En mi anterior fanfic, traté lo mas que pude de respetar las personalidades de los personajes de Card Captor Sakura, en esta ocasión también lo intentaré, pero al ser un universo totalmente distinto al de CCS, me tomaré la libertad de jugar un poco con dichos personajes, no quiero decir que se encontrarán con un Shaoran escuchando reggaetón (que por cierto no es posible dado el escenario de la historia, además detesto el reggaetón), pero del mismo modo no esperen encontrarse con unas personalidades totalmente fieles a lo que vimos en el anime.
Espero que este primer capítulo sea de su agrado. Los dejo con la historia…
Pero antes: Los personajes no son míos pertenecen al grupo CLAMP, yo solo soy dueña de la historia, la cual fue creada sin fines de lucro, por mi propio entretenimiento y si se puede, el de ustedes.
.
Juego de Máscaras
.
No se puede poseer mayor gobierno, ni menor, que el de uno mismo
-Leonardo Da Vinci-
.
1. De reyes y príncipes
Ya llevaban mas de tres horas buscando y no lo encontraban por ninguna parte, además que el palacio era bastante grande por lo que no era nada fácil encontrar a una persona con facilidad y menos si esa persona se trataba precisamente del príncipe. Guardias, servidumbre, servicio de aseo, cocineros, incluso el propio Consejero Real se habían tomado la tarea de dejar sus actuales ocupaciones y encontrar al susodicho príncipe, dondequiera que se haya metido esta vez.
-El rey se enfadará cuando sepa que su hermano se ha ido de nuevo -decía un guardia a su compañero mientras caminaban por los pasillos del palacio, aún con la esperanza de encontrarse con su joven príncipe doblando alguna esquina.
-Bueno, tal vez ya lo han encontrado...
El guardia dejó escapar una disimulada risa de sarcasmo.
-¿Hablamos del mismo príncipe? -y con un tono de voz mas serio agregó-: hablando sinceramente, este chico va a terminar matando a su Majestad de un disgusto, porque ya conoces el carácter del rey.
-El príncipe es joven, ya se le pasará.
-Esperemos que así sea, porque hasta que el rey no se case y tenga un heredero, adivina quien es el próximo al trono. -Dio un suspiro de resignación–. No es que le tenga mala fe al chico, al fin y al cabo es nuestro príncipe y sabes bien que ante todo soy leal a la corona, pero los escapes que acostumbra son cada vez mas frecuentes. Y solo Dios sabe a dónde va.
-En eso tienes razón -convino su compañero- hay ocasiones en las que no solo dura días sino que hasta semanas enteras sin aparecer siquiera –miró a los alrededores verificando que nadie se apareciera y bajando la voz continuó-: hace poco conversé con una de las domésticas y me dijo que ella había atendido al príncipe la última vez que se ausentó, dice que venía con ropas de la plebe y que tenía aspecto de haber recibido unos buenos golpes.
-¿Algo grave?
Negó con la cabeza.
-Solo eran unas cuantas mallugaduras y cortes, además por lo que me contó, parecía que ya había recibido atención –rió por debajo- creo que siento lástima por el pobre infeliz con el que peleó, ya conoces la fama del príncipe.
El otro asintió convencido, desde muy pequeño, el joven príncipe tuvo los mejores maestros en todo tipo de armas y artes.
-Será mejor que empecemos a buscar fuera del palacio. Hay un campamento de gitanos situado aquí cerca, tal vez esté ahí.
Dieron media vuelta para avisar que era más que inútil seguir buscando dentro de los terrenos del palacio y ofrecerse para salir a buscar al joven cuando se llevaron una gran sorpresa al ver que un muchacho caminaba por el mismo pasillo que ellos. Por un segundo creyeron ver a alguien más con él, pero en seguida supusieron que había sido su imaginación pues ya no vieron nada que no fuera la silueta del príncipe.
Era un joven alto, de cabellos y ojos castaños y una altivez digna de su posición, lo cual lo delataba inmediatamente como a la persona que tanto habían buscado, por otra parte, si no fuera gracias a la reciente conversación que habían tenido, no lo hubieran reconocido. Pues el príncipe se encontraba vestido de una forma muy poco merecedora de su clase. Había que aceptar que no era lo mismo escuchar esos chismes de sirvientas que verlo con sus propios ojos, ya que aunque no traía puestos precisamente harapos, podría decirse que el joven había asaltado a un aldeano cualquiera y había robado todas sus ropas; definitivamente esa no era la mejor presentación que debería dar ante el rey.
-¡Su alteza! –Exclamó el primer guardia- lo hemos estado buscando.
El aludido levantó una ceja.
-Ahora no –respondió con sequedad y se dio la vuelta para alejarse.
-Pero alteza, su hermano el rey ha preguntado por usted y quiere verlo lo mas pronto posible.
El joven se detuvo y arrugó el ceño ¿para qué lo quería el rey ahora? Solo había salido por un par de horas, no era para tanto.
Tal vez ya se está haciendo viejo, exagera por todo.
-Está bien –cedió finalmente con desgana- iré enseguida.
-Si me disculpa, príncipe –volvió a insistir el guardia con el semblante indeciso- ¿no preferiría cambiar su ropaje antes de hablar con su majestad el rey?
-Dijiste que quería verme lo más pronto posible.
-Así es alteza, pero…
-Entonces iré de inmediato.
Esta vez no le dio tiempo a ninguno de los guardias de replicar, en cambio comenzó a caminar a paso rápido a través de los pasillos tomando rápidamente una buena distancia entre él y aquellos hombres quienes cruzaron miradas de resignación, al pensar que al menos no tenía ningún singo de altercado en el cuerpo.
Mientras avanzaba, el príncipe estaba consciente de que el rey se molestaría mucho al verlo vestido así, sin embargo eso era precisamente lo que quería ¿estaba actuando infantil? Probablemente sí, pero eso no le quitaba lo divertido.
De este modo llegó a la sala del trono, donde su hermano solía pasar el día ocupándose del reino y demás cosas que a él ya habían dejado de interesarle. El joven se detuvo ante las puertas custodiadas por otros dos guardias y después de esperar un par de segundos, en los cuales se borró la floja sonrisa que había tenido en el camino, habló a los guardias.
-Anuncien al rey que el príncipe Shaoran ha venido como era su deseo.
Uno de los hombres entró a la habitación y después de un momento regresó indicándole a su príncipe que el rey ya estaba listo para verlo. El joven dio un suspiro que ninguno de los presentes alcanzó a percibir y entró en la habitación con paso desganado.
-Aquí estoy hermano -dijo el príncipe al entrar al salón, mientras hacía una reverencia al hombre sentado en el trono que dominaba el lugar.
-¿A que se debe tanta elegancia? –preguntó el rey con su usual ceño, tal vez única característica que compartía con su hermano menor, y es que al contrario del joven castaño, el soberano poseía cabellos también castaños pero de una tonalidad mucho mas oscura, al igual que sus ojos oscuros contrastaban totalmente con los claros y avellana del muchacho.
-No creí que le molestaría -contestó como réplica y falsa inocencia-. Sabes que no aguanto por mucho la etiqueta -agregó después sin formalismos y cierto tono pendenciero al ver que en la sala no había nadie más que ellos dos.
-Eres todo un caso, dime pequeño hermano menor… -Shaoran arrugó el ceño al escucharlo, el rey simplemente sonrió, era muy fácil incomodar a Shaoran- ¿Qué es lo que debemos hacer contigo?
-Hablas como si fuera un criminal ¿piensas declarar sentencia en contra mía?
-Al menos esa sería una posible solución.
El príncipe juntó sus cejas aún más, si es que era posible, y se sentó cruzado de piernas en el suelo raso, al parecer quien estaba molestándose cada vez más era él y no el rey.
-Desde que papá murió has estado con esta misma actitud, ¿no crees que ya es tiempo de que madures?
Y aquí empezamos con lo mismo de siempre.
-Dime Shaoran ¿Qué te hace falta? ¿Un nuevo maestro de espadas? ¿Te gustaría salir de viaje?, tal vez a algún reino aliado, he oído que la princesa de Ailes es una joven muy hermosa.
-No me interesa ir a uno de esos reinos donde debo de pasarme todo el día ocupándome de lo que digo o hago enfrente de algún soberano idiota -negó rápidamente el joven castaño con irritación pero luego agregó-: además que no hay mujer más aburrida en el mundo que una princesa.
-¿Qué es lo que quieres entonces? ¿Una linda cabaña donde puedas pasearte con ese absurdo disfraz de plebeyo?
Shaoran sonrió al pensar que su "disfraz" no tenía nada de absurdo, fácilmente había podido pasar por alguien común y corriente, sin pasarse de vagabundo ni demasiado falso como para que alguien se diera cuenta que ese no era su vestimenta usual y es que no por nada en los últimos años había adquirido la experiencia suficiente (al fallar tantas veces en sus primeras salidas) como para saber exactamente como se vestían las personas del pueblo sin causar ninguna sospecha, por sus ropas o su manera de actuar, tal y como si fuera cualquier don nadie.
-¿Para qué querría yo una cabaña? –preguntó desde el suelo sin la intención de recibir una respuesta.
-No lo sé, qué es lo que haces cada vez que desapareces.
Shaoran volvió a sonreír, esta vez con ingenio.
-Necesitas más que un tonto juego de palabras para saberlo.
El rey suspiró con resignación, cierto era que nunca creyó poder descubrir en esta ocasión a dónde era que su hermano menor escapaba, mucho menos la localización de dicho lugar portando esas ropas tan vulgares, sin embargo lo último que se pierde es la esperanza y podría ser que en alguna ocasión se encontrara con un Shaoran distraído. Y el aprovecharía esa oportunidad.
Observó más atentamente al joven irreverente sentado frente a él y supo que por el propio bien de su hermano, tenía que tomar medidas drásticas. El príncipe no cambiaría solo porque sí. Y es que desde que su padre, el anterior rey murió, el antes serio y responsable Shaoran se había convertido en todo un caso. Lo que más lo exasperaba era que desde un principio no pudo culparlo, pues la pérdida también le había dolido de la misma manera que a su hermano menor, pero como nuevo rey de Dánove no tenía permiso para tales cambios de personalidad.
Sin embargo, de eso ya habían pasado varios años y simplemente Shaoran no había podido superar esa "etapa" o lo que sea que le pasaba y ya comenzaba a temer que nunca fuera a volver a ser aquel niño serio y algo enojón de antes, pero que también era responsable y de buenos sentimientos. Ahora solo se ocupaba de sí mismo sin que nada mas le importara y eso era lo que mas temía: que el corazón de su hermano se acostumbrara tanto a la soledad hasta que ya no se pudiera hacer nada.
-Debes tomar conciencia de tus actos Shaoran, no puedo estar detrás de ti todo el tiempo.
-No creo que lo que haga o deje de hacer repercuta directamente sobre el reino, después de todo, el rey eres tú y no yo. Además, no hago gastos millonarios como otros nobles. Despreocúpate, que no vamos a ir a la quiebra porque me ausente un día o dos.
El rey se puso repentinamente de pie, Shaoran simplemente lo siguió con la mirada, si quisiera seguir las formalidades se suponía que el también debería pararse pero no iba a darle ese gusto a su hermano, a fin de cuentas estaban únicamente ellos dos ahí dentro y desde un principio no era correcto sentarse en el suelo enfrente del rey.
-Sabes perfectamente cómo se encuentra la situación –aludió el mayor con gesto adusto, las bromas y los sermones habían terminado, ahora se avecinaba el verdadero motivo por el cual lo mandó llamar- si alguien te llega a reconocer a donde sea que vallas…
-Eso es imposible –replicó el castaño con una seguridad absoluta y el rey no supo si creerle o no.
-De todas maneras, si te atrapan hombres de Railan estás muerto.
Esta vez el príncipe desvió la mirada hacia otro lado, el rey había dicho todo aquello con ese tono grave suyo, el cual le decía que definitivamente estaba hablando en serio.
-Estoy consciente de ello –murmuró apenas.
-¿Dijiste algo? ¿Acaso dijiste que estabas consciente? –rió- porque a mí no me lo parece, Shaoran, no puedes andar por ahí con esa fase de indiferencia y desgana por el mundo. En cualquier momento el rey de Railan nos declarará la guerra, debemos estar atentos. Incluyéndote a ti.
-Guerra es una palabra demasiado grande para lo que está sucediendo -replicó el príncipe poniéndose esta vez también de pie, el ambiente se estaba caldeando cada vez mas- el mundo entro sabe que Railan es un país bárbaro que no tiene comparación con el nuestro. Los disturbios ni siquiera han pasado de la ciudad de Grillit.
-¡Eres miembro de la corona! –gritó el soberano finalmente enfadado- no puedes negarte a lo que está pasando, por Dios Shaoran abre los ojos, ¡existen otras personas además de ti! Debes comportarte conforme a la clase que perteneces. Tienes responsabilidades con esas personas, con tu pueblo.
-¡¿Mi pueblo? Yo nunca pedí nacer en…
-¡Pero así sucedió y basta! -esta vez Shaoran ni siquiera intentó replicar, sin embargo el rey pudo ver claramente la ira en la mirada del joven, irónicamente ser consciente de ese enojo lo hizo serenarse un poco, respiró profundo y volvió sentarse al trono-. Eres el príncipe y eso conlleva responsabilidades además de los beneficios. Los cuales utilizas sin reparo, nunca he escuchado una queja tuya de eso.
-Sería un idiota si lo hiciera.
-Eso no me sorprendería. A estas alturas nada de lo que hagas me sorprendería.
Shaoran no contestó, solo siguió mirándolo con el mismo enojo.
-El día de hoy, he decidido asignarte un privilegio más, querido hermano. Escolta privada las veinticuatro horas.
-¿Ahora vas a vigilarme?
-He declarado mi sentencia -señaló, evitando algún otro reproche-. Ahora vete y quítate eso de una buena vez, no quiero volver a verte con eso.
El príncipe Shaoran hizo una ridícula reverencia demasiado marcada, casi tocando sus rodillas con la frente.
-Muchas gracias, su Majestad Touya –todo lo dijo con un exagerado tono de aristócrata, claramente como una burla-. Con su permiso.
El rey Touya hizo un gesto con la mano, apurando a su hermano a que saliera de la habitación, el joven se dio la vuelta y se marchó, dejando a un rey claramente desgastado.
Inmediatamente después de salir el príncipe, uno de los guardias de la puerta se presentó ante su rey.
-Majestad –dijo el hombre con respeto y la mano derecha sobre el pecho- el Consejero pregunta si está dispuesto a tener una audiencia con él.
-Por supuesto, yo le pedí que viniera. Dile que pase.
El guardia hizo una inclinación con la cabeza antes de marcharse y se retiró a dar la respuesta al Consejero.
Momentos después un hombre considerablemente joven, no mayor de los treinta y cinco años, entró a la sala. Llevaba elegantes ropas de los colores azul y blanco, tenía cabellos grisáceos que le llegarían a los hombros de no ser por una banda negra que los sujetaba en una coleta cerca de la nuca, además de unos ojos que bien podían competir con el color de la miel.
El joven consejero avanzó hasta quedar de frente al trono real e hizo una respetuosa reverencia, la cual no se comparaba con la mofa que anteriormente había hecho el príncipe.
-He venido como me lo pidió su Majestad -dijo antes de levantarse nuevamente.
El rey por su parte se puso una vez mas de pie y haciendo un gesto de fastidio con la mano, avanzó hacia uno de los ventanales que daba a uno de los jardines.
-Ya te he dicho que no tienes por qué decirme "Su Majestad", Yukito -pidió, pero pareció casi como una orden por el gesto ceñudo que aun no abandonaba por la reciente conversación con su "adorado" hermano.
El Consejero Yukito sonrió por un momento pero luego lo siguió con semblante mas serio hasta donde estaba parado.
-Estás así por el príncipe Shaoran ¿no es así? -preguntó a pesar de saber que así era, pues él mismo había formado parte de los que buscaron al príncipe por todas partes, por lo que también fue de los primeros en escuchar el rumor de que el susodicho ya había sido encontrado. aunque claro, una vez más vestido de esa forma tan impropia en un príncipe.
El rey dio un bufido de exasperación y el consejero lo tomó como una afirmación.
-He estado pensando en lo que me dijiste la última vez Yuki -dijo el soberano– y creo que ya he tomado una decisión.
El consejero abrió los ojos como platos al escuchar a su rey con tal determinación en sus palabras ¿o era desesperación?
-¿Estás seguro de eso Touya?, lo que dije aquella ocasión solo fue una sugerencia, una idea que se me vino a la mente en ese momento, no quiere decir que con eso se solucione el problema, tal vez lo acreciente -pero como el rey no le contestaba nada, agregó-: además, a pesar de que el príncipe está en edad apropiada, me parece que aún es algo joven.
-Pero si lo comprometo con alguna mujer tal vez se tranquilice un poco -dijo llevándose una mano a la frente con un gesto de molestia- las mujeres saben como manejar a sus esposos.
-¿Es por eso que tu aún no te has casado Touya? -preguntó con un ligero tono de burla y el rey arrugó aún mas el entrecejo.
-Eso no viene al caso, estamos hablando de Shaoran.
-¿Y no has pensado que el puede alegar lo mismo que yo?
-Entonces no se qué mas hacer ¡maldición! -gritó al momento que formaba un puño con la mano y la dejaba caer sobre la cornisa del ventanal– cada vez está peor, se ausenta por días enteros y hace unos segundos se ha atrevido a mostrarse ante mi con esos inmundos harapos que usa para escabullirse.
-Bueno Touya, cuando venía hacia acá pude ver al príncipe en el camino y creo que exageras un poco.
-¿Crees que es la ropa digna de un príncipe? -preguntó enfadado.
-Claro que no, de ninguna manera -estuvo de acuerdo agitando las palmas de las manos al frente- pero tampoco parecía un pordiosero.
-Acabo de asignarle una escolta de veinticuatro horas -murmuró el rey austero- lo hice por no dejarme doblegar ante él, pero estoy seguro que puede escabullirse de ellos cuando se le dé la gana.
-Tienes razón, eso no será suficiente.
-Eres mi consejero, dime lo que debo hacer.
-Plantéale el problema -respondió hábilmente, pero el rey volvió a poner gesto de desesperación.
-Ya he hablado cientos de veces con él Yuki, y créeme que no le importa nada.
-No me has entendido -musitó– dile lo que piensas hacer. Que lo comprometerás con alguna doncella para que se tranquilice y...
-Espera -interrumpió– acabas de decirme que no es una buena idea.
-Que se lo digas no quiere decir que lo hagas en serio -dijo con un tono enigmático– dile que su comportamiento te ha llevado a esto y que solo él es el responsable de todo.
El rey permaneció en silencio por unos segundos y luego miró hacia los jardines meditando el consejo.
-Puede que también resulte contraproducente y empeore todo, como tu bien ya habías dicho -dijo el rey después de un rato.
-Todo tiene un riesgo Touya, todavía más tratándose del príncipe, en estas situaciones también se recurre un poco a la suerte.
-Lo pensaré mejor, mientras tanto espero que la escolta funcione al menos por un tiempo –refutó con cierto tono de esperanza en su voz.
-¿Crees que en realidad funcione?
-¡Demonios!, ¿por qué nunca puedo estar en paz? Si no es algún problema del mocoso es algo político.
Yukito sonrió al escuchar el viejo apodo que solía usar Touya en su hermano menor pero luego respiró hondo.
-Ya que mencionas eso Touya, hay más problemas con el reino de Railan.
x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x
Shaoran entró a sus habitaciones con aire fastidiado, siempre le pasaba eso cada vez que hablaba con el rey de su "comportamiento infantil" y esta no era la excepción. ¿Acaso su hermano no sabía hablar de otra cosa que no fueran deberes y responsabilidades?
Cómo se notaba que nunca se había divertido en serio, y para lograr eso, era necesario no tener media docena de personas como escolta vigilando lo que haces todo el tiempo. Su Majestad no sabía lo que era ser una persona común y corriente, lo que se decía "normal" y tampoco tenía idea (sonrío al pensarlo) de lo que era una verdadera pelea, donde se vale mas de la habilidad, mente fría y trampas con las que todo el mundo recurre, además de las enseñanzas de honor y justicia que enseñan los maestros.
Apenas y cerró las puertas del recibidor cuando una voz conocida (demasiado, diría él) le habló con tono jovial.
-Pensé que tardarías mas príncipe -dijo un joven de su misma edad sólo que más alto, más que Shaoran, ya que lo sobrepasaba con unos buenos diez centímetros, tenía los ojos negros como un pozo sin fondo y sus cabellos eran de un café muy oscuro. Sin embargo, lo que más definía a aquel joven era uno de sus caninos, el cual era tan largo que le daba la apariencia de poseer los verdaderos colmillos de cualquier bestia, aunque se tratara solamente de unos de ellos.
El mencionado joven se encontraba cómodamente sentado en uno de los mullidos sillones de la habitación y curiosamente también iba vestido de la misma manera que el castaño príncipe.
-¿No ibas a hablar con el rey? –preguntó con desinterés al ver que Shaoran no parecía querer decir nada.
-¿Cómo lo sabes?
-Cuando me oculté de los guardias, alcancé a escuchar lo que te decían.
El príncipe Shaoran hizo un gesto de indiferencia y se sentó en otro de los sillones.
-No se alargó mucho -respondió al fin– de todos modos ya me sé su discurso de memoria.
-Vaya, ¿y hablaste con él vestido de esa forma?
-Si -contestó como restándole importancia pero al mismo tiempo con una sonrisa.
-No creo que sea buena idea Shaoran -replicó el joven con algo de mesura– un buen día de estos y no la cuentas.
-Pues ya decidió asignar guardias para vigilarme. ¿Qué te parece Yorito?
La expresión seria en el rostro del mencionado Yorito fue suficiente respuesta para el príncipe, quien se acomodó mejor en el sofá.
-No me digas que te está dando miedo, ¿ya no piensas acompañarme en la que sigue?
Yorito Shinohara, hijo de uno de los condes más adinerados del reino y mayor influencia, sonrió con arrogancia descubriendo su singular dentadura mientras decía:
-¿Y perderme de las pocas veces que se te puede ver con algo de humildad?
Shaoran arrugó el ceño con aplomo.
-De todas formas nadie sabe que yo te acompaño -agregó el noble- o en todo caso, ni siquiera saben que alguien te acompaña.
El príncipe concedió con un asentimiento de cabeza. Nadie sabía que sus desapariciones en realidad si tenían testigo, o mejor dicho cómplice. Yorito era su mejor y único amigo en todos los sentidos, y aunque había sido por una casualidad que el joven Shinohara lo descubriera en una de sus escapadas, había demostrado lealtad al no delatarlo con su hermano. Al contrario, lo había prácticamente obligado a llevarlo consigo cada vez que se le ocurriera escapar de palacio y últimamente también se había encargado de ofrecerlo algunas veces. Como ésta ocasión por ejemplo, pues había sido precisamente Yorito quien se había enterado que había un grupo de gitanos en cuidad capital, y como era de esperarse, no tardó en proponerle al príncipe que se dieran una vuelta por los alrededores.
Y por supuesto que el príncipe Shaoran aceptó de inmediato. Se encontraron como siempre en una taberna de los barrios bajos de la cuidad, para después dirigirse al lugar donde se asentaban aquellos nómadas, donde pasaron varias horas sin darse cuenta del paso del tiempo. Afortunadamente al regresar no hubo problema para entrar en el palacio (por aquel pasadizo tan útil que el príncipe había descubierto hacía ya varios años, cuando ni siquiera era un adolescente), salvo por aquel incidente en el que casi estuvieron a punto de descubrir la presencia de su amigo aquellos guardias en el pasillo.
-Yorito –lo llamó el príncipe al recordar aquel suceso- ¿no tuviste problemas en llegar sin que nadie te viera? Al parecer todo el mundo merodeaba por los pasillos buscándome.
-Me ofendes príncipe -alegó con un falso enojo– conocemos este castillo mucho mejor que varios de los guardias. Pero volviendo a lo del rey, ¿crees que sea prudente exasperarlo tanto?
-No parece que seas la misma persona con la que llegué -dijo poniéndose de pie y caminando hasta una mesa que tenía varias frutas puestas en una charola de plata– hablándome a mí de prudencia.
-¿Qué tiene de extraño? -le respondió con una pregunta– no conozco a alguien mas prudente en este reino que tu.
El príncipe sonrió esperando que el rostro de su amigo confirmara la broma, pero pasaron varios segundos hasta que Shaoran se convenció de que Yorito hablaba en serio, pero de todos modos preguntó.
-¿Hablas en serio?
-¡Claro!, si tu hermano viera la manera en la que actúas en las calles, seguro que no se lo creía. Se necesita de mucho ingenio, pero sobre todo sensatez, para no ser descubierto en lugares como a los que vamos.
-Pues eso nunca va a pasar -respondió con rapidez– el rey solo se ocupa de sus asuntos.
-¡Ah! Pero uno de esos asuntos eres tu mí querido príncipe -dijo sonriendo al ver el rostro ceñudo de su amigo– si no es así, entonces dime por que siempre trata de "devolverte al carril" con esos sermones que dices.
-Porque no puede soportar… -dijo alzando la voz- que el príncipe de Dánove se comporte de una manera tan poco "conveniente", para sus relaciones exteriores. Hasta intentó convencerme de salir de viaje a Ailes -rió– como si no supiera que lo que quiere es un embajador para sus tratos con el rey.
-¿Ailes? ¿En serio? -exclamó Shinohara poniéndose de pie visiblemente interesado– oí que la princesa es una preciosura.
-¿Acaso todo el mundo a oído de esa tonta? -alegó ya algo irritado– no me importa si es la mismísima diosa Venus, eso no le quitará lo malcriada y mimada que debe estar la mocosa.
-Puede que tengas razón -concedió el noble pensativo y luego agregó ya con su interés anterior completamente agotado-: además que una princesa no es cualquier mujer y solo puedes llegar a una cosa con ellas amigo mío y eso es el matrimonio -e hizo una mueca de repulsión que habría hecho reír hasta a el príncipe de no ser porque sus últimas palabras lo habían hecho ponerse a pensar.
-Matrimonio -repitió en un murmullo inaudible pero luego de unos segundos sus ojos estallaron en llamas de furia que sorprendieron de sobre manera al joven Shinohara, quien no se esperaba tal arrebato.
-Oye Príncipe ¡a dónde vas! -gritó al ver que Shaoran salía de las habitaciones como alma que lleva el diablo y se quedó completamente solo en la mitad del salón. Pasados unos segundos se encogió en hombros y se acostó sobre un sofá largo con indiferencia, pues no era la primera vez que veía al príncipe enojado–. Creo que algo que dije le molestó -murmuró pasándose un brazo por los ojos, sin seña alguna de remordimiento o inquietud.
En cambio parecía algo divertido.
Shaoran por el contrario, avanzaba a zancadas por los pasillos del palacio con una furia que apenas y le cabía en el cuerpo. Parecía que el palacio se hacía mas grande cuando necesitaba llegar a algún lugar. Así que tomó un atajo hasta la sala del Trono; Yorito tenía razón, si un príncipe y una princesa eran presentados formalmente, lo mas normal que seguiría a eso sería fijar fecha para las nupcias.
Su ceño se acentuó aun mas cuando, al llegar a las puertas de la sala real, el par de guardias que custodiaban la entrada le negaron el paso tajantemente.
-¿Qué es lo que creen que hacen? -refutó con una mirada que pudo haberlos hecho retroceder de inmediato, de no ser porque ellos tenían órdenes de una escala más alta.
-No es posible que entre en estos momentos su alteza -dijo uno de los centinelas con una firmeza que sacó sabe Dios de donde.
-¿Te atreves a negarme el paso? -le dijo con tono bajo pero en el que se advertía fácilmente la amenaza- no me importa con quien esté el rey, voy a hablar con él.
Separó la vista del hombre he hizo amague de avanzar hacia las puertas, pero se encontró con un par de lanzas cerrándole el paso.
-El rey en estos instantes se encuentra en una reunión con el Oráculo, joven príncipe. Usted no puede entrar.
Shaoran se congeló de rabia al escuchar al tipo.
Si Touya estaba hablando con el Oráculo sería imposible albergar cualquier esperanza de verlo ese momento, apretó los puños y se marchó a regañadientes de nuevo a sus habitaciones. Solo que ahora ya no sabía en que pensar, si en la posible idea de que su entrometido hermano lo comprometiera con alguna tonta princesa o en el problema en que estaba metido el rey hasta el punto de requerir una audiencia con el Oráculo, pues nadie mejor que Shaoran sabía que Touya no era de los que se valían demasiado del lado esotérico para buscar alguna respuesta a sus dificultades.
De regreso a sus habitaciones se encontró de nuevo con Yorito, esta vez totalmente recostado en un sillón y que cuando oyó las puertas abrirse y volverse a cerrar, se levantó como si un rayo le hubiera pegado, pero al ver que era el príncipe relajó de nuevo los músculos.
-Dios, creí que eras alguien del servicio –suspiró aliviado y luego frunció el ceño con extrañes- ¿Por qué de regreso tan rápido? ¿Ya corrieron las amonestaciones?
Y es que con esos pocos minutos que tuvo a solas había llegado a la sin duda atinada conclusión de tan repentino enfado de parte de su príncipe.
-¿Quieres callarte por una sola vez? -pidió Shaoran algo abatido y no enfadado, cosa que si preocupó al muchacho.
-¿Estás bien? -preguntó con desconcierto- ¿No vas a gritar, destrozar la habitación entera o a intentar golpearme?
El príncipe levantó la mirada ofendido.
-Jamás he intentado golpearte.
Yorito rió.
-Ya lo se. Pero debiste ver tu cara cuando lo dije.
-Por Dios, Yorito, no estoy de humor.
-Qué fue lo te dijo el rey -inquirió ya con más seriedad.
-No hablé con él.
-No te creo -y era muy sincero al decirlo, pues si algo sabía del príncipe, es que cuando algo se le metía en la cabeza, nadie podía lograr detenerlo una vez estando completamente decidido.
-Estaba en una reunión con el Oráculo -explicó el castaño.
Shinohara dejó escapar un largo silbido.
-¿Hay problemas?
-No lo sé -respondió- maldita sea, ¿por qué se le ocurre hablar precisamente ahora con el Oráculo? Sabes bien que no puedo interrumpir una audiencia con ese fenómeno.
-No deberías juzgarlo tan tranquilamente príncipe, no creo que el rey pida ver al Oráculo solo porque sí, debe haber algo.
Shaoran no contestó, pero sabía que lo que decía Yorito era cierto. Algo importante pasaba para que Touya recurriera al Oráculo.
Arrugó el ceño y alejó eso de su mente, al fin y al cabo, ese no era su problema.
Fin del capítulo
Definitivamente es un fanfic extraño, pero no pude quitarme esta idea de la cabeza, y ya sé lo que están pensando ¿Shaoran y Touya hermanos? ¿está loca esta mujer? Pues hasta ahora todo indica que si, jeje. Una cosa importante que aclarar, en mi anterior fic, publicaba cada semana o cada dos semanas, debo disculparme anticipadamente porque esta vez estoy segura que no lo haré, las ocupaciones o falta de inspiración son las excusas mas comunes que tengo, así que espero y me tengan paciencia.
Ya por último, acepto cualquier tipo de crítica ya sea constructiva o destructiva, solo quiero saber cuál es su opinión (nadie es monedita de oro).
¿Seguirán aquí para el segundo capítulo? (de verdad espero que así sea), cuídense mucho y ¡felices lecturas!
Avances del próximo capítulo: Shaoran podrá hablar con Touya y además recibirá noticias si no es que alarmantes, si lo son intrigantes.
Próximo capítulo: Rebeldía
