A Letter To My Husband
Historia original de VioAlexandru
Traducido por Maika Hualpa
Beteado por Manue Peralta
No poseo nada más que una eterna obsesión.
"Claro que sí, el matrimonio está lleno de felicidad…
Esta es la razón por la que estoy sentada aquí, en éste vacío, extraño apartamento, sintiéndome entumecida y traicionada, herida y abandonada, bajo la carga de mis memorias, mirando perdidamente éste blanco papel de mierda en un poco convincente intento de escribirte una carta…
Ha pasado el tiempo desde que te fuiste… tanto tiempo… demasiado tiempo"
Una pequeña sonrisa torció mis labios cuando me imaginé a mí misma, un epítome de miseria, tirada en el sillón el cual fue testigo de tantos de nuestros abrazos, con lágrimas secas en mis mejillas, ojos rojos y nariz congestionada, y me pregunto sarcásticamente quién en el infierno me encontraría un poco atractiva. Miré mi ropa: una extra larga remera, tan vieja que el color se había desvanecido, unas sudorosas y ridículamente apretadas zapatillas que se veían pegadas a mis pies… Así es como estuve vagando sin rumbo por estas silenciosas habitaciones, como una lunática, sintiendo su prolongada presencia en cada objeto inerte, oliendo ropa para recordar su olor, tocando distraídamente piezas del mobiliario… Si él cruzara la puerta frontal justo ahora, la mera visión mía sería suficiente para hacerlo correr como el infierno.
Pensativamente, me apoderé de un exquisito marco de plata al lado del sillón y miré fijamente el hombre divino de la imagen; su belleza era de otro mundo. Recuerdo el día en que fue tomada esa fotografía… un ventoso, nublado día había caído en la playa. Era un clima poco agradable para el paseo, pero él me convenció, y pasamos un momento maravilloso.
Solo mirarlo en esta fotografía me quita el aliento… Su mano en su cabello imposible de disciplinar, largos hombros en los cual su remera con cuello en V parecía moldeada, fundida en su pecho de mármol… ¡Y con qué facilidad puedo recordar el resto!... Su abdomen de hierro, su estrecha cintura, la manera felina en la que camina, sus largas piernas, su espléndido…todo.
Cerré mis ojos mientras que un dolor insoportable se arremolinaba dentro de mí… Como flashes de un estroboscopio a través de mis párpados, podía ver nuestros cuerpos desnudos, haciendo el amor, podía oler su aroma, podía oír sus gruñidos, lo podía sentir en mis labios… La pérdida de él, su insoportable ausencia era como la sensación de un vaso sanguíneo abierto, por el cual se drenaba lentamente mi vida.
Abrí mis ojos solo para verlo. Aún desde la pintura él se burlaba de mí con su traviesa, sexy sonrisa.
―Damas y caballeros… ¡Les presento a mi esposo! ―dije agriamente con voz áspera. Mi boca se sentía seca y mi garganta estaba tan en carne viva que hasta el más pequeño sonido picaba como un corte de papel―. El astuto hombre de negocios, el increíble amante, mi mejor amigo que siempre se arreglaba para hacerme reír… ―Acaricié sus facciones debajo del vidrio con mi pulgar y sonreí cínicamente por la ironía del genitivo. Mi esposo… Mi hombre… Mío. Hasta que la muerte nos separe―. You said you would love me until you die/and as far as I know you're still alive, baby…i ―canté aun sosteniendo la fotografía, aun mirándolo con ojos melancólicos, aun esperándolo hasta la muerte y después de eso―. Sí, serás mi hombre después de la vida, mínimo eso. Porque he sido buena, bebé, he sido buena.
Puse la fotografía sobre la mesa de café y me levanté. Necesitaba una bebida; tal vez me ayudaría a difuminar mis pensamientos, mi dolor en cierta cantidad. Fui al bar y busqué la provisión de Glenfiddichii de Edward, su licor favorito. Una botella casi no tocada. Puse una cantidad generosa en el vaso y brindé tontamente en el aire.
―Por ti, mi amor. ¡À ta sánte!
Tomé un trago, luego otro, y dejé el vaso en el mostrador. Solo en ese momento sentí el sabor y olor de la bebida; el intenso recuerdo de él no fue traído solo por mi mente, sino también por dos de mis sentidos, me golpeó como una bola de demolición… Envolví los brazos a mí alrededor, como si tratara de mantenerme entera, para prevenir que mi cuerpo ceda sobre sí mismo, y dejarme caer lentamente hacia el suelo. ¡Oh, Dios! ¡Cómo desearía que él no hubiera hecho eso! ¡Cómo desearía que esto solo fuera una pesadilla de la que voy a despertar pronto!
Escondí mi rostro en mis manos y lloré.
Después de un rato fui capaz de volver a mi carta.
"He recibido una, ¿debería decir interesante? Pieza de correspondencia esta semana. La dejo aquí, para que tú la veas y para que yo sea atravesada por otro enfermo impulso de verla, una y otra vez. Mis pensamientos han perdido un poco de angustia, confusión e incredulidad, y no puedo encontrar otras palabras que no sean limitadas o huecas para expresar apropiadamente lo que siento. Por lo que las voy a tomar prestadas de una de tus cantantes preferidas. Une delle tue cantanti preferite…
Me gustaría conocerla;
Para saber cómo es ella,
Es delgada o no,
¿Es linda? Me gustaría.
Oh, me gustaría conocerla;
Mirarla por un rato;
Conocer su historia;
Su diseño y su pasado.
Puede que sea un poco extraño;
Esta curiosidad
Por ver por fin, admitir
Y no imaginar más.
Oh, me gustaría entender;
Incluso si me quiebra;
Desde entonces ha sido capaz de llevarte;
Desde entonces tomó mi lugar.
Ya conozco su perfume;
También su escritura;
Sus dulces palabras arrugadas;
Perdidas en su coche.
Quiero ver también el hotel;
Si pagas bien por él;
Si la habitación es bella;
Y si hay una gran cama.
Tal vez no es normal,
Es una locura como me atrae;
Esta urgencia por ser herida;
Oh, hasta el final, hasta morir.
Oh, me gustaría saberlo todo;
Y su edad y su piel;
Todo lo que nos separa
Y nos gusta, ¡qué estúpido!
Me gustaría sorprenderte con ella
Cuando eres gracioso, cuando eres dulce;
Para escucharte hacerle promesas,
Y cuando le dices sobre nosotros.
También me gustaría mirarte,
Observarte en el espejo,
Cuando la besas,
Succionando en tu estómago, ¡oh matador!
Quiero tu cuerpo al lado del de ella,
Todas esas posturas olvidadas,
Quiero descubrirte de nuevo,
Al que solía amar tanto.
En ese frío, esas cenizas;
Me gustaría estar ahí;
Solo para ver y entender,
Todo lo que no "
Lo recuerdo llegando tarde en la noche, a veces desfigurado por el cansancio, sentándose en el sillón, la corbata suelta, la cabeza apoyada en los almohadones, los ojos cerrados, mientras yo preparo su bebida en silencio. Nada pretencioso, solo un Scotch3.
A Edward le gustaba de esa manera. Mientras él sorbía su bebida, yo usualmente me ponía en mis rodillas en el suelo, deleitándome furtivamente con su figura.
Mis ojos deambulaban por su perfil, quedándome en cada pequeño detalle, como un niño siguiendo con su dedo una sombra en la pared: su frente, sus pestañas, su nariz, sus labios perfectos, lo níveo de su pecho oculto por la camisa.
Todavía es inexplicable para mí, aun después de todo este tiempo, cómo ese maravilloso hombre podía ser mío.
Unos momentos después, él sería mejor; mandíbula relajada, respiración profunda, hombros rendidos. Ese era mi momento favorito del día y secretamente esperaba que llegara, porque sabía que él a continuación suspiraría suavemente, apenas audible, sin abrir los ojos: ―¡Ven conmigo, Bella! ―Y yo me subiría ansiosamente a él, como una drogadicta, con una sonrisa interior, a horcadas sobre su regazo, hambrienta por sus besos. ¡Y qué besos serían!... Suave, gentil, tierno, sin embargo profundamente erótico, el simple toque de sus labios basta para derretir mis huesos, es suficiente para licuar mi cerebro… Él sabía aún mejor, un poco de whisky mezclado con su suavemente perfumado aliento, dejándome completa y absolutamente mareada todas las veces.
"Estando aquí, sola, bajo las circunstancias actuales y después de todos los intentos fallidos de contactarte, se ha vuelto insoportable. Te extraño salvajemente. No me queda nada excepto esta hermosa, violenta y desesperada cosa que es mi amor por ti, y que está constantemente quemándome, abrumándome, sofocándome y devastándome. No sé qué más decir sin correr el riesgo de convertir esta carta en algo más despreciable y patético. Mi herida alma está esperándote impasiblemente. Te espera como si fueras el remedio final, la última orilla. Apúrate, mi amor, así no encuentras algún día, cuando vuelvas, todo seco en expectación, pero aún en pie, mirando el horizonte… Desde donde tú debes aparecer…"
En contra de mi propio consejo miré otra vez la fotografía que llegó por entrega especial, envuelto en un común papel manila. Era una imagen en blanco y negro, toda borrosa y oscura, como si hubiera sido tomada en modo visión nocturna, probablemente en una habitación oscura. He estado estudiando cuidadosamente cada ángulo, cada detalle desde que llegó, tratando de no aprovechar de aprender más de ella. No había ninguna necesidad real de analizarla más, lo que estaba justo frente a mis ojos era más que suficiente. Estaba ya incisiva y completamente impreso en mi retina.
Ahí había dos cuerpos humanos, comprometidos incuestionablemente en un acto sexual extremadamente pasional; el hombre arriba de la mujer, sus músculos traseros se dibujan tensos como si estuviera sujetándola debajo de él, su cara enterrada profundamente en el cuello de ella, sus elegantes piernas envueltas alrededor de la cintura de él, su hermoso cabello esparcido por la almohada donde su cabeza estaba tirada hacia atrás en un silencioso grito de éxtasis.
La foto era simplemente hermosa. Más bien poética. ¿O estaba cegada porque el cuerpo del magnífico hombre era el de su esposo? Hubiera reconocido esa salvaje melena en cualquier lado. Sus rasgos estaban indistinguibles, pero ella debía ser por lo menos hermosa para armonizar con la misteriosa, sobrenatural belleza de Edward. Esperaba mucho de él, para ser exigente con su mujer… especialmente con la que me está actualmente engañando.
¿Puedo culparla? ¿No podría ser, también, vulnerable a sus encantos e indefensa contra su infalible atractivo como una mosca en la tela de una araña? ¿Me habría importado que el fuera un hombre ocupado? ¿Un hombre casado? ¿Siendo ella, qué hubiera hecho? Él es el tipo de hombre que puede hacer que una mujer pierda la cabeza fácilmente. Hacerla olvidar todo sobre ella al tiempo que la posee. Volverla salvaje por el deseo. ¿Podría yo haber sido capaz de resistirme a este increíble hombre, desgarrándome entre la culpa y una abrumadora solo-una-vez-en-la-vida pasión?
Ni siquiera me atrevería a responder con honestidad esas preguntas.
La imagen de sus cuerpos mezclados me ataca mientras trato de dormir. Me imagino los dedos de ella arrastrándose por su perfecto, liso pecho, abriéndose camino por su desordenado cabello, atrayéndolo. Puedo ver oh-tan-claro sus labios tocando los de él, oír sus entrecortados gemidos de placer cuando él reclama su boca. Él, difuminando besos por sus labios y cuello, lamiendo el delicado lóbulo de su oreja, bajando para saborear sus pechos, llenando expertamente su cuerpo de estremecimientos de placer cuando él bombea dentro de ella.
Y puedo visualizar la erótica exhibición de emociones en su cara cuando él la hace llegar.
Di sacudidas sobre mi almohada, jadeando por oxígeno, sudor y lágrimas se mezclaban en mi cara y cuello, y me abracé inútilmente de nuevo. Cada dolor ―de cuerpo o alma― se vuelve peor en la noche. El mío no es una excepción.
En un impulso, rápidamente, busqué mi teléfono en la mesa de noche y tecleé su número. Lo necesitaba. Lo necesitaba para tranquilizarme, para decirme que no es más que un mal sueño, una siniestra broma de una torturada mente. Quería sumergirme en esa profunda voz, para tener de esa forma la ilusión de su presencia.
Mis tres intentos de hablar con él durante el día habían fallado. No pude no ilusionarme con que esa vez iba a ser diferente. Después de un par de tonos, una melodiosa, voz de mujer respondió:
―Teléfono de Edward Cullen, Tanya habla ―Su PA6. De nuevo.
―Hola, soy Bella Cullen. ¿Puedo hablar con mi esposo, por favor?
―Lo siento, señora Cullen. El señor Cullen no ha vuelto del campo todavía…
―¿Cuándo vuelve?
―No soy capaz de decirlo, hay una situación allí y él es necesitado…
Él es intensamente necesitado aquí, también…
―Eso es lo que me dicen cada vez que llamo. ¿Está segura que está transmitiendo mis mensajes? ―espeté.
―Por supuesto que lo estoy. ―La voz respondió, de repente rígidamente formal.
―¿Puede decirle que llamé, por favor? ―susurré, una vez más vencida.
―Con toda seguridad lo haré. Tengo la certeza de que Edward irá con usted al minuto que esté aquí.
¿"Edward"? ¿Qué pasó con "señor Cullen"?
―Hmm… ¿Tanya?
―¿Sí, señora Cullen?
―¿De qué color es su cabello?
―Soy rubia ―respondió después de una ligera vacilación―. ¿Por qué lo pregunta?
―No es nada, en realidad. Solo deseaba saber. Estoy segura de que es muy hermoso, Tanya. Gracias. Buenas noches.
―Buenas noches, señora Cullen.
Estaba bastante segura de que ella sonreía cuando pronunciaba sus palabras de despedida. ¿Una cortés, amigable sonrisa de negocios destinada a ser sentida a través del inadvertido intercomunicador o fue de una pequeña victoria?
Con toda mi fuerza tiré el teléfono a través de la habitación en un patético esfuerzo de tener una venganza. Era, después de todo, un regalo de Edward. Del todo inútil ahora, esparcido por todo el piso en pequeñas partes. Del todo inútil antes de su destrucción, en todo caso.
Debería irme. Debería irme en este preciso momento. Para evitar la humillación de su regreso, la vergüenza, el ridículo, no enfrentar la urgencia de tirar en su cara todo mí veneno, todos mis ácidos reproches gritando, mendigando, implorando alguna fuerza, disgustada, histérica, manera feminista.
Me reusaba a proyectar en mi mente grotescas venganzas o ingeniosas trampas para recuperarlo, o escenarios de reconciliación, en cuales él solo era una magnífica bestia y yo, una indefensa esclava de su perfección masculina.
No voy a demandarle la eternidad, gestos solemnes y promesas, compromisos finales; no voy a chantajearlo con mis lágrimas y desesperación; no me voy a convertir en un pegajoso, estorbo, mirándolo con esperanzadora admiración, solo para descubrirlo aplastando como un dios gigante, extraño, indiferente, lejano.
No. No voy a hacer nada de eso.
¿Me estoy rindiendo fácilmente? ¿Soy tan débil, derrotada tan fácil, ya dispuesta a renunciar a él? Tal vez debería seguir luchando, luchando por él con esta hermosa mujer sin rostro con todo lo que tengo.
Pero aun si hago eso, Edward seguirá sin quererme. Tas simple como es, pero inexorable.
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―Too proud to beg. To dumb to Steal7 ―Sí, definitivamente soy yo. ¿Entonces por qué me impongo a él?
i2 Tú dijiste que me amarías hasta la muerte/Y hasta donde yo sé sigues vivo, bebe… (Ilegal – Shakira)
ii3Un tipo de whisky escocés
iii5Traducción de "Je Voudrais Le Conaître" de Patricia Kaa's
6Asistente Personal
7Muy orgulloso para rogar/Muy tonto para robar (It's Probably Me – Sting ft Eric Clapton).
