TITULO: El final del viaje (1/7)

AUTOR: Zauberer S.

EMAIL: zaubererslyth@yahoo.es

FANDOM: Lord of the Rings

GENERO: Drama

RATING: PG

PAIRING: Aragorn/Legolas (slash)

DISCLAIMER: Los personajes no son míos, pertenecen a J.R.R. Tolkien, New Line y Peter Jackson. Si fuesen míos habría mucho más sexo el la película y Grima saldría mucho más.

SUMMARY: Legolas reflexiona en la mañana antes de que Aragorn se case con Arwen.

NOTA DE LA AUTORA: Es la primera parte de una serie de retratos, de relatos de despedida, para decirle adiós a estos personajes que tanto han significado. Este, el primero, esta visto desde los ojos de Legolas y el último (cuando lo escriba) será desde la perspectiva de Aragorn. Entremedias les cederé la palabra a Faramir, Pippin, Eowyn, Sam e incluso a Arwen.

Dedicado, como siempre, a La macedonia.

...

EL FINAL DEL VIAJE

...

"Antes nosotros yace la eternidad; amor son

nuestras almas, y un adiós interminable".

W.B. Yeats

...

Momentos perfectos.

La vida se compone de momentos perfectos, completos, que forman un círculo en sí mismos. Momentos exactos, como la luz de un colgante élfico reflejada en el techo, descansando sobre piel dormida, subiendo y bajando al compás de la respiración. Tu no finges estar dormido y miras los dibujos tallados de luz que se mueven en el techo, pasas tu mano sobre la joya, apenas rozas el cuello y el pecho, la piel caliente.

No tienen que ser momentos felices, ni especialmente significativos. Son momentos en que te dices: "estoy aquí, esto es ahora, este soy yo". Todo lo que está a tus espaldas, lo has dejado atrás. Segundos en los que sabes que estás vivo simplemente porque la realidad de tu existencia te abruma.

Este eres tú.

Estás aquí ahora. No hay nada más.

Momentos perfectos.

Tus manos frías, después de la batalla, en el momento en que el lodo se mezcla con la sangre entre tus dedos y te preguntas... ¿Ha merecido la pena?

¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Han sido buenas las razones que me han traído hasta aquí?

No importa, porque estás aquí. Recuperando el aliento, un momento antes de la alegría de la victoria el mundo se congela. No hay victoria. Solo el eco de tu respiración. ¿O será tu corazón latiendo?

Estás vivo.

Eso es lo único que sabes, lo único se puede saber. La sangre en tu boca y derramada por el suelo, estás cansado y magullado y eso es perfecto tras un noche de lluvia azul y de infierno. Estás vivo, sin tiempo para saber si has ganado o has perdido, solo para coger aire y tomar pie, te sientes más pequeño de lo que nunca te habías sentido, la música en tu cabeza se ralentiza, casi se detiene pero solo toma pie para continuar.

Piel resquebrajada, trozos de armadura oscura esparcidos por el suelo, el horrible rostro del enemigo desfigurado en su última agonía, solo cadáveres alrededor tuyo.

Un instante antes de que alces la vista y compruebes que él también está vivo, y que lo están muchos otros, no todos pero muchos, Gimli,Theoden y un puñado de valientes jinetes de Rohan y un puñado de elfos, valientes hermanos tuyos, y que Mithandril está aquí también y... un instante antes de todo eso te miras las manos, marrones y rojas, del color del dolor y la pérdida, ajadas, heladas por la intensa noche, casi sin poder doblar los dedos pero casi pudiendo...

Y eso es perfecto. Un momento suspendido en el tiempo, nunca volverá a haber otro igual, posible y cierto. Como una pintura, en él encierra todo lo que eres, todo lo que sientes, todo lo que ha ocurrido y todo lo que ocurrirá. Un acertijo que desvela su significado a medida que lo vas leyendo.

Momentos perfectos.

Un rey se levanta de la cama de la persona a la que ama para ir a casarse con alguien que no es la persona a la que ama. Eso es un momento perfecto. ¿O no?

Momentos perfectos.

Alzas tu mano sobre tus ojos para protegerte de los rayos del sol. Hace un día claro, el día más dorado que has visto en tu vida, la luz se desliza sobre el follaje como si fuera miel, con esa suavidad, tiñéndolo todo de ámbar. Naranja y sereno como en un sueño. En el aire no flotan canciones sino el infantil rumor de una dulce cascada. Desearías sacar tiempo para poder dormirte acunado por ese sonido.

Cierras un momento los ojos, el sol te obliga a cerrarlos, y luego miras el final de las escaleras, arriba y tomas aire. Huele dulce, huele a hojas verdes caída y pisoteadas. Al mirar te das cuenta de que el hecho de estar aquí ha cambiado tu vida. Te dejas llevar, sabes que aquí está el antes y el después. Aquí está todo, bajo este amable sol, entre estos esbeltos árboles.

La belleza de Rivendel no te impresiona tanto como habías calculado. Te reconforta, como la voz de un viejo amigo. Bien podrías desperdiciar el resto de tu eternidad vagando por sus rincones. Pero tienes la seguridad de que ese no es tu destino.

No sabes exactamente cuál es tu destino pero sientes cierta excitación en la boca de tu estómago, y el pulso se te acelera al pensar en ello. No entiendes cómo pero sabes que algo te está esperando. Algo más grande que está hierba suave bajo tus pies, que este sol, que la mano que protege tus ojos.

Una nueva vida comienza. La tuya.

De haberlo sabido... ¿Hubieras dado un paso atrás? ¿Te lo hubieras pensado? De haber podido imaginar el dolor, la esperanza, la impotencia, de haber sabido que todas esas cosas podían existir a un mismo tiempo... ¿Cuál habría sido tu decisión?

Momentos perfectos.

Un rey se acerca al hueco de un vano, que le encuadra perfectamente, la piel sobre la piedra. Ya no está dormido. Tú tampoco.

La mañana es gris como si adivinara el temor de los corazones y mientras bajo sus pies todos celebran y se regocijan, y se cantan canciones mientras la bebida corre, el hombre mira al Oeste y no ve más que una sombra que se cierne sobre él.

Momentos como este.

Y como aquel en el que dos desconocidos por un instante se miraron y se comprendieron.

Una vez todos tus miedos se hicieron realidad.

Te preguntabas como podías seguir respirando cuando...

No, ni siquiera te atrevías a terminar la frase. No sospechabas que alguien, en su corazón, cargaba con un peso semejante. Se acabó, ya no más, te decías. A partir de entonces moriremos o viviremos, venceremos o saldremos derrotados pero en el fondo nada importará. Y no solo tú le dabas vueltas a estas palabras.

Pero lo comprendiste.

En el rincón más oscura, entre la piedra del abismo más oscuro, en la hora más oscura para ambos, lo supiste.

Atareado en cualquier tarea inocua que te alejase de ti mismo no pusiste atención al camino y chocaste con otro cuerpo.

- Perdón.

Eso fue todo lo que oiste, y la voz de la dama Eowyn sonaba tan débil y quebradiza que aún te preguntas cómo pudo tu oído élfico discernir sus palabras.

Te volviste y vuestras miradas se cruzaron.

Entonces lo viste.

Como el primer rayo de sol que desenmaraña todo aquello que la sombra de la noche había convertido en un misterio. Todo se hace evidente, algo que sabías desde tiempos inmemoriables, algo tan claro que nadie se había parado a decirlo en voz alta.

En sus ojos, cansados de llorar por aquel que no va a volver, te reconociste con hiriente exactitud.

Este eres tú, te decían.

No podías sentir lástima por la Dama de Rohan, porque eso significaría compadecerte a ti mismo. Solo podías sentir lástima por todas aquellas cosas que ella nunca conocería.

La piel.

Los besos.

Una sonrisa cuyo significado estaba vedado a todo el mundo salvo a vosotros.

La llamada de una voz querida, cuando ya todo el mundo dormía.

Ella lo sabía. Lo vio en tus ojos. Su cabello es dorado como el tuyo. Su piel es pálida, como la tuya. Y su corazón está roto exactamente por el mismo sitio que el tuyo.

Por un momento único, precioso solo os tuvisteis el uno al otro. Ella tuvo tu compasión y te dio su comprensión. Por fin alguien conocía tu secreto. Por un instante que duró demasiado poco estabais solos en el mundo.

Pero hay días en que cada gesto parece nacido para ser recordado, cada segundo para iluminar el resto de la vida, cada visión la única merecedora de ser recordada.

Hoy es uno de esos días. Al menos para ti.

Un rey se viste con lentitud, demorando el momento, aplazando todo hasta que crea poder soportarlo.

- Hoy tenemos que aprender a hacerlo todo por última vez.

Por última vez, eso es lo que dice, y su voz nunca ha sonado tan segura. Nunca ha estado tan convencido de la decisión que ha de tomar.

De la decisión que ya ha tomado.

De las palabras que te alejan de aquí.

Sigue junto a la ventana, mirando al vacío, estudiando el día. El último día. Pero también el primero. Si no estuviese apenado estaría ansioso. No lo había planeado así.

Te acercas a él, pero crees que ya solo te quedan palabras amargas. Palabras que pueden romper todos los recuerdos, los preciosos momentos que han venido antes, la calidez, la duda, la necesidad.

- Si, - contestas con más tranquilidad de la que te creías capaz - todo por última vez. Nos abrazaremos por última vez.

Pero no te mueves, no te acercas más.

- Nos besaremos por última vez.

Pero él no se vuelve para mirarte.

- Nos miraremos, como siempre lo hacemos pero ya nunca más, por última vez.

Ves como su mano cuelga y deseas cogerla, entrelazar vuestros dedos, como tantas veces, y reconfortarle.

Te das cuenta de que esto es el final.

No quieres pensar en ello pero te das cuenta de que anoche fue la última vez que él reposó seguro entre tus brazos. La última vez que le oías hablar en sueños, la última vez que encontrabas refugio en el hueco de su cadera y que si el frío te sorprendía te tapabas con sus brazos.

Había llegado el momento de abandonar vuestro idioma secreto.

Era el final del viaje, y tu no podías hacer nada por evitarlo.

- Aragorn...

Vacila antes de volverse hacia ti. Parece cansado y viejo. Ahora tienes toda su atención, tienes sus ojos y darías cualquier cosa por que no te mirase de esa manera.

Por un segundo ves lo erróneo de todo esto, lo estúpido que resulta visto por ojos que no sean los vuestros. Un mortal. Un elfo. Pero no se compondrán canciones sobre vosotros. Quizá sea mejor así, no crees que nadie pueda comprenderlo con exactitud.

Ningún verso os haría justicia.

- Esto es el final. ¿Verdad?

Tienes miedo de que te diga que sí.

Tienes miedo de que te diga que no.

En el fondo sabes que estarías mejor si nunca hubieses puesto un pie lejos del Bosque Negro, si nunca hubieras conocido a este rey, si hubieras pasado la eternidad sin saberte capaz de albergar sentimientos tan impropios de los de tu especie.

En el fondo te das cuenta de que esto te viene grande y estás asustado como un niño pequeño, al borde de las lágrimas, conteniéndolas solo por orgullo.

- Sí, es el final. - La respuesta no tenía nada de dubitativo - Pero también es un principio. O mejor dicho, el principio tal y como debería de haber sido. Esto, - gesticuló, cortando con las manos el aire entre vosotros - nunca debería haber sido.

El aire trae canciones de boda, dulces estrofas que celebran la belleza de la hija de Elrond. Tú decides mirar al horizonte, como antes él, desde la altura, desde la distancia, desde la reluciente altura de Gondor, que mira al resto del mundo de nuevo con rostro sonriente.

Ya no te preguntas... ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué voy a hacer ahora?

Una extraña calma te invade pero, en fin, tú siempre fuiste un ser extraño, y siempre supiste que estabas destinado a vivir cosas más extraordinarias y más insólitas que aquellos que estaban a tu alrededor.

Es curioso, al final del viaje estás triste pero aliviado.

El amor muere o los amantes mueren, los hombres han muerto de vez en cuando, pero no de amor.

Estás tan ocupado examinando tu propio estado que casi no te escuchas cuando Aragorn comienza a hablar de nuevo.

- Yo nunca quise que esto sucediese. Y nunca debió pasar. Daría todo lo que tengo por poder arrepentirme pero...

Te mira con una extraña emoción en los ojos.

Escuchas pasos en las escaleras que conducen hasta aquí.

- Pero sé nunca podré arrepentirme de esto.

Alguien golpea la puerta, señalando la hora para que un rey baje las escaleras, se aleje de su amado para desposar a quien no es su amado.

Pero es tarde y ambos habéis borrado la distancia que separaba vuestros cuerpos y tu boca ya es su boca y su mano está en tu cabello, te sujeta como si temiese que le rechazases.

Vuestras siluetas enmarcan el hueco de la ventana y cualquiera que mirase a lo alto os podría ver.

La puerta no está atrancada y cualquiera que entrase os podría ver.

Pero no importa, porque mientras besas por última vez en tu vida al hombre que amas sabes que este es un momento perfecto, solo un instante perdido en el océano de la historia.

Os aferráis el uno al otro porque sabéis que no importa cuanto dure el beso, será demasiado breve. Los últimos besos suelen serlo.

En un momento lo recuerdas todo, y en un momento dices adiós.

Adiós a su piel, a su voz, a sus ojos, adiós a sus labios, a sus manos que una vez se agarraron a las tuyas para no tropezar en la oscura noche.

Entonces te mira por última vez porque hay que aprender a hacerlo todo por última vez y acaricia tu mejilla con las yemas de los dedos, como queriendo grabarlo todo a fuego, recordar cada curva, cada cabello, para no olvidar que una vez fuiste suyo.

Él puede olvidar.

Tú no. Después de todo, tienes todos los días del mundo para recordarle.

En el final del camino os habéis dado el regalo de iluminarlo todo, de darle luz al resto del viaje. Un día volverás la vista atrás y contemplaras este momento perfecto, un segundo antes de que vuestros cuerpos se separen definitivamente, un instante atrapado en resina, enmarcado en el tiempo, fuera de él.

Como una canción en una lengua secreta que nunca se canta en los días de boda.