por faltar a los rezos para cuidarles y Ozai, ya le había advertido que dejara de meterse en los asuntos de los demás so pena de castigarle.
Y así llegó el veinticuatro de diciembre. Esa noche rezaron por el alma de Gyatso, que se encontraba agonizando en su habitación y de quien Ozai no les permitió despedirse. Además, esa noche cumplió con su amenaza y encerró a Aang en una habitación sin cenar luego que le descubriese consolando a un pequeño que lloraba desconsolado.
Esta vez el turno de llorar desconsolado fue de Aang. Sólo, hambriento, aterido de frío, adolorido y triste, encerrado en una habitación sin baño ni cama, sólo un colchón en el piso en un rincón, sin ropa alguna de cama. Extrañaba a Gyatso y las navidades con él. A medida que pasaban las horas, Aang decidió celebrar la navidad, su cumpleaños y honrar a Gyatso de la única manera que podía. Se sentó en el colchón y comenzó a cantar un villancico.
"A la nanita nana, nanita ea, nanita ea, Fuentecilla que corres clara y sonora
mi Jesús tiene sueño, bendito sea, bendito sea.
ruiseñor que en en la selva cantando lloras
callad mientras la cuna se balancea
a la nanita nana, nanita ea…."
La canción murió en los labios de Aang cuando escuchó abrirse la puerta de la habitación y entró el padre Ozai.
"Vaya, vaya… con que tenemos a todo un cantante aquí. Imagino que eso es una de las cosas por las que te tenía tanto cariño Gyatso. Por cierto ya ha muerto."
Un sollozo brotó del pecho de Aang y las lagrimas empezaron a salir de sus ojos sin que el pudiese impedirlo, ante las palabras del sacerdote.
"Ya... ya pequeño" Le dijo el padre Ozai mientras se sentaba a su lado. "Yo voy a consolarte", continuó mientras le tomaba entre los brazos.
Aang, aun llorando, respondió al abrazo del sacerdote, pero la sensación de malestar se tornó en terror cuando este lo aprisionó entre sus brazos y le dio un beso en los labios, a la vez que introducía una mano debajo de su ropa para acariciarle a la fuerza.
Al día siguiente el orfanato fue clausurado.
N/A: espero les haya gustado este primera parte, todos los comentarios serán bienvenidos. Y si se animan tengo otras historias para que lean.
FANATLA
