Lo prometido es deuda, y luego de años ... por fin puedo ver publicado un cruce de FanFic (?) Que le gustó a todas las fans del GéminisxAthena, Saspos, Sagaori, y bueno, como la fiel shiper que soy de este hermoso fandom no puede quedarme de brazos cruzados. Ha pasado mucho tiempo, lo sé, y ¿De qué estás hablando? Pues de: ¿Eres tu destino?

¿La lectura es necesaria ?: Sí, pero en específico solo del capitulo 4.

¿Por qué esto no va en la sección de cruce ?: Porque aun así estoy usando la temática del Destino, no requiero de sus personajes, porque todos los que usan en el largo del fic son de la franquicia de Saint Seiya.

¿Habrá otras parejas? Probablemente ... esperen no sean ansiosos.

¿Por cuánto tiempo y qué?

Dato importante: Los físicos de los protagonistas (Saber / Saga y Saori) son los de Legend of Sanctuary

También estoy haciendo algunas ediciones de imágenes y collages para la historia que voy a publicar en Tumblr.

Para el prólogo, es muy agradable como tema de Cosmos in the Lostbelt de Fate / Grand Order, que me inspiré mucho en el.

Y pues nada, bienvenidos sean todos a esta nueva aventura.

Abaddon Dewitt.


Los caminos de la guerra.

Prologo.

Cuando Atenea nació de su padre, su canto de guerra fue tal que hizo cimbrar hasta las entrañas de Gea, de la cabeza de Zeus salió armada de pies a cabeza con la victoria coronando su cabeza, y entonces él supo que los cielos tenían un nuevo campeón.

La muerte lo tomó entre sus garras, los dioses también sangran.

Ares no comprendía el amor que Atenea profesó por los hombres, criaturas arrogantes y vanas, vidas que en un parpadeo se marchitaban, pronto se volvían alimento para los gusanos y sus decrepitas almas tocaban a las puertas de Hades, tan indignos y despreciables como eran, jamás merecieron el amor de los dioses, pero ahí estaban, incluso el arrogante Apolo cayó en los encantos de tan efímeras criaturas, y su padre, tan promiscuo, de su semilla hizo nacer semi dioses y héroes protegidos bajo el manto de su hermana menor, la preferida del rey.

Maquinó, conspiró y armó con su propia mano una guerra entre ellos por la envidia espesa que goteaba en su corazón, arrancándolo de todo raciocinio y llenándolo de venganza, fue un trago amargo, un acto de desesperación para llamar la atención de su padre, con los susurros mezquinos de Hera detrás de su cabeza, moviendo los hilos de la discordia, porque el hijo debía matar al padre, una rueda interminable de sangre y venganza que debía ser saciada. Si Hera no hubiera sido tan vengativa, se habría dado cuenta que no era Ares a quien debía guiar por el camino de la perdición y el rencor.

La muerte le supo a ceniza, mientras sus ojos nublados aun en la furia divisaron las manos pálidas de la hija prodiga envolviendo su cuerpo, Atenea lloraba icor por él, por el hermano caído, por el hermano amado, un comportamiento pueril y arrogante de la deidad que detrás de esa fachada recta, escondía la más hipócrita máscara, porque ella era igual a él, porque los dioses son crueles, descorazonados y brutales cuando no se cumplen sus caprichos.

Bien dicen que ojo por ojo, Ares volvería con la venganza y la furia hecha fuego y sangre, con el disfraz perfecto de lo que repudiaba, buscando a la hermana necia que tomó las ropas de un mortal, una chiquilla arrogante que déspota caminaba entre los hombres, esa que se hizo llamar patrona de los héroes, y que ahora lo enfrentaba con la misma pasión encarnizada en cada brutal asalto de su espada.

―¡Ríndete a mi Atenea! ―bramó.

A palabras necias, sordos fueron los oídos de su hermana. Se levantó una y otra vez con la determinación salvaje de vivir, aun cuando de su carne brotaba la sangre espesa que se diluía en la lluvia violenta que los empapaba, las lagrimas de la madre observaron la carnicería entre hermanos.

Juró verla de rodillas, suplicante y humillada, pero cada golpe dado, cada corte profundo en su piel mortal, era una estocada en el corazón de Ares, porque con errores o sin ellos amaba a quién fue su carne y sangre, a quien él admiró por sus formas gráciles, la sonrisa franca.

Y el filo de su espada atravesó el corazón de Atenea…

Vuelve a mi…

Vuelve a mi…

Vuelve a mi y dime que me amas…

Atenas ardía, el humo le picaba los ojos y las lagrimas se mezclaron con la lluvia, abrazó el cuerpo inerte de Atenea como un amante, esa noche lloró más que ninguna otra noche, y esa misma noche juró a los cielos que volvería a ella. Porque el amor es una guerra, una guerra que no se puede ganar.


17 de Mayo del 2018 Atenas Grecia.


En un altar de piedra ceniza había dibujado el perfecto circulo de invocación, runas, sal y sangre de dos palomas unían los símbolos mágicos para el llamado del héroe prometido, al centro había depositado una roída caja de madera maciza, el reloj marcaba la 1:55 de la mañana, cuando el velo entre el mundo material y la magia se mezclaba en un delgado hilo. Había entrenado toda su vida para ese momento, y atravesó casi la mitad del planeta para ese momento, no había cabida para los fallos, en ella recaía el honor de su familia.

―Ya casi es hora Saori.

Un joven alto y delgado de piel morena llamó a la muchacha, Saori era el nombre de la maga, heredera del linaje Kido, una familia de magos tan antigua como noble y poderosa, que ejercían control sobre la torre del reloj en Londres, y una invitada para la nueva guerra que se avecinaba. Siete siervos y siete maestros, un solo deseo y un solo ganador, la determinación se reflejaba en ella, tan tenaz como lo era hermosa.

―Recuerda Seiya, pase lo que pase no vas a detener el ritual ¿Quedó claro? ―su voz aterciopelada embobó a su acompañante que asintió sin protestar.

El corazón de Saori latió entusiasmado. Con la una y cincuenta y nueve en el reloj, fue el momento de comenzar el ritual.

Su concentración de mana se hizo presente en un tenue viento bajo sus pies, agitando su cabello, las tres potestades de su mano titilaron en un escarlata profundo; lento y amable como una canción de cuna recitó en un susurró que de a poco se hacía más fuerte, mientras la concentración de la magia levantó el polvo y el aullido del viento agitó los arboles circundantes.

La plata y el hierro como la base, ―dijo con firmeza―, piedras y el archiduque como piedra angular. Rellena, rellena, rellena, rellena, rellena, repítelo cinco veces y cada vez que lo repitas destrúyelo. Presta atención a mis palabras, mi voluntad creará tu cuerpo, y vuestra espada mi destino.

La luna fue cubierta por las gruesas nubes del cielo y la única luz que hubo fue la de la lampara que el joven sostenía y el brillo eléctrico del campo energético que se hizo presente en el suelo, siguiendo la forma del circulo de invocación, una tensión espesa anticipó a Saori, que se vio obligada a imprimir más de su voluntad, no se rendiría, no caería ante nada ni nadie, armándose con la fuerte encomienda de cumplir a su deber, y de llamar a aquel que le trajera la victoria.

¡Escucha la llamada, si aceptas mi voluntad y razón! ―del suelo comenzó a materializarse y Saori sonrió con anticipación, casi lo lograba―, ¡Por la presente yo juro… seré todo lo bueno en éste mundo, que alejaré todo mal! ¡Tú que estás envuelto por las tres grandes palabras del poder, ven y acudid a éste circulo de inhibición! ―el alma y la fuerza se le escapaban del cuerpo como un torrente, y no caería de rodillas, jamás―, ¡Haz caso a mi llamado, guardián del equilibrio!

De la tierra salió un brillante rayo azul, y el cuerpo noble de una entidad se hizo presente, encarnando las proezas del héroe llamado, lo había hecho, Saori quería expresarse en ese momento ambivalente, mas se mantuvo estoica mientras alzaba su dorso con los tres sellos de comando dibujados, mostrándose con entereza a aquel que sería su compañero.

Tan hermoso era con su armadura bicolor, un marino profundo casi negro y el dorado esmaltado con marfil, cuando abrió los ojos mostró el brillo dispar, uno azul como estrella polar y el otro de un oro liquido cual sol del mediodía, sobre sus hombros colgaba una capa prístina que ondeaba con los remanentes de energía mágica que quedaron, pudo sentir la conexión entre ambos, siervo y maestro.

―Siervo de la clase Saber, respondo a su llamado y hago la pregunta ¿es usted mi maestro?

La voz profunda del caballero caló en Saori, la joven maga asintió antes de responder, el mana contenido en el cuerpo del sirviente era palpitante y fuerte, lo había conseguido, Saori Kido había llamado a la más fuerte de las clases.

―Lo soy, ―estaba orgullosa.

Saber sonrió complacido, su maestra aun que menuda y pequeña despedía confianza, fue entonces que él se quedó mudo al verla a detalle, sus ojos verdes y serenos le trajeron el recuerdo agridulce de Atenea. Saber sacudió la cabeza discretamente y dio el primer paso fuera del circulo donde había sido convocado.

―Esperare a tu primer orden, maestra…

Siete son los maestros y siete son los siervos. Saber, Lancer, Archer, Caster, Assassin, Rider y Berserker; la guerra daría comienzo cuando la última llamada se hiciera presente en el mundo y entonces Saori lo sabía, apostaría todo.