Notra de la autora: Frozen y todos sus personajes son propiedad de Walt Disney Pictures, todos los derechos reservados.


Anna se despertó a mitad de la noche de forma súbita, el espacio vacío a su lado en la cama le recordó la ausencia de su esposo. Hacía tres días que Kristoff se había marchado a la montaña para trabajar en el hielo y posiblemente faltarían otros dos o tres más para su regreso. La tormenta que rugía afuera había sacado de su sueño a la princesa generándole una ansiedad ya conocida que al parecer le había transmitido también a la criatura que llevaba en su vientre.

—Sshh, sshh, todo estará bien, es solo una tormenta de verano —susurró mientras acariciaba su vientre de ocho meses de embarazo e intentaba no solo tranquilizar al bebé sino convencerse a sí misma.

Un relámpago iluminó el cuarto entero seguido por el estruendo del trueno que retumbó en todo el castillo. Anna se sobresaltó y sin pensarlo dos veces se levantó de la cama, lo cual le resultó un poco más dificultoso de lo que hubiese querido, y salió de su cuarto tratando de dejar allí encerrada a la tormenta dichosa.

El corredor donde se encontraban los demás aposentos resplandeció por otro relámpago y desde uno de los ventanales se pudo divisar un rayo que seguramente impactó en el bosque. La princesa llegó de manera instintiva a la puerta de la habitación de la reina. Con la mano izquierda sostenía su pesada panza mientras que con la derecha se disponía a golpear no sin antes dudar por un breve instante. Movió su cabeza tratando de espantar las dudas y finalmente golpeó.

—Elsa, ¿estás despierta?

En lo que le pareció una eternidad y cuando ya estaba a punto de volverse a su habitación, pudo escuchar la voz de su hermana que la invitaba a pasar.

La reina se encontraba incorporada en su cama sin rastro alguno de cansancio, tan espléndida como siempre, algo que en más de una ocasión lograba desconcertar a Anna. Parecía como si Elsa siempre fuese capaz de guardar la compostura, como si su control sobre el frío y el hielo de alguna manera también la mantuviera siempre fresca en sus expresiones. Al fin y al cabo ya se había hecho carne en la reina esconder sus emociones después de años de encierro, pero esconder no siempre significaba controlar.

— ¿Te asustó la tormenta? –preguntó Elsa con una sonrisa dibujada en sus labios mientras que con una palmadita en la cama invitaba a su hermana a recostarse.

—Eh… ¡no! ¡Cómo crees eso! Vine a ver si te encontrabas bien…quizás los truenos no te dejaban dormir…

—Anna…— La reina la miró de reojo con incredulidad.

—¡Oh, está bien! ¡Tú ganas! La tormenta me despertó y no puedo pegar un ojo…el bebé no deja de moverse y estoy preocupada por Kriss.—La joven pelirroja se subió a la cama y arrastrándose con algo de esfuerzo logró acomodarse al lado de su hermana.

–Elsa, ¿no puedes hacer algo para detener el temporal?

—Anna…no controlo el clima, solo el frío. Es una tormenta de verano, ya verás que mañana habrá cesado.

—Aún no sé porque tenemos que depender de la cosecha de hielo si con tus poderes podrías proveer de hielo a todos cuando sea necesario…

— ¿Y dejar sin fuente de ingresos a gran parte de mi reino? No sería una buena reina si hiciera eso. Puedo ayudar a mi pueblo de otras maneras con mi poder, pero no puedo permitir que dependan de él para vivir.

Elsa se quedó en silencio por un momento, se acurrucó al costado de Anna y le tomó la mano con firmeza para animarla. Su hermana le devolvió una sonrisa cálida mientras que con su mano libre acariciaba su vientre tratando de calmar al bebé que parecía más inquieto de lo normal.

—Parece que vas a explotar. —comentó la reina en un tono divertido mientras observaba con fascinación a su hermana.

— ¿Quieres sentirlo? – Le propuso Anna llevándole la mano hacia su vientre.

— ¿Estás segura…? –inquirió Elsa con temor. No sería la primera vez que lo haría pero siempre sentía ese dejo de miedo, de que algo pudiera salirse de control. ¿Y si su desmedida emoción dañaba al bebé? Haber lastimado a Anna en dos ocasiones había mancillado su confianza y si bien ya se había liberado de la mayoría de sus miedos, había cosas que seguían siendo muy fuertes.

—Deja que me ponga los guantes…

— ¡No seas tonta! ¡Ya lo has hecho antes! —Y sin más preámbulos Anna colocó la mano de Elsa sobre su vientre en el preciso momento que el bebé soltaba una patadita.

La reina no pudo ocultar su asombro y por un instante sus facciones volvieron a ser las de una niña pequeña que no puede disimular su alegría. Soltó una risita que era una mezcla de nerviosismo y felicidad y que debidamente ocultó detrás de su mano como siempre solía hacer. Para su tranquilidad el tacto se mantenía cálido y con algo de timidez fue acercando su rostro hacia el vientre de Anna para poder escuchar los movimientos de su futuro sobrino.

— ¿Sabes? Cuando estabas por nacer solía quedarme dormida sobre el vientre de mamá y ella decía que de esa manera tú te calmabas. —Elsa cerró los ojos con una expresión tranquila y feliz en su rostro, entregándose a ese lapsus de paz y Anna un tanto sorprendida por el gesto de su hermana comenzó a acariciarle el pelo afectuosamente.

— ¿Y de verdad te acuerdas de eso?

—No mucho, pero recuerdo que mamá me lo contaba. En ese entonces mis poderes no eran tan fuertes y si me sentía segura y tranquila no había chances de que se descontrolaran.

—Los extraño muchísimo…a mamá y a papá…

—Yo también y los necesito, hay veces que no sé si realmente puedo con todo…

—No sé si voy a poder ser una buena madre, no tengo idea de cómo manejar un bebé… ¡Elsa, estoy aterrada!

La joven reina se incorporó y mirando con ternura a la princesa le acarició el rostro.

—Serás una madre excelente y este bebé será el ser más afortunado por tenerte. —Elsa confiaba plenamente en su hermana, sabía que su naturaleza dulce, alegre y optimista le permitía sortear cualquier obstáculo, y la maternidad no representaría uno. Además, Anna no se encontraba sola, contaba con un esposo que la amaba y también con ella que a pesar de sus obligaciones como soberana, su hermana siempre era una de sus mayores prioridades. Aproximándose a Anna le depositó un beso en la frente y volvió a recostarse a su lado.

—Tú también serías una excelente madre —acotó la pelirroja mirando de soslayo a su hermana. Elsa no pudo ocultar su sorpresa por breve que fue y recuperando la compostura soltó un suspiro.

—Tengo cuestiones más urgentes de las cuales ocuparme Anna, como gobernar un reino…

—Pero algún día tendrás que pensar en un heredero…

—Arendelle ya lo tiene.

Anna miró con extrañeza a la reina sin comprenderlo bien, no podría estar refiriéndose a ella, su rol era ser princesa no reina, nadie la había preparado para eso como tampoco nadie la había preparado para ser madre…

—Tú, tontita. En mi ausencia el reino queda en tus manos y hasta ahora, las veces que he tenido que viajar por cuestiones diplomáticas no lo has hecho nada mal. Y si tanto te preocupa el futuro, apuesto que tu bebé será el candidato ideal para heredar el trono cuando llegue el momento. No necesito ser madre, ser tía es suficiente para mí. —A pesar que las palabras de Elsa sonaban contundentes, Anna notó un tinte de resignación en lo último y sabía que detrás de esa determinación se escondía un deseo oculto que su hermana intentaba reprimir. Por un momento creyó adivinar la razón y no pudo evitar sentirse mal, quizás eran los cambios de humor por el embarazo pero fuera cual fuera la razón se sintió invadida por una tristeza repentina que no pudo disimular.

—Anna…parte de ser una soberana es anteponer el bienestar de los demás por sobre el mío y para poder cumplir con mi responsabilidad hay cosas que tendré que sacrificar. La maternidad es una de ellas…sería muy egoísta de mi parte concebir un niño que heredara mis poderes…

— ¡Elsa, no digas eso! ¿Y qué hay si el bebé nace totalmente nor…—Anna se detuvo antes de completar la palabra, se dio cuenta que lo que estaba a punto de decir sería un insulto para su hermana.

—Normal…Dilo, ya estoy acostumbrada a escuchar esa palabra.

—No, no, no. Sé que sonó horrible pero no fue mi intención lastimarte. ¿Y qué si tu hijo nace con poderes? Tendrá una madre que le ayudará a controlarlos, y un pueblo que lo aceptará con amor.

—Todo lo que yo no tuve…

—Lo tienes ahora.

Elsa no respondió nada, un nudo se le formó en la garganta y se alejó de Anna por miedo a que el súbito remolino de sentimientos se manifestara de manera gélida. Cuando sintió que se calmaba volvió a recostarse junto a su hermana y le rodeó el brazo como si buscase apoyo y refugio. No le era un tema fácil de enfrentar, principalmente porque le remitía a su propia experiencia durante la infancia y todas las carencias a las que se vio sometida a causa de su poder. Sabía que sus padres habían hecho lo mejor que habían podido con lo que tenían a su alcance; también sabía por su experiencia actual que estar al frente de un reino no era una tarea sencilla y si a eso se le sumaba que la primogénita podía ser juzgada como un monstruo o una bruja por el resto del mundo, la situación empeoraba exponencialmente. Durante sus años de encierro, Elsa se había preguntado por qué a pesar de todos los problemas que causaban la existencia de sus poderes, sus padres la habían educado como la heredera al trono, si para efectos podrían haberla dejado encerrada y haber preparado a Anna para esa tarea. Sin embargo, eso le demostraba que los reyes a pesar de todo tenían esperanzas y confiaban en que ella podría controlar su situación y ser la persona adecuada para cumplir la función de soberana. Y ahora que sus padres ya no estaban, era su hermana quien seguía manteniendo viva esa esperanza en ella aun cuando ella misma sentía que no podía más. Ser madre no era una decisión que podía tomar de un día para el otro porque para eso obviamente necesitaba primero pensar en el matrimonio, y esa era otra cuestión complicada. Desde que había sido coronada reina no habían faltado los candidatos que se habían acercado a Arendelle con esa intención, pero ninguno había captado su atención, sin mencionar aquellos que se aproximaban con intenciones ocultas y no muy santas como ya le había ocurrido en aquel entonces a Anna con el príncipe Hans.

— ¿Elsa…sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, cierto? —Anna rompió el silencio sintiéndose un poco culpable de haber incomodado a su hermana.

—Lo sé, no te preocupes. Es que…necesito tiempo para poder acostumbrarme a todo esto y a veces me siento muy abrumada y ya sabemos que eso no es bueno para mí ni para nadie. No deberías sentirte mal o terminarás enojando al bebé.

Anna se rio, y al parecer con toda la conversación ya se había olvidado de la tormenta.

— ¿Qué te parece si dormimos? Mañana me espera una aburrida jornada firmando papeles y tú necesitas descansar por dos. —acotó la reina mientras le depositaba un piquito en la frente.

—Pero antes déjame que pase al baño, no querrás que moje tus sábanas reales por haberme aguantado. —bromeó Anna sacándole la lengua. La joven comenzó a hacer la maniobra para poder levantarse de la cama, a lo que su hermana la asistió al ver cuán difícil se le hacía.

—Creo que para lo que queda del embarazo necesitaré a la guardia real para que me ayude a salir de la cama.

Elsa no pudo contener la risa ante la ocurrencia de su hermana y la aguardó en la cama recostada. Durante todos esos meses desde que Anna había anunciado su embarazo, Elsa había tenido una cierta ansiedad. No se trataba de algo negativo, no era ese tipo de ansiedad, pero la idea de su hermana siendo madre, ver como la familia crecía y el prospecto de que la vida de una criatura dependiera de ellas la colmaba de anticipación. Una anticipación que la llenaba de gozo, porque después de tantos de años de soledad sin tener prácticamente trato con nadie, sentía que finalmente y como nunca podía ser feliz siendo ella misma al tiempo que su entorno la aceptaba con amor.

— ¡ELSAAAAAA! —El grito de Anna desde el baño que se encontraba contiguo a la recámara real sacudió a la reina de sus pensamientos. Se apresuró a levantarse y mientras se encontraba en camino el grito de su hermana volvió a estremecerla.

— ¡OH NO, NO, NO AHORA! ¡ELSAAAAAA!

La reina llegó al baño y ni bien abrió la puerta se encontró con su hermana parada sobre un charco acuoso con las piernas abiertas, sosteniéndose el vientre como si intentase contener de esta manera a la criatura que llevaba dentro. Había roto bolsa, el bebé estaba por nacer.

Continuará