Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen a mi si no a Masami Kurumada, esto es sin ningún fin de lucro basada en Soul Of Gold.
Capitulo único. Noviembre
Helena y Deathmask
By Starlight Saint Lu
-¡Helena, no te vayas, Helena!...-grito una última vez Ángelo desplomando su silueta inerte en aquel oscuro mundo.
Días antes….
Su cuerpo adolorido tras un largo sueño soltó un quejido de sufrimiento tras percibir de nueva cuenta un respiro. Sus ojos poco a poco recibieron la luz que se colaba por la ventana en esa habitación de la Fuente de Athena y observo a su alrededor tratando de reconocer el lugar.
-Ángelo…-comento una voz preocupada sentada a su lado.
-Dite…-pronuncio quejumbrosamente mientras veía su cuerpo conectado a algunos cables mientras que su otro compañero estaba totalmente restablecido.
- ¿Cómo te sientes?
-Bien supongo…-dijo secamente - ¿Dónde estamos?
-En la Fuente de Athena, tardaste mucho en despertar amigo. -sonrió el peli celeste.
- ¿Qué me sucedió?
-Andreas, Odín… ¿No recuerdas?
El santo cerró sus ojos unos segundos y cientos de imágenes vagaron respecto a lo sucedido en Asgard meses atrás. Entre ellas, la de una joven de cabellos castaños de nombre… Helena.
-Helena…-broto de los labios del italiano en un imperceptible susurro.
-Athena nos ha liberado, nos ha librado del castigo mortal por levantarnos en su nombre contra los dioses y nos ha traído de vuelta para vivir esta vida como seres mortales, para difundir nuestras enseñanzas, preparar a nuevos guerreros que luchen en su nombre y vivir nuestra vida como si fuera nuestra en su totalidad. -susurro a su distraído compañero Piscis-Esa es su voluntad.
- ¿Los demás han…?
-Así es, todos hemos revivido. Como tú ahora, en este momento, despertando en diferente tiempo y por supuesto, en diferentes condiciones. -sonrió el de largos cabellos-Aunque tú te tomaste enserio lo de descansar.
-Dite…-interrumpió secamente el cangrejo pues solo tenía una pregunta en mente, sin embargo, cuando atrajo la atención totalmente del pececillo y su profunda mirada, no pudo pronunciarla. -Llévame a Cancer, aquí apesta a porquería.
Su amigo le sonrió y tomo su hombro para recarga su cuerpo contra el suyo y llevarlo a su Templo. El santo peleo con algunas doncellas de la fuente que intentaron negarle su salida, sin embargo, con algunos vendajes y groserías salió triunfante de aquel lugar. Durante el trayecto rumbo a Cáncer, Afrodite le relato como había despertado y de sus demás compañeros, así como los rumores de lo sucedido en los campos Elíseos con Seiya y los chicos de bronce, pero esa duda que había surgido desde que se despertó aun no era aclarada por Piscis.
Pronto, el de piscis arribo hasta la entrada principal del Templo de Cáncer y sintió un codazo que le propino su amigo.
- ¡Hey!,hasta aquí es suficiente, puedo entrar solo a mi Templo, ¿o qué pretendes, dormir conmigo florecita? -contesto agresivo el cangrejo logrando una sonrisa en su amigo.
-Malagradecido, idiota-bufo sórdido el de cabellos celestes. -Al menos cumplí con traerte, dame las gracias.
-Ya, gracias, déjame solo. -espeto quejante el italiano mientras se daba la vuelta hacia la entrada de su privado-Necesito cambiarme mis vendajes.
-Me voy, pero te mandare a una doncella con algo de sopa. No sería justo que mueras de hambre, soquete después de que Athena nos dio esta nueva oportunidad.
El italiano agito su mano ironizando su despedida. Y fue cuando el de Piscis le susurro algo más:
- ¡Y Ángelo! -el de cabellos grisáceos detuvo sus movimientos sin voltear la mirada. Desde el primer momento Afrodite supo de aquella inquietud de su amigo incluso cuestionándose el tiempo que Cáncer había aguardado para cuestionárselo. -No quería decírtelo así, pero…nadie más, excepción de nosotros, santos ha revivido.
-Ella no volverá. Lo siento mucho, amigo.
Aquellas palabras dolieron aún más que su cuerpo mismo logrando que unas incipientes lagrimas se formaran en sus ojos, mismas que soltó lentamente al saberse completamente solo.
Con el corazón roto, Ángelo se dejó caer sobre una de las frías columnas de su Templo. Se apoyo sobre sus rodillas sin importarle el dolor y comenzó a sollozar recordando aquella dulce mirada y sonrisa de Helena y sus últimas palabras.
Se odiaba por no haberla podido proteger. Si ninguna pelea le había matado, aquella noticia si le había destrozado. ¿De qué servía vivir si con quien había descubierto un poco de su felicidad ya no estaría ahí?
Recordó su piel blanca, sus enormes ojos verdes que le mostraban el mundo con la mirada y como, sin ser una doncella espectacular de esas con las que se hacía acompañar en su pasado, podía hacerle sentir vibrar en su interior con tan solo escucharla.
Sonrió entre lagrimas, dejando que ese nudo en su garganta se disolviera y se sujetó la cabeza desesperado por su ausencia.
-¡Señor!-una casi imperceptible voz de pronto rompió el espectral silencio de su alrededor.-¡Señor!
El santo alzo su mirada y se limpió con su mano toscamente sus lágrimas para observar oscuro pasillo del interior de Templo de donde provenía la voz.
El santo se levantó con dificultad tratando de reconocer a la persona tras la voz, y comenzó a desplazarse hacia el interior de su Templo. De pronto, la luz se extinguió envolviéndolo en oscuridad, y en la penumbra, un par de hojas de árbol pálidas comenzaron a descender sobre su figura.
-Señor…-escucho a escaso centímetros de su silueta. No lo creyó.
Helena salió de las penumbras y se aproximó hacia su inquieto semblante.
-Tú…-un susurro escapo de su garganta.
-Ángelo…-increíblemente la joven dulce pronuncio su nombre y extendió sus manos para atrapar su silueta entre sus manos. La castaña recargo su cabeza en el pecho del caballero quien lentamente y con sus manos temblorosas se apoyó en sus cabellos. Y así se mantuvieron, en un baile de eternos segundos al compás de sus latidos y respiraciones.
-Yo creí que…-dijo el caballero en un dejo de voz.
-Shhh, calla, solo mantente así y no pienses en nada más-interrumpió ella tiernamente haciendo que el santo solo se concentrara en la calidez de su figura.
Tras unos minutos sin romper aquel contacto, la joven dama se alejó lentamente y le sonrió.
-No olvidare cuanto hiciste por mí, por mis hermanos…-le sonrió-Y Ángelo, tampoco sabré como agradecértelo.
- ¿Cómo sabes mi nombre? -dijo el santo completamente sonrojado rascado su nuca. ¿Acaso el idiota de Dite se lo había mencionado?, se preguntó.
-Tengo mis métodos-bromeo la dama sacando la lengua embelesando de ternura al cangrejo.
De pronto, la castaña tomo con su mano fría al santo y lo invito a seguirle en la oscuridad hacia el árbol que poco a poco aparecía ante sus ojos, mismo que soltaba aquellas hojas rosadas.
-Vamos.
Aquel era un árbol de enormes proporciones con una curvatura en su tronco que serviría de perfecto asiento para ambos.
- ¿Dónde estamos? -pregunto él extrañado mientras la sonrisa de la joven se apagaba al escucharle.
-Si te lo digo, entonces tendré que irme.
- ¿Por qué?
-Mejor dime…-interrumpió hábilmente la joven al cangrejo. - ¿Entonces fuiste tú quien dejo aquel dinero en mi puerta en Asgard? -le sonrió traviesa logrando que el santo se sonrojara y le desviara la mirada. - ¿Por qué?
- ¿Yo?,no te lo juro que no fui yo! -esbozo frenéticamente el santo con sus manos. - ¡Yo no!
-Se que fuiste tú, no lo niegues-repitió divertida la joven. - ¿hay algo que quieres decirme?
- ¿De qué hablas? -tartamudeo el siempre serio DeathMask, que ahora era un mar de nervios.
-Del porque tus visitas diarias y compra de flores, de las veces en que jugaste con mis hermanos en Asgard y hasta cuando comprabas todas las flores que no había podido vender ese día. Dime, ¿hay un porqué de ello?
- ¡No! -grito casi por instinto el santo. Se sentía ridículo y descubierto por su corazón desbocado, si tal vez su amigo Dite le viera en ese estado no viviría para contarlo. - ¡No lo hay!
-Tranquilo, te creo…-dijo serena la dama, aunque el sonrojo y la mirada brillante del santo le demostrara lo contrario. -Aunque hubiera querido que lo hubiera…-dijo en un susurro la castaña, palabras que sonaron preciosas para el santo, quien trato que su pecho le permitiera respirar más hondo ante su ansiedad.
Tras aquel debate, la dama y santo guardaron unos segundos de silencio.
-Ángelo…-dijo ella mirando hacia la inmensa oscuridad. -Se que esto sería abusar de tu amabilidad y todo lo que has hecho por mí, pero necesito pedirte dos favores.
El santo atendió ya sereno.
-El primero es que quiero que me dejes vivir un par de días aquí contigo-el santo la observo absorto-Y el segundo te lo pediré en un par de días más, ¿qué dices, me ayudas?
El santo le sonrió e involuntariamente envolvió su mano entre la suya, accediéndole.
-Solo no le comentes a nadie de esto ni dejes que nadie me vea o me iré. Yo estaré aquí contigo en tu Templo, siempre.
-De acuerdo.
De pronto, la oscuridad se desvaneció y dejo a doncella y santo en la sala del Templo. Así mismo, todo dolor de sus heridas fue desapareciendo con las horas y para cuando la doncella de Piscis llego con sopa, el santo le corrió, entregándole una nota para el santo de Piscis donde le pedía dejarle a solas un tiempo.
Días fueron y vinieron y el santo de Cáncer poco a poco retomó su "vida" cotidiana, pero esta vez cambiando sus propios hábitos con tal de hacer sentir de lo mejor a la joven castaña. Le cedió su habitación y se levantaba cada mañana lo más temprano posible para llevarle el desayuno a la cama a ella mientras que sus noches, se obligaba a leerle leyendas frente a la chimenea de libros antiguos hasta que las horas de la noche lo obligaban a dejarla de ver sus ojos abiertos y cansados para llevarla a dormir hasta su cama cuando caía en su cálido hombro.
La cuidaba y protegía más que a sí mismo, más que a nada mientras que ella le hacía sentir vivo.
Y una tarde, mientras se preparaba para otro anochecer de lectura junto a ella, algo sucedió.
Afrodite se posó en su puerta tras días de no verle. Estaba preocupado. Había entendido el hecho que su amigo necesitaba procesar su duelo y estar a solas, pero el incesante silencio de Cáncer le tenía angustiado. No había señales de Cáncer por lo que averiguaría que sucedía.
De pronto la escena de su amigo frente a la chimenea abriendo un libro y revisando sereno sus hojas le dejaron absorto.
-Ángelo…-pronuncio cuidadoso el joven de Piscis haciendo que su amigo desdibujara su sonrisa.
-¿Qué haces aquí?-el santo de cáncer se puso nervioso de inmediato al ver a su compañero.
-Quería verte, no he sabido de ti en días.
- ¡Lárgate, no debes estar aquí! -pronuncio ansioso el de Cancer, acercándose hasta el hombro de la peliceleste para empujarle hacia la puerta. Estaba enloquecido
- ¡¿Qué pasa Angelo, dimelo?!
- ¡Solo vete o la perderé!
- ¡¿A quién amigo, a quién?!
- ¡A ella, a Helena! -grito el santo envolviéndose en lágrimas de angustia mientras forcejeaba con Piscis que estaba petrificado por la revelación.
- ¡Angelo, Angelo ella está muerta! -le repitió el de Piscis a su amigo, quien comenzaba a sollozar debilitándose lentamente frente a él. El de Cáncer se dejó caer frente a las rodillas de su amigo.
- ¡Eso no es cierto!, eso no…
El de Piscis abrazo a su amigo con fuerza para controlarlo y de pronto lo vio desfallecer.
Un par de horas después, Cáncer despertó frente al sillón de su chimenea en medio de la noche ,olvidándose completamente de su encuentro con Piscis. Y fue que la voz de Helena que provenía del pasillo oscuro de su habitación, le hizo reincorporándose lentamente.
El santo se aproximó hasta aquel lugar y como en aquella ocasión de su primer encuentro, su alrededor se inundó de oscuridad mientras veía el suelo totalmente cubierto por las hojas caías del árbol, ese mismo que parecía haberse secado y en el cual Helena le esperaba con la mirada triste.
El santo ilumino su mirada al verla esperándole en aquel lugar. No, definitivamente no estaba muerta. Estaba con él.
Corrió debilitado hasta ella y abrazo su fría silueta entre sus brazos mientras un par de lágrimas brotaban de él, sorprendiendo incluso a la misma joven.
- ¡Dime que es mentira, dime que tu no estas muerta! -esbozo entre sollozos el santo abrazándola a su pecho.
Ella involuntariamente dejo también rodar sus lágrimas mientras le abrazaba la espalda suavemente -Asegúrate de comer bien, porque todo pasara, ¿quién te cuidara mejor que tú?,
-No me digas esas palabras, sabes que duelen aún más-el santo se negó a escuchar.
-Lo siento, no puedo quedarme.-esbozo ella con su voz entrecortada-Lo digo en serio, tienes que ser feliz. Por mucho que estuvieras solo…realmente deseo que conozcas a alguien.
-Por favor dime la verdad, sabes que te creo todo-comento entre lágrimas el santo mientras ella le buscaba la cara- ¿Alguien como yo, puede recibir amor?
-Por supuesto.-sin espéralo, ella alzo las puntillas de sus pies y poso sus labios cálidos sobre el rostro mojado del santo. Una espiral de emoción corrió el cuerpo del cangrejo, y le hizo perderse en el tempo. Tras unos segundos de húmeda caricia, ella le susurro a sus oídos. -Yo te quise como tú a mí, por eso dejé que mi alma viniera a Yomotsu a buscarte.
El santo sonrió con los ojos cerrados. No necesitaba más. Estaba completamente fascinado.
-Debo pedirte un último favor.
El santo asintió envuelto en ese tacto. -Mis hermanos, lo entiendes.
-Los cuidaré, me encargaré de ello. -susurro en un murmullo seco el de cabellos grises.
La mujer abrazo una última vez al santo quien aún no abría los ojos y comenzó a caminar entre la oscuridad, desapareciendo entre las hojas.
En segundos y al no escuchar más ruido, abrió sus rojizos ojos viéndose solo.
- ¡Helena, no te vayas, Helena! -grito una última vez Ángelo observando a su alrededor. Debilitado, su silueta inerte se desplomo en aquel oscuro mundo. -Yo también te quería.
Tras aquellas últimas palabras, rumores aparecieron tiempo después de cierto caballero guardián de Athena resguardando las cercanías de Asgard, quien cada noviembre llevaba flores a una montaña donde cierta joven había perdido la vida y misma que una vez amó.
Fin…
Mis lindos lectorcitos, espero les haya gustado este fin que surgió porque no tenía nada que hacer ahora que me operaron y tenía mucho tiempo libre de reposo. Les deseo que sean hartamente felices siempre. Saludos.
