Kimberley, una ciudad minera de diamantes en auge, en Northern Cape, Sud África, 1872.

Isabella:

Hans me ofrece su mano, y me balanceo bajando a la dura arena. Sonrío a modo de agradecimiento, como es usual, y él asiente con la cabeza en respuesta, habiendo establecido hace tiempo que no hablamos el mismo idioma. Él alcanza dentro del vagón cubierto lo que queda de mis pertenencias, mientras yo doy un vistazo a los alrededores.

Gente de todos los tonos parece tener poco que hacer aquí esta mañana. Niños harapientos con la piel color café oscuro, me miran abiertamente mientras van arrastrando los pies y riñendo en las amplias calles. Hombres blancos sin abrigo se quitan el sombrero ante mi, ojos arrugados por el sol muestran curiosidad y apreciación, lo digo yo misma. Hay pocas mujeres alrededor, pero veo un par de ellas mover sus faldas antes de entrar a lo que parece una tienda a lo lejos desde donde estamos.

Estamos atados al borde de lo que parece ser el distrito comercial. Mis ojos no están acostumbrados a la fuerte luz solar, pero si miro al otro lado del vagón, detrás del bebedero del ganado, puedo ver el camino que lleva a la salida de la ciudad entre maleza y rocosa tierra de cultivo. Supongo que este es el camino por el cual vinimos, ya que no estaba permitido mirar afuera mientras viajábamos.

Hans ha estado protegiéndome, una mujer viajando sola en una horrible tierra extraña, yo aprecio eso. Fue agradable tener alguien que cuide de mí, aunque no nos entendiéramos el uno al otro. Yo no tuve tal protección a bordo del barco, a excepción del tipo muy caro que pagué y busqué yo misma. No tengo dudas que será difícil separarme de su presencia paternal.

Bien, mentón arriba chica, porque parece que tu tiempo ha llegado. Un caballero se aproxima a nosotros, Hans deja caer el bolso a mis pies. El parece fuertemente decepcionado, también un hombre podría esperaba saludar solo una chica de Inglaterra, solitaria como una brizna, sino cinco mozas rollizas, listas y preparadas para hacerse cargo de los bebés y del trabajo en la granja.

El caballero, del que podría decir que tiene amables ojos azules, le habla cortamente a Hans en un extraño idioma, entonces se saca el sombrero ante mí.

Yo trago.

Mi primera impresión es que él es un poco mayor de lo que el Sr. Félix me hizo creer. No es que en realidad le diera crédito a una palabra que el contador de cuentos de hadas alguna vez dijo, ya no mas.

—Buenos días, señorita. Bienvenida a Kimberley. Mi nombre es Carlisle Cullen. Estoy muy contento de conocerla.

El Señor Cullen suena como un caballero Inglés, lo cual es casi sorprendente, dado los africanos alrededores.

Buen día, Señor. Estoy contenta de haber llegado. —Hago una pequeña reverencia, solo porque es tan instintivo que mi cuerpo lo hace por mí antes de que yo haya considerado adecuadamente el asunto.

Él toma mis manos y presiona sus secos labios en el dorso. Con gracia, entre sus buenos modales y su penetrante forma de estudiar a una chica, yo casi no sé donde ponerme.

—Usted debe tener mucho que decirme, querida, así que yo sugiero que nos acomodemos inmediatamente. Sospecho que ha sido un viaje ¿agotador?

No es como siquiera tengo una opción en el asunto, pero el señor Cullen parece terriblemente dulce, así que yo sonrío y alcanzo mis desaliñadas pertenencias. Siendo un caballero mi patrocinador –por lo que supongo él es, hasta que lleguemos a un acuerdo— toma el bolso en su gran mano como si no pesara nada en absoluto.

—¿Dónde está el resto de su equipaje querida? —pregunta y yo sonrío con ironía.

—Esa es una de las cosas que tengo que contarle, señor Cullen. Desearía saberlo.

Yo no soy una gran interlocutora, cualquiera de mis conocidos en Inglaterra te dirá cómo puedo defenderme, y ellos estarían más que sorprendidos de la verborrea a la que someto a mi patrocinador en la larga hora de camino a su granja.

Le cuento acerca del disparatado grupo de mujeres quienes respondieron su anuncio de esposas colonizadoras durante la pasada primavera Inglesa. Como el Señor Félix seleccionó las afortunadas postulantes basado solo en su apariencia, y él me aseguró amablemente que esta admisión no lo hace vanidoso.

Le cuento acerca de cómo nosotras cinco, Lauren Mallory, Jessica Stanley, Ángela Webber, Beth Morecomb y yo misma, nos hicimos amigas y como juntas nos preparamos para el viaje a África. Como el Señor Félix nos alentó y nos ayudó, y comó llegamos a confiar profundamente en el hombre con nuestras vidas.

Le cuento cómo estábamos todas excitadas y nerviosas mientras abordábamos el barco, y como el señor Félix se aseguró que fuéramos colocadas en la pequeña cabina. Le describo nuestra ansiedad cuando nos dejó para supervisar la carga de nuestras atesoradas pertenencias en las cubiertas inferiores, y sin regresar. Le explico nuestras especulaciones a si el salto del barco con nuestras posesiones o si había saltado sobre sí mismo y no fue capaz de regresar. Y cuan sorprendidas estábamos cuando el barco dejó el puerto, quedándonos abordo sin nada, excepto las pocas ropas que habíamos llevado como equipaje a la cabina.

El señor Cullen luce triste cuando le cuento que solo fue el comienzo de nuestros problemas. Fuimos robadas dos veces, dejándonos con tan poco dinero para comida que estuvimos forzadas a rogar por trabajo y amabilidad. El oficial a quien reportamos nuestras perdidas se burló de nosotras por lo tontas e inocentes que fuimos, y Beth y Angela fueron las primeras de nosotras en encontrarse horriblemente comprometidas. El señor Cullen se ve afectado por esto, pero no me detengo ahí.

Le cuento cuan rápido los otros pasajeros nos rehuían a todas, dada nuestra reputación debido a los rumores que circulaban de la señorita Morecomb y la señorita Webber. Entonces le cuento cuan rápido cambiaron de opinión cuando la disentería nos golpeó, y dispuestas enfermeras fueron requeridas.

El señor Cullen luce positivamente enfermo cuando le cuento sobre la pequeña Jessica Stanley sucumbiendo a la enfermedad rápidamente., y cuan insensibles fueron los marineros cuando arrojaron sus restos por la borda. Como Ángela perdió la esperanza después de eso, y toda la luz dejo su espíritu. Ella fue la próxima en seguir a la señorita Stanley, y las tres que quedábamos hicimos un pacto para pelear juntas por sobrevivir, sin importar que.

Solo, que no contábamos cuan malvado el capitán Newton se volvió, como Beth y yo estábamos horrorizadas cuando Lauren fue arrestada por robar. Cuando fuimos a rogar por su liberación, estábamos convencidas de su inocencia; pero cuando el Oficial nos mostró la evidencia que el mismo había encontrado en su persona, estábamos confundidas, no sabíamos qué pensar. Cuando ella no regresó después de dos días, decidimos llevar nuestra queja más allá. Nosotras solo queríamos hablar con ella, averiguar que ocurrió, pero fuimos rehusadas.

Yo esperaba que el señor Cullen estuviera conmocionado y consternado cuando le conté de mis protestas en la cubierta alta, lo cual atrajo la atención del capitán hacia mí. Sin embargo, él me sonrió con lo que a mis ojos parecía una pizca de orgullo. Titubeé un poco en mi historia, mientras me daba cuenta que este hombre tenía mi felicidad futura en sus manos. Pero ahora había llegado tan lejos, y honestamente no pensé que hubiera una situación a la cuan no pudiera sobrevivir, así que valientemente seguí adelante.

Le conté de mi furia al descubrir como había muerto Lauren Mallory. Como ella había rogado por su liberación, pero en su lugar había sido golpeada, y dejada para morir con heridas no tratadas en condiciones antihigiénicas. Le expliqué como forcé al capitán para realizar una investigación al oficial Newton, quien se encontró a sí mismo encadenado en el mismo lugar que fue mantenida Lauren.

Finalmente le conté al señor Cullen como Beth y yo nos hicimos amigas del Capitan Black y el Oficial Masen, por decirlo de una forma sutil. Le explico que Beth optó por permanecer en el puerto con su oficial. Ella creyó que después de todo no le debía nada a su patrocinador en Kimberley, basada en la miseria que había sido forzada a soportar en su viaje a través del océano.

No le cuento al señor Cullen la naturaleza de mi amistad con el capitán, porque fui una chica tonta una sola vez, pero nunca volveré a ser de esa forma otra vez.

En el momento que he completado mi dolorosa historia, he hundido a mi nuevo compañero de viaje en un contemplativo silencio.

Rodamos a través de un incongruente par de postes en el medio de lo que me parece ningún sitio. No hay reja, no hay puerta, no hay cerco vivo, no calle con arboles, nada que marque el comienzo de la granja que supongo estaré llamando mi hogar desde ahora en adelante.

Eventualmente a la distancia veo una vivienda baja, y los nervios retuercen mis entrañas en las serpientes de las que he sido advertida habitan en los arboles, pasto y rocas de esta abandonada tierra.

Nos acercamos al frente de una agradable y extensa casa, con una amplia terraza que rodea el largo de la propiedad.

Cuatro hombres en diferentes posturas de anticipación adornan dicha terraza.

El señor Cullen se gira hacia mí y aclara su garganta, pero yo solo lo veo a él desde rabillo de mi ojo, mientras estoy hipnotizada por la vista.

—Mis disculpas. señorita Swan, yo debería haberme tomado el tiempo de prepararla para conocer a mi familia. Pienso que estaba en shock. Permanezca ahí un minuto, yo la presentaré. —Salta desde la puerta abierta del carro y se dirige a los hombres, hablándoles en voz baja.

El sol es intenso, y cualquier piel descubierta en mi cuerpo se siente como si ya ha sido quemado en cenizas. La transpiración cosquillea tras mi cuello, y estoy poco dispuesta a levantar mis brazos y arriesgarme a exponer las manchas de humedad bajo ellos.

Me enfoco en esas incomodas sensaciones para distraerme de la atención que estoy recibiendo.

Dos de los hombres se parecen al señor Cullen, si no es en color y altura, al menos en la estructura ósea y la forma de moverse. De los dos hombres que quedan, uno es alto y buen mozo en una forma tosca, a pesar que su expresión es un poco maliciosa y calculadora.

El otro hombre es mas bajo, pero con el pecho mucho mas amplio. De hecho, él se parece mucho al oso del London Zoological Gardens. Él tiene hoyuelos en sus mejillas, y me observa con abierta curiosidad, mientras el señor Cullen continua hablándoles a todos suavemente.

El chico del cual no puedo quitar los ojos es el más alto del grupo. Él permanece atrás en las sombras, y su pelo y facciones serían indescriptibles si no fuera por lo afilado de su mandíbula y el foco de sus grandes y perfectamente simétricos ojos.

Él asiente hacia mí levemente, como diciendo "qué tal " en la manera más familiar.

No tengo idea qué me pasa, pero mis ojos están fijos en este hombre mientras los otros cuatro no me producen nada. Cuando una de las comisuras de su boca se eleva en una impertinente sonrisa, yo no puedo reprimir la emoción que corre por mi columna.

Finalmente el señor Cullen detiene sus susurros, y se gira para ayudarme a bajar. Yo soy una chica pequeña, y la tierra roja es un largo camino, pero él pone sus fuertes manos en mi cintura y me balancea al suelo como a un niño.

—Señorita Swan, estos son mis hijos, y el señor Biers, aquí trabaja para mí. Vamos dentro y se los presentare a todos correctamente.

Mi garganta está tan seca, cuando trago oyendo las palabras del señor Cullen, me ahogo un poco. Él me ofrece su codo en un amable apoyo, y lo tomo como una mujer ahogándose.

Dentro, la casa es oscura y sorprendentemente fría en comparación al sol castigador.

Me ofrecen asiento en una gran y abierta terraza. Todos los hombres me miran mientras me siento, excepto el más alto, cuyos ojos están hora fijos en el cuchillo con el que juega. Peligroso juego, que me gustaría pedir lo deje a un lado, pero no lo hago.

El "señor Hoyuelos" me ofrece un vaso de agua, que acepto con gratitud. Sirve un vaso desde una jarra de piedra que esta cubierta, aparentemente distribuida con varios vasos en honor a mí y mis compañeras de viaje. El señor Cullen toma un vaso también, y lo bebe completo antes de empezar sus presentaciones.

Él comienza con sus hijos, el señor Jasper y el señor Edward Cullen. Ambos inclinan la cabeza cortésmente, como todo hombre joven bien educado debería, pero ninguno de ellos habla.

El "señor hoyuelos" resulta ser el señor Emmet Cullen, aunque no me queda claro si es familiar o adoptado. El ciertamente no se parece en nada a los otros señores Cullens.

El señor Riley Biers es el ultimo, y él me llama señorita y sostiene mi mano, pero no logra agradarme— hay algo extraño acerca de él. Estoy agradecida cuando se aleja y retoma su asiento al borde del grupo.

Un silencio cae, durante el cual me doy cuenta del bajo siseo de los insectos que parecen estar por todas partes aquí en África. Uno no puede escapar de ellos, lo he descubierto a mi pesar. Los mosquitos son los peores, pero son una mayor amenaza por las noches.

—¿Bien, vamos a pelear por ella o lo echamos a la suerte? —pregunta repentinamente el señor Jasper, y yo estoy tan asustada que mi mano se levanta sosteniendo mi palpitante corazón.

—No seas absurdo Jasper. Nosotros le daremos unos pocos días a la señorita Swan para que se acostumbre, y entonces ella puede elegir entre nosotros —le responde de golpe el señor Cullen.

—Pero eso no es justo —dice el señor Biers, la protesta en su voz lo hace sonar frío y duro más que petulante, como la frase que el usa—. De esa forma yo no tengo ninguna oportunidad. Yo digo que compitamos por ella.

—No Riley. Yo digo que esperemos —dice el señor Cullen, con voz firme.

—¿Y dejarla sin la protección de sus malas intenciones? Yo no estoy de acuerdo —dice el señor Jasper, gesticulando a todos sus rivales, su padre incluido.

—Déjala, que ella elija Jasper. Ella debe ser mas fuerte de lo que parece, para haber llegado hasta acá —dice el señor Emmet, guiñándome un ojo y haciendo que me ruborice.

Mi cabeza se mueve rápidamente de hombre a hombre mientras ellos discuten acerca de mi inminente futuro. Cuando mis ojos se posan en el señor Edward Cullen, él levanta la vista del brillante cuchillo en su regazo, como si yo lo hubiera tocado. Él me sonríe perezosamente antes de hablar.

—De cualquier forma ya no importa —dice—. Ella es mía.

Y tan simple como eso, para mí, el asunto está cerrado.

…KD…

Esto no es nada menos que asombroso.

Aquí, sentada, por lo que sé la única mujer por millas y millas, a la mesa en el comedor, en el centro de África. Hay cinco hombres mayores sentados a mi alrededor, y ellos están peleando por mí como niños, incluido el señor Cullen.

Si mi pobre madre pudiera verme ahora, su corazón volvería a detenerse.

El señor Emmet es el cocinero. Él nos ha preparado una especie de estofado, el cual estoy demasiado hambrienta para comer delicadamente. Sin embargo, aún si yo exhibiera los modales de un campesino en la mesa, no imagino enfriar ni un poco el ardor de estos chicos.

Parece como si la competencia se ha movido más allá de quien me convertiré en esposa. Pienso que estos hombres pasan sus vidas compitiendo uno con otro, y yo soy simplemente su última, y quizás, más excitante excusa para un tipo de torneo.

El señor Edward permanece sumamente confiado. Él contribuye poco a la discusión acerca de que forma de campeonato tomará, meramente reiterando a regulares intervalos que no importa, ya soy suya.

Él dice "Ella es Mía", y yo le creo, porque cada vez que lo hace, extrañas cosas le ocurren a mi cuerpo. Imagino que hay una diablilla viviendo en mi interior. Ella pasa gran parte de la tarde y noche retorciéndose en mi interior haciéndome sentir incomoda y nerviosa. Toda las veces que el señor Edward declara su posesión sobre mí, la pequeña diablilla agarra mi corazón, mi útero o alguna otra parte de mí, y la aprieta.

Aparentemente las medidas usuales de material para "el mejor esposo" ya ha sido ganado por el señor Edward. Él y el señor Jasper son los prospectos de la familia, mientras el señor Cullen, el señor Emmet y Riley Biers trabajan en la granja.

El señor Edward ha sido lo suficientemente afortunado de haber encontrado no solo la mayoría de los diamantes sino también los más grandes. El señor Jasper evidentemente está muy celoso. Usualmente el hombre más rico tiene la primera opción de una novia, pero el señor Jasper discute que a él deberían darle algún tipo de compensación por tener menor suerte, sabia riqueza.

No estoy muy de acuerdo a esta actitud del todo, pero no digo nada. No estoy segura que el señor Jasper realmente crea su propio argumento, ya que él no parece del tipo que siente que el mundo le debe algún favor. Pienso que él está peleando solo por pelear.

Todos parecen tener poco que hacer conmigo.

El señor Cullen menciona la edad como una medida de conveniencia en un esposo. Con esto, él quiere decir que él es el mayor y más respetado, y por lo tanto debería ser dado el honor de tener mi mano.

El señor Emmet contraataca que un hombre más joven y robusto seria más adecuado para mi prolongada felicidad. Privadamente yo pienso que el señor Cullen realmente parece muy sano, pero permanezco en silencio nuevamente, mientras el señor Edward se limita a señalar que el siendo el más joven, es el más cercano en edad a mí, y que yo soy suya, así que el argumento no tiene sentido.

Eventualmente un torneo de múltiples habilidades de estilo medieval decide ser jugado el día siguiente. La diablilla dentro de mí está emocionada ante el panorama, pero la chica sensible a la que estoy más acostumbrada, mueve su cabeza consternada. Ni una de estos condenados hombres, me ha preguntado mi opinión, y he llegado al punto en donde felizmente la daría.

Supongo que los chicos serán chicos, y honestamente hay muy poco que hacer, excepto limpiar la sangre.

…KD…

Paso horas acostada y despierta en la cama del señor Cullen. Cada pequeño ruido me asusta. Hace demasiado calor para dormir, y la delgada sábana que me cubre se siente húmeda y pesada. Cuando la remuevo, vestida solo con mis enaguas, me siento vulnerable y expuesta.

Frustrada me levanto de la cama para buscar algo de agua, y estoy distraída por la vista de una luna gigante, resplandeciendo en el extraño paisaje exterior de la descubierta ventana.

Mientras estoy mirando hacia fuera, reflexionando sobre la tierra en la que me encuentro, tan lejos de todo lo que conozco, el más terrible grito hace eco mas allá de la oscuridad.

No lo puedo evitar y yo misma grito y salto de vuelta a la cama, la cual se mueve en el piso de madera pulida.

La puerta de la habitación del señor Cullen se abre inmediatamente, y la sedosa voz del señor Edward me llama.

—¿Señorita Swan , está usted bien?

Estoy demasiado asustada para hablar. El señor Edward abre más la puerta y se desliza dentro de la habitación, dirigiéndose hacia mí, mientras mi corazón palpita aún más fuerte.

—¿Señorita? —Su voz es un susurro, y nunca sabré cómo en una pequeña silaba él puede poner tanta preocupación y compasión, pero siento tal necesidad de su protección, lo cual no puedo expresar, así que me arrojo a sus brazos e intento hundirme en su pecho.

Una pequeña parte de mí está mortificada por mis acciones, pero estoy tan distraída por la fuerza de su abrazo, el aroma de su piel y la esencia masculina de los duros músculos de sus brazos y torso, que la mortificación es fácilmente superada.

Él acaricia mi cabeza, susurrándome dulces palabras mientras me sostiene muy apretado.

—Oí un fantasma, o un monstruo, o algún tipo de criatura de la noche, y estaba asustada —balbuceo en su delgada camisa.

Siento el ruido de su risa en mis labios, los cuales están plantados en su tibio pecho.

—Ese probablemente fue un chacal, señorita Swan. No hay nada que temer. Así que no tiembles, te tengo.

—Usted llegó muy rápido.

—Sí, bueno, yo estaba justo afuera de su puerta, y no podía dormir.

Encuentro la fuerza para mover mi cabeza hacia atrás, lo suficiente para observar su cara.

—¿Qué estaba haciendo en mi puerta?.

—Cuidándola de los otros, por supuesto.

Esto me asusta de nuevo.

—¿Cuidándome? ¿Es eso necesario?

—No tengo idea, pero no iba a dejarlo al azar. Usted... —Él me besa la frente para ilustrar sus palabras—. Me pertenece. Y no voy a darle a ningún otro la oportunidad de afirmar lo contrario.

—Pero todo este estúpido Torneo….

Él se ríe.

—Bah, yo ya he ganado. Eso les dará tiempo de aceptar la idea. —Él agarra mi cabeza ente sus muy grandes manos y me mira seriamente—. No dude de mí, Isabella. Tan pronto nosotros pusimos los ojos uno en el otro, yo supe que usted sería mía, y quiero probarle eso a usted, como también al resto de ellos. Si algún otro pone un dedo sobre ti, lo mataré en un latido.

…KD…

EDWARD POV

Isabella Swan se queda dormida en mis brazos.

El peso de su pequeño cuerpo sobre mi pecho, ambos insignificantes e importantes. Ella se siente como uno de los delicados cisnes por los que fue nombrada, pero al mismo tiempo algo sólido a quien sostener. Alguien digno de mi protección, alguien quien le dio una sacudida a mi tranquilo corazón tan pronto como la vi.

Nadie más tendrá la oportunidad de tocarla. Ella es mía.

La recuesto sobre la cama y ella se revuelve y balbucea en su sueño. Yo pienso que ella dice "señor Edward", pero eso podrían ser solo mis oídos", un deseo realizado.

Salgo por las puertas francesas de la habitación de mi padre, que llevan directamente a la terraza, y observo la luna por un momento. Escarabajos golpean sus tontas cabezas repetidamente en contra del vidrio, esperando a los placeres que hay dentro. Ellos tienen tanta oportunidad como Riley Biers, escabulléndose detrás de la letrina, pretendiendo que él no me ve aquí, escupo sobre la barandilla, y me acomodo en la antigua mecedora de Ma' esperando a que amanezca.

…KD…

Hay cinco de nosotros, así que habrá cinco pruebas clasificatorias, el orden de las cuales será elegido por quien elija la brida de paja más larga.

El primera votación es tomada en la mesa del desayuno. La señorita Swan agarra apretadamente las afiladas hojas de hierba seca, no mostrando favoritismo, pero ella me sonríe cuando tomo mi larga pieza. Me gusta la forma en que sus colmillos sobresalen afilados cuando ella sonríe, como la más adorable pequeña vampiro.

Riley gana la primera elección, y escoge una caballo Derby como su juego.

Por supuesto, él lo hace, todos sabemos que él tiene la montura mas rápida, y por una buena razón también, sin embargo yo no estoy preocupado. Aun si él me gana aquí, el no ganará ningún otro juego.

Pa' le pide a la señorita Swan que reúna cinco monedas, una para el ganador de cada ronda. Él que junte más monedas, supuestamente ganará su mano. Lo veo susurrándole, y yo se que esta diciéndole que no se preocupe. Después de todo él no puede forzarla a casarse. Si ella no toma al ganador, ella tiene todo el derecho de rehusarse.

Será mi mano, ella no se negará.

Ensillamos los caballos y los traemos hacia el frente de la casa, el punto de partida. Riley explica la ruta en gran detalle, la cual termina volviendo donde comenzamos. La señorita Swan ha atado un pañuelo alrededor de su delgado cuello, para protegerse del sol que la quema ahí. Montamos, y ella pregunta si estamos listos, desatando la bonita tela lista para darnos la partida.

Emmet aún no lo está, y hacemos algunas bromas a sus expensas. Finalmente, la señorita Swan levanta la tela al aire, y la ondea hacia abajo. Como alguno de nosotros es capaz de apartar sus ojos de la vista de su pecho subiendo y bajando, está más alla de mi. Nos pusimos en marcha en el inicio más lento de una carrera de caballos en la historia de África.

Emmet y Jasper en la retaguardia, mientras Pa' y yo estamos cuello a cuello detrás de Riley. La ruta es corta, pero hay varios puntos en los cuales ir en fila es la única opción, y Pa' grita y grita para apurar a su caballo y adelante al mío. Nos apilamos en la esquina de la granja, y ahí está la señorita Swan, justo al medio de la suciedad de la que acabamos de partir.

Riley se desvía hacia el lado para evadirla, y mis hermanos y Pa' tiran sus riendas para detener a sus caballos. Sally puede no ser el caballo más rápido en el establo, pero yo tengo más control sobre ella que cualquiera de los otros jinetes en sus monturas. En vez de cambiar la dirección, yo continuo hacia la espantada chica, y gentilmente hago un circulo su alrededor antes de detenerme por completo.

Me inclino hacia la señorita Swan desde mi silla de montar, y le ofrezco mi mejilla para que la bese. Puedo sentir su dulce aliento en mi piel mientras ella titubea, entonces sus labios tocan mi mejilla tan rápido que podría haberlo imaginado, excepto por la quemazón que deja su beso.

…KD…

Emmett gana la próxima apuesta, y escoge la Lucha. Pa' decide pasar de esta, algo sensato para un hombre mayor.

Yo me enfrento con Riley. Emmet y Jasper se enfrentan primero. Preparamos un improvisado ring en el potrero, rodeados de troncos de la pila de leña. Pa' trae una silla para la señorita Swan, y otra para él, y ellos se acomodan a la escasa sombra de los arboles de espinos.

Jasper y Em se quitan sus camisas. El ancho pecho de Emmett marcado de músculos, pero por otro lado Jasper tiene una gran fuerza. Solo él y yo conocemos el esfuerzo al que sometemos nuestro cuerpo cuando trabajamos. Podemos ser delgados pero fuertes y Em va a desestimar a su oponente y va a perder.

Riley yo nos paramos en lados opuestos del ring como jueces. El está enojado conmigo por ganar su ronda, y me mira molesto. De espalda hacia Pa' y la señorita Swan, así que él no ve cómo me mira. Yo doblo mi brazo casualmente sobre mi pecho y sonrío.

—¿Listos?

Emmet y Jasper inclinan la cabeza.

—¡Comiencen!

Riley ladra la orden, y Emmet arremete contra Jasper. Tres escasos minutos más tarde él está de frente con su cara presionada hacia el suelo, un triunfante hermano a horcajadas en su espalda baja.

—Jasper lo tiene— —Pa' se ríe.

Yo miro en su dirección nuevamente, y hay un indicio de rubor en la cara de la señorita Swan. Nuestros ojos se encuentran, y permanecen conectados mientras yo suelto mis tirantes y desabotono mi camisa. Su rubor se profundiza, y su lengua se asoma humedeciendo sus labios. Tengo que esforzarme para no demostrar mi excitación. Sudor se forma detrás de mi cuello. Lo quito con la camisa antes de arrojarla al piso.

Riley y yo nos miramos uno al otro, doblo mis brazos para relajarlos, haciendo sonar los huesos en mis muñecas. Aún estoy en medio del estiramiento cuando Biers ataca. Perdiendo la paciencia. Me las arreglo para eludirlo hacia el lado, agarrando su antebrazo mientras él pasa y tomándolo lo mantengo bloqueado por atrás. Su resistencia es impresionante, y hacemos un baile enredando nuestros pies intentando hacer caer al otro al suelo, para golpear uno al otro pero fallando.

Eventualmente se retuerce, liberándose de mi agarre, y segundos más tarde me ha tomado en una llave de cabeza.

—¿No eres tan gallito ahora Edward? —sisea en mi oído.

Su arrogancia me hace reír. Encuentro relativamente fácil hacerlo perder el balance con un golpe, y casi lo arrojo sobre mi espalda baja hacia el duro suelo. Él está sin aliento, pero por lo demás... ileso.

—El señor Edward lo tiene —grita la señorita Swan, y cuando me giro para sonreírle, ella me mira fuertemente avergonzada .

Jasper y yo estamos en las mismas condiciones, y ambos lo sabemos. Yo tengo unas pocas pulgadas más de altura que él, pero en un combate mano a mano, eso no es necesariamente una ventaja. Yo tengo un gran incentivo para ganar, pero mi hermano esta motivado por los celos. Esto podría ser interesante.

Emmet hace el conteo. Por un momento el mundo se detiene. La sangre corre lento por mis venas, el silencio me rodea y cada movimiento que Jasper hace es multiplicado cien veces.

Entonces nos golpeamos uno al otro, y esta pelea ya no es para ver quien se queda con la chica.

Esto es acerca de quien gana más dinero, y porque; quien trabaja mas duro, en la... y en la granja; cuál hombre es más respetado en el pueblo, en el banco, en la iglesia y en la taberna; quien hace más por Pa'; demonios, probablemente esta pelea es acerca de a cual de los dos nuestra madre, que descanse en paz, quería mas.

No tengo idea por cuanto tiempo luchamos, pero eventualmente Jasper me atrapa en un agarre feroz que no puedo deshacer. Aunque no lo dejaré ganar. Repentinamente recuerdo exactamente acerca de quien es toda esta pelea. A la cuenta de dos de Emmet, relajo completamente mi cuerpo hundiéndome en los brazos de Jasper como si me abrazara. Es suficiente, él se relaja también, y yo uso toda mi fuerza para sacarlo de encima, rodando sobre el y aplastándolo.

Mis labios están en su oído mientras Emmet comienza el conteo de nuevo.

—Ríndete Jasper, Isabella Swan me pertenece, tú nunca la tendrás.

Mi hermano me sonríe.

—Está bien —dice—. Me rindo.

Nos ponemos de pie y nos abrazamos. Cuando nos separamos reímos, noto que mi camiseta está desgarrada por un lado, y ambos completamente manchados de mugre.

Hay un jadeo a mi izquierda, la señorita Swan ha venido a asegurarse que hemos sobrevivido intactos. Su cara está pálida con un rojo cereza en cada pómulo. Sus ojos brillantes, y su sombrero ha sido empujado hacia atrás, como si ella ha estado tirando de su pelo.

—¿Está usted herido, señor Edward? —Antes que pueda contestar, ella agrega en el último momento—. ¿Señor Jasper?

Jasper me da una palmada en el hombro.

—Tú tienes toda la razón, Ed. Me rindo de nuevo.

…..KD…

Yo he ganado una pequeño pañuelo bordado y una cucharita de plata con incrustaciones de esmalte que dice "Hever Castle" en azul y blanco.

Se me ocurre que es todo lo que la pequeña señorita Swan rajo con ella, esperar que nos de monedas, es pedir demasiado.

De todos modos yo solo necesito ganar una más, y el torneo es mío. Podemos detener todo este disparate, y puedo reclamar a mi novia.

Pa' gana la próxima apuesta, y sugiere disparar al blanco. Para el momento que Jasper y yo hemos regresado, el agua aún está escurriendo de nuestras cabezas hacia nuestras camisas limpias, él ha cambiado de parecer y en cambio estaremos arrojando cuchillos a un blanco.

Ahora bien. No tengo idea porque el resto de ellos aún se molesta, todos saben que yo ganaré este juego con los ojos vendados.

Un blanco ha sido puesto, y el resto empieza a practicar mientras yo voy a buscar mis cuchillos. Cuando regreso, la señorita Swan parece estar disfrutando inmensamente. Me quedo atrás un momento y observo.

Cuando Emmet da en el blanco con su cuchillo en una esquina y no en el centro como importa, ella se ríe y aplaude con deleite. Ella lo estimula a pavonearse, y él le pide a Pa' que le de otro cuchillo. Él tiene un exceso de confianza, aunque no prueba el peso, y consecuentemente este vuela hacia la izquierda. Todos se ríen, pero la señorita Swan se compadece un poco de él.

Riley rechaza su turno, no queriendo mostrar más, y Pa' reclama no tener éxito en su intento en su turno. Jasper me señala que soy el próximo.

Camino hacia la señorita Swan primero.

—¿Que me dará si gano este juego, señorita Isabella Swan?

Ella es tímida y audaz a la vez, considera su respuesta antes de responder. Sus ojos aún muy brillantes, y aunque ella muerde su labio con excitación y anticipación. No puedo evitar acercarme a ella, respirar su perfecta esencia.

—Yo iba a darle mi pañoleta, señor Cullen, pero pienso que está un poco sucia. ¿Aceptaría a cambio un beso?

Gruñidos provenientes de mis hermanos, nos hacen conscientes de nuestra audiencia nuevamente, y ambos consideramos necesario alejarnos uno del otro. Su rubor es feroz, pero su sonrisa no decae.

—¿Un beso? Contaré con eso.

—¿Si yo gano, usted me besará, señorita Swan? —Jasper está provocándola deliberadamente, pero ambos ya sabemos el resultado.

Soy en único hombre que esta pequeña belleza estará besando. Le guiño un ojo a ella.

Mi primer cuchillo, el más pequeño, vuela justo al centro del tablero de madera, y la señorita Swan aplaude felizmente con ambas manos.

Aunque no he terminado. Dos cuchillos un poco mas grandes viajan a través del aire en rápida sucesión, arriba y equidistante uno del otro y del primero. Finalmente los dos cuchillos mas grandes de mi set hacen un ruido sordo al caer en la madera directamente debajo de los de tamaño mediano. En la severa luz del día, sus sombras caen casi directamente debajo, haciendo levemente desalineada de la forma de la letra M que claramente he diseñado.

Soy felicitado por mis hermanos, y Pa` me da la mano.

—Anda, chico, ve y reclama tu beso.

Yo hago un gesto hacia Jasper, pero él solo ríe y me señala que siga adelante.

La señorita Swan claramente resplandece con anticipación, haciéndome querer reír, pero me muerdo la lengua.

Me acerco ella y dejo caer una rodilla .

—¿Señorita Isabella Swan, ve la forma de la letra que yo forme para usted ahí?

—Sí, señor —dice ella—, veo la letra 'M'.

—¿Sabe lo que la letra representa, señorita?

Ella pone un dedo en su boca, pretendiendo pensar.

—¿Carne molida? ¿Milagro? ¿Mercantil?

—No, señorita Swan; esa 'M' ahí, representa 'Matrimonio', ¿se casaría usted conmigo?

Su rostro se suaviza; parece que hemos regresado a ese tranquilo mundo en el cual solo ella y yo existimos. Ella pone su mano en mi cara y acaricia gentilmente mi mejilla.

—Sí, señor Cullen; lo haré.

Me pongo de pie para reclamar mi beso. Mi mano la afirma por detrás de su cuello, inclino mi cabeza y mis labios alcanzan los de ella.

Ellos son suculentos. Ella sabe a agua de lluvia y rosas, dulce y limpio y sedoso. Ella jadea en mi boca. Su cuerpo se mueve en el mío, y mi otra mano afirma su espalda baja, pero también la presiona hacia mí, haciendo mi repentino deseo tan obvio como el suyo lo es, quemando y pulsando en mi ingle.

Eventualmente la filosa voz de Pa' penetra mi lujuria.

—¡Edward! Suficiente. Lleva a la señorita Swan de regreso a la casa. Comeremos en una hora.

Me separo de ella; ambos jadeando. No era mi intención avergonzarla. Le ofrezco mi brazo, y nos retiramos para encontrar un poco de privacidad en una casa llena y ocupada granja.

….KD….

ISABELLA POV

El señor Cullen y el señor Edward están conversando. En voz alta. Vergonzosas palabras. Palabras que me dejan temblando e incapaz de quedarme tranquila.

Edward se rehúsa a esperar dos días por el certificado de matrimonio. El señor Cullen insiste en que él no pondrá una mano sobre mí hasta que estemos unidos legalmente uno al otro.

Edward dice que nosotros podemos estar casados ante los ojos de Dios meramente intercambiando votos en frente de testigos, y como él dice, tenemos muchos de esos.

El señor Cullen replica que si él ha esperado tanto por una novia, ¿qué tan duro puede ser esperar otros dos días?.

El señor Edward dice:

—Muy difícil Pa'. Muy condenadamente difícil, de hecho. Yo voy a hacer a esa mujer mía esta noche, y no hay nada que tú puedas hacer al respecto. Tú la estás asustando con tus amenazas, viejo. Danos tu bendición, en vez de retrasar lo inevitable y frustrándonos a ambos.

El señor Cullen dice:

—Suficiente, chico, esto es suficiente. Le preguntaremos su opinión a la señorita Swan, y lo que ella decida es definitivo. ¿Entendido?

—Sí, señor, lo entiendo.

Así que entonces vamos a casarnos esta noche. No veo necesidad de retrasarlo.

…KD…..

La habitación de Edward es más pequeña que la del señor Cullen, y más desordenada. Tiene la persistente aura de la habitación de un chico, aunque el hombre que la habita dejó la niñez atrás hace un tiempo.

—Necesita el toque de una mujer, lo sé. Podemos hacer un viaje al pueblo tan pronto como usted guste. Puedo comprar lo que sea usted necesite.

Él suena desesperado por complacerme; es dulce, y contrario a la pantalla masculina que ha mostrado a través del día. O quizás mi experiencia en hombres, es más limitada de lo que pensé.

Él se para muy cerca de mí, al pie de la angosta cama. Sus ojos están en mis labios cuando él me pregunta qué necesito.

No puedo contestar su pregunta. ¿Qué necesito?

En vez de esperar por mi respuesta, él inclina su hermosa cabeza hacia mí. Toma mi labio inferior entre sus dientes y me muerde.

Me convierto en una mujer salvaje.

Mis manos están en su pelo primero, entonces rasgando su camisa, tirándolo hacia mí, hundiendo las yemas de mis dedos en su carne.

Él gruñe y tira mi cuerpo fuerte contra el suyo. Fuego se extiende hacia mi columna y fluye a mi vientre. No puedo tener suficiente de él, así que me paro en la punta de mis pies y casi escalo sus muslos hasta que mis piernas están alrededor de sus caderas.

Él empuja contra mi sexo tan duro que duele, pero en vez de ir más despacio, el dolor más me inflama. Me he convertido en una mujer etérea, gimiendo mientras mis dientes encuentran su cuello. Nuevamente él empuja hacia mí. Y de nuevo. Nada se ha sentido tan bien.

Él agarra mis manos y las aparta de su pelo, no sin esfuerzo. Me encuentro mi misma siendo arrojada a la cama, respirando pesadamente.

Él toma mi falda, tirando el material de esa manera.

—¿Cómo te saco esto? —rezonga.

Me volteo para mostrarle el cierre en mi espalda. Sus grandes manos se deslizan rudamente en mis muslos, sacando el material hasta que estoy desnuda desde la cintura hacia abajo, ya que la ropa interior es un lujo que hace tiempo se ha ido.

Puedo sentir sus ojos quemando en mi trasero. Él me frota ahí con una mano, mientras la otra intenta deshacer los ganchos, hasta que él está tan frustrado que usa ambas manos para rasgar el material lejos de mí.

Las mismas manos encuentran rápidamente su camino de vuelta a mi trasero. El separa mis piernas mientras muevo mis piernas frente a él, desesperada por sentir sus manos en mí, ahí. ¡Oh Dios del cielo! Sí, justo ahí, el empuja dos largos dedos profundamente dentro de mí. Me congelo, la intrusión es ruda y dolorosa y yo nunca he querido tanto algo.

Palabras brotan de sus labios, pero no puedo oír lo que dice, por el palpitar de mi propio corazón. Él saca sus dedos, quiero llorar por su perdida, pero a cambio levanta mis caderas. Porque aun permanezco boca abajo, momentáneamente imagino que el va a tomarme por donde el capitán Black lo hizo, y la decepción clava mi pecho.

Estaba equivocada. Me abre con dedos gentiles, entonces se empuja con fuerza dentro de mi sexo.

Yo grito. Nunca he sentido nada así. Él me llena tan completamente, y duele, duele, duele pero hermosamente.

Él se mueve. Yo quiero más, haciendo un sonido que nunca he oído antes, bajo y como animal, desesperado y completo a la vez. Lo siento crecer dentro de mí, siento su liberación, y me lleva a un lugar en el que nunca he estado antes. Luz blanca me rodea. Puedo estar muerta.

Colapsamos juntos en la cama. Edward esta besándome, y mordiéndome. Él se disculpa entre mordiscos y besos. Deseo que no lo hiciera, porque floté en algún tipo de cielo y no quiero arrepentimientos suyos por enviarme ahí.

—Shh…Edward. Déjame disfrutarte. Dejame revolcar en este delirio de placer.

Él ríe.

—¿Placer? ¿De verdad? Me comporte como una bestia. No sé que me paso. Lo siento tanto. No quise herirte.

—Shh…. El dolor era inevitable. Sostenme. Déjame ser. No sé qué me pasó tampoco, pero fue maravilloso. Y espero que ocurra de nuevo—. Sé que no tiene sentido; estoy casi incoherente.

Edward me tira con fuerza hacia él. Me siento tan cálida y dolorida y segura.

—De nuevo, y de nuevo y otra vez. Tú me perteneces ahora. Y puedo hacerte lo que quiera. Te garantizo que no hay un hombre a cien millas alrededor que no esté consciente de eso, después del ruido que hiciste.

Supongo que sus palabras deberían asustarme o hacerme sentir avergonzada, pero no lo hacen.

Edward Cullen ha marcado mi alma. Le pertenezco. Por siempre.